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Enero autónomo 2005: El futuro sin cárceles

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La activista norteamericana Kaí es integrante de una organización que promueve la abolición de las cárceles, lucha contra el discurso de la “tolerencia cero” y crea espacios comunitarios en los cuales llamar a la policía es la última opción. Ella fue la encargada de hacer reflexionar colectivamente a los presentes sobre el miedo y el control, a partir de una pregunta: ¿qué es lo que te hace sentir seguro?

¿Se pueden eliminar las cárceles? La activista norteamericana Kaí asegura que sí. Trabaja para eso, incansablemente, desde hace varios años y desde varias perspectivas. Integrante del grupo Resistencia Crítica, una organización de base anclada, fundamentalmente, en los barrios de inmigrantes de Nueva York, ha salido a enfrentar con convicción el discurso de la ”tolerancia cero” poniéndole el pecho a cada uno de sus argumentos y apoyando a sus víctimas.

Kai tiene un trabajo intenso en las cárceles del Imperio. También en los barrios donde el control policial ha hecho estragos. En un caso, no solo acompañando a los detenidos, difundiendo sus casos y sosteniendo sus defensas, sino también organizando formas de traspasar las rejas. Editan, por ejemplo, una revista en donde los prisioneros intervienen en los temas de actualidad, promueven foros de debate con ellos en Internet y hasta ha traído como obsequio un calendario donde cada mes está ilustrado con la historia y el arte producido por los más veteranos detenidos políticos. En el otro frente, su organización promueve un trabajo cuyo objetivo es declarar ”zonas de libre daño” (no quieren usar la palabra delito). Se trata de crear, fortalecer y sostener formas comunitarias de resolución de conflictos.

El Taller

El objetivo que persiguen es claro: que llamar a la policía no sea nunca la primera opción, sino la última. Para eso, el trabajo cotidiano teje redes de comunicación, lazos entre vecinos, promovidos con espacios de encuentro para la diversión, el arte, la reflexión y la creación conjunta de pautas de convivencia. Una batería de herramientas que despliegan para convertir la tierra arrasada por el sistema de control en un vecindario capaz de resolver sus propios conflictos. El taller Kai es un terremoto. Alegre y repleta de energía, recibe a los asistentes de su taller con una sonrisa inmensa, agitando sus rulos y pulseras, desplegando el orgullo de pertenecer a una raza que ha librado más de una batalla. Dice Kai por si quedan dudas ”soy una mujer afro americana y desde allí hablo, pienso y actúo” Y bendice así su herencia de varios siglos de resistencia. Kai nos introduce a su lucha con una breve referencia al contexto en el cual libra la batalla. En los Estados Unidos hay dos millones doscientas mil personas encerradas en las cárceles y siete millones más bajo algún tipo de régimen de control por parte del Estado: libertad vigilada, probation, libertad condicional, entre otras. La mayor parte de esa gente es pobre y de color, entendiendo esta referencia en su variante más amplia de tonalidades: negros, latinos, árabes, fundamentalmente. Esto que Kai y su organización definen como ”el complejo industrial carcelario” es exactamente eso: una industria de presidiarios, exitosa, rentable y en expansión. Hay en su país cárceles privatizadas, que reciben subsidios estatales y lucran con la mano de obra esclava y encerrada.

Es entonces cuando Kai formula la pregunta:

¿Se pueden eliminar las cárceles?

Por supuesto, se contesta. Se puede y se ha hecho. ”Muchas veces, la mayoría, la gente me pregunta qué hacemos entonces con los violadores, los asesinos, los psicópatas que estàn ahí encerrados. Mi respuesta es: que lo resuelva la comunidad”. El razonamiento de Kai es el siguiente: ”Nos dicen que se construyen más cárceles para que estemos más seguros. Pues bien: preguntémonos esto desde otro aspecto. ¿Qué es lo que nos hace sentir más seguros?

No es una pregunta al azar. El taller que propone Kai es participativo y, por lo tanto, la pregunta será respondida por cada uno de los que allí están. La sucesión de respuestas se transforma así en un momento de reflexión colectiva, donde lo dicho por el otro se completa con lo que pronuncia el siguiente, y así, en rueda, en ronda, en un sinfín, se va enlazando un verdadero decálogo. Escuchemos algunas de las respuestas, en el orden en que se fueron sucediendo:

Respuestas

¿Qué es lo que te hace sentir seguro?
-La justicia
-Tener comida, un lugar donde quedarme.
-Trabajadores que tengan el control del poder y de las armas
-Mi movimiento, mis compañeros
-No existe la seguridad
-Que la policía esté lejos
-La gente solidaria
-Estar convencido de que mis objetivos para luchar son justos y que estamos trabajando para alcanzarlos
-La educación
-Mi comunidad
-Mi comunidad
-Mi familia, el pueblo unido
-La gente, cuando la conozco
-La comunidad solidaria
-Un lugar que me contenga
-El sentido del amor
-La amistad y la solidaridad
-Me voy a sentir seguro cuando no haya más policía
-Compartir con orgullo mi barrio con mis vecinos
-Compartir con mis compañeros el compromiso
-Mis compañeros
-Cuando salgo acompañado
-Mi propia capacidad de ser camaleón. Conviví con la violencia y sé cómo enfrentarla. Mi historia es la historia de una sobreviviente de la violencia. Cuando fui prostituta con plata, coimeando a la policía. (debemos aclarar en este caso que la que habla es Marlene, una compañera travesti)
-El amor, la ayuda, la solidaridad entre los ilegales.
-Saber quién soy, en relación a quiénes somos y quienes fueron nuestros hermanos que lucharon.
-La sonrisa
-Nuestras comunidades
-Me siento seguro cuando algo cambia
-Me siento máss seguro cuando más me expongo. Cuando empecé a integrar una asamblea, a salir a la calle, a luchar.
-Pertenecer a un lugar
-Crear lazos con otros que me cuidan y conozco
-Mi asamblea
-Los espacios donde puedo crear lazos solidarios y afectivos
-Me secuestraron cuando tenía 15 años y desde entonces sentí siempre mucho miedo y mucha inseguridad. Ese sentimiento recién desapareció cuando encontré a mis compañeros, que van a luchar por lo que creo y sé que siempre me van a recordar. Acá me siento segura porque sé que no voy a desaparecer nunca más.
-Construir otra cosa, fuera del control y la represión.
-Mi familia, mis amigos.
-Construir con mis compañeros lazos sociales que impliquen nuevas formas de vida.
-La libertad. Me siento segura con las personas que me permiten ser libre y en los espacios donde puedo serlo.

El arte de crear futuro

Kai cuenta que en todos estos años, cuando ha hecho esta misma pregunta se ha encontrado con diferentes respuestas: desde la comida de mi madre hasta sentirse calentito. Pero nunca, nunca, ni aquí ni allá, ninguno ha mencionado que las cárceles los hacen sentir más seguros. Propone entonces que el enigma sobre un futuro sin rejas se revele con ”un poco de arte”. La consigna es crear con música
-un grupo, con escenificaciones otro, con ruidos y con colores los demás una comunidad segura, sin policías y sin prisiones. Kai sonríe.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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