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Feminismo sin patrón

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(lavaca en Guatemala) En un salón repleto de blusas bordadas con colores bellísimos, sonrisas cómplices y miradas ávidas, la guatemalteca Ana Patricia Castillo abre la primera jornada del encuentro Economía Feminista para la vida definiendo en pocas palabras todo un plan de acción: “Nos preocupa el patriarcado como orden jerárquico y los mitos e interpretaciones que de allí derivan sobre la realidad económica. Nos preocupa el sistema de pensamiento en el cual el machismo y el racismo están imbricados. Nos preocupa la invisibilidad de las mujeres en los modelos macroeconómicos. Nos preocupan los modelos de desarrollo basados en el extractivismo, la contaminación y la pérdida de diversidad. Nos preocupa la ecología y la conservación de recursos. Nos preocupa la discriminación y segregación laboral de las mujeres. Nos preocupa que en las estadísticas no aparecemos: en las cuentas del mundo no aparecemos. Nos preocupa nombrar el trabajo que hacemos las mujeres”. Completa luego Tita Godinez: “Las mujeres somos topía, no utopía. Constituimos la prueba concreta de que se puede producir de otra manera y con otras lógicas”.
A partir de allí esas preocupaciones se convirtieron en ocupaciones que fueron hilvanando la jornada desde las 8 de la mañana hasta las 6 con conversaciones que tuvieron tres capítulos en los cuales quince expositoras compartieron sus investigaciones, experiencias, datos y proyectos. Estos son algunos de los conceptos compartidos en el primer round de intercambio:
Abrir la cancha
Ana Silvia Monzón, de FLACSO, fue la encargada de desplegar qué significa la Economía Feminista como disciplina y como herramienta. Luego, la economista Natalia Quiroga tiró estas primeras piedras:

  • “La economía feminista es un campo de reflexión e investigación en el cual señalar la condición racista y patriarcal de la economía occidental que se sostiene, entre otras cosas, a partir de negar el trabajo femenino”.
  • “Desde su irrupción, la arena de la economía feminista era la desigualdad, hasta que desde América Latina pateamos ese tablero como único espacio de disputa política y teórica”. En términos menos académicos, lo que plantea Natalia Quiroga es que el gran aporte de América Latina a la teoría económica feminista consiste en agrandar la cancha porque así lo están haciendo nuestras luchas. “Hablar sólo de igualdad en las condiciones de explotación no nos resuelve hoy la batalla principal contra este sistema”. Y esa batalla es nada menos que contra la muerte. “Lo teórico, entonces, se resuelve al poner en el centro a la vida” para responder así a la necesidad urgente de nuestra época, que es la de “garantizar la vida de todes, no solo la humana”.
  • Se trata, también, de “no pensar en garantizar la vida en términos individuales, sino en términos territoriales. El feminismo que surge desde esa perspectiva platea que en nuestro continente se está llevando ahora mismo una batalla por las condiciones de reproducción. Eso expresan las protestas en Chile, Honduras o Ecuador: no son manifestaciones contra la explotación laboral, sino para defender condiciones de vida indispensables, que se expresan como defensa de la salud y la educación pública, por ejemplo, pero que implican una disputa central sobre los destinos sociales que dictan el FMI o el Banco Mundial y que los gobiernos garantizan con ocupaciones militares de territorios y represiones cada vez más brutales. Se trata de una batalla por el control de cuerpos y territorios”.
  • “Cuando hablamos de feminismo hablamos de un sujeto político que nunca fue reconocido como portador de un proyecto emancipador, al que se le ha negado conocimientos, soberanías y pensamiento crítico. Son las mujeres indígenas y afro las que nos han legado este feminismo sin patrón, alimentado con los proyectos de vida de cada comunidad. No podemos, entonces, decirles a las compañeras mayas cómo deben luchar. Lo que podemos es intercambiar experiencias para así darles fuerzas a nuestras luchas”.
  • “El neoliberalismo triunfa cada vez que nos convence que cómo vivimos es un problema privado. Triunfa cada vez que convierte a nuestros Estados en una herramienta de cuidado de los monopolios. Un ejemplo es Argentina, en la cual el Estado dedica sus esfuerzos a pagar el 80% de interés a la renta especulativa -la tasa más alta del mundo- y aumenta en forma sideral las tarifas de gas, luz y agua, servicios indispensables para la vida”.
  • “Politizar la producción de las mujeres es la forma de que se caiga este modelo de saqueo porque este modelo solo se puede sostener si se invisibiliza nuestra explotación. Politizar significa decir: las mujeres no vamos a seguir siendo la zona de sacrificio. Politizar significa asumir que vivimos en un continente rico, sin recursos escasos: el extractivismo es el que produce la pobreza que padecemos”.

 
Nuestro tiempo y nuestra vida
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¿Qué es el tiempo? comienza preguntando Karina Peruch, guatemalteca experta en estadísticas. Didácticamente, explica el sentido cultural, sexual y productivo que tiene ese tiempo en nuestra época: “Cualquiera de nosotras puede decir exactamente cuál en su horario de trabajo en una oficina, pero difícilmente podrá decir cuánto tiempo le insume por mes lavar los trastos”.
“El tiempo es un recurso escaso”, dirá Peruch para explicar cómo las mujeres si lo gastan en tareas cotidianas (10 mensuales horas en lavar trastos, precisa) lo pierden de invertir en conocimiento (estudiar, leer, capacitarse), descansar o participar de la vida política. Eso, explica, tiene nombre: se llama desigualdad.
¿Qué es la vida? interroga luego la economista Sonia Escobedo. La respuesta llega de su larga experiencia con mujeres de comunidades originarias guatemaltecas con las que ha reflexionado sobre las consecuencias de los modelos neoliberales, los cuales describe como una “macro opresión con múltiples e imbricados procedimientos extractivos”. Nos recordará Sonia que ya hemos aprendido duramente qué significa para nuestras vidas la reducción del Estado o las privatizaciones de servicios, pero que nos es más difícil reconocer cómo la prédica neoliberal “arrasó con nuestra capacidad de soñar otras formas de producción y de vida y la esperanza de transformación. El despojo incluye no poder imaginar un mundo diferente”.
Para recuperar esos horizontes las comunidades hicieron memoria. Y desde esa memoria comenzaron a analizar las batallas actuales. “el patriarcado nos quiere en casa, pero el capitalismo nos quiere trabajando para otros.” No es una paradoja, porque el resultado es la acumulación de explotaciones. Para escapar a esta encerrona, hay que abrir la postal y mirar nuestras vidas como parte de algo enorme. Sonia lo llama “la red de la vida” y la muestra en una diapositiva que describe el tejido que nos une a todo lo vivo. “Lo que se mueve y lo que no se mueve, lo visible y lo invisible”.
“Como Humanidad no somos ni todo ni lo más importante”, nos recordará Sonia, antes de compartir cómo han trabajado un concepto ancestral y eterno, aquel en que “los tiempos no tienen tiempo ni el orden, orden”. Son los tiempos comunitarios, aquellos que nos crian, nos sacuden y nos mecen.
 
Palabra clave: autonomía
 
La mexicana Patricia Rodríguez, integrante del Instituto de Estudios Económicos de la UNAM, señala lo inútil que es hablar de “la brecha salarial” en estos tiempos. Para demostrarlo comparte unos gráficos que demuestran que la pobreza no tiene sexo: los salarios peor pagos son los más igualitarios. “Sabemos, también, que aquellas mujeres que pueden lograr un mejor salario no siempre tienen soberanía sobre el manejo de ese dinero”. Propone entonces que la Economía Feminista proclame la autonomía económica como bandera, porque de esa forma pone el dedo en las llagas a drenar: no solo en la producción, sino en la distribución; no solo en la igualdad, sino en el poder. “Proclamar ´igual trabajo, igual pago´ no es lo mismo que exigir una redistribución de la riqueza social, un concepto que incluye -además de la equidad salarial- el reconocimiento del trabajo de cuidados, por ejemplo”, apunta Rodríguez. Y concluye: “Reconocimiento y retribución: eso es autonomía”. La economista Natalia Quiroga completa: “Estamos hablando de una autonomía comunitaria y territorial porque la autonomía nunca es individual, siempre es colectiva”.
Es la hora de la pausa y de las frutas. Bananas, ciruelas y manzanas.
Luego, el segundo round, que incluye enseñanzas para politizar la olla, entre otras sabrosas recetas.
 
Masticando resistencia
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Gladys Alfaro llega desde Chiapas, México, para compartir su experiencia con la Red de Mujeres, un tejido bordado por trece organizaciones que batallan contra la violencia femicida y el despojo de sus territorios. “Nuestro aporte es cómo vivimos. Tenemos una concepción del tiempo contraria a las manecillas del reloj capitalista. Lo menos importante para el sistema es lo más importante para nosotras. Es vital para nosotras indagar qué pasa con nuestros cuerpos, así como qué pasó con nuestras comunidades antes de nosotras. No somos cuadradas ni verticales. Nuestra tarea es politizar la vida cotidiana de las mujeres. Preguntarnos todos los días: qué queremos hacer y qué no queremos. Y responderla pensando en el bien común. Queremos justicia, paz, democracia, sí. Y comenzamos a construirla en lo concreto: en la olla. Comer sanamente es nuestra resistencia. Producir nuestra comida comunitariamente, procesarla y compartirla todas juntas. No alimentar ni al patriarcado ni al capitalismo es politizar la olla porque eso representa disputar la reproducción de la vida. Comemos sanamente y estamos más sanas.  Nos enfermamos menos porque comemos mejor. Eso lo vemos y lo sentimos: es un indicador de que estamos caminando hacia una vida digna”.
Alejandra Bonilla integra una organización de mujeres mayas campesinas. De allí trae una pregunta: “ ¿Por qué a las empresas no les importa fumigarnos con veneno?.”
Comienza entonces a trazar el recorrido de cómo llegamos a este desquicio y también señalando la trinchera para resistirlo: la cocina.

  • “El concepto colonial sobre cómo ubicaron nuestros espacios: centro/periferia. En esa concepción nos ha afectado nuestra forma de pensar. Por ejemplo, necesitamos referentes para pensar lo que nos pasa, o nos da temor pensar rompiendo. Asi posicionan nuestros territorios y nuestros pensamientos. Ubicaron nuestros pensamientos en oposición al desarrollo, al progreso. Lo moderno son los otros. Ese centro tiene la verdad, y todo lo que se por fuera es subordinado”.
  • “Otro concepto colonial: lo importante, lo válido es una visión del mundo los bienes. Las vidas deben estar al servicio de esos centros. Los territorios deben ser sacrificados para construir una hidroeléctrica: el progreso dice que ahí tiene que vivir una hidroeléctrica y no nosotras”.
  • “Desde la gran invasión colonial empezó el gran despojo que tiene hitos o momentos donde el centro absorbe los bienes, cuerpos, vidas. Hay resistencia también. Pero algo está pasando ahora. Las compañeras me preguntan: ¿por qué ahora estamos sufriendo esta avanzada contra nuestros espacios? Esas relaciones se dieron antes, pero no tan agresivas. Se trata de una gran avanzada, muy agresiva, de despojo. Quieren tragrarse todo: nadie puede quedar afuera de la reproducción del capital trasnacional”.
  • “Las comunidades son peligrosas por eso: porque no reproducen el capital transnacional. Y el punto es que esa autonomía es resistencia e insubordinación”.
  • “Las poblaciones ven destruir sus territorios todos los días, pero el resto lo nota recién cuando es noticia que arde el Amazonas, aunque todos los días en nuestra América se talan árboles, se contaminan las aguas y se envenenan los suelos”.
  • “Hay una relación directa entre las políticas que padecemos y lo que hacen las mineras, petroleras y el agronegocio, que son las prácticas de esa economía de muerte. En esa economía de muerte nos va quitando no solo la tierra o bienes, sino nuestras formas de pensar y de hacer”.
  • “Nosotras tenemos otra relación con la naturaleza. En todas las comunidades tuvimos prácticas de producción colectivas. ¿Cuántas quedaron? Pocas. Las actividades colectivas van desaparecieron porque se fomenta la individualización Y así, de poco, se produce la destrucción del conocimiento: el uso medicinal de las plantas, el cultivo de ciertos alimentos, la forma de producir agricultura sana. Hemos visto cómo en zonas dónde hasta hace diez años se producía maíz sano hoy ya no se sabe cómo hacerlo. Son conocimientos que si no se transmiten durante tres generaciones, se pierden. Ese conocimiento, nos dicen, no es ciencia”.
  • “Nuestros cuerpos, nuestras vidas, son expresión de conflicto en los territorios. Son cuerpos de campesinas e indígenas enfermas por los niveles de contaminación, por tomar agua contaminada, por haber deteriorado la dieta, por comer en lugar de frijoles, pan de trigo. Son cuerpos que sufrieron la violencia de las avionetas fumigando venenos”.
  • “Las políticas y el despojo de recursos hoy tienen una manera agresiva de terminar con lo poco que nos queda. Por ejemplo, el sistema que controla la salud animal (Senasa), persigue nuestra producción de gallinas y cerdos bajo el supuesto de que contamina las producciones agroindustriales. Otra: el Estado promueve una ley de registro de todas las semillas. Significa entregarle a ese Estado protector de monopolios la base de datos genética de todas nuestras comunidades. Es la desaparición de los bienes comunitarios. Las semillas deben ser libres como las mujeres: esa es ahora nuestra consigna.”
  • “¿Qué hacemos entonces? Organizamos intercambio de semillas. Altares de semillas. Y en esta batalla, la cocina es nuestra trinchera: todas las personas deben cocinar. La cocina es un espacio muy importante para la vida y hay que darle el valor político que realmente tiene. Cocinamos para fortalecer la siembra en defensa de la biodiversidad”.

 
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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