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El loco de la azotea: Carlos Briganti, el reciclador

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Construyó una huerta agroecológica en la terraza de su PH en Chacarita. No invierte un peso porque todo lo recicla de la calle. Editó un libro en el que cuenta cómo se hace. Cómo ganar tiempo, salud y alimentos sanos en medio del caos urbano y extractivo. Por Lucas Pedulla

El loco de la azotea: Carlos Briganti, el reciclador
«Esta es una huerta autosustentable en medio del cemento de Chacarita”, dice Carlos Briganti, conocido como “el reciclador”, mientras sube a su terraza de 60 metros cuadrados a unas pocas cuadras de la estación Lacroze, Buenos Aires. Desde allí, lo que se escucha impacta menos de lo que se ve: hay morrones y cebollas que salen entrelazadas de tachos de pintura, lombrices californianas que trabajan humus en enormes recipientes llenos de restos orgánicos que cualquiera llamaría basura, y un banano que florece desde dos neumáticos.
Sí, desde dos neumáticos.
“Son muy buenos para hacer macetas”, explica Carlos. “Primero, porque no pesan. Y segundo, las podemos poner bajo el sol porque los rayos UV no las comen. A esos tachos de plástico, de donde ves que salen acelgas y zanahorias, sí. Te duran 5 años: primero se les rompe la manija, después la solapa y luego se destruye. Con la cubierta, no: puede impactar una bomba atómica, vos desaparecés, pero la cubierta queda. ¿Qué quiere decir eso? Que es la mejor opción que hay para plantar lo que quieras. Un recipiente en un supermercado no baja de 700 pesos. Esto es gratis: me lo da la calle”.
El sistema parece sencillo: la planta sale perfecta desde dos neumáticos apilados. “La goma de arriba está vacía, pero me protege del viento. Hacés una barrera”.
¿Y ahí también tirás las semillas que comprás?
No necesito comprar semillas: las produzco yo mismo.
Ok.
Con ustedes, el loco de la azotea.

La verdad de la batata

arlos Briganti tiene 55 años, es uruguayo y hace 35 que reside en este PH de Chacarita. Nació en Montevideo y se crió en una zona casi sububurbana. Hizo su primera huerta en la escuela, de adolescente fue “un chacarero con tractor”, y luego viajó a Buenos Aires: de la hectárea del campo pasó al cemento porteño. Cambió de oficio. “Me dediqué a todo lo que tiene que ver con la construcción. Soy plomero”, se define.
En 2010 empezó a dar clases de plomería a mujeres en el Sindicato de Aguas Argentinas. Allí enseña  los jueves, y los martes dicta electricidad. Pero también tiene sus clientes personales que cuida hace más de 30 años porque -dice- sólo de la docencia no puede vivir. “Igual a esta edad no tengo obligación de hacer nada que no me guste. Enseño plomería con pasión. Dar clases es muy gratificante. Y esta es una batalla que ahora hay que dar en la ciudad”.
La historia indica que la batalla arrancó cuando dos de sus cuatro hijos le comunicaron que se harían veganos. “A partir de los saberes que tenía comencé por mostrarles un camino diferente, y el ejemplo concreto es lo mejor que uno puede hacer: empecé a plantar”.
Carlos dice que, en realidad, ese motivo fue una excusa. “Yo vengo del campo, de esa impronta. Mi primera herramienta fue un caballo y un arado. Y mis primeros conocimientos fueron ancestrales. Por eso, uno empieza a decirles a sus hijos: ‘No comas esto porque está fumigado’. Yo iba a la verdulería y me peleaba porque sabía que la batata que me vendían no era fresca. Lo que pasó acá es que se alinearon los planetas. Cuando uno tiene un discurso progresista y quiere cambiar el paradigma, como dice Vandana Shiva, primero tenés que producir tu propio alimento”.
El campo de batalla de Carlos fue su terraza.

El método Briganti

mpezó a estudiar. El agricultor y filósofo japonés Masanobu Fukuoka fue uno de sus principales inspiradores: dentro de la permacultura ideó un sistema de cultivo llamado “agricultura natural” que consiste en reproducir las condiciones naturales de forma tan fiel como sea posible. Carlos lo explica con paciencia oriental y método docente: “Inventó un sistema de producción basado en el desorden y en la mezcla. Acá todas las especies conviven: zanahoria y un limonero. Diente de león, abas, apios, puerros. Zapallo y acelga. Todo mezclado. ¿Qué puede pasar? Que alguna verdura no prospere, entonces la saco y la pongo en una de las diez composteras de 200 litros que tengo. ¿Qué son? Todo el material que me sobra, el excedente de la huerta, va a estos recipientes. Yo fundé el club de compostaje: la gente me trae los tachos de 20 de residuos orgánicos”.
Como si esta entrevista formara parte de un guión previo, Carlos se detiene porque desde la terraza de al lado lo llama un vecino que tiene un tacho en la mano. A Carlos se le ilumina la cara y le agradece con una sonrisa. Abre la tapa y enseña: “Todo esto es orgánico: acá ves café, yerba, cáscaras de fruta y verdura. Todo lo pongo en estos tachos”. Los abre: están llenos de lombrices. “¿Las ves? Hay caracoles, babosas. Acá hay vida. Y todas están trabajando y comiendo. Cuando la compostera se llena, sigue el proceso”.
Carlos agarra esos residuos con las dos manos. Las lombrices bailan entre sus dedos. “Es humus de lombriz sin pasar por el servidor. Todo esto es comida que vos tirás todos los días. Las millones de personas de la Ciudad tiran miles de millones de kilos de basura, pero no saben que esto después pasa por un tamiz y podés sacar hasta 140 kilos de humus. Todo de acá y sólo en seis meses. ¿Para qué? Ahí ves nabos, acelgas, espinacas, arvejas, remolachas, rabanitos. Todo el tiempo hay producción de algo”.
Todo el tiempo hay vida.
Y las lombrices siguen bailando. “Este es el sustrato que yo trabajo después para la tierra”, dice Carlos y muestra otro tacho lleno de cebollas de verdeo que plantó al rescatar lo que tiraba el verdulero del barrio. Muestra la tierra. Su tierra. Apoya un dedo que se hunde: la tierra se regenera como si fuera un colchón. “Ves que es homogénea, esponjosa. Ya tiene incorporadoel humus. Tiene resaca de río o viruta quemada, todos elementos llenos de nutrientes. Es comida abundante para que esto florezca”.
Carlos pide que se lo siga para mostrar uno de los elementos para tamizar. “Es un sistema holandés”, dice serio. Y muestra una tapa de ventilador que sacó de la calle: “Pasa que si digo que es un sistema europeo, la gente te respeta”. Y sigue: “Para mí esto es oro en polvo. Yo después hago biofertilizante porque lo cuelo. Y todo lo junto de la calle. La calle me brinda todo esto. Acá no hay un mango invertido: es todo de afuera. Todo oro. Todo sirve. Este es mi sistema. Soberanía alimentaria es reciclar todo esto”.

Dispersar el poder

Explica qué es la soberanía. “No necesito comprar semilla. El que tiene el poder de la semilla tiene el poder de la alimentación. Por eso las grandes compañías como Monsanto, Bayer o Syngenta aprovechan para ser dueños. Esta terraza es subversiva, y si se enteran me mandan un helicóptero y chau, me van a pedir licencia. ¿Para qué? ¿Para plantar? Otros te dicen que la soberanía no es fácil. Pero lo es. El humus de lombriz está hecho con lo que vos comés. Esto cambia el mundo. No necesita fertilizante. ¿Y cuál es el secreto? Desparramar. Tirar las semillas allí. Y eso sigue produciendo. Esto es revolucionario. Cambiás el paradigma. Si en aquel edificio de enfrente pusieran un limonero de acodo en un tachito de 20, otra sería la historia. ¿Por qué no lo ponen? Mirá esas antenas que tienen. Las naturalizan. No tienen miedo que se les caiga en la cabeza, pero sí de un limón. Mirá todas esas terrazas y balcones: nadie pone nada. Todos son dependientes de algo: eso es lo que genera este sistema”.
Carlos sintetizó sus conocimientos en un libro de 60 páginas que tituló Una huerta en mi terraza. “A los mercados populares, a las radios comunitarias, a las cooperativas de trabajo, a las fábricas recuperadas, a los millones de locos que quieren cambiar el mundo”, escribe en la dedicatoria. Luego, comparte sus saberes: el análisis de la superficie y la luz solar. Los contenedores ideales. Las herramientas. La distancia de los cultivos. Los ciclos de la luna para sabér qué sembrar y cuándo. Métodos de riego. Y más.
Carlos no vende sus semillas, su tierra, sus cultivos: los vecinos vienen a tocarle el timbre a pedirle cosas. También va a dar charlas donde lo inviten y en ferias como las de la Facultad de Agronomía. Lo único que vende es su libro para poder sostenerlas.
¿Por qué lo hizo?
Este es un camino al éxito. Una de las conclusiones es que es realmente fácil. No hay excusas para no empezar a hacer una huerta. Lo primero que tenés que hacer es compostar, aunque vivas en un monoambiente. ¿Es inviable? Yo lo hago en 60 m2. ¿No tenés plata? Es gratis, sale de lo que comés. ¿No tenés tiempo? Y bueno: la gente te corre con que no tiene tiempo. ¿Para qué? ¿Qué hacen que es tan importante? ¿Qué pasa si lo hiciéramos en cada comuna? Pasa que ellos saben que la basura es un tesoro invaluable y de ahí hacen un negocio. ¿Pero si hubiera 100 locos como yo? Logré que vecino por medio composte, pero antes te miraban como un enfermo. Ahora vienen y me regalan bolsas de bosta porque las utilizo: es el mejor regalo que pueden hacerme.
Usted cuenta que le ofrecieron ir al campo a producir. ¿Por qué no aceptó volver?
Porque es una postura beligerante ante una sociedad que no me gusta, que es consumista. Y es un sistema que trabaja para que pocos vivan bien y muchos vivan mal. Tenemos que saber que lo nuestro no es darwiniano. El mérito personal es mentira. De nuevo al método Fukuoka: nos tenemos que asociar. El ser humano creció asociándose. ¿Por qué no fui al campo? Porque la lucha hay que darla acá. Yo acá demuestro que tengo un limonero en un tacho y que se puede. Y no tengo ni patio: es un PH. Ahí te salen con que no tienen tiempo. Hoy parece ser el gran problema de la humanidad: no tenemos tiempo. La pregunta es para qué. La mayoría son cosas materiales. Yo tampoco tengo tiempo. Por eso, el tiempo lo hago yo. Y lo mido en placer.

El martilleo

¿Qué es la agroecología según Carlos Briganti?
Es el contacto con las plantas sin alterar su habitat. Respetándolas. Y observando cómo la naturaleza va produciendo sola su propio camino. A veces la gente dice que hay que arrancar el yuyo. No, salí: la naturaleza no te necesita. La tierra tendría que estar inmaculada, no agredida como lo estamos haciendo con agrotóxicos y fumigaciones. Pero un grupo de mujeres pudo echar a Monsanto de Córdoba, y ejemplos como ese demuestran que no se necesita un gran número de personas para cambiar las cosas. Mi lugar de batalla es este y es conciente. Practiquemos la agroecología en los techos. Nos llenamos la boca hablando de agroecología: bueno, vayamos a los hechos.
Carlos dice que no quiere este mundo para sus hijos y sus nietos. “No me gusta. ¿Cómo lo cambio? Así. Algunos se ríen: dicen que no hago la revolución. Yo digo que sí. El martilleo constante y sistemático sobre las conciencias termina por contagiar algo. Te cae la ficha. Ya es revolucionario no producir basura. Hay que reeducar a las próximas generaciones. Mis alumnos de plomería vienen a compostar. Eduardo Galeano decía: pequeños actos en pequeños lugares con pequeñas personas pueden cambiar el mundo. Es esto”.
Esto es, ni más ni menos, su huerta autosustentable en medio del cemento de Chacarita.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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