Nota
El crimen de Massar Ba no puede quedar impune
El referente de la comunidad senegalesa y de inmigrantes africanos en Argentina murió luego de dos días de agonía, víctima de una golpiza. La complicidad de la Justicia al no investigar éstos asesinatos.
El lunes 7 de marzo a las cinco de la mañana, una ambulancia recogió a Massar Ba -referente de la comunidad senegalesa y de inmigrantes africanos en Argentina- en la calle México al 1400, barrio de San Cristóbal. Massar Ba- senegalés, 45 años- estaba tirado en el suelo con traumatismos en la cabeza y en la zona de la cadera, víctima de una brutal golpiza. Murió dos días después en el hospital Ramos Mejía. “Era un militante, un defensor de los derechos humanos que siempre peleó contra el racismo. Ayudaba a la gente que sufría abusos de la policía, sobre todo a los vendedores ambulantes. Era una persona muy importante no solo para la comunidad senegalesa, sino para toda la comunidad africana”, dice Abdoulaye Gothe, encargado de las relaciones con la comunidad de la Casa de África en Argentina, que junto con otros representantes africanos fueron hoy a la fiscalía N° 7, a cargo de Julio Rovira, en busca de respuestas e información que lamentablemente no encontraron.
“Hay muchos rumores dando vuelta. Algunos medios dicen que Massar Ba sospechaba de algo. Lo único que te puedo decir es que lo conocía mejor que nadie y jamás me dijo nada ni noté nada raro en el último tiempo”, explica Abdoulaye.
Carlos Álvarez, de la Agrupación Afro Xangó, agrega: “Queremos que ARSA-Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina- sea querellante en la causa, para que se haga una investigación seria que abarque todas las hipótesis: cómo llegó el cuerpo ahí, por qué, quiénes fueron”.
Continúa Carlos: “Massar Ba fue siempre un luchador contra el racismo y violencia institucional hasta último momento. Hablé con él la semana pasada: estaba preocupado la avanzada violenta de la policía en el espacio público contra los vendedores ambulantes, donde hay muchos chicos africanos.
Por otro lado, no quiero esbozar la idea de una cacería de brujas ni mucho menos, pero en el último año hubo al menos diez casos de senegaleses muertos por diversas causas que nunca se esclarecieron”.
Massar Ba había llegado a la Argentina en 1995, con la primera camada de inmigrantes senegaleses. Trabajó durante diez años en la Casa de África y participó de diversos proyectos y organizaciones para nuclear y defender los derechos de los inmigrantes africanos en Argentina.
Su comunidad reclama que su asesinato no quede impune.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: