Nota
El modus operandi: las privatizaciones que supieron conseguir
Que el FMI haya venido a la Argentina a exigir un aumento de tarifas en nombre de las grandes empresas internacionales es una verdad de la que no dudan los investigadores del Area de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). El reclamo de los funcionarios no hizo más que evidenciar -con descaro- lo que los especialistas habían desarrollado ya La renegociación con las empresas privatizadas, el trabajo que prepararon a pedido de las asambleas populares, que necesitan entender el proceso de concesión de servicios públicos en la Argentina. Publicado por Flacso, la Universidad de Quilmes y Página /12, en esta nota se sintetizan las ideas centrales de este ensayo que -de modo didáctico y claro- ayuda a entender esta primera puja entre el presidente Néstor Kirchner y el FMI. Las tarifas de los servicios privatizados son -justamente- una de las preocupaciones de este equipo de trabajo dirigido por Daniel Azpiazu e integrado por Eduardo Basualdo, Martín Abeles, Camila Arza, Karina Forcinito, Julieta Pesce y Martín Schorr. Sobre esta línea profundiza también un nuevo libro, Crónica de una sumisión anunciada (Azpiazu-Schorr), que editorial siglo XXI presentará la próxima semana.
Que el FMI haya venido a la Argentina a exigir un aumento de tarifas en nombre de las grandes empresas internacionales es una verdad de la que no dudan los investigadores del Area de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). El reclamo de los funcionarios no hizo más que evidenciar -con descaro- lo que los especialistas habían desarrollado ya La renegociación con las empresas privatizadas, el trabajo que prepararon a pedido de las asambleas populares, que necesitan entender el proceso de concesión de servicios públicos en la Argentina. Publicado por Flacso, la Universidad de Quilmes y Página /12, en esta nota se sintetizan las ideas centrales de este ensayo que -de modo didáctico y claro- ayuda a entender esta primera puja entre el presidente Néstor Kirchner y el FMI. Las tarifas de los servicios privatizados son -justamente- una de las preocupaciones de este equipo de trabajo dirigido por Daniel Azpiazu e integrado por Eduardo Basualdo, Martín Abeles, Camila Arza, Karina Forcinito, Julieta Pesce y Martín Schorr. Sobre esta línea profundiza también un nuevo libro, Crónica de una sumisión anunciada (Azpiazu-Schorr), que editorial siglo XXI presentará la próxima semana.
Paradójico. Los funcionarios que se entrevistaron con Kirchner representan a un organismo internacional, los capitales que están en juego corresponden mayoritariamente a empresas internacionales y -sin embargo- la forma peculiar en que se privatizaron los servicios públicos argentinos es prácticamente única en el mundo. Ejecutada entre 1990 y 1994 por el entonces presidente Carlos Menem, en ninguno de los países que integran el FMI, el Banco Mundial o el Grupo de los Ocho una Reforma del Estado se encaró de modo tan acelerado y abarcativo, ni logró una tan rápida profundización de la concentración económica y la exclusión social. Chile conservó al menos su estratégica producción de cobre bajo la órbita estatal y México la de hidrocarburos.
Tal como citan los investigadores de Flacso:
Considerando el período 1993-1999, las 200 firmas más grandes del país generaron, en conjunto, una masa acumulada de utilidades superior a los 25.900 millones de dólares. Aproximadamente el 54% de dicho total (cerca de 14.000 millones de dólares) correspondió a apenas 26 firmas privatizadas (es decir, el 13% del total). Esto indica que este conjunto reducido -aunque sumamente privilegiado- de empresas ganó 2.000 millones de dólares por año; casi 6 millones de dólares por día; 227 mil dólares por hora; y cerca de 3.800 dólares por minuto. En otras palabras, durante la década pasada, este núcleo selecto de grandes firmas obtuvo, por minuto, el equivalente a casi diez salarios medios de la economía argentina.
Por las propias características de muchos de esos servicios (mono u oligopólicos, baja elasticidad de la demanda, la justicia y razonabilidad de las tarifas y de los beneficios que las mismas llevan aparejadas), y tal como lo demuestra la experiencia internacional, las tasas de ganancias -lejos de alcanzar la exorbitancia que lograron- deberían haber sido inferiores a las predominantes en la mayor parte de los restantes sectores de la economía.
Durante la década de los años noventa, la rentabilidad media del conjunto de las empresas privatizadas fue entre siete u ocho veces superior a las de, incluso, el resto de las mayores firmas del país.
Las empresas privatizadas se han apropiado de beneficios extraordinarios que han superado, hasta fines de 2000, los 9.000 millones de dólares.
Su exitoso desempeño económico funcionó de manera disociada del ciclo económico interno (es decir, se trata de firmas que han crecido tanto en las fases expansivas como en las recesivas). Como resultado de estos patrones de comportamiento se puede inferir un significativo incremento en la concentración económica del conjunto de la economía argentina en torno a este reducido -pero privilegiado- número de grandes empresas prestatarias de servicios públicos. Las empresas privatizadas las que han venido internalizando -sistemáticamente- los mayores márgenes de beneficio, fuera de toda razonabilidad vinculada al riesgo empresario implícito.
La cuantiosa masa beneficios que internalizaron las firmas privatizadas durante los años noventa no sólo le permitió a estos actores registrar exorbitantes tasas de ganancia, sino que también le brindó a los propietarios de las mismas la posibilidad de recuperar los montos invertidos originalmente en un lapso de tiempo sumamente breve. Algunas de las empresas tardaron menos de cuatro años en recuperar el monto de inversión. Son plazos de recuperación de la inversión original sumamente reducidos, muy difíciles de encontrar en otras actividades económicas de carácter no especulativo.
La licuación de sus pasivos con el sistema financiero local. Entre los 50 mayores deudores que recientemente vieron licuados sus pasivos, pueden reconocerse 25 empresas privatizadas que, por ese medio, obtuvieron un beneficio -2.000 millones de pesos- equivalente al de las ganancias internalizadas por las mismas en el año 2000)
El Estado se hizo cargo de una parte importante del endeudamiento de las empresas que vendió (alrededor de 20 mil millones de dólares)
La suspensión y/o la reducción de los ya poco exigentes compromisos de inversión y de expansión y universalización de los servicios, al igual que con respecto a los índices de calidad comprometidos contractualmente. Según ciertas estimaciones, la inversión agregada de las privatizadas equivaldría a poco más del 2% del PBI hasta mediados del decenio de los noventa, para luego estabilizarse en torno del 1,5% hasta fines de la década. Tales montos de inversión representan sólo las dos terceras partes de la formación de capital realizada por las empresas públicas a principios de los años ochenta y poco más de la mitad de la correspondiente al trienio 1986-1988.
La prórroga de los plazos de concesión;
El otorgamiento de un seguro de cambio para las deudas empresarias con el exterior
La instrumentación de mecanismos de subsidio estatal a la creciente cartera de morosos de las empresas (como podría ser una tarifa de interés social pero costeada con recursos fiscales).
Una parte importante de las compras en el exterior de insumos y/o maquinarias y equipos de las privatizadas se vinculó con transacciones con empresas relacionadas societariamente (lo cual no sólo trajo aparejado el desmantelamiento del entramado local de proveedores, en el marco de una absoluta despreocupación oficial por hacer cumplir las leyes de «compre argentino» y de «contrate nacional», sino que también conllevó la recurrencia a precios de transferencia y a la sobrefacturación de sus importaciones intracorporativas);
El no cumplimiento de las metas de expansión o de universalización de los servicios que, naturalmente, afectó a los hogares y a las regiones del país de menores ingresos.
El no cobro del canon, establecido por contrato, por el «uso» privado de servicios públicos.
Triple Alianza. Casi todos los consorcios empresarios adjudicatarios de estos beneficiosos contratos de concesión están conformados como una suerte de «triple alianza», al decir de los investigadores de Flacso:
Aportaron capacidad gerencial, administrativa y, fundamentalmente, de lobbying doméstico, así como su conocimiento de la infraestructura nacional.
Muchos de ellos integraron la famosa «patria contratista»: beneficiarios de los cuantiosos sobreprecios pagados por el Estado al adquirir sus bienes y servicios. -Justamente por resultar proveedores del Estado, fueron, en una proporción no despreciable, responsables del creciente desfinanciamiento que aquejó a las firmas de servicios públicos durante la década de los ochenta, deterioro utilizado luego como uno de los argumentos centrales en favor de su privatización.
Aportaron buena parte de los títulos de la deuda pública argentina -externa y/o interna- que serían capitalizados
Aportaron capacidad y experiencia tecnológica y de gestión (se trata, por lo general, de operadoras internacionales de los servicios públicos privatizados)
Son justamente en nombre de las cuales llegó la misión del FMI
Ilegal. Los investigadores no tienen dudas: el aumento de las tarifas de los servicios privatizados es ilegal. La afirmación no es arbitraria; se apoya en diversos fallos judiciales, en las consideraciones de la Procuración del Tesoro, enlas cláusulas contractuales y en la propia Ley de Convertibilidad, que pohibe explícitamente la aplicación de ajustes periódicos de precios.
Todos los usuarios saben que las modificaciones tarifarias no tienen nada de novedosas. De hecho durante toda la década del 90, las empresas aumentaron el precio de los servicios, con argumentos de todo calibre:
Como privilegio adicional, los precios estadounidenses han crecido muy por encima de sus similares en el ámbito local. En efecto, por ejemplo, entre el mes de enero de 1995 y junio de 2001, en la Argentina, el Indice de Precios al Consumidor registró una disminución acumulada de 1,1%, al tiempo que los precios mayoristas se incrementaron apenas el 1,6%. En idéntico período, el índice de precios al consumidor (CPI) de los EE.UU. registró un incremento acumulado del 18,4%, al tiempo que los precios mayoristas (PPI) lo hicieron en un 9,8%.
Pero, incluso antes de las privatizaciones, el gobierno menemista había tomado a su cargo el «trabajo sucio» de dejar la cancha «limpia». Tal como enumeran los autores del trabajo:
A lo largo de los diez meses previos a la venta de Entel, el valor del pulso telefónico aumentó, medido en dólares estadounidenses, más de siete veces.
Mientras la demanda de gas natural por redes aumentó, entre 1992 y 1993, un 5%, la facturación agregada de las ocho distribuidoras creció, en 1993, un 23% respecto a la correspondiente a Gas del Estado en el año anterior, al tiempo que el precio promedio se incrementó un 17%,
En febrero de 1991 Obras Sanitarias dispuso un aumento del 25% en la tarifa promedio; en abril de ese mismo año (ya en el marco de la Ley de Convertibilidad) se aprobó otro aumento del 29%; en abril de 1992 se incluyó la aplicación del IVA (18%) a las tarifas; y, finalmente, poco antes de la transferencia de la empresa se subió otro 8%.
Es evidente que, de este modo, los beneficios estaban asegurados desde primer momento. La política era clara. Como en otras áreas de la economía también aquí hubo un corrimiento de los beneficios: de los usuarios residenciales a los no residenciales y de los pequeños y medianos usuarios hacia los grandes consumidores industriales. «En otras palabras -sugieren los autores-, parecería reflejar lo acontecido en la Argentina de los noventa desde una perspectiva más general: la transferencia de recursos, en primer lugar, desde los sectores asalariados y de bajos ingresos a los sectores empresarios, y, en segundo lugar, dentro de estos últimos, de las pequeñas y medianas empresas hacia las grandes».
De ahí la pulseada: las tarifas son parte de la agenda del mundo.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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