Nota
Enero autónomo 2005: Lecciones de autogestión de cuatro fábricas recuperadas
Cuatro fábricas recuperadas se reunieron en Enero Autónomo con movimientos de desocupados y con los visitantes al evento, para relatar sus experiencias a partir de la publicación del libro Sin Patrón (de lavaca editora). Los diálogos, las anécdotas, los interrogantes durante el taller, y la sensación de potencialidad que suele generar el acto de encontrar amigos nuevos.
El encuentro se fue organizando en el sector denominado El Camping. Varios integrantes del MTD de La Matanza y del de Solano, de Ammar Capital (que nuclea a mujeres en estado de prostitución), de la comunidad indígena guaraní de El Tabacal de Salta, de asambleas barriales, entre otros colectivos, se instalaron sobre el césped para escuchar a Cándido González (Chilavert), Guillermo Sabatella (Maderera Córdoba) Hugo Fucek (Viniplast) y Elsa Montero (Fénix Salud, ex clínica IMECC).
Todas pertenecen al Movimiento de Empresas Recuperadas (el otro gran movimiento es el de Fábricas Recuperadas) e incorporaron a Enero Autónomo un elemento que no suele ser tema de debate: el de la producción, que pareció interesar particularmente a los movimientos.
La propuesta de lavaca fue la de escuchar la experiencia con el corazón y la cabeza. Efectivamente, ambos misterios de la anatomía del cuerpo humano parecieron funcionar sin descanso en las dos horas de reunión.
El truco del número de domicilio
Hugo contó el caso de Viniplast, de Mataderos, productora de telas plásticas tales como cuerina. Una empresa que fue líder, exportaba cinco camiones diarios de materia prima para Brasil y llegó a exportar a China. Con la convertibilidad empezó la crisis. Con el crecimiento de la industria de Brasil «más el enriquecimiento y el afano», dijo Hugo, pasó de 70 empleados a 9. La patronal cedió el control de la empresa a un grupo que terminó de vaciarla y la endeudó en 3 millones de dólares.
«No hubo lucha ni policía. Fue un proceso en el que tuvimos mucha suerte y nos movimos muy rápido judicialmente».
-¿Tuvieron que ocupar la fábrica?
-«Sí, cambiamos la llave y nos quedamos adentro. La policía vino tres o cuatro veces a allanarnos. El tema es que traían la orden de allanar Garzón al 6003, y nosotros cambiábamos la chapita y la poníamos en la vereda de enfrente. Como no había número no sabían dónde allanar».
Cuando los obreros entraron a la fábrica no había un gramo de materia prima. «Arreglamos un façon en negro durante tres meses. Façon significa que el que te contrata te pide un trabajo, te da la materia prima y te paga por la mano de obra. Es un sistema de explotación. El façon te deja en un nivel de producción que no te permite crecer». Los trabajadores no cobraban la ganancia de 600 pesos mensuales, vivían de un subsidio del gobierno de la Ciudad de 200 pesos mensuales, más bolsones de comida. Vendieron unos 1000 tachos metálicos para combustible a 5 pesos cada uno. Les dieron 5.000 pesos. Con eso más el pago del primer façon de 12.000 pesos compraron materia prima para hacer una producción de plantillas para calzado. Vendieron la producción. Los 12.000 pesos se convirtieron en 35.000, que a su vez convirtieron en 70 y finalmente en 120.000.
Eso fue la vuelta completa: a los dos meses ya no hacían más façon, y tenían producción propia.
El jubilado que enseña
En Viniplast empezaron siendo 9 y actualmente son 20: aumentaron el número de trabajadores en más de un 100 por ciento. Los nuevos, dijo Hugo, se incorporaron con los mismos derechos y los mismos ingresos que los fundadores. Los ingresos, por otra parte, son igualitarios, como prácticamente en todas las recuperadas.
Hugo contó que actualmente no hay mano de obra calificada. Cándido: «Con la desocupación se perdió la dignidad, el oficio». En Viniplast se les ocurrió una idea brillante para amortiguar ese problema: «Un compañero jubilado de la empresa va a venir tres horas por día para formar a los más jóvenes. Así se transmite el oficio. Va a cobrar, y está más contento que todos nosotros juntos con la idea».
Julio, del MTD de Solano, le preguntó por los costos del producto. Hugo: «Cuando trabajás, los costos de una cooperativa son menores que los de una empresa normal, donde el gerente mantiene a la secretaria, le paga la tarjeta gold a la amante, el auto a la hija. Acá no hay nada de eso, se aprovecha la ganancia para reinvertir, y nuestro único capital de trabajo es este (golpeándose por encima del hombro): el lomo».
Julio: «Ustedes anularon el eje más importante de la empresa: la plusvalía».
Cándido contó que los obreros confiaron en la patronal, pensando que, al no cobrar, o cobrar tarde y mal, estaban poniéndole el hombro a la empresa. En realidad se trataba de un vaciamiento.
Cuando se intentó concretarlo, lograron evitar que se llevaran las máquinas, y resistieron el desalojo policial con la intención explícita (tenían listos los bidones de combustible) de incendiar la fábrica.
La policía se quedó custodiando la planta por orden judicial, para impedir que los obreros trabajaran. Sin embargo, en Chilavert tenían pendiente la entrega de las tapas para el libro «Qué son las asambleas populares», trabajo que realizaron de modo casi clandestino. Para sacar las tapas abrieron un boquete en la pared lindera con el vecino, pasaron las tapas y el vecino las llevó en el baúl de su auto, frente a las narices policiales.
Cándido: «Yo estuve 42 años en la empresa. No podés estar dos años y ser un veleta. Pero tuvimos que tomar la fábrica. Fue como cuando te golpeás el pie y gritás. Fue una reacción instintitiva. No es que queríamos hacer una cooperativa o conseguir la revolución. Queríamos por lo menos cobrar algo».
Hombres blancos, y los negros del fondo
Las máquinas habían sido eliminadas del inventario de Chilavert. Contó Cándido: «Aprendimos que así se vacía a las empresas, con el inventario. Ese fue un negociado del juez, el secretario, el síndico. Todos arreglados con el empresario: una asociación ilícita, una organización mafiosa. Venden algunas máquinas viejas, y se llevan las que valen tres millones de dólares».
Había puentes con el barrio. Cándido participaba en la Asamblea de Pompeya. Los vecinos estaban enterados de la toma. Un día golpearon la puerta de Chilavert a las once de la noche:
«Pensamos que era la policía, pero eran del centro de jubilados de enfrente, que nos traían pastelitos…»
Cándido no pudo terminar esta parte de su relato, ahogado por la emoción y las lágrimas.
El corazón y el cerebro de todos los que estábamos en la ronda seguían sin descansar.
Maderas
Guillermo refirió entonces el caso de Maderera Córdoba. La empresa entró en convocatoria en el 2002. Sabatella fue convocado a la parte de administración, lo que le permitió conocer el manejo general de la empresa. «Queríamos salvar a la firma, a los patrones, porque pensábamos que eso era nuestro beneficio».
La empresa profundizó su crisis, dejó de pagar salarios. Los trabajadores descubrieron que una de sus compañeras tenía como domicilio uno de los correspondientes a la maderera. Para que se entienda, está ubicada en una serie de casas viejas conectadas entre sí, en Córdoba al 3100, Buenos Aires, con una fachada común salvo la de esa entrada que está a pocos metros del local principal.
La bautizaron «La Puertita». En diciembre de 2003 se instalaron allí, mientras la justicia clausuraba el negocio. «Fue difícil decidir, pero lo hicimos. En estos casos todo suma. El tipo que estuvo en una marcha alguna vez sabe lo que es tener enfrente a los azules, la policía. Esas experiencias te van preparando. Ya uno sabe que si la policía tira algo, vos se lo podés devolver», describió Guillermo.
La justicia había fajado las puertas interiores. Cortaron un pedazo de aglomerado que tenía la faja, y lo usaban para quitar, entrar a utilizar las máquinas, y volver a ponerlo al finalizar.
Empezaron a recuperar clientes y a enfrentarse a la policía. Los clientes preferían seguir trabajando con ellos, antes de probar la incertidumbre criolla de lo que podría llamarse «una empresa normal».
El promedio de edad en la maderera era de 40, 45 años. «Eramos viejos, no teníamos posibilidad de encontrar otro trabajo». Guillermo explicó que aún existe una diferenciación interna en las fábricas: «Están los de administración, y los negros del fondo, como si en la administración fueran blanquitos.
Cándido, más repuesto, quiso aclarar: «Yo me emociono mucho, pero no por la lucha que uno lleva adelante. La emoción la produce la pelea que el otro da por mí». Lo dijo, y volvió a ser inundado por las lágrimas.
El piquete de Parque Centenario
Elsa, de Fénix Salud, la clínica de Parque Centenario, relató la caída de la empresa, la convocatoria, la quiebra y el cierre en enero del 2004 por parte de empresarios médicos, que seguían siendo cada vez más ricos.
Elsa recordó el día del cierre de la clínica. «No sabía a dónde ir, no sabía cómo le iba a decir a mis hijas…» Nuevamente la emoción cortó el relato. (Luego, Toty Flores del MTD de La Matanza le diría: «es bueno de vez en cuando poder llorar».
Había miedo acerca de tomar la clínica, pero en marzo Elsa decidió, junto con Eduardo Murúa (presidente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas) dar ese paso. La jueza ya quería rematar todo, incluido el edificio.
El 2 de marzo tomaron IMECC. «A la noche ya éramos 120 personas representando a todas las cooperativas. Unos traían arroz, otros fideos, todos traían lo que podían. En vez de sentirte apaleado te sentís grande».
El juzgado intentó impedirlo y unos días después, el 12 de marzo, envió a la policía para recuperar al edificio como fuera. La policía aprovechó un momento en el que había relativamente poca gente, y entró por la fuerza a la clínica. Golpearon a varios trabajadores e integrantes del MNER, incluido Hernán, el hijo de Cándido.
Elsa contó que hicieron un piquete con gomas quemadas en la avenida Díaz Vélez, frente a la puerta de la clínica, pero dejaron un carril para que pasaran los autos: «Una señora pasó y me gritó: ‘vagos de mierda, ¿por qué no se van a laburar?’ Y yo pensaba, eso es lo que queremos».
Resolvieron quedarse hasta las últimas consecuencias. Apareció Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos, que quedó a cargo de la clínica. «La policía destrozó todo adentro, robaron todo lo que se podía robar». Hoy la clínica está reabriéndose con el proyecto de normalizar totalmente el nivel de trabajo durante el 2005. Fue una de las 13 expropiadas por la Legislatura porteña. Los trabajadores tienen 20 años de plazo para pagarla.
Cándido volvió a hablar: «Uno particularmente no ganaría una lucha. Pero la gente es solidaria y hay un compromiso moral que es más fuerte que el dinero».
¿Estatización o cooperativas?
Neka, del MTD, preguntó por las diferencias concretas en la vida de los trabajadores, entre cooperativas y el reclamo de estatización con control obrero. Y contó además que los MTD tienen proyectos productivos, ¿es posible articular experiencias?
Hugo dijo: «Somos trabajadores que necesitan hacerse cargo de su puesto de trabajo, porque no existe el trabajo, no existe el patrón, no existe la autoridad, y todo se va a la mierda. Y el único horizonte que te queda es la desocupación. Hicimos cooperativas porque es la única figura jurídica para dar la pelea. La verdad es que lo nuestro es una autogestión de trabajadores para hacerse cargo de una fábrica. No tenemos nada que ver con cooperativas tradicionales.
Cándido: «Para que te den la empresa tenés que tener una figura jurídica. Nosotros siempre decimos que, más que cooperativas, somos fábricas recuperadas que tomamos la figura legal de cooperativas.
Para mí no se puede tomar una fábrica para hacerla funcionar para la política, sino para hacerla producir.
Hugo: «La discusión sobre estatización es ideológica. En Brukman querían estatizar y que el Estada les pagara el sueldo. ¿quérés ser un empleado del Estado? Es una locura. Nos decían: ustedes están proponiendo la autoexplotación obrera. Pero no es así, yo me estoy apropiando de los medios de producción, genero lo que genero y distribuyo lo que genero. Esa es la discusión.
Cándido: «En el caso de Zanón ahora hicieron la coperativa. Y han trabajado muy bien. Tuvieron el apoyo del pueblo, es una fábrica enorme, incorporaron gente, son eficientes».
Elsa: «La estatización es más de lo mismo, que un paciente tenga que esperar 6 meses para que se le haga un estudio de corazón. Clínica Medrano fue estatizada, mandaron a cada compañero a un lugar distinto, la cooperativa se terminó».
Cándido: «Fue una estrategia del gobierno para desarmar un conflicto. Eso fue la estatización».
Hugo: «Sobre la articulación con los emprendimientos, las empresas entran en lo que llamamos economía social. Hay fábricas que producen elementos que ustedes pueden llegar a utilizar, desde materias primas, comida, alimentos, hasta productos finales».
Otro asunto: «Lo central no es pedirle al Estado que se haga cargo de esto, sino pedirle que genere políticas públicas genuinas de distribución, de crédito, de apoyo a la economía social, a las empresas recuperadas. Esos son los instrumentos que nos sirven».
Cándido: «No se lo pedimos al Estado. Se lo arrancamos».
El trabajo y la presión
Surgió la consulta siguiente: en Zanón, el argumento es que ser estatales impediría que la empresa se transforme en puro lucro para un grupo, y permitiría que los beneficios redunden en la sociedad. Al menos esa es la teoría. ¿Cómo lograr eso en las cooperativas?
Cándido: «Una, nosotros éramos 8 y somos 12. Dos, el otro día fuimos a recuperar máquinas para Global, nos podían meter a todos en cana, pero lo hicimos. Es el compromiso moral del que hablaba antes».
Hugo: «Además hay algo esencial. No vamos a ser el nuevo Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. No somos la nueva burguesía que nace de la pobreza. Esas son categorías ideológicas que no se condicen con la realidad. Nosotros triplicamos salarios, mejoramos las condiciones de trabajo, reparamos máquinas y duplicamos el personal. Y cobramos todos lo mismo. Si genero trabajo genuino, buen salario, aumento la base social, todos ganamos lo mismo, genero educación, ¿qué más?
Cándido: «Además no somos fábricas cerradas, somos de puertas abiertas. A veces las tenemos cerradas por los chorros. Pero tenemos un centro cultural. La Cooperativa Patricios (ex talleres Conforti) directamente tiene una escuela.
Hugo: «Estas cosas no se conocen, tienen una escuela para recuperar a los chicos de la calle. Hay más de 200 pibes en esa escuela, dentro de una fábrica. Si eso no es trabajar por la sociedad, ¿cuál es?»
Una de las asistentes a la ronda consultó: ¿cómo se lleva a cabo la toma de decisiones, y como es la forma de organización?
Hugo: «Cada fábrica tiene su esquema de organización interno, pero la decisión de qué se produce, qué se arregla, en qué se invierte, qué ganancias se reparten, todo lo resuelve la asamblea. Lo decidimos todos».
Cándido: «Otro mito es la seguridad. Desde que empezamos, jamás hubo un accidente. Hay menos accidentes que en las que tienen patronal».
¿Será porque hay menos presión?
Cándido: «Claro, antes entrábamos a las 7, decidimos entrar a las 8. Decidimos cuándo parar, cuando tomar mate. Cuándo recibir visitas. Prácticamente no hay accidentes, tampoco en las otras».
Cándido explicó otro aspecto de la idea de seguridad: «La única seguridad para nosotros es luchar por los otros».
Una joven contó que trabaja como docente en un jardín de infantes recuperado, casi como una cuestión ideológica, pero su decepción ocurrió al comprobar que las fundadoras de la cooperativa explotan a la gente que contratan (no las incorporan a la cooperativa) y cobran tres o cuatro veces más.
Hugo: «Como cooperativa estás habilitado para contratar gente. Pero eso no lo vamos a hacer nunca. Nunca».
Guillermo contó que en los estatutos del MNER se aclara que salvo un contador o un profesional que facture por un servicio, el resto tiene que ser integrante de la cooperativa.
La autogestión
Toty Flores, del MTD de La Matanza, retomó la charla que se había iniciado 24 horas antes junto al uruguayo Raúl Zibechi: «En esta etapa de la resistencia las formas organizativas que toma la resistencia son múltiples y todas son buenas en tanto apunten a la recuperación de los lazos sociales. A mí me parece importante lo que ustedes hacen, el impacto que produce en la cabeza de los compañeros. Si lo viéramos como resultados solamente, 1000 puestos de trabajos no es para recuperar el país. O la actitud de los compañeros que están casi obligados a tomar una empresa, porque es lo más conservador que se puede hacer. En ese sentido yo creo que hay trayectoria de otros movimientos que vienen pedaleando, buscando una forma para salir de la crisis, y esta nueva forma que se incorpora me parece muy fuerte. Es difícil recuperar la cultura del trabajo, y es muy importante que estemos acá hablando de esto. Nosotros editamos un libro en Chilavert. La ganancia es para la manutención de un jardín de infantes. Fíjense cómo se va creando un poder simbólico casi invisible. La fábrica, el movimiento de desocupados, el jardín de infantes. Esa es la importancia de la eco social. Esa diversidad. Pero no me quiero engañar. Este es un proceso largo, terriblemente traumático, y es bueno que lo digamos porque acá no hay soluciones mágicas».
«Quiero saludar este encuentro con ustedes, más allá de que tenemos muchas cosas para discutir. Es bueno porque es múltiple la forma de la resistencia».
Cándido: «Nosotros decimos que no nos tienen miedo porque hacemos producir las fábricas. Pero sí porque creamos conciencia».
Soledad, de La Matanza: «Le quiero decir a Cándido y a Hugo que dijeron que las fábricas son para producir y no para hacer política. Y yo pensaba que me encanta la política que ustedes hacen, porque ustedes producen y transforman. Uno hace política cuando dice ‘ganemos todos lo mismo, tratemos a la gente con respeto'».
Cándido: «Tenemos también una política hacia fuera, defender los recursos no renovables. Considerar a YPF como una empresa emblemática. Nosotros podríamos recuperarla. Ojalá el tema se pueda instalar en la sociedad».
Luego pronunció otra definición a futuro: «Dentro o fuera de la ley, vamos a seguir tomando las fábricas».
Neka, de Solano, fue cerrando la ronda: «Lo que aprendí de este encuentro es que los medios legales, como las cosas que le podemos arrancar al Estado, son eso: medios. Lo más importante son las personas. Y otra cosa que aprendí es que con estas acciones le están diciendo no a la explotación, no a la estatización y sí a la autogestión. Y la autogestión la ejercemos nosotros».
Hubo aplausos y un reconocimiento a los trabajadores: por las lágrimas, y por las risas.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (87 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 87 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.
Nota
Los principales puntos del fallo que critica el operativo policial y ordenó liberar a los 114 detenidos

La jueza Karina Andrade dictó de madrugada la liberación de 114 personas detenidas en la cacería que el Gobierno desató en la protesta contra el recorte a los jubilados en el Congreso. El fallo es preciso no sólo en los términos bajo los que ubica el derecho a la protesta como ejercicio legítimo de la libertad de expresión, sino también en la descripción del accionar de las fuerzas de seguridad. La jueza cuestionó la información “imprecisa” y “deficitaria” respecto del motivo de las detenciones, el momento y lugar en el que se produjeron, y a donde fueron llevados. La magistrada fue clara en marcar dónde está la falla: “Es preciso remarcar que el déficit en la información suministrada y, en consecuencia, del control judicial, de ningún modo lo advierto atribuible a una acción deliberada por parte del Ministerio Público Fiscal, sino a las características del procedimiento llevado a cabo por las fuerzas de seguridad”. Mientras el Gobierno amenaza a la jueza, el fotógrafo Pablo Grillo sigue peleando por su vida, internado en el Hospital Ramos Mejía por un disparo en la cabeza.
Por Lucas Pedulla
“A raíz del pedido de la defensa, he analizado la información que fue brindada y entiendo que respecto de las detenciones informadas se encuentra en juego un derecho constitucional fundamental como es el derecho a la protesta, a manifestarse en democracia y a la libertad de expresión, en un día como hoy donde se convoca desde los sectores más vulnerables de nuestra Nación como son los adultos mayores protegidos convencionalmente, desde el Poder Judicial corresponde atender a ello especialmente”.
La cita es textual y corresponde al fallo de 12 páginas con el que la jueza Karina Andrade, del Juzgado de Primera Instancia en lo Penal, Contravencional y de Faltas Nº15, dictó la liberación de 114 personas detenidas en la cacería desatada en la protesta del Congreso. La decisión causó desconcierto en el Gobierno, y el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, amenazó con que “se analizará su actuación ante el Consejo de la Magistratura de CABA por posible incumplimiento de sus funciones”.
Pero la jueza es precisa no sólo en los términos sino también en la descripción de una jornada bestial, con múltiples personas heridas de gravedad, entre ellas el fotógrafo Pablo Grillo, que sigue peleando por su vida, internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía.
“Información imprecisa”
La jueza Andrade especifica que a las 17.55 horas les llegó la convalidación de las primeras tres detenciones. A las 18.49, llegaron las de otras siete personas. A las 20.43, de otras cinco. La información es importante porque la magistrada apunta que, pasadas las 22 horas, la Dirección de Privados de Libertad le informó la detención de 89 personas que no habían sido comunicadas ni al tribunal ni a la defensa. Mientras, otra presentación le pedía a la jueza la liberación de las personas porque habían intervenido fuerzas federales y no de la Ciudad.
El caos continuaba. A las 22.30, la jueza recibió el grueso: 93 detenciones. A las 23.23, otras cuatro. Y recién a las 2.16 se informó la identidad de la última persona: en total, 114 detenciones. Por esas horas, la información era difusa respecto de la cantidad y los lugares donde estaban. Así queda claro el porqué y cómo la jueza argumentó su decisión:
- “A medida que se informaban las detenciones de las personas, la información vinculada a ello se volvía más imprecisa y dificultosa para mi tarea judicial”.
- “Se dejaron de brindar detalles sobre la hora y lugar en el que ocurrió la detención, como así tampoco se lograba informar con relación a qué delito específico se estaba convalidando la detención. Tampoco se indicaba el lugar en donde serían alojados. En algunos casos el delito se informaba después”.
- “A partir de la información suministrada por la fiscalía y las calificaciones legales imputadas, ninguna de las personas detenidas lo fue bajo la imputación de delitos de portación de armas de fuego, lesiones o incendio a bienes públicos”.
- “En cuanto a la información para control, con relación a los detenidos 4) a 15) no se brindaron detalles sobre el momento y lugar de las detenciones, ni por infracción a qué delitos ocurrieron, como así tampoco el lugar en donde serían alojados. Situación similar ocurrió con los detenidos 16) a 108) y 109) a 113) sobre quienes tampoco se indicó el momento en el que ocurrieron las detenciones ni el lugar de alojamiento”.
- Sobre los detenidos 109) a 113), no se informó el momento ni el motivo de sus detenciones y, finalmente se aguardó para el dictado de la presente la identificación de la última de las personas detenidas, previamente identificado como “Hombre de 25 años de edad que no aporta datos pero es ciudadano mexicano”.
Sobre las irregularidades en las detenciones, cita un fallo paradigmático de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó al Estado argentino por la desaparición forzada en democracia del joven Iván Torres: “Una ‘demora’, así sea con meros fines de identificación de la persona, constituye una privación a la libertad física de la persona y, por lo tanto, toda limitación a la misma debe ajustarse estrictamente a lo que la Convención Americana y la legislación interna establezca al efecto, siempre y cuando sea compatible con la Convención”.
Por eso, remarca: “Cualquier detención tiene que estar debidamente registrada en el documento pertinente, señalando con claridad las causas de la detención, quién la realizó, la hora de detención y la hora de su puesta en libertad, así como constancia de que se dio aviso al juez de instrucción competente, en su caso, como mínimo”.
La protesta como libertad de expresión
La jueza ubica que la marcha de jubilados en el Congreso, “como es de público conocimiento”, ocurre todos los miércoles desde hace un año, y sobre esa base fáctica le “resultó imperioso” enmarcar los hechos “dentro de las exigencias constitucionales y convencionales” ya que, advirtió, “se encontraban en juego derechos constitucionales fundamentales como son el derecho a la protesta, a manifestarse en democracia, a peticionar ante las autoridades, a la libertad de expresión”.
Por ese motivo, subraya:
- “Estas libertades adquieren especial relevancia un día como hoy en el que parte de la sociedad se expresa (se ‘moviliza’) en favor del ejercicio de la libertad de expresión de los integrantes de uno de los sectores más vulnerables de nuestra República, los adultos/as mayores. Desde el Poder Judicial corresponde atender a ello especialmente”.
- “Así, vale recordar que los adultos mayores se encuentran específicamente protegidos en nuestra Constitución Nacional (art. 75 inc. 22) a través de la Convención Interamericana sobre Protección de Derechos Humanos de las Personas Mayores, incorporada a la Carta Magna a través de la sanción de la ley 27.700 por el Congreso de la Nación”.
- “La libertad de expresión, junto con el derecho a la protesta, necesariamente concatenado con la primera, se configuran como derechos baluartes del sistema democrático, pues permiten a los individuos de una sociedad democrática dar a conocer sus ideas, conocer las opiniones de sus conciudadanos y los actos de gobierno y criticar los actos de sus representantes, así como peticionar a estos últimos”.
- Cita jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH): “Cuando se restringe ilegalmente la libertad de expresión de un individuo, no sólo es el derecho de ese individuo el que está siendo violado, sino también el derecho de todos a ‘recibir’ informaciones e ideas … Se ponen así de manifiesto las dos dimensiones de la libertad de expresión. En efecto, ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un derecho colectiva a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno”.
- Sigue la jueza: “Entonces, quienes se ‘movilizan’ en verdad se expresan, y deben poder hacerlo, de manera crítica frente al ejercicio del poder de los gobernantes y ello, siempre que se efectúe en el marco de la legalidad, no puede ser socavado. Nuestra Constitución reconoce el derecho a la protesta, el cual incluye el derecho a manifestarse, a circular libremente, a peticionar y a criticar a las autoridades”.
- “En otras palabras, en democracia, toda persona debe poder expresarse, peticionar ante las autoridades, asociarse, reunirse y manifestar su parecer y, sobre todo, su disconformidad con las decisiones gubernamentales”.
La jueza cita al constitucionalista Roberto Gargarella: “Una democracia representativa, la única alternativa con la que cuentan los ciudadanos para cambiar el rumbo de las cosas es la de protestar y quejarse frente a las autoridades. Si se socava dicha posibilidad, la democracia representativa se convierte en una oligarquía o plutocracia, es decir, la democracia llega a su fin. De allí que una democracia, aún modesta, no sólo no puede darse el lujo de perder ciertas voces críticas sino que más bien, y por el contrario, debe hacer todo lo posible por potenciar a cada una de ellas”.
Déficit de seguridad
Sobre el cierre, la jueza vuelve a cuestionar el operativo:
- “No puedo soslayar, en esta línea, que la información que me fue puesta en conocimiento fue absolutamente deficitaria. No se informaron, en la mayoría de los casos, el lugar donde se realizó la detención, aludiendo en forma genérica a ‘los hechos del Congreso de la Nación’”.
- “Por lo demás, y a diferencia de lo que sucede con otros detenidos en ’flagrancia’, no se aclararon las circunstancias de detención ni los motivos, al menos con algún tipo de detalle”.
- “Nótese que hasta las 22.17 horas aproximadamente el tribunal había sido informado de catorce detenciones y la información que se conoció después da cuenta de que la cantidad de detenidos a disposición de este fuero resultó ser mucho mayor”.
- “Y sobre esta cuestión, es preciso remarcar que el déficit en la información suministrada y, en consecuencia, del control judicial, de ningún modo lo advierto atribuible a una acción deliberada por parte del Ministerio Público Fiscal, sino a las características del procedimiento llevado a cabo por las fuerzas de seguridad”.
Nota
Hinchadas y jubilados versus violencia estatal: La represión, el aguante y los partidos que se vienen

¿Por qué la marcha de ayer fue reprimida? Miles de personas identificadas con distintos clubes se acercaron a bancar la marcha de todos los miércoles de jubiladas y jubilados. Algunas no llegaron ni a acercarse a Congreso que los gases ya habían comenzado. Pero eso no hizo mermar la convocatoria, que fue multitudinaria y regaló, pese a los palos, charlas e imágenes que hablan de una alianza inesperada y transversal a distintas demandas sociales. ¿Cómo se dio? ¿Qué pasó? ¿Cómo sigue? Los testimonios de jubilados y jóvenes antes, durante y después del partido que se jugó en la calle, que siguió al ritmo de las cacerolas y promete generar un quiebre en odio y bronca alrededor de dos gritos de época: “Fuera Milei” y “Que se vayan todos”.
La foto que ayer intentó borrar el gobierno con la represión salvaje fue la de miles de clubes unidos alrededor de la marcha habitual de jubilados, y la foto del miércoles que sigue, probablemente con más gente, y la del siguiente, con cada vez más. Está por verse los efectos de este violento amedrentamiento a la protesta, con pruebas plantadas para justificarlo, mientras el fotógrafo Pablo Grillo pelea por su vida. Pero hay algo que ya pasó ayer, más acá de la represión.
Los jubilados y las hinchadas marcharon.
Se tuvieron que aguantar los gases, los tiros y los palos.
Y los aguantaron.
Y siguieron ahí, pese a todo.
Y siguió llegando gente, pese a todo.
Hasta altas horas de la madrugada en distintos barrios porteños, y hasta en Plaza de Mayo.
Pese a todo.

A diferencia de la versión del gobierno nacional y de los medios de comunicación cercanos, en una imagen casi inédita en la historia argentina (sin Mundial) hubo hinchas de montones de clubes del fútbol argentino juntos y hermanados.
“Este gobierno hizo lo que pocas cosas logran, unirnos”, dice uno de Huracán abrazado a otro de San Lorenzo. Una de Morón, con uno de Almirante Brown. Una de Boca, con otra de River. Y uno de Tigre, con una de Ferro, con uno de Midland, con una de Los Andes, y así todos, reunidos con entusiasmo en esta foto producida por lavaca:

La previa
Horas antes, jubiladas y jubilados se reunían en MU (a una cuadra del Congreso) como previa de cada miércoles. Todavía tranquilos, pensaban sobre lo que pasaría más tarde. Son parte del grupo Movimiento Activo de Trabajadorxs y Jubilados y charlan con lavaca sobre eso que ya había pasado: una alianza insólita entre hinchas y jubilados.
Ustedes vienen convocando desde hace más de un año a que se sumen organizaciones, centrales obreras, pero… de repente son las hinchadas. ¿Por qué?
Beatriz: Pero no es desde ahora, ¿ustedes recuerdan la canción de Pappo? “Nadie se atreva a tocar a mi vieja”; bueno, eso significa que todos estos muchachos de la hinchada, quizás cuando iban a la cancha con el abuelo cuando eran chiquitos, los llevó el padre hoy jubilado, es decir: es muy genuina y muy ingenua también la adhesión. Y es tremendamente afectiva.
Víctor: Las organizaciones no movilizan porque la mayoría está dirigida por la burocracia, la burocracia sindical, y como ellos no movilizan, le meten miedo también a los trabajadores para que no se movilicen, ese es uno de los puntos. Hace media hora, un compañero mandó un mensaje que estaba saliendo de La Plata, y comentaba que en el tren de atrás venían hinchas de Gimnasia y Estudiantes, juntos en el mismo tren.

O sea que el espanto logró unir lo imposible.
Beatriz: Claro, el espanto o el amor. Y otra de las cosas más interesantes que yo veo es que subyace una cosa que es la argentinidad. ¿Recuerdan cuando se ganó el campeonato del mundo? La argentinidad: eso subyace y en algún momento sale, sobre todo frente al avasallamiento que hay acerca de la argentinidad en este momento.
Rubén: No se olviden que la hinchada de Boca fue la primera que hizo una movilización en contra del macrismo, y apenas asumió lo sacamos a Milei a las puteadas el día que se votaba presidente en el club. Hacía 6 días que lo habían elegido Presidente y lo sacamos a escupitajos y a puteadas. Eso tiene que ver con esa combinación entre el sentimiento y la pasión, con lo político.
Beatriz: La vez pasada en la cancha de Estudiantes, Sturzenegger se tuvo que ir porque le decían de todo menos bonito: las tribunas son un termómetro social total.
¿Y cómo se hace para que esta alianza siga más allá de hoy?
Rubén (bostero): Hay que plantear que se haga permanente, aquí viene lo que se llama la construcción, y una construcción es día a día. ¿Cómo se hace, quién tiene la receta? Nadie. Lo que pasó el miércoles anterior a lo que pasó este miércoles son cosas distintas: todos los movimientos se van modificando, porque la realidad se va modificando. No podés manejar el tiempo, lo único que podés hacer es leer hacia dónde va la realidad, para poder ir digamos hacia una estrategia más ordenada o más segura para la clase trabajadora. Pero es muy difícil eso si no ves la realidad, si estás con una doctrina o con un dogma encima tuyo, no ves lo que está pasando. Es momento de estar muy abiertos.
¿Así sea de River Plate?
Como trabajador te respeto, pero como hincha… bueno: desde hoy, sí.
Rubén, Beatriz, Víctor y el resto de jubilados salían así la cancha, con los ojos bien abiertos.

El partido
Laura tiene la remera de Boca; Margarita la de River. Y se abrazan. Laura dice: “Es terrible lo que viene pasando todos los miércoles, había que estar acá apoyando”. Su ¿rival? coincide.
Margarita, enfermera jubilada de Aldo Bonzi, lleva la de River: “Soy de una generación que viene luchando por sus derechos desde hace muchos años. El único camino es la calle, y no sólo para luchar por nosotros, los jubilados, sino por la educación, para que no se lleven todas nuestras riquezas. Con esto estamos perdiendo nuestro bienestar, nuestra tranquilidad”.
Otro clásico rival, dentro de la cancha, es Vélez-Chicago. Artemio tiene la del club de Mataderos. Rafael, la del conjunto de Liniers. Artemio dice que vino porque este gobierno es lo peor que pasó en democracia: “Lo que hay que hacer es resistir, y para resistir hay que olvidar cualquier división que no sea patria y antipatria”. Rafael, del cuadro contrario, completa: “Es fascismo puro, hay que sacarlo a la mierda: la democracia tiene que salvarse”.

El Padre “Paco” Olveira, sacerdote de los Curas de Opción por los Pobres, no tiene puesta una sotana, sino una casaca de Boca. Más tarde intentaría evitar una detención y terminaría a punto de quedar detenido él. Antes de eso, dijo a lavaca, como un preludio de aquello: “Antes de empezar la marcha y ya nos gasearon; estamos en una dictadura, esto no es democracia, no hay ningún derecho a la protesta, lo único que saben es cagar a palos a la gente. Lo que buscan es sacarnos de la calle, atemorizarnos, pero están consiguiendo lo contrario: que cada vez seamos más”.
Filomena no tiene puesta ninguna remera. Sí su nieto (de River), que la acompaña. Ella, 84 años, está en silla de ruedas. Dice: «Vine con mi nieto para sumar gente. La cosa está muy mal. Hoy por ejemplo, no tengo leche», dijo mientras la Policía comenzaba ya a reprimir.
Armando tiene 76 años y vino desde Haedo. En su bastón, con el que se afirma ante el terreno movedizo de este presente del país, lleva colgado un papel: “Prefiero morir de pie, que vivir de rodillas”. Tiene los ojos todos gaseados. De pie, denuncia: “Más de 30 años de aporte tengo, y este perro, porque es un perro, me sacó los remedios para la presión”. Muestra: “Mirá, mirá cómo tengo las piernas; y vine igual”. Y repite: “Y vine igual”, mientras muestra las várices que esta vez viajaron desde el conurbano bonaerense.

Después del próximo 23 de marzo, en apenas días, Armando y los trabajadores que no tengan 30 años de aportes al sistema previsional argentino no podrán acceder a una jubilación: se estima que 7 de cada 10 accedieron a su jubilación mediante la moratoria vigente. Y en el caso de las mujeres, 9 de cada 10.
Pero los jubilados no luchan sólo por los jubilados. Al contrario. Lo resume Julio, que tiene colgada una bufanda celeste y blanca, y unos ojos dilatados no por el llanto, sino por el gas. “Vengo por mi familia, por los jóvenes, por la gente en situación de calle -dice- por la pobreza que hay, que cada vez es mayor. Nunca vi una cosa igual, este gobierno no tiene sensibilidad, no sé a dónde vamos a parar”. Cierra Julio, de 84 años, con los ojos cada vez más rojos, mientras siguen los gases: “Yo voy a seguir luchando mientras pueda contra este régimen”.
Sobre Avenida de Mayo y sobre Hipólito Yrigoyen, las calles que rodean la Plaza de los dos Congresos, se profundiza el enfrentamiento directo entre hinchadas y distintas fuerzas. Al frente de la represión está la Gendarmería Nacional y motos de la Policía Federal; atrás, agentes con chalecos de esta misma fuerza salen en grupo a cazar manifestantes. De pronto salen no menos de diez sosteniendo a una joven de 22 años, y la llevan hacia unos camiones celulares apostados en la entrada del Senado de la Nación. Allí ocurre esta escena, que mezcla el testimonio de la joven Anabella Pompeo con el del comisario a cargo de su detención:
La cacería siguió.
Horacio Pietragalla, ex secretario de Derechos Humanos, está colgado en una valla frente al Congreso de la Nación y mira desde allí cómo centenas de policías federales tiran balazos de goma a las columnas de varias organizaciones sociales. Dice, desde las alturas: “Empezaron desde muy temprano, no querían que se convoque. A las 16 ya estaban reprimiendo. Esto cada vez va a ser más grande; la gente vino pacíficamente, no hubo agresiones grandes y sin embargo reprimieron de entrada. Es increíble la respuesta que da el Gobierno Nacional”.
Un hombre de 50 años, de zona Norte, viene por primera vez a la marcha de jubilados de los miércoles, también está asombrado con la represión: “Es impresionante. Lo quería ver con mis propios ojos. Es lo más parecido a un gobierno facho».


Silvia, 77 años, jubilada, no habla desde el Congreso: estaba por salir acompañada de Melanie, su amiga, y las balas la frenaron. Dice: “Mi intención era estar en la marcha. Hoy más que nunca había que estar, cansados de ver cómo nos maltratan todos los miércoles. Pensaba ir temprano, con mi sillita porque no puedo estar parada mucho tiempo, hasta que vi lo que empezaba a pasar desde temprano, que me hizo acordar demasiado a la dictadura, no a un gobierno democrático. No hay libertad de expresión ni derecho a la protesta. Fue durísima la represión y consiguió el gobierno que no me animara a ir, simplemente porque no iba a poder correr. Y fue así, fue una cacería. Pero espero que cada vez seamos más los que salgamos, que no nos llenen de miedo”.
Los detenidos por manifestar fueron, según el gobierno, alrededor de 114 y la lista de heridos seguía creciendo al cierre de esta edición, uno de gravedad: Pablo Grillo, fotógrafo de 35 años, al cual un cartucho de gas lacrimógeno le impacto y rompió el cráneo. Pelea por su vida en el Hospital Ramos Mejía.
La represión, y la solidaridad: al cierre de esta nota la familia Grillo agradecía que la cantidad de gente que había ido a donar sangre para Pablo desbordaba el Hospital.


El partido que viene
Como todos los miércoles, ya está la convocatoria para el que viene, a la misma hora (17) y en el mismo lugar (el Congreso).
Una jubilada dice: “El próximo fin de semana, y en los que vendrán, en todas las canchas debe haber un grito unánime ‘Fuera Milei’, que sea de reivindicación al trabajo, a la dignidad y a la soberanía. Hoy debe ser el principio del fin de este gobierno, donde el pueblo se une y toma conciencia para que las cosas puedan cambiar”.
Los abrazos y apretones de manos son más efusivos entre clubes de signos opuestos al caer la noche. “Vamos Almirante Brown”, se escucha en la calle, y el cumplido no viene de otro hincha del club de Isidro Casanova, en La Matanza, sino de un veterano con la camiseta de Chicago, eterno clásico. Otra persona se acerca, pero ahora con la casaca de Morón, otro tremendo duelo del far west conurbano: “Vamos, compa, vamos los jubilados”, alentaron a algunos cabizbajos.

Lo que es casi imposible de ver por las calles de esos barrios, los jubilados lo hicieron posible.
Eso es también lo que expresa no ya la bronca, sino la rabia de una multitud que dice “basta” y cantó también un hit de época: “Que se vayan todos”, mientras Avenida de Mayo y sus arterias regalaron imágenes típicas del 2001.
La policía, en un momento desorientada porque la gente no se amilanaba, era atacada con palabras y cantos:
– “Sos un muerto de hambre”.
– “¿No tenés abuela? ¿No tenés abuelo?”.
– “Vergüenza te tiene que dar”.
– “A ustedes les parece que puedo vivir con 259 mil pesos por mes?”.
– “Mira tu carita, ¿no tenés mamá? ¿No tenés papá?”.
– “Están entregando el petróleo, el litio, ¿y defienden a este gobierno pegándonos a nosotros?”.
– “¿Qué te dice tu vieja cuando venís a pegarle a los jubilados? ¿No es una jubilada como yo? No tenés cerebro ni corazón, malnacido”.
– “Andá a Bahía, la puta que te parió, andá a Bahía, la puta que te parió”.

Marcelo tiene 68 años y ligó un balazo de goma en el estómago: mientras se reponía en un bar enfrente del Congreso, contaba a lavaca: “Estaba en la vereda y empezaron a tirar tiros al tuntún” -dice levantándose la remera y mostrando la herida-. “Soy jubilado, soy hincha de Ferro y siento una impotencia porque estamos en manos de este tipo que es un loco, de la hermana que es peor y con un gabinete que es puro derecha y derecha. Tenemos que seguir con estas marchas: es la única forma de que se pueda dar vuelta la cosa”.
Afuera, mientras el viento empuja los gases que hacen arder ojos y gargantas, Carlos, el ya mítico jubilado hincha de Chacarita que logró que viniera su hinchada y luego el resto, sobresale de la línea de efectivos porque está parado sobre las rejas de un cordón que queda sobre Callao.
¿Quiere dar algún mensaje, Carlos?
La juventud nos ha apoyado y el pueblo también. Y el miércoles que viene va a haber más apoyo. Salgan a luchar.

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