CABA
El cazador oculto: entrevista al director Bruno Stagnaro
Dirigió la mítica película Pizza, birra y faso junto a Adrián Caetano a los 23 años. En 2001 se consagró con la serie Okupas. Pero no volvió a la pantalla sino hasta 2017 con Un gallo para esculapio, otra serie que narra en tiempos de cólera. Publicada en la edición de octubre de MU ▶ BRUNO CIANCAGLINI

Foto: Nacho Yuchark
Bruno Stagnaro se rasca la barba y, con la mirada perdida en las profundidades de una taza de café vacía, confiesa: “Estuve sumido en una gran crisis, por no decir depresión, durante varios años. Después de dirigir Okupas no entendía qué más podía aportar yo a la confusión general de desborde de imágenes que es el mundo”.
Las cosas se dieron rápido: a los 12 años actuó en una película de su padre, a los 16 empezó a filmar programas de humor para divertirse con sus amigos del secundario y a los 23, luego de dos años de estudiar cine y dejar la carrera, dirigió Pizza, Birra y faso, la película que marcó el renacimiento de un cine argentino que, luego de la dictadura, no había sabido cómo dialogar con la época. Cuerpos marginales que sobrevivían en una Buenos Aires oscura y decadente, una producción filmada en la calle y con mínimos recursos: todo lo que el neoliberalismo había destruido de repente aparecía escupido con rabia en una pantalla de cine.
Fue por más: teniendo reconocimiento y prestigio como director de cine de culto, no dudó en trasladar su sensibilidad suburbana a un medio supuestamente menor, más bastardeado, en el que las producciones de ficción no eran más que un depósito de lugares comunes y acumulación de clichés: la televisión.
Stagnaro lo hizo de nuevo: pateó el tablero con Okupas, una serie que trascendió en el tiempo y dejó personajes, escenas y frases grabadas en la memoria de distintas generaciones. La serie se emitió en el año 2000 pero, a través del boca en boca y de dvd´s que circulaban de mano en mano, ganó muchos espectadores en años posteriores. Okupas fue la expresión sintomática de que sólo en los márgenes (geográficos, legales, emocionales) estaba la posibilidad de (de)construir una identidad para una generación que ya no creía en los valores de familia, propiedad y trabajo, en un país al borde del estallido.
Hoy, con 43 años, Stagnaro volvió al ruedo con Un gallo para esculapio, miniserie que narra las aventuras de un personaje que llega desde el interior a la ciudad para sumergirse en un submundo de riñas de gallos, piratas del asfalto y robos a mano armada.
Su obra puede pensarse como una síntesis donde conviven términos aparentemente opuestos (lo marginal y lo mainstream, lo profesional y lo amateur) pero su rol también recuerda a la experiencia de ciertos directores de la época dorada de Hollywood, esos que Scorsese definió como “contrabandistas”: aquellos que lograban burlar las reglas sistema, sortear el hermetismo de los estudios para hacer producciones que dejaban entrever una mirada personal y auténtica en medio de la maquinaria.
Volviste…
El éxito de Okupas en algún punto me hizo mal, porque quedé atrapado en esa experiencia y sentía la exigencia de tener que hacer algo que esté a la misma altura. Dejé muchos proyectos en el camino, estaba estancado. Uno de esos era Un gallo para esculapio, que lo empecé a escribir hace trece años y lo retomé ahora.
Mientras tanto, ¿qué hiciste?
Me dediqué a hacer cosas por encargo, como documentales para Canal Encuentro. Fue una experiencia que me sirvió: trabajar con un equipo más chico, ir a filmar a un lugar como una escuela y tratar de darle un valor estético o encontrar algo interesante donde no está pasando nada, apostando a la fotografía, a generar atmósferas. A mí me interesa más el costado de artesano que de artista. Me interesaba formar parte de una estructura sin ser la cabeza. Fue así hasta que hice Impostores, una serie que pasó sin pena ni gloria. Fue una mala experiencia. Por primera vez en mi vida sufrí por el hecho de no estar en igualdad de condiciones: los productores me pasaban por arriba y desde ahí decidí que nunca más iba a trabajar en ese tipo de relación de dependencia. De todos modos rescato algo positivo: esa serie fue bastante imperceptible y eso para mí fue bueno. Después del éxito de Okupas y esa presión que me había generado, hacer algo intrascendente me alivió, me hizo bien.
¿En Okupas cómo era el trato de producción?
A ver: éramos todos empleados de Tinelli, si se quiere, pero nosotros sabíamos cómo se hacía la serie y ellos solo acompañaban. Cuando meten un personaje para controlarte, ahí se complica. Por suerte eso no pasó: ellos veían el capítulo recién cuando salía al aire, no tenían ningún tipo de control sobre el material, pero estaban contentos porque el resultado era bueno.
¿Cuáles son tus referentes en cine?
No soy muy cinéfilo. Me gusta mucho Fellini, porque lograba trabajar con una estructura de producción enorme sin que eso fuera una contra para la libertad absoluta que tienen sus películas. Yo creo que el cine es una industria y el aprendizaje es cómo manejar un grupo de 50 personas sin que sea algo negativo. Últimamente me dediqué también a mirar algunas series.
¿Cuáles?
Mad Men me inspiró muchísimo. No tiene nada que ver con Un gallo pero siento que fue importante verla: hay algo del ritmo y del manejo sutil de información que me resultó muy inspirador. Lo que me gusta de las series es la posibilidad de desarrollar más a los personajes y que puedas convivir con ellos durante mucho tiempo. En ese sentido son parecidas a las novelas: el personaje te acompaña no solo cuando leés, sino cuando estás haciendo otras cosas.
Al escribir los guiones, ¿dejás lugar para la improvisación?
Trato de escribir una estructura general pero también me gusta ir empapándome de los lugares y personajes mientras voy filmando. Me sirve estar en contacto con los ámbitos donde transcurre la historia, recorrer las locaciones, ver gente la gente que habita esos lugares, darle espacio a esa cosa viva que tiene el azar para poder incorporarlo. En Un gallo el caso del personaje de Péndulo, el senegalés, es un buen ejemplo de eso. Mucho antes de empezar a filmar estábamos escribiendo con Ariel Staltari, el coguionista, y queríamos que el personaje principal fuera a buscar a alguien a algún lugar con mucha gente, una fiesta o celebración grande. Ya sabíamos que gran parte de la historia iba a ocurrir en Liniers. De casualidad escuchamos una canción boliviana y googleando vimos que en unos días era la fiesta de la Virgen de Caacupé en Liniers, con un desfile y un despliegue enorme. Reconstruir eso desde la ficción era imposible; teníamos que filmarlo de modo documental. Además, necesitábamos un personaje que pudiera adaptarse a ese contexto sin llamar la atención. El hermano de Ariel tiene una panadería en Ciudadela y nos presentó a Sora, un vendedor senegalés que trabaja enfrente de su negocio. Al principio estaba muy desconfiado por el tema de las cámaras ocultas y todo eso, pero cuando nos dijo que era hincha de Boca lo convencimos para que actúe esa jornada a cambio de ir a ver un partido a la Bombonera. Fuimos cuatro personas con una cámara y lo filmamos caminando en medio de la fiesta, tirando miradas. Cuatro meses después fuimos con Peter Lanzani y todo el equipo y filmamos el resto de la escena. Ahí está la mezcla entre lo documental y la ficción y entre permitirse algo que conviva algo más amateur con algo súper estructurado. Finalmente, ese elemento más azaroso terminó estructurando algunas escenas del guión, porque luego el personaje de Péndulo cobra importancia y la ficción en ciertos momentos pasa a través de él.
Nombraste a Ariel Staltari. Él interpretó el personaje de Walter en Okupas y ahora, además de hacer el papel de Loquillo, es coguionista. ¿Cómo es esa relación?
Ariel fue el único de los protagonistas de Okupas que quedó por casting. A todos los otros los conocía o vinieron por vías más directas. A Diego Alonso (el pollo) me lo mandó mi viejo porque estudiaba cine con él; a Franco Tirri (el Chiqui) lo conocí en la universidad; y de Rodrigo De La Serna ya tenía referencias. Walter vino al casting y entre todos los que vi sentí que él tenía algo especial. Nos hicimos amigos, tocamos en una banda cada tanto: él toca la batería y yo, la guitarra. Empecé a escribir Un gallo porque iba siempre a un bar que se llamaba así y me llamaba la atención ese nombre. Lo tomé como un juego: pensar una ficción a partir de esa frase. Busqué la historia y eso es lo último que dice Sócrates luego de ser condenado a muerte por corromper a los jóvenes y no creer en los dioses. Nunca se supo bien qué quiso decir. La cuestión es que necesitaba ir a ver riñas de gallos y empezar a conocer ese mundo, y la realidad es que yo no soy bueno para empatizar con la gente. Ariel al toque consiguió un contacto en Rafael Calzada y de repente ya estábamos ahí, metidos en ese universo: teníamos que estar en un determinado lugar un domingo a las 7 de la mañana para ir a una riña. Nos miraban raro y a mí siempre me tildaban de policía. Entonces le empecé a encargar tareas a él: que consiga tal personaje, tal locación, él es muy entrador con la gente y conoce muy bien la jerga popular, la calle. A partir de ahí su aporte para abrirnos camino en esos mundos fue tan importante que lo invité a escribir.
Entre el cine de autor y el cine más clásico, por decirlo de algún modo, vos te inscribís más en la segunda opción…
Me gusta poco el cine de autor, es algo que no suelo ver. Veo mucho minimalismo que sinceramente me resulta un plomo, así como todo lo que se genera alrededor de eso. Hay una retroalimentación con el crítico que instruye sobre cómo se tiene que ver eso, como que de algún modo esas películas se reescriben en la crítica, se complementan. No soy muy fan de esos relatos que para hablar del aburrimiento te hacen transitarlo. Los festivales de cine también me parecen un plomo. Desde afuera alientan el exotismo latinoamericano, les parece sensacional que los indios se filmen a ellos mismos, y lo hacen desde un lugar paternalista. Lo digo porque lo viví con Pizza, birra y faso cuando estuve en Toulouse. Me parece que está bueno el desafío de hacer cine que se sostenga en varios planos, como entretenimiento sin perder profundidad.
¿Alguna vez trabajaste en otra cosa que no fuera en la industria audiovisual?
Cuando empecé a estudiar era cadete. Después hice sociales mucho tiempo, aunque es audiovisual, viví de eso varios años. Es una buena pregunta porque siempre sentí un poco el estigma de ser el tipo de Palermo que se acerca a mundos marginales desde un lugar más intelectual que otra cosa. Yo tenía la idea de que para poder narrar determinadas cosas necesitaba experiencia de vida, como Bukowski o Hemingway, y por eso a los 18 años fui a una estación de servicio para ser playero. Pero el hijo de puta no me tomó, desconfió de mi perfil. Siempre me preguntaba: ¿quién soy yo para hablar de esto? Por eso necesito la extrema necesidad de estar en contacto con gente que vive esos mundos; aunque sea desde el laburo trato de conectarme. Finalmente aprendí a convivir con eso: no puedo ser alguien que no soy y eso no implica que no pueda dar una visión sobre esos universos.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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