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«Estamos pagando para que nos espíen por Internet»

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Alberto Escocia, bloguero y activista, huyó de México en 2011 tras recibir amenazas por denunciar casos de manipulación en redes sociales por parte del gobierno. Refugiado en Barcelona, habló con el diario.es sobre el “ejército de bots” de Peña Nieto, el espionaje masivo a través de software (Wikileaks), el rol del periodismo, la autocensura y los derechos digitales.
Yeray S. Iborra
«Estamos pagando para que nos espíen por Internet»

Alberto Escorcia en Barcelona gracias a un plan de acogida del Ayuntamiento. Foto: Robert Bonet

«Debo aguantar». Alberto Escorcia (Puebla, México, 1979) debía volver a su país este miércoles. Pero desde allí le dicen que aguante, que las aguas están bravas todavía. Eso sí, le dicen que su  charla en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona del pasado 8 de julio ha empezado a mover placas tectónicas en el país. Pero todavía es pronto. Si vuelve, corre peligro.

Alberto Escorcia es blogger. No uno cualquiera: desde 2011 se dedicó a  destapar en su web el espionaje y la manipulación sistemática en redes del gobierno mexicano hacia los ciudadanos. Este hecho le ha valido amenazas de muerte. «Al principio sólo eran mensajes en el teléfono, pero ahora la situación ha cambiado», explica en una terraza de Barcelona. El Ayuntamiento de la ciudad ha acogido a Escorcia, dentro del programa piloto del consistorio para defensores de los derechos humanos. La ONG Artículo 19 ha mediado para proteger a Escorcia.

El ciberactivista, residente en el mexicano barrio de la Industrial —una zona que acogió en los años 40 una elevada cifra de exiliados republicanos— es ahora un acogido en Barcelona, una ciudad en la que ya participó (por videoconferencia) en las jornadas Comunicación y Sociedad Civil de la UOC, sobre tecnopolítica. «No quiero ser un mártir», expone Escorcia, después de hablar sobre los peligros de Internet, el juego sucio del gobierno mexicano y la destrucción del Distrito Federal como zona segura para los informadores.

¿Cómo llegó hasta Barcelona?

Decidí aceptar la ayuda que me ofrecían si me sentía en riesgo. Desde 2011 recibo amenazas por visibilizar cómo el gobierno y otras entidades censuran y espían a los ciudadanos en las redes sociales. Hacía seis meses que no las recibía. Fue al escribir sobre dos casos, hace unas semanas, cuando volvieron con fuerza.

¿Amenazas?

Hasta entonces habían sido por Internet. Habían entrado un par de veces a mi casa, a robarme un disco duro. Y en un par de ocasiones gritaron mi nombre en la puerta, para hacerme sentir observado. Pero cuando escribí sobre el caso del padre Alejandro Solalinde, empezó la escalada de violencia.

¿Cuál fue el caso?

En México se creó un Trending Topic llamado #RipSolalinde y los mensajes enviados, miles, decían: «Te quedan 24h de vida». Cientos y cientos de tuiteros pagados para hacer estos post. Hice una entrada en el blog donde demostré que se trataba de un ataque coordinado: hice un gráfico donde se veía claramente la jauría de lobos atacando. Una vez publicado algunas de las personas tras los mensajes, me dijeron: «Tú eres el que sigue». En el momento lo entendí como una amenaza más, hasta que al día siguiente, en Oaxaca, le dieron un balazo a un colaborador de Solalinde. El padre escribió en las redes: «Acaban de cumplir la amenaza». Entré en pánico. Me quebré moralmente. Hasta esos días me hacía el fuerte, pero no me quise quedar a averiguar si me iba a pasar a mi también.

¿Qué hay del mecanismo de protección del gobierno mexicano a periodistas?

No confío en nadie allí.

¿Cree que las amenazas vienen por parte del gobierno?

Esa es una pregunta importante. Yo hasta hace unos meses no las relacionaba con el gobierno mexicano. Incluso, cuando documentaba los casos de mis artículo, escribía: «¿Quién tiene la capacidad de contratar a tanta gente?». Pero hubo un momento crucial: un autodenominado hacker, Andrés Sepúlveda de Colombia, confesó haber participado de la campaña en 2012 de Peña Nieto. Confesó haber creado el primer ejército de bots a favor de Peña Nieto, generando una campaña sofisticada para cambiar la intención de voto. Incluso modificando los buscadores de Google. Y los de Twitter. Yo todo eso lo había documentado por mi cuenta; la primera campaña que yo documenté coincide con la que él confiesa haber creado. En ese momento confirmé mis sospechas, como mínimo respecto a Peña Nieto.

«Estamos pagando para que nos espíen por Internet»
Escorcia denuncia la manipulación sistemática del gobierno mexicano Robert Bonet

¿Cómo sospechó?

En la campaña presidencial de 2012 aparecían tendencias de la nada en Twitter. «Votemos por Peña Nieto». Y había un patrón en los mensajes. Pensé claramente que debía tratarse de robots. Para tratar de demostrarlo, elaboré un método. Pero los mensajes se sofisticaron: empezaron a mezclar robots y personas. Hasta que aprendí a analizar bien las redes y hacer gráficas, descubrí que había personas que estaban generando sistemas complejos. Con Peña Nieto como presidente, la deriva de mensajes creados siguió. Esta vez con detenciones, asesinatos, masacres… Todo se manipulaba. Muchos de mis amigos, además, fueron detenidos por convocar manifestaciones y demás en redes.

¿Cree que es algo que se ha sistematizado?

Todo esto puede parece ciencia ficción, pero no lo es. Es posible manipular la opinión pública… Y no sólo con las redes sociales: se trata de un combo completo. Y luego está el espionaje masivo, la contratación de software —como contrastó Wikileaks— para espiarnos. Hay un interés enorme por evitar que la gente se organice por redes, en México. En 2009 nacieron movimientos grandes en redes, parecidos al 15M.

«Estamos pagando para que nos espíen por Internet»
El activista considera que el DF ya no es la ciudad segura que era Robert Bonet

«En 20 años todos nuestros problemas estarán relacionados con Internet», decía Cory Doctorow en una entrevista a Catalunya Plural. ¿Nos hemos dado cuenta tarde de los problemas asociados a Internet?

Eso ya se empieza a notar en México, y con publicaciones de hace sólo seis años. Todos tenemos el derecho de cometer errores: de publicar una opinión fuera de lugar en redes o colgar una foto de una borrachera. Y mucha gente se aprovecha de esas vulnerabilidades para acosar y manipular. Pero es que nos lo hemos dejado todo en la red: somos una granja de personas utilizadas para vender nada más. Nada tiene de inocuo, Internet. Y nosotros estamos colaborando con el espionaje y la manipulación.

Lo volcamos todo…

No podemos confiar en dar nuestra información a todo el mundo. ¡Incluso pagamos por ello! [Levanta su smartphone] Estamos pagando para que nos espíen por Internet. Lo llevamos todo en nuestros teléfonos: desde fotos de la familia hasta cuentas bancarias… Tiene que haber re-educación. Ahora participo en la redacción de la Constitución de la Ciudad de México y estoy planteando que los derechos digitales formen parte de ella. Hemos dejado de ser personas, somos entes en dos mundos (cibernético y real). Nuestra información es parte de nuestra identidad y nuestra libre elección. Gracias a lo que escribimos hay empresas que predicen conflictos, guerras, intenciones de votos… Que no nos sorprendan si hay elecciones programadas, pues tiene que ver con esto mismo.

Cómo se escapa de todo esta persecución, si precisamente toda su acción ha ocurrido en Internet.

Nunca quise ser un mártir. Yo digo que soy blogger porque es una forma de procesar la información: cuando tú eres activista, de alguna manera eres parte de una lucha de poderes. Pero mi labor era informar, jamás tomé partido por ningún lado. Y me han convertido en parte de una lucha en la que no estoy participando. No soy «el combatiente de la tecnocensura». Yo nunca he hecho un llamado por la protesta, soy profesional. A mi me interesa que se respete mi caso, pues a muchos los han asesinado por meterlos en este papel. Los informadores no somos parte de ningún bando, somos testigos de lo que pasa en México.

Atendiendo a todo esto, ¿cómo está la información en el país?

Hasta hace un año la Ciudad de México era una plataforma para hacer visible lo que pasaba en el país. Una ciudad gobernada por la izquierda, con respecto tácito de la libertad de información: yo me sentía seguro. Pero a partir de la muerte de Rubén Espinosa, un chico de 20 años que llegó para pedir ayuda y fue asesinado… Todos nos dimos cuenta que no existía un valuarte de neutralidad en la ciudad. Todos nos hemos empezado a censurar. Murió el santuario.

Supongo que no hay mayor censura que la propia.

Sí, y ya ocurre. Con el narco, por ejemplo. El narco es un tema que muchos ya no tocan. No hay garantía de protección: tristemente el país es un narco-estado. Antes tenías garantías de que iba a haber un límite. Y han matado a tantos periodistas que ya no es un problema: los propios periodistas ya no narran. Es importante que se reconozca que en México hay una guerra en la que todos los días muere alguien: 130.000 personas en diez años. Mi única esperanza es que todo lo que estoy haciendo aquí haga que se reconozca lo que pasa allí. México no ha sido así siempre, estos diez años son duros pero todavía se puede revertir. Quiero recuperar el derecho de vivir donde vivo y volver a Barcelona por otras cuestiones, no como un refugiado.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

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Docente:

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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