Nota
Denuncia de Cicop: “Que paren los experimentos y la manipulación de datos”
El doctor Jorge Jakowsky, presidente de CICOP (Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires) habló con lavaca minutos después de reunirse con los dirigentes de los hospitales del conurbano, La Plata, Necochea y Mar del Plata y establecer los puntos clave a denunciar públicamente:
· Exigir que se pare la aplicación en el Hospital público de San Isidro de “un protocolo experimental que utiliza tratamientos no aprobados”, cuya denuncia se hará formalmente mañana lunes ante el Ministerio de Salud.
· Exigir que las autoridades informen con qué criterio y a qué destino se distribuyen los fondos de Salud. En sus palabras: “Es un escándalo que la mayoría del esfuerzo político, presupuestario y de equipamiento vaya a un hospital arancelado y semi privatizado como el Malvinas Argentinas, y no a los públicos. En el Municipio de Malvinas la salud está terciarizada, y la gente debe pagar por atenderse”. No forma, por esto, lo que el dr. Jakowsky llama “el sistema provincial de salud”, y el otorgamiento de medicamentos y fondos a este hospital no devela, según el doctor, otra cosa que “una clara intención privatizante”.
· Exigir que el Ministerio de Salud responda a una pregunta: “¿dónde están los mil millones que prometió el gobierno a los municipios y provincias? “Porque sabemos, por ejemplo, que hasta ayer a Santa Fe nunca llegó nada y que el virus está desplazándose hacia provincias que aun no han recibido las partidas de medicación necesarias para los tratamientos. Es necesario que el Ministerio rinda cuentas claras sobre el destino de esos fondos: provincia por provincia y monto por monto.”, aclara Jakowsky.
El experimento del Hospital de San Isidro
Según la denuncia de Cicop, en el Hospital público de San Isidro se comenzó a aplicar un tratamiento que no cuenta con la autorización de las autoridades sanitarias. Los pacientes tampoco fueron suficientemente informados de que dicho tratamiento, según denuncia Jakowsky “es un protocolo experimental que no está en las normas de tratamiento de la gripe aviar en ninguna parte del mundo, ni siquiera en el Ministerio de Salud”.
“Este protocolo –explica el doctor Jakowsky- implica una doble dosis del tamiflú, antibióticos y cortisona por vía endovenosa. Implicó, además, que se ordene la internación de pacientes que no estaban graves. En total, se aplicó a más de 50 pacientes, sin informarle que se trataba de un experimento: simplemente les decían que los trataban así”.
“Esto salió a la luz porque el jefe de Infectología del hospital y del servicio de Medicina Preventiva es el secretario gremial de la CICOP. Entonces, cuando le iban a consultar los profesionales y los residentes, él comenzó a indagar: ´¿qué es esto? ¿de dónde salió? ¿quién tiene aprobado este protocolo?´, sin obtener ninguna respuesta seria. Entonces, como se trataba de un experimento, el lunes de la semana pasada presentamos una nota al intendente de San Isidro, Gustavo Posse, donde le pedíamos explicaciones sobre quién había autorizado el tratamiento, si estaba aprobado por un comité de ética, si los pacientes firmaban consentimiento luego de haber recibido un informe completo, si había un testigo independiente… Y hasta hoy el intendente no nos respondió”.
La respuesta oficial, en todo caso, fue otra: al día siguiente de presentada la nota, se ordenó el cierre del servicio de Medicina Preventiva, a cargo del profesional que alertó sobre lo irregular de este tratamiento. “Además, se lo sacó del hospital y se lo mandó a un centro de atención primaria que se cae a pedazos, como represalia a la denuncia que hicimos”.
El Cicop decidió hoy denunciar públicamente la existencia de este protocolo experimental y presentar una nota mañana al Ministerio de Salud de la Nación y otra al Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, solicitando “que intervengan el Hospital de San Isidro y que frenen el protocolo experimental”.
Según explica el doctor Yacowsky, “el tamiflú, las cortisonas y el antibiótico que se aplican en este experimento son tres drogas de patente vencida. No están aplicando drogas nuevas: están haciendo una combinación absolutamente experimental, no aprobada por las normas internacionales de tratamiento y sin ninguna justificación. Y esto es algo que se puede hacer en el Hospital de San Isidro porque no hay comité de bioética para controlar los tratamientos experimentales: lo disolvió el propio intendente para tener libertad para hacer este tipo de experimentos”.
Manipulación de cifras
El cuadro local es de incertidumbre, básicamente por carencia de datos reales, otro elemento que con un buen control y una estructura organizada podría haber sido evitado y fundamentalmente, aclarado un poco este pantano repleto de dudas: “Tenemos absolutamente claro que las cifras que da el Ministerio de fallecimientos están muy por debajo de las reales. Nosotros hacemos un relevamiento en hospitales que implican un 50% de la provincia y municipalidades, y sólo en provincia ya estamos en 120 fallecidos. Y ellos reconocen aquí alrededor de 40 ó 50. Nosotros proyectamos en Provincia de Buenos Aires más de 200. Hay un mal registro, por un lado, y por otro, una baja cantidad de confirmados. Por ejemplo, hay muchos que no se han hechos las pruebas, porque tienen una neumonía altamente sospechosa de gripe H1N1, y resulta ser que no hay un hisopo para tomarle la muestra y no se sabe ya de qué se trata. Hay manipulación de cifras, claramente.”
Los datos del Ministerio de Salud contabilizan 99 muertes. Para poner esta cifra en su contexto hay que tener en cuenta que, según los datos oficiales, en Argentina el promedio anual de muertes a causa del virus de Influenza común es de 3.500 personas. Se estima que se realizan anualmente por la misma causa, más de 20.000 internaciones. Los datos de la Dirección Nacional de Epidemiología (Direpi) muestran que hubo más de 1.128.388 casos de influenza denunciados en 2006 y 1.258.704 en 2007.
Una primera conclusión
Para el doctor Yakowsky algo, en medio de la niebla de manipulación de información, queda absolutamente claro: “El que bancó, internó, atendió, tanto la epidemia de dengue como la de la gripe, fue el sector público. La gente no tuvo en la obra social ni el sector privado la misma respuesta que en un hospital público. En la gripe, el 80% de las consultas e internaciones se hicieron en el sector público, que es la cenicienta del sistema. Es una oportunidad para demostrar que en las grandes catástrofes si no tenés un servicio público bueno, las cosas no funcionan. Queda claro, entonces, que darle tanta plata y bolilla a las prepagas y obras sociales privadas, no tiene sentido. El sector privado estuvo metido debajo de la cama. En tanto, el hospital público demostró que es el único que tenía capacidad de respuesta. Con falta de plata, de profesionales, de insumos, siendo un desastre, el que bancó la epidemia fue el sector público. Es el momento entonces de poner allí los recursos.”
La verdadera catástrofe
Hay otro factor que para Jacowsky es clave: toda esta vorágine de pandemia, virus, paranoia, barbijo, medicamentos y muerte, pudo haber sido fácilmente evitada. “La aparición de una pandemia producto de la voracidad de las multinacionales de la agro-alimentación, es en sí mismo una catástrofe humanitaria. Estamos hablando de algo que pudo no haber ocurrido. El tratado de libre comercio de Estados Unidos con el NAFTA, salió que la industria de agroalimentación se instaló en México, donde no tiene ninguna reglamentación y hace años que hay entre 2 y 3 millones de cerdos hacinados, en contacto con la población, comiendo su propia mierda, en espacios mínimos y transmitiéndose todos los virus posibles entre ellos, y luego a los humanos. Ahí se crió el virus de la gripe porcina y afectó al hombre. Ya eso sólo -que la voracidad capitalista impida un control- implica una catástrofe del punto de vista sanitario. Con control alimentario y regulaciones ambientales se hubiera prevenido.”
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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