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Los medios del poder

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Los medios más influyentes del mundo dejan expuestos los intereses que defienden: los de los poderes económicos y políticos que los sostienen. Los casos de El País y The New York Times y la relación con del Estado con los monopolios. «Hay alternativas», dice Raúl Zibechi en este artículo para Brecha, en el que cita el censo de las Revistas Culturales Independientes de Argentina.

“Determinados medios progresistas, como El País, me han dicho que si hubiera habido un acuerdo entre el Psoe y Podemos, lo criticarían e irían en contra.” Cuando Pedro Sánchez, ex secretario general de los socialistas españoles, acusó directamente al diario El País y al ex presidente de Telefónica César Alierta de haber evitado un gobierno de izquierdas, estaba apuntando a uno de los centros de poder intocables en el Estado español. Entrevistado para el programa televisivo Salvados, Sánchez reveló que desde el diario de Juan Luis Cebrián se le hizo llegar que no le iban a dar su respaldo si no llegaba a un acuerdo para que el Partido Popular siguiera siendo gobierno (Público.es, 30-X-16).

Los medios del poder

Protesta del sindicato de periodistas de Madrid contra el grupo Prisa en 2011, con máscaras de Juan Luis Cebrián / Foto: Diagonal


En la entrevista añadió que “el Psoe y Podemos están condenados a entenderse. Y el Psoe debe reconciliarse con el votante de izquierdas”, una afirmación temeraria para los capitostes del poder. Sánchez sostuvo que fue traicionado por el portavoz del Psoe en el Congreso, Antonio Hernando, y atacó a Felipe González, de quien dijo que ya se reconoce en él.
Apenas dos días después El País dedicó su editorial a lanzar un duro ataque contra Sánchez. Recordó que el líder socialista visitó al presidente de Telefónica para pedirle que presionara a su favor en la línea editorial de El País, ya que la empresa de telecomunicaciones posee 13 por ciento de las acciones del matutino. El diario asegura que “confundir el derecho de los medios de comunicación a tener una línea editorial y expresarla libremente, con el ejercicio de una presión inmoral e ilegítima sobre los partidos políticos sólo puede deberse a la ignorancia acerca del papel de los medios de comunicación en una democracia” (El País, 2-XI-16). El editorial concluye que “la única presión visible en esto es la que se deriva de nuestro ejercicio de la libre expresión”.

Factor de poder

El periodista Roberto Montoya analiza en una serie de artículos las relaciones entre El País y el Psoe, centradas en el vínculo personal entre Juan Luis Cebrián y Felipe González.
Recuerda que El País fue fundando en 1976 por Jesús de Polanco, “un hombre que había militado en el Frente de Juventudes del (franquista)Movimiento Nacional y que luego trabajaría para la editorial Escelicer, vinculada a la secretaría del movimiento falangista”, que “llegó a convertirse en la tercera fortuna de España, y apostó por montar un imperio mediático” (Viento Sur, 5-XI-16).
El director de El País desde su fundación fue Juan Luis Cebrián, quien “de joven fue redactor jefe de Pueblo, el diario vespertino del Movimiento Nacional, y terminó siendo nombrado por el último gobierno de la dictadura franquista en 1974 como jefe de los servicios informativos de Radio y Televisión Española (Rtve)”. Según Montoya, ambos siguieron los pasos de muchos franquistas que al estrenarse la democracia de-
sembarcaron en partidos como el Centro Democrático, del ex presidente Adolfo Suárez, y en un Psoe que había estado ausente en la resistencia al franquismo y renació en 1976 con fuerte apoyo de la socialdemocracia alemana, que “se volcaba de lleno económica y políticamente –con la bendición de Washington– para catapultar a los socialistas españoles al poder”. El objetivo era bloquear al poderoso Partido Comunista, sobre el que había recaído la resistencia a la dictadura.
En los 14 años que Felipe González estuvo en La Moncloa, tanto el partido como el diario se convirtieron, de forma ya abierta, en defensores acérrimos de las elites. La composición accionaria del grupo Prisa, propietario de El País, así lo revela: el fondo buitre Amber Capital detenta el 18,3 por ciento, la familia Polanco el 17,5, Telefónica el 13 por ciento del capital del grupo, seguidos por el millonario qatarí Ghanim al Hodaifi al Kuwari, el Hsbc, el grupo Iamsa, Caixabank y el Banco Santander.
Las áreas de negocios del millonario de Qatar, que tiene derecho a dos asientos de los 13 del consejo de administración que preside Cebrián, incluyen empresas de la construcción, petróleo y gas, comercio, ingeniería eléctrica y mecánica, industria, alimentación, agricultura, los sectores de tecnología de la información y la consultoría de proyectos (El Confidencial, 15-XI-16). Es la más reciente incorporación al grupo Prisa, luego de que el balance de 2014 revelara 2.000 millones de euros de pérdidas. Pero muestra también el tipo de alianzas de la prensa “progresista” española.
El grupo Prisa, fundado en 1972 por Polanco, es propietario no sólo de El País sino del diario deportivo AS, Cinco Días y Hu-ffington Post, posee la española Cadena Ser y alrededor de 1.250 emisoras entre propias y asociadas en diversos países de América Latina. Cuenta con canales de televisión, con la editorial Santillana (una red de editoriales en realidad) y con empresas de publicidad. Tiene parte del capital de Le Monde y en Argentina es socio de Papel Prensa junto a Clarín y La Nación, ha hecho inversiones en el grupo Televisa, de México, es propietario de la colombiana Caracol Radio y de Ibero Americana Radio Chile, un consorcio de 11 cadenas que concentran más de la mitad de la programación y que está presente en la mayor parte de los países de la región, incluyendo Estados Unidos.
Cebrián se ha convertido en uno de los hombres más poderosos del mundo. Es miembro del Club de Bilderberg, el grupo de las 130 personas más influyentes del planeta que se reúnen todos los años y en el que participan banqueros, políticos, militares y propietarios de grandes medios de comunicación. En ese selecto grupo figuran junto a Cebrián el estadounidense Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa; Peter Sutherland, presidente de Goldman Sachs y British Petroleum; Paul Wolfowitz, ex presidente del Banco Mundial; David Rockefeller y miembros de la familia Ford, entre otros.
Por todo lo anterior, suena a risa cuando el editorial de El País asegura que “la única presión” que realiza el medio “se deriva de nuestro ejercicio de la libre expresión”. Montoya recuerda que “el diario El País tapó todo lo posible los asesinatos de los Gal durante la posdictadura; protegió a ultranza al ‘Señor X’ y a toda la cúpula de Interior implicada mientras otros medios destapaban todos los días detalles del terrorismo de Estado; intentó minimizar sonados casos de corrupción del gonzalismo, como el de Filesa y otros, y fue cómplice fiel de la neoliberalización acelerada que iba experimentando el aparato del Psoe”.

Periodismo o propaganda

“El Times se ha convertido en un apologista de los poderosos”, escribe Robert Parry, quien destapó el escándalo Irán-Contras (Consortiumnews.com, 7-XI-16). En un extenso informe, el periodista de investigación repasa varias situaciones en las cuales el célebre The New York Times “ha extraviado su camino periodístico, convirtiéndose en una plataforma de propaganda”, al aceptar siempre los argumentos del poder.
Rememora la invasión a Irak en 2002, cuando el Times avaló las mentiras de la Casa Blanca sobre las inexistentes armas de destrucción masiva del régimen de Saddam Hussein, hasta la guerra en Siria. Un caso ejemplar sucedió el 21 de agosto de 2013, cuando un ataque con gas sarín en las afueras de Damasco mató a varios cientos de personas. Nuevamente “el Times se alineó detrás del gobierno de Estados Unidos para culpar al gobierno del presidente sirio Bashar al Asad”. Según Parry, había razones para dudar de la versión oficial, y poco después quedó demostrado que se trató de una provocación de los yihadistas, aunque el periódico no se disculpó ante sus lectores.
“Eso no es periodismo –enfatiza Parry–, es la sumisión sin sentido a la autoridad.” Los viejos criterios de objetividad e imparcialidad que “se supone deben estar en el centro del periodismo” han desaparecido en aras de la propaganda.
Quien se asome estos días a las páginas del Times observará una virulenta ofensiva contra el presidente electo Donald Trump y una sobreexposición de las manifestaciones en su contra, algo inusual en el diario de la Gran Manzana. Este hecho ha llevado a otros analistas a asegurar que las protestas contra Trump son convocadas y apoyadas por páginas adictas al megaespeculador George Soros, inventor de las “revoluciones de color” que propician “cambios de régimen”.
Más allá de la opinión de cada quien sobre Trump, no parece lícito que los medios se sumen a conspiraciones amparados en la “libertad de expresión”. Algo similar ocurrió cuando diarios como The Washington Post, el Times, El País y The Guardian repitieron el aserto de Hillary Clinton de que Trump es “un títere de Vladimir Putin”. ¿Demasiado? Estos días El País asegura, sin pudor, que Europa “está amenazada” por la victoria de Trump, ataca “la estupidez” de sus votantes y dice que su triunfo fue “una rebelión contra la razón y la decencia”. ¿Acaso la invasión y destrucción de Libia y el obsceno asesinato de Gaddafi, que nunca condenaron, fueron racionales y decentes?
“En los tiempos actuales ya no es el valiente periódico que publicó los papeles del Pentágono y la historia secreta de la guerra de Vietnam”, escribe Parry, en relación con The New York Times. La mutación de los grandes medios en apologistas del poder está íntimamente relacionada con su conversión en grandes empresas monopólicas que engordaron gracias a sus relaciones con el poder político.

¿Alternativas?

Es tan grande el poder del grupo Prisa que consiguió que a la reunión del Club del Bilderberg de 2015 no fuera invitado ningún representante del gobierno español. Ese año el grupo de los “amos del mundo” debía tratar “asuntos como la situación política europea, la deriva de la crisis griega y las relaciones de Occidente con Rusia a propósito del conflicto de Ucrania” (El Confidencial, 10-VI-15). El club apoyaba a la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría para sustituir a un desgastado Mariano Rajoy. Desde el gobierno no ahorraron críticas a Cebrián, que “ha sido uno de los principales impulsores de la supuesta candidatura de la vicepresidenta”.
El último tic del grupo Prisa consiste en poner en una misma bolsa a Trump y a Podemos, un libreto en el que insisten en cada edición desde que se abrieron las urnas en Estados Unidos. Acusando de “populistas” a todos los que cuestionan el neoliberalismo, pretenden igualar el fascismo de Marine Le Pen con el izquierdismo de Pablo Iglesias. Víctimas y victimarios, opresores y oprimidos, equiparados por el rodillo mediático de la prensa del poder.
Como señalaba Fernand Braudel, lo que caracteriza al capitalismo no es la competencia sino los monopolios. No es posible desmontar o regular los monopolios mediáticos como si fueran algo aislado del resto del sistema. Los escasos intentos han fracasado, y todo indica que seguirán fracasando, porque el capital que los controla está tan diversificado que cuando se le corta una cabeza, como a la hidra mitológica, se reproducen varias más.
Tal vez la política para constreñir a los monopolios mediáticos deba ser complementada por otra, que es tan interesante como poco atendida. El último censo de la Asociación de Revistas Culturales e Independientes de Argentina revela que en ese país existen casi 200 publicaciones autogestionadas, donde trabajan más de mil personas. Las ediciones en papel tienen un millón de lectores y, si se suman las plataformas digitales, llegan en total a cinco millones, un 15 por ciento de la población del país y un porcentaje mucho mayor de los lectores de medios.
Pese a la crisis económica y al escasísimo aporte estatal, el apoyo a los medios no monopólicos parece ser un camino fértil que, sin embargo, las autoridades uruguayas prácticamente ignoran.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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