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«Estamos sanando las heridas, juntas»: las visitas que recorren El cuarto de Lucía y ayudan a construir justicia

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Todos los domingos El cuarto de Lucía se transforma en un escenario donde transitan artistas y familiares sobrevivientes en un ritual que se propone sanar el dolor y construir una red que permita pensar soluciones concretas y urgentes para parar la máquina de impunidad. Esta vez, la familia recibió el abrazo del padrino de Lucía, quien visitó la muestra por primera vez; de la madre de Kevin, el niño de 9 años asesinado en el Barrio Zavaleta, cuyo crimen también sigue impune; y de una joven luchadora que buscó pasar desapercibida pero fue hallada recorriendo la muestra: Nora Cortiñas. La lectura de la carta escrita por la familia y dirigida al público estuvo a cargo de la Companía teatral Ver Llover. Crónica y fotos de otra jornada cultural .

«Estamos sanando las heridas, juntas»: las visitas que recorren El cuarto de Lucía y ayudan a construir justicia

Un pañuelo blanco bordado a mano por la colectiva cordobesa Bordamos por la Paz deja una huella de  hilos de colores  que relatan el asesinato de Lucía Pérez. Finaliza con la frase: El crimen todavía sigue impune. El pañuelo cuelga de un micrófono en la tarde de domingo en la Manzana de las Luces, donde se lleva a cabo la instalación El Cuarto de Lucía, inaugurada el pasado 12 de agosto y que seguirá abierta hasta el 10 de septiembre.

“Hoy ha sido un día muy especial para nosotros  —se emociona Marta Montero, mamá de Lucía— a la mañana hicimos el ritual de agradecimiento a la Pachamama todos juntos en un pedacito de tierra. Fue muy amoroso y emocionante. Después vino José, el padrino de Lucía, hacía mucho que no nos veíamos. Él y su esposa Graciela son como familia para nosotros. Hoy vinieron a ver El Cuarto de Lucía por primera vez; al de Mar del Plata no vino porque le duele mucho, estas cosas que no podemos enfrentar a veces las huimos para que no nos duela tanto. Huimos del dolor, hasta que podemos.  José le regaló una perrita de 45 días a Lucía, fue el regalo de cumpleaños de 15. La perra ahora tiene un problema de conducta, se lastima la cola y la pierna, porque no solo a las personas nos afecta la muerte, a los animales también. Lucía amaba a esa perra y la perra la amaba a ella, muchas veces quedó detrás de la puerta esperando que Lucía llegara del colegio”.  Guillermo, papá de Lucía, agrega, directo: “Gracias a todos por tanto afecto. Como siempre, Justicia por Lucía”.

«Estamos sanando las heridas, juntas»: las visitas que recorren El cuarto de Lucía y ayudan a construir justicia
Los padrinos de Lucía, por primera vez en la muestra. Fotos: Sebastian Smok

Marta retoma la palabra para presentar a Roxana Benega, la madre de Kevin, el niño de 9 años asesinado en el Barrio Zavaleta mientras dos bandas narco se disputaban una casa frente a la casa donde vivía el niño. “Nos estamos sanando las heridas juntas”, dice Marta. “Una bala entró por la ventana y le dio a Kevin en la cabeza. Después de 16 paros tuvo el deceso en el hospital Penna. Agradezco muchísimo la  invitación para hablar de Kevin. Este próximo 7 de septiembre se cumplen ocho años del fallecimiento. Está vivo en los corazones de todos nosotros, era un nene que se hizo querer, estaba en todos los espacios, compartía fútbol, computación, iba a ayudar a otros chicos de su edad en apoyo escolar. A sus 7 años ayudó a construir una plaza en el Barrio Zavaleta por otro nene llamado Kevin, que lo mató una bala perdida y hoy en día se llama la Plaza de los Kevin”, contó Roxana. El asesinato de su hijo, como el de Lucía, aún sigue impune.

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Roxana, mamá de Kevin. Foto: Sebastian Smok

La Compañía de Teatro Ver Llover —integrada por las actrices Virginia Silva Finguer, Anush Bustos y Laura Mujica — leyeron la carta que Marta y Guillermo redactaron para quienes visitan la instalación en la Manzana de las Luces.

El cierre musical estuvo a cargo de le artista y performer Kndelah: “Soy no binarie, soy cantante y activista y es un honor para mí estar hoy acompañando la lucha contra la violencia femicida y un honor acompañar a la familia de Lucía Pérez. Gracias por invitarme y cederme el honor de tener un micrófono. Con todo el cariño y el respeto les voy a compartir mis canciones”. Acompañada por su caja, cantó una copla de la cantante tucumana Leda Valladares  “porque como familiar y descendiente de diaguita calchaquí, para mí es una forma de no dejar que muera este canto ancestral de lucha de nuestras ancestras”. Luego continuó con repertorio propio y cantó: “Pum pum esta es mi pistola / Mi lengua es una ametralladora / Aléjate si te molesta lo que pienso / Gritaré hasta quedarme sin aliento”.

Le siguió Negra: “Se lo dedico a mi madre, a todas las personas descendientes de diaguita calchaquí, a todas las personas racializadas y marronas que vivimos la discriminación día a día por nuestro color de piel”.  La canción dice: “Iba por la calle y alguien me gritó / Dijo negra de mierda, debe ser por mi color / Mi piel es bien curtida y es de color marrón / Y brilla siempre bajo los rayos del sol / Soy negra de alma, de piel y corazón”.  Contó Kndelah que al enterarse del femicidio de Lucía, compuso una canción y la cantó en cada escenario donde se presentaba. Pidió justicia por Lucía, y gritó: “Basta de femicidios, basta de travesticidios, basta de transhomicidios” y preguntó: “¿Dónde está Tehuel?”. 

«Estamos sanando las heridas, juntas»: las visitas que recorren El cuarto de Lucía y ayudan a construir justicia
Kndelah. Foto: Sebastian Smok

Luego cantó: “Escuchame de una vez / Mi cuerpo no es mercancía / Estoy harta de que los machitos nos opriman / El patriarcado es el culpable de mi desdicha / Quiero salir a la calle y volver tranquila / Y que no me acosen en cada esquina / Ni que nos obliguen a abortar clandestinas /  O caer muertas en las manos de un femicida / Por eso quiero que salgamos a la calle mi amiga / No quiero que me consideres más tu enemiga / Esta lucha es de toda América Latina / No tengas miedo de volverte feminista / Todos los días matan a una mujer / Tenemos que aprender a desobedecer / Si estamos todas juntas ellos han de temer”.

Al terminar el show de Kndelah, Marta se acercó a darle las gracias por sus letras, especialmente con Pum Pum, con la que se sintió identificada. Mientras, una pequeña gran mujer, incansable luchadora por los derechos humanos, caminaba del brazo de una joven y miraba los afiches pegados en la carpa contigua. Alguien la reconoció y gritó su  nombre: ¡Nora!

Era Nora Cortiñas, quien no fue ni para el reconocimiento ni para la foto: quería pasar desapercibida.  Marta la abrazó y cuando llegó a la pared donde están colgados los retratos de algunas de las chicas a quienes la violencia machista arrebató la vida, le iba diciendo sus nombres, cómo y dónde fueron asesinadas.

Así terminó otra emotiva jornada de El cuarto de Lucía, muestra que permanecerá abierta de miércoles a domingos de 12 a 20 hs en Perú 222 hasta el 10 de septiembre. Un recorrido necesario,  un grito hasta quedarse sin aliento  —como dice la canción de Kndelah— un reclamo incesante de justicia por Lucía y por todas las que ya no están, para dar alivio a las heridas con la complicidad del arte.

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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños 

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El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.

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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

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Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Por Claudia Acuña

El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y  familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación:  es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.

Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.

¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.

A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.

Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.

El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.

Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

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Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez

Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.

Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.

En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.

Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.

A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.

En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.

Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.

Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?

Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.

Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.

Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.

La pregunta es: ¿por qué?

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