Nota
El juego (geopolítico) de la mosqueta
La creciente tensión entre Estados Unidos y Rusia es el marco en el que se desarrolló la tragedia del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, derribado con casi 300 personas a bordo. La propaganda y la difamación han ocupado el lugar de la investigación seria y responsable y, sobre todo, de la capacidad de asumir responsabilidades. Por Raúl Zibechi.
Apenas el vuelo MH17 cayó a tierra, el gobierno de Petro Poroshenko (el “rey del chocolate” ucraniano) estaba acusando a las milicias pro rusas y a su par ruso Vladimir Putin de haber disparado el misil que lo derribó, aun sin presentar pruebas. Casi de inmediato, la Casa Blanca hizo lo propio, asegurando que se trataba de un misil Buk que fue entregado por Rusia a los rebeldes que controlan la zona. El gobierno ruso se desmarcó primero de los hechos y luego presentó su propia versión, señalando que de un avión SU-25 ucraniano que volaba junto al Boeing 777 siniestrado fue de donde partió el misil letal. Poroshenko fue más lejos: “Estoy seguro de que el mundo está dividido en dos: por un lado, casi todo el mundo, que condena resueltamente a los terroristas, y, por otro, los terroristas mismos. Y ahora cada persona debe decidir en qué campo se encuentra, así de sencillo” (La Jornada, México, martes 22).
En un clima de linchamiento es difícil atender razones y explicaciones. ¿A quién creerle? ¿Al oligarca ucraniano aliado incondicional de Washington? ¿Al presidente ruso que ha dado sobradas muestras de autoritarismo? ¿A la Casa Blanca, que tiene un negro historial que incluye mentiras evidentes como las “armas de destrucción masiva” en manos de Saddam Hussein?
Lo que puede asegurarse es que un avión de pasajeros fue derribado por un misil, matando a 298 personas; que el esclarecimiento de los hechos demorará cierto tiempo y que, probablemente, nunca se sepa lo que sucedió; que Estados Unidos está empeñado en aislar a Rusia de la Unión Europea, para lo que promovió un golpe de Estado exitoso en Ucrania; que Rusia está empeñada en proseguir su aproximación con la Unión Europea, pero en particular con Alemania, por lo cual debe moverse con cautela. En suma, juegos geopolíticos.
En casos como éste, la verdad es la segunda víctima (después de las de carne y hueso), mientras que el “derecho internacional” se aplica sólo a los países débiles, ya que los grandes lo usan apenas como taparrabos de sus intereses. Para orientarse en semejante escenario, en el cual abundan las pistas adulteradas y las falsificaciones, vale tanto fijarse en los antecedentes como en las lecturas tangenciales de fuentes poco sospechosas.
Antecedentes
En estos días los medios recordaron diversas tragedias provocadas por ataques militares a aviones civiles, en las que están involucradas las dos principales potencias, pero también Israel, Italia y la propia Ucrania. En algunos casos fueron errores, en otros hubo intencionalidad, y en otros medió la intervención de grupos irregulares. Uno de los casos más sonados fue la caída del vuelo 455 de Cubana, el 6 de octubre de 1976, por el estallido de dos bombas colocadas por exiliados cubanos en Miami con ayuda de la CIA. No tuvo consecuencias para los autores.
Uno de los casos más polémicos sucedió hace 24 años en el marco de la guerra entre Irán e Irak, cuando Saddam Hussein era un firme aliado de Washington contra la revolución de los ayatolás. En la mañana del 3 de julio de 1988, un barco de guerra estadounidense disparó dos misiles contra un Airbus A300 de Iran Air, matando a 290 personas que iban a bordo, incluyendo 66 niños. Había sido, hasta ahora, el más mortífero de los ataques de este tipo.
El vuelo había partido de la ciudad Bandar Abbas con destino a Dubai y el avión fue alcanzado cuando estaba volando a baja altura. Los misiles fueron disparados desde el USS Vincennes, que había invadido aguas territoriales de Irán. En 1996 la Corte Internacional de Justicia obligó a Washington a indemnizar a las familias. La Casa Blanca siempre mantuvo la versión de que fue un error, cosa que rechazaron las autoridades de Teherán, y nunca asumió su responsabilidad. El capitán del Vincennes, William C Rogers, fue condecorado con la Legión al Mérito, una de las más importantes distinciones militares del país.
En una entrevista concedida a Newsweek en agosto de 1988, el presidente George Bush fue tajante: “Nunca pediré disculpas por Estados Unidos. Nunca”.
La versión rusa
El Ministerio de Defensa de Rusia presentó su primer relato detallado sobre el derribo del MH17, asegurando que sus radares localizaron una segunda aeronave cerca del Boeing 777, un caza SU-25 perteneciente a Ucrania. Esa versión agrega que Ucrania movilizó su sistema de misiles hacia el área del incidente.
Apoyado en una presentación de imágenes de radares y satélites, el jefe de la fuerza aérea mostró varios sistemas de misiles tierra-aire Buk, ubicados cerca de Donetsk, pertenecientes al ejército ucraniano. El teniente general Andrei Kartapolov, jefe del Departamento de Operaciones del Estado Mayor, dijo a la prensa: “Estos sistemas tierra-aire son capaces de alcanzar blancos a una distancia de hasta 35 quilómetros y a una altitud de 22 quilómetros. ¿Con qué propósito y contra quién desplegaron estos sistemas de misiles si la milicia no tiene aviones?” (Russia Today, lunes 21).
El vuelo MH17 se desvió unos 14 quilómetros de su recorrido, y hasta ahora no se pudo saber la razón. Kiev y Washington tampoco han presentado evidencias de que los disparos hayan salido de misiles en poder de las milicias pro rusas. Una de las diez peguntas formuladas por los militares rusos debería permitir echar luz sobre estos hechos: “Los funcionarios estadounidenses aseguran que cuentan con imágenes de satélite que prueban que el avión de Malaysia Airlines fue derribado por un misil lanzado por la milicia, pero hasta ahora nadie ha visto esas fotografías. Por lo que sabemos, es cierto que un satélite de Estados Unidos se hallaba sobre el sureste de Ucrania el 17 de julio”, dijo el general Andréi Kartapólov (Russia Today, martes 22).
La versión rusa tiene la ventaja de que aporta fotos y otras evidencias gráficas. Lo que no quiere decir que sea verdadera. Un obstáculo adicional para llegar a la verdad es que tanto las milicias como el ejército ucraniano poseen misiles Buk, y que entre las baterías de ambos bandos no hay mucha distancia.
Sin argumentos
El periodista estadounidense Robert Parry, destacado en la cobertura del caso Irán-contras para la agencia Associated Press y la revista Newsweek, galardonado con el premio George Polk en 1984, enfoca su análisis en lo que considera el intento de “envenenar al jurado”, realizado por el secretario de Estado, John Kerry, en sus cinco apariciones públicas (https://consortiumnews.com/, lunes 21).
“En más de cuatro décadas de trabajo como periodista nunca había visto un enfoque tan sesgado y engañoso por parte de los principales medios estadounidenses”, escribió Parry. El periodista cree que en este caso los rusos han sido más serios que sus compatriotas: “Hay algo completamente orwelliano en la cobertura actual de la crisis de Ucrania, por ejemplo las acusaciones de que el otro lado hace ‘propaganda’, cuando en realidad sus informes, a pesar de no ser perfectos, son mucho más honestos y precisos que los que produce el cuerpo mediático de Estados Unidos”.
Considera que los medios están haciendo un “periodismo miserable” y asegura que lo más probable es que las agencias de inteligencia estadounidenses recibieran las imágenes satelitales de la zona, que mostraban que el lanzacohetes es propiedad de las tropas de Kiev, por lo que al gobierno de Obama le resultaría desfavorable hacerlas públicas.
La llamada “comunidad de inteligencia” estadounidense comenzó a reconocer algunos problemas en las versiones iniciales, en una cita con varios periodistas: “Los funcionarios de inteligencia se mostraron cautelosos en su evaluación, teniendo en cuenta que, aunque los rusos han estado armando a los separatistas en el este de Ucrania, Estados Unidos no tenía ninguna prueba directa de que el misil utilizado para derribar el avión de pasajeros vino de Rusia” (cable de la agencia AP, martes 22).
En un segundo artículo publicado luego de la reunión de los periodistas con agentes de inteligencia, Parry destaca que “el misil pudo haber sido lanzado por alguien que trabaja para el ejército ucraniano” (https://consortiumnews.com/, martes 22).
Cuando aún no ha comenzado la investigación, el linchamiento mediático al presidente ruso (basta ver la prensa británica, incluyendo al comedido Independent) ha fracasado. Poco a poco las pruebas comienzan a apuntar en otra dirección, colocando a la Casa Blanca en una situación bastante comprometida.
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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