Nota
Generación Hamlet
La película No-reconciliados (nadie sabe lo que un cuerpo puede) es un ensayo documental que puede verse como relativo a la memoria, a los derechos humanos, o a la simple capacidad de enfrentar la realidad. Durante dos horas, revisita cinco estaciones del imaginario cultural universal. No se trata de cualquier recorrido, sino del central, al que quizá por eso mismo llamamos «clásico». El español Marcelo Expósito coloca así, en su debido contexto, las preguntas que plantea sobre una experiencia a la que estamos acostumbrados a pensar localmente, incluso en cuanto relato político e histórico. El tema es la construcción de la identidad, como tarea, pero sobre todo como dilema. Resulta lógico, ahora que Marcelo nos lo mostró, que su película comience el recorrido por la figura de Hamlet. Aunque no cualquier Hamlet, como él explicará luego.
Pero aún no contando con toda la información que se ha puesto en juego en este documental, lo que se ve alcanza y sobra para provocar la primera sensación que produce este trabajo: la perspectiva que abre otra gramática, ese horizonte que solo el arte despliega sobre los problemas en que nos hunde el cotidiano.
En la siguiente escena, cuando la cámara asciende a la terraza del Hotel Bauen, recuperado por sus trabajadores. ¿Qué se ve desde allí? O mejor dicho ¿por qué ver desde allí el arte, la memoria, las vanguardias? Marcelo lo responde en el film: «El arte es una empresa que debe ser recuperada por sus trabajadores».
El hilván posterior se teje sobre experiencias que unen el arte y la política o expresan lo político del arte. Cada una de ellas será a continuación explicitadas por Marcelo en el cuestionario que a continuación puede leerse. Justifica esta tarea extra que le pedimos el hecho de que esta película está construida en pliegues: debajo de cada imagen hay capas y capas de información, que el tiempo fue cubriendo con el polvo del presente.
Así es la memoria.
Así, comenzar a desandar el actual debate sobre la memoria a partir de la puesta de la obra Máquina Hamlet por el grupo El Periférico de los Objetos (estrenada el 5 de septiembre de 1995 -en plena fiesta menemista- en la sala el Callejón de los deseos, del Abasto) enuncia por sí solo lo que Marcelo viene a plantearnos: el rol de arte en la construcción de la resistencia incluye el territorio político del imaginario estético de cada época. Y quizá esa sea su tarea excluyente.
Marcelo señala, también, otro dato que se torna obvio solo cuando él lo revela: la obra se estrenó el mismo año en que se fundó la Asociación Hijos. Nos permite pensar, así, en lo que representa esta Generación Hamlet y en el peso que sobrellevó al tener que responder, inexorablemente, por el crimen de sus padres. Las formas en que se produjeron esas respuestas forman parte de las siguientes estaciones, que concluyen con una inquietante visita al Parque de la Memoria, el símbolo de la representación institucional de ese dilema.
No reconciliados, revisitado (preguntas y respuestas)
Responde Marcelo:
«Lo primero que me parece necesario comentarte es la dificultad que encuentro para ubicarme en la posición correcta desde la cual afrontar este diálogo. Tengo la impresión de que responder a algunos de los temas que planteas requeriría estar situado en una subjetividad mucho más atravesada biográficamente por los problemas a los que apuntas, y seguramente mis comentarios no puedan sino emplazarse más bien en una situación que no deja de ser oscilante. En el sentido biográfico, la mía no deja de ser la posición de un europeo que ha recorrido en estos años un acompañamiento de ciertos problemas argentinos, con una mirada por tanto que alcanza seguramente a comprender alguna que otra complejidad, pero que de ninguna manera puede impostar una identidad con las subjetividades que tales problemas configuran. Esta obviedad creo que tiene que ser resaltada a la hora de hablar de la manera en que opera el discurso de la película No reconciliados, puesto que ello señala uno de los problemas centrales de toda la serie Entre sueños (a la que No reconciliados pertenece), serie que versa sobre la emergencia reciente de formas de articulación entre las políticas de movimiento y la práctica del arte.
El problema es en este orden de cosas cómo encontrar el punto de vista justo: un punto de vista implicado y participativo que asuma al mismo tiempo la existencia de una distancia inevitable frente a los procesos que son el tema de estos trabajos.
Producir un discurso formalizado en artefactos tan sobrecodificados culturalmente como son un libro o una película, supone aceptar (me parece a mí) una ambivalencia consustancial a dichos artefactos: oscilan entre su funcionalidad al interior de los procesos políticos, y su alienación circunstancial con respecto a los mismos; convirtiéndose, en el peor de los casos, en una suerte de «opinión» externa o una representación distanciada. Seguramente no puedo sino responder a las preguntas que planteas dialogando con ellas desde ese equilibrio oscilante sobre el que también el vídeo se sostiene.
1) Acerca de Hamlet, la identidad y los espectros:
La generación Hamlet, por así llamarla, ¿es aquella que está obligada a dialogar con los espectros de sus padres? (estoy pensando en HIJOS, pero como representación de todos aquellos que en forma explícita o no deben construir hoy su propia identidad política-cultural) ¿Qué hipótesis tenés con respecto a las dificultades, pero también a las posibilidades que implica este diálogo, que en realidad parece condenado al monólogo interior? ¿Cómo tornarlo social, comunitario? ¿Qué rol cumple el arte en este sentido?
El motivo inicial de mi acercamiento al asunto que planteas era el compartir esta pregunta generacional: qué ha sido necesario operar en la política autónoma de los últimos, pongamos, quince años, para producir nuevos tipos de experiencias y experimentaciones políticas que superasen la historia del aplastamiento del ciclo de conflicto «del 68» y la larga travesía del desierto de las décadas de 1980/1990, sin «repetir» esa historia. Ése es uno de los motores que hacen funcionar el conjunto de la serie Entre sueños. Y en el caso argentino, yo sentía una atracción fuerte por la experiencia de la generación que dio lugar en los noventa al ámbito político de la agrupación HIJOS, por encontrarla en muchos aspectos cercana a la de nuestra generación política en España. Salvando muchas distancias, la descripción coincidente puede resumirse así: en ambos casos se vivió el ciclo de conflicto de los años sesenta/setenta condicionado por situaciones de dictadura militar, la salida de las cuales a un proceso de democratización se produjo simultaneando tres factores: el hundimiento del ciclo de conflicto «sesentayochista», la entrada en un régimen de libertades formales sobredeterminado por una comprensión fuertemente institucional y antiparticipativa de la democracia, y la sistematización de un tipo de hegemonía neoliberal que iba más allá de la dimensión estrictamente económica para atravesar la configuración subjetiva de la sociedad; todo ello bien suturado por el discurso de la «reconciliación»: es necesario superar lo acontecido en el pasado para que la sociedad pueda desarrollarse mirando hacia adelante.
Me parecía que la generación de los HIJOS hubo de realizar el siguiente ejercicio de virtuosismo político que de alguna manera tuvo que ser puesto en práctica también en nuestra experiencia allá en España: recuperar actualizando críticamente el pasado político de los sesenta/setenta de una manera no nostálgica, al mismo tiempo reaccionando frente al asfixiante consenso neoliberal. Y me sentía también muy identificado con la forma en que la articulación entre esos dos proyectos se dió acá. Por una parte, esa actualización crítica se puso en práctica mediante una vindicación de los puntos fuertes de los proyectos políticos del ciclo precedente, pero también mediante metodologías fuertemente innovadoras que (tal y como yo lo veo) contienen implícitamente una crítica a ciertos procedimientos y configuraciones de la izquierda de los años sesenta y setenta. Por otra parte, para zafarse de la camisa de fuerza del consenso neoliberal hizo falta adoptar como metodologías básicas de irrupción en el espacio público la acción directa y la desobediencia civil. Dicho con otras palabras: me parece que fue necesario volver a poner el cuerpo en la acción política, haciendo que fuera éste el que hablase y se mostrase como un espacio fundamental del conflicto, planteando al mismo tiempo ese conflicto en términos de colisión entre lo legal y lo legítimo.
¿Qué rol ha cumplido el arte en estos procesos? Fundamentalmente, me parece a mí, las generaciones que han reinventado la política autónoma o de movimientos a través de los años noventa lo han hecho mediante la incorporación de herramientas fuertemente innovadoras en la modelación de su política. El caso de la generación de los HIJOS resulta de los más luminosos en ese orden de cosas. Y uno de los componentes importantes de esa dinámica de innovación política -y ésta es la hipótesis que algunos sostenemos no sin riesgo- ha consistido en la incorporación estructural a esos movimientos de herramientas clásicas de la vanguardia artística. La experimentación del escrache se corresponde en muchos puntos con las experimentaciones con formas de acción directa comunicativa que se han dado simultáneamente en otros lugares. Creo que No reconciliados parte de esa hipótesis, intentando mostrar cómo la incorporación de esas herramientas de experimentación formal que han sido históricamente características de la vanguardia del arte han ayudado literalmente a configurar aspectos del movimiento por los derechos humanos en Argentina desde los años ochenta. Me parece a mí que el punto crucial de innovación reside en ese punto: la manera en que ciertos movimientos ponen en práctica modos de experimentación con las formas (sobre todo con las formas de irrupción en el espacio público) que constituyen una actualización de una parte importante de aquello que en las vanguardias históricas no pasó en muchos casos del estadio de prototipo o hipótesis.
Sobre cómo se pueden haber producido dichos tipos de incorporaciones, no se puede sino discutir largamente. Yo tengo una hipótesis: la actualización de las herramientas de experimentación formal de las vanguardias históricas en ciertas prácticas de movimiento ha sucedido sobre todo, no porque esas herramientas hayan sido transmitidas por las instituciones del arte -por los museos o la historiografía hegemónica, los cuales más bien han sofocado o silenciado el potencial político de las vanguardias-, sino más bien porque las experimentaciones vanguardistas han ido silenciosamiente convirtiéndose en la segunda mitad del siglo pasado en una especie de sentido común de las contraculturas. (Fue el libro de Raúl Zibechi sobre los movimientos argentinos de los noventa uno de los primeros que me reveló -antes de comenzar a venir a este país- el fundamento contracultural que da lugar a la generación de los HIJOS.)
A pesar de todas las diferencias que separan las experiencias de un lugar y de otro, ésas eran las hipótesis de las que partía para acometer un acercamiento a la política de una parte de la generación argentina de los años noventa; hipótesis que me ofrecían elementos que reconocer también en el tránsito que me es propio y en recorridos que he podido conocer en otros lugares. Ahora bien: con respecto al diálogo con la generación anterior, obviamente, el elemento que produce una diferencia abismal entre la experiencia de los HIJOS y otras como la mía, es que el diálogo con la generación de los padres se produce aquí atravesado por la literal aniquilación de la vida previa: de la vida política tanto como de la vida en un sentido literal.
¿Cuáles son los fantasmas de esta generación, qué representan? (puede resultar obvio, pero siempre es bueno mencionarlos) ¿Y la memoria? ¿Cúal es la relación posible entre memoria y miedo, es decir, entre la lucha contra la impunidad y el terror eterno? (pienso en Astiz ostentando, en el primer día del juicio a la ESMA, el libro Volver a matar, un verdadero acting siniestro).
Yo no puedo pretender saber exactamente qué representan los fantasmas para lo que tú llamas -al hilo de mi película- la generación Hamlet. Sí te puedo decir que el motivo de haber realizado una película es mi convencimiento de que experiencias como ésta necesitan ser contadas más bien en imágenes, enfatizando la ambivalencia que toda imagen contiene: una imagen es un artefacto mostrador al mismo tiempo inefable. En este punto sí que he pretendido atacar la cuestión de una manera que dialogase muy críticamente con la forma que en la Argentina encuentro que es dominante a la hora de narrar la experiencia de los movimientos mediante la imagen. A la formalización de imágenes políticas que tienen un poder de mostración explícita y que al mismo tiempo producen una conmoción subjetiva fuerte que atraviesa la subjetividad desde el preconsciente -el siluetazo es uno de los casos más obvios-, se debería corresponder con modos de representación que hagan algo más que reducir esa potencia política de las formas de los movimientos. El documentalismo o el reportajismo de imágenes planas, sin profundidad, donde no se deja hablar a la imagen, donde la palabra política sobrecodificada ahoga la capacidad de observar del espectador, puede responder a una función táctica e inmediatista de tipo informativo o de agitación que no ignoro, que comprendo y que respeto. Pero también me parece que es necesario hacer resaltar el contraste entre, por un lado, la potencia que las imágenes producidas por los movimientos tienen de expresar sin verbalizar, y por otro, la cosificación de esa expresividad que produce el documentalismo.
Palabras como «memoria», «miedo» y «terror», que tú mencionas, me parece que sitúan claramente la experiencia política en el territorio del cuerpo, de la subjetividad. El acting del genocida Astiz que me describes me recuerda por qué me sobrecogió la puesta en escena de la Máquina Hamlet del Periférico de Objetos, cuando pude verla en un registro en vídeo hace poco más de un año: entendí que la contundencia de su propuesta consistía en tener el valor de operar directamente con lo siniestro en el corazón de la fiesta menemista. Estaba ahí, bajo la risa bobalicona del consenso. Había en esa puesta en escena, me parece a mí, una patada lanzada directamente a la jaula de cristal que encierra el consenso, para hacerla estallar. Una de las funciones que la figura del «Hamlet» tiene en mi película conecta precisamente con eso: cómo el arte puede crear situaciones en las que experimentar directamente con lo siniestro y lo inefable, al mismo tiempo politizándolo. O dicho de otra manera: cómo la experiencia estética puede contribuir a la politización mediante un tipo de experimentación con la subjetividad que no consiste exactamente ni solamente en un proceso de toma de conciencia. Que consiste más bien en desanudar la configuración subjetiva normativa, para dejar al cuerpo en un estado momentáneamente disgregado, en un estado de dispersión, de desajuste, a partir del cual es posible producir una subjetivación política nueva. No sé si suena demasiado abstracto lo que trato de explicar: pero si uno ha pasado por la experiencia del escrache y también por la puesta en escena del Periférico, y hace el esfuerzo de ponerlas en relación (como mi película propone hacer), intuyo que puede conectar aproximadamente con lo que trato de expresar. Cabe recordar que el año en que se estrena la Máquina Hamlet versionada por el Periférico es el mismo año en que se funda la agrupación HIJOS.
Yo creo que el Periférico entendió perfectamente la manera en que la dramaturgia de Heiner Müller (el autor de Die Hamletmaschine) ataca de frente a la dimensión siniestra del terror que conlleva la vida bajo el totalitarismo, y al mismo tiempo el estado de estremecimiento que sacude a una sociedad en estado de conflicto. Müller se enfrenta a todo eso porque sabe de la necesidad de politizar esas dimensiones de la subjetividad y de la vida social que no se manifiestan estrictamente mediante la palabra; y también que tales dimensiones no son politizables solamente mediante la toma de conciencia.
Un comentario final en este punto: la experiencia del terror puede ser inefable, pero también está enraizada en condiciones históricas y políticas concretas. Las versiones del Hamlet que en mi película se utilizan (la de Müller, la del Periférico, la de Kosintsev), son apropiaciones del clásico de Shakespeare que lo sacan del ensimismamiento o de la abstracción humanista, para hacer uso de él más bien con vistas a ejercer intervenciones políticas en contextos específicos.
Acerca del Bauen y la recuperación del arte por parte de los trabajadores. Ascendemos de tu mano al piso 18 de un hotel sin patrón para observar primero una tormenta, y luego un destello del arte concreto argentino. ¿Ésa es tu propuesta: poner el cuerpo alli? ¿Qué debería rescatar de los escombros el arte local? ¿Por dónde debería pasar esa recuperación? ¿Qué significa reconocerse trabajador para un artista? Es decir, ¿cuál es su trabajo? (entendido como tarea, como producción, pero también como proceso)
Sí, ésa es exactamente mi propuesta. Si se quiere expresar de manera casi chistosa, como el vídeo enuncia en uno de sus textos: el artista ha de ejercer una recuperación de los medios de producción que le corresponden, tal y como los trabajadores hacen con los suyos. En el caso argentino, durante mis venidas acá me han hecho comprender la complejidad casi desconocida de la experiencia del movimiento de arte concreto en los años cuarenta y cincuenta. Te lo digo de una manera brutalmente simplificada: la exposición de Yente y Prati que tuvo lugar en el MALBA durante los meses pasados me parece un caso de libro de normalización historiográfica de un proyecto utópico vanguardista para convertirlo en la singularidad local de un pictorialismo simpático. Uno puede pensar que la politización contemporánea pasa por ignorar lo que sucede en el MALBA. Es correcto. Yo considero en todo caso que la politización contemporánea pasa también por que quienes nos consideramos herederos de la tradición del arte de vanguardia recuperemos su empresa utópica para reactivarla -arrancándola tanto de las manos de las élites como de su banalización masificada- articulándola con otros procesos de politización más complejos.
El diálogo que mi película intenta establecer (y que en realidad está tan sólo anotado en el Acto 1º, el que tu mencionas que se filma desde el BAUEN) se dirige más bien a Tomás Maldonado y a su trayecto intelectual: a la manera en que su experiencia inicial en el ámbito de la vanguardia concreta argentina se transforma, una vez emigrado a Europa, en la conformación del diseño gráfico como una práctica institucional diferenciada del trabajo artístico y puesta al servicio, en última instancia, del desarrollismo neocapitalista europeo después de la Segunda Guerra Mundial. Leí textos de Maldonado muy inspiradores, en los que ejercía una autocrítica en retrospectiva de la manera en que ese proyecto se podía considerar fracasado: en su origen partía de una profunda ambigüedad, en el sentido de que claramente el capitalismo europeo necesitaba -progresivamente, cada vez más desde la década de 1950- que los artistas y otros experimentadores formales contribuyesen a su reflotamiento, y éstos pensaban poder hacer uso de la expansión de la producción y el consumo europeos tras la postguerra para extender también el proyecto utópico de transformación de la subjetividad social mediante la experientación con las formas de los instrumentos de la vida cotidiana. Sabemos a qué ha llevado eso: tanto a reforzar el carácter del capitalismo en tanto mecanismo de sustracción de las formas difusas de la innovación social, como a expandir la estetización de la política y de la vida social. (Naomi Klein la pegó bien cuando en No Logo revelaba con toda claridad el poder de «la marca», la realidad del capitalismo convertido en un diseño, una imagen, en un signo, en una estética.) El trabajo que el arte político tiene que hacer hoy es revertir ese tránsito histórico que recorrió una parte de la vanguardia. Invertir los procesos de estetización de la sociedad y de la política que configuran subjetividades cosificadas y alienadas, para poner las formas de innovación y las fuerzas de creación a producir modos de subjetivación no alienantes.
2) Acerca de Máquina Hamlet: ¿Por qué recuperar esa experiencia? En su momento, representó muchas cosas, entre ellas la dificultad de la vanguardia de entrar en sincro con el público («El día del estreno, la mitad nos puteó y la mitad nos aplaudió de pie», nos recuerda Veronese). Desde la perspectiva dominante, expresa esa imposibilidad de consenso. Entonces, ¿cuál es el rol de las vanguardias artísticas? ¿Qué representaba esa propuesta en momentos de consagración del menemismo como imaginario cultural? «Vosotros, genios de crimen» aullaba Ofelia en esa puesta. ¿Qué implicancias, efectos o derivaciones tiene esa «genialidad criminal», de la que somos víctimas y testigos?
Godard explicaba que a partir de un determinado momento dejó de hacer películas para unir al público, para empezar a hacerlas más bien con el nuevo objetivo de dividirlo. Decía algo así como: una pareja va al cine para ver una historia de amor, de donde consideran que saldrán más unidos. Mi tarea es hacer que salgan más desunidos, para que puedan comprender que lo que les separa es la lucha de clases.
No conocía esa descripción que Veronese hizo de la reacción del público el día del estreno: pero si fue como él describe, me parece entonces que la obra resultó incluso más eficaz de lo que yo intuía que fue. Creo que tus preguntas contienen el molde de la respuesta: lo que supongo que representaba esa propuesta en el momento de consagración del menemismo no era otra cosa que una actualización de la función de la vanguardia como maquinaria de ruptura del consenso. No reconciliados no es un título elegio al azar. Es una cita del segundo film de Straub y Huillet, de 1965, en el cual, a través de una adaptación sui generis de un relato de Heinrich Böll, se ponía en escena literalmente un atentado fallido contra una imagen alegórica del consenso entre los poderes económico, militar y político que, mediante la política de la «reconciliación» (es decir, del olvido de los crímenes nazionalsocialistas y de la compleja relación de la sociedad alemana con ellos), hicieron posible la restauración capitalista en la Alemania occidental bajo el régimen de Adenauer. Se da la circunstancia de que esa expresión forma parte también de la manera en que HIJOS han acabado habitualmente desde los noventa sus documentos y sobre todo sus declamaciones públicas durante los escraches: «No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos«.
La manera en que ese pensamiento de la no reconciliación se ha venido expresando en las obras de arte de vanguardia durante la modernidad, es precisamente mediante la no reconciliación de los elementos que componen la obra. La obra de arte de vanguardia es tradicionalmente una obra contundentemente antinaturalista: desgarrada, donde los elementos conviven en situación de colisión y conflicto, sin ver naturalizada ni normalizada ni suavizada la relación entre ellos. Ésa es una de las formas tradicionales que la vanguardia utiliza para producir la experiencia de conmoción subjetiva y para materializar el pensamiento anticonsensual, la voluntad de no reconciliarse. (Ésa es, por ejemplo, la manera en que -ya que me preguntas por la puesta del Periférico- éstos adaptaron la obra de Müller: en lugar de que los actores declamaran el texto, éste se leía de seguido al comienzo de cada escena por una voz en off, escindido de la actuación de los personajes; los cuales, a su vez, estaban desdoblados, su subjetividad desgarrada: eran los muñecos y también las personas que los manejaban visibles en la escena.)
Creo que lo que mi película intenta es, modestamente, poner en conjunción esas formas diferentes de la no reconciliación, articulándolas de una manera que no normalice ni de por evidentes la relación entre todas ellas; sino que más bien genere resonancias internas entre los direntes casos y situaciones.
Por último, cuando la peli menciona aquí «la política del espíritu» ¿a qué apunta?
La película se puede considerar la adaptación de dos textos: uno supuestamente literario, la obra de teatro de Müller, y el otro supuestamente teórico, Espectros de Marx de Derrida. Pero sucede que el texto literario tiene una fuerte componente reflexiva y política, así como, a la inversa, el texto teórico habla de cómo el discurso político marxiano se expresaba mediante una componente literaria. Derrida entrecruza su lectura del Manifiesto comunista con la figura de Hamlet: inevitablemente, porque el motor inicial de ambos textos es la aparición de un fantasma. Una parte importante del libro de Derrida se desarrolla poniendo en filigrana el análisis de conceptos tan aparentemente ajenos a la retórica política clásica como: fantasma, espectro, espíritu, aparecido/desaparecido, conjura/conjuración, etc. Lo que creo que Derrida viene a develar es que no es posible pensar ya más una política que no se haga cargo de la figura del fantasma. (Supongo que más bien quiere decir que debió ser siempre así, a pesar de que la cosificación del lenguaje político que ejercieron los partidos comunistas intentó por todos los medios ocultar o hacernos olvidar que la política moderna revolucionaria tiene uno de sus comienzos en la conjuración de un fantasma: el que convoca el Manifiesto). Conocer más de cerca la experiencia de HIJOS me convenció por completo de ese hecho. También la del siluetazo. Me parece que en ambos casos se asume que la experiencia política comienza con una conjura.
3) Acerca del siluetazo. No hay posibilidad de metáforas en aquello que propuso esta acción: que el cuerpo de desaparecido sea puesto por el del manifestante. A la genialidad del terror se le opone esta genialidad del arte pensado desde lo colectivo, que «recupera» el espacio público como territorialidad social. Estamos, justamente, en momentos de otra recuperación: el poder institucional intenta retomar el control del espacio público. ¿Qué representa esta batalla? ¿Qué significa poner el cuerpo hoy? Lo digo en el sentido del subtítulo de la pregunta que plantea el subtítulo de tu película ¿»cuánto puede» un cuerpo? Es decir, cuando la batalla contra la impunidad es tan larga e imbricada como en Argentina, la pregunta tiene varias implicancias políticas, por ejemplo: ¿cuánto puede un cuerpo generacional ocupar el de la anterior?
No estoy seguro de si debo expresar públicamente una opinión sobre cuestiones que atraviesan de tal manera la conciencia de la sociedad argentina, y que me consta que trazan varias líneas divisorias tanto en el interior de esta sociedad como específicamente en el campo de los movimientos. Sí puedo quizá ofrecer dos comentarios que creo que en mi película están implícitos.
El primero: señalas que la batalla por la impunidad en la Argentina está siendo larga. A mí me parece que, más allá del éxito concreto de los castigos concretos a los genocidas (castigos que constituyen, en este punto no me llamo a equívoco, una meta irrenunciable), la complejidad y continuidad de esa batalla en torno a la memoria y al juicio y castigo está teniendo durante años unos efectos sobre la sociedad argentina que dispara conflictos y configuraciones subjetivas enormemente más ricas, abiertas y complejas que la mera dicotomía en la que se encuentra atrapada la misma cuestión en España, pongamos por caso: por una parte, la aceptación celebratoria del discurso de la reconciliación; por otra, la frustración de no poder hacer prácticamente nada en contra. Sólo en los últimos años (¡a 25 años de la muerte del dictador y a 60 del fin de la Guerra Civil!) los movimientos llamados «por la recuperación de la memoria histórica» están generando un cierto terremoto psicosocial a través justamente de una hibridación entre la desobediencia civil y la conjuración de un fantasma: la localización y la apertura de las incontables tumbas anónimas en las que yacen enterrados NN decenas de miles de víctimas de la postguerra franquista.
El segundo: me parece a mí que el caso el Parque de la Memoria es significativo precisamente por lo que tiene de complejo. Me resulta difícil ver en qué medida lo que sucede en la Argentina se puede reducir a una sola imagen, la del poder institucional intentando ocupar el espacio público. Las nuevas políticas institucionales sobre el espacio público, y específicamente lo que respecta a las políticas sobre la memoria, no me parece que sean unidireccionales: en muchas de ellas toman parte sujetos que anteriormente estaban con los dos pies en el campo de los movimientos, y en este orden de cosas (la memoria, el juicio y castigo) tengo la sensación más bien de que está conformándose, de una manera muy cambiante, un campo institucional y un campo de movimientos que no son estrictamente excluyentes uno con respecto al otro, ya que están ambos atravesados a su vez por múltiples líneas divisorias. Asistí a una preapertura del Parque de la Memoria en 2007 y las escenas que se produjeron hablaban por sí mismas: presentación pública del proyecto adelantándose por poco a la asunción de Macri, halagos de una parte importante de los asistentes (me cuento entre ellos: el diseño arquitectónico del Monumento así como su reconfiguración del espacio de la costanera me parecen extraordinarios: hablo en el sentido formal, arquitectónico), y escenas de Madres llorando que cortaban la respiración (con insinuaciones de que la forma del Parque recordaba excesivamente a la de un cementerio). Lo cierto es que, como mi película creo que muestra bien, ya existe desgaste material en un dispositivo arquitectónico que todavía no ha sido formalmente abierto al público: no hay una manera más irónica de cumplimiento de la idea inicial del Parque y del Monumento entendidos como formas abiertas y en proceso permanente de construcción.
A mí me gustaría pensar que la posibilidad de establecer políticas institucionales y públicas con respecto a los conflictos en torno a la memoria pueden pasar por ahí: por abrir nuevos espacios que amplíen y renueven ese conflicto, que se mantengan en proceso sin congelarlo, aun a costa de perder algunos aspectos de las formas clásicas que han adoptado en el pasado dichos conflictos (incluyendo la forma de sus movimientos). Es, en cualquier caso, un comentario que ofrezco con mucha cautela y mucho respeto por las diferentes opiniones que me consta que este tema suscita.
¿Porqué citás a la película Silvia Prieto, de Martín Rejman? ¿Qué recupera ese planteo?
El film Silvia Prieto me pareció, aun dentro del carácter semiclandestino que parece ser que tuvo su aparición -conozco a muy poca gente que en el momento del estreno la viera-, un verdadero signo de época. Los personajes de los jóvenes que se van arrastrando sobreviviendo en su precariedad de clase media condicionados -sin cuestionarlo- por el clima de celebración menemista, el ambiente de anestesiamiento general caracterizado por el consumo de marcas y el entontecimiento ejercido por los medios de comunicación, son un telón de fondo que a mi modo de ver contrasta con la gravedad que en el fondo revisten las cuestiones de la búsqueda de la identidad y la figura del doble, que también aparecen en la película. Los fragmentos de Silvia Prieto, en el Acto 4º de mi vídeo, se van articulando progresivamente con la descripción de las condiciones que dieron lugar al surgimiento de HIJOS. Para la música de ese pasaje utilicé un fragmento del primer tema del primer disco del grupo Suárez (cuya cantante era Rosario Bléfari, actriz que encarna a Silvia Prieto), que lleva por título «Hora de no ver»; el cual me pareció un buen título para un pasaje de la cinta que trata sobre la tensión entre saber y no saber, recordar y no recordar, ver y no ver, que se da en ese periodo en torno a los conflictos sobre la memoria. Existe otro film sobre Hamlet que utilicé para mi vídeo: la versión de 1976 del español Celestino Coronado, filmada durante su exilio en Gran Bretaña. (Es decir, casi simultáneamente a la muerte de otro genocida, el general Franco; y en el mismo año del golpe militar en la Argentina). Es un Hamlet extremadamente particular: dos actores gemelos hacen las veces de Hamlet y el fantasma de su padre; de manera que Hamlet y el padre son uno, pero también son un solo Hamlet de identidad desdoblada. De nuevo se trata de varios referentes que no están ligados por una conexión literal pero que se muestran tramados en filigrana para poder ser leídos en sus resonancias y contrastes.
4) Acerca del arte callejero. ¿Qué rol cumplió para escapar del estigma de la víctimización? ¿Qué representa la víctima como arquetipo político? ¿Se puede plantear un escenario de batalla entre esas formas del arte y el imaginario que se intentaba imponer desde lo que denominás tevé asco? ¿Qué rol jugó el escrache en la recuperación del tejido social? ¿Qué representan estas herramientas para la construcción de otras formas de lucha contra la violencia institucional?
Mi propósito al venir a la Argentina por vez primera en 2005 era realizar un vídeo de la serie Entre sueños que tratase singularmente el caso de los grupos de arte callejero ligados a la agrupación HIJOS y la práctica de los escraches. Como algunos de esos grupos han ido teniendo progresivamente más visibilidad -incluso internacional- por su propio nombre, y dado también que a lo largo de los años han dejado prácticamente de tener relación con esas prácticas políticas concretas, acabé por decidir que elaborar un vídeo solamente sobre el caso de los grupos y los escraches, podría contribuir fácilmente a reproducir algunos lugares comunes que fuera de la Argentina se tienen sobre la experiencia política previa y posterior a diciembre de 2001. El problema que se planteó fue cómo hablar de esos grupos en tanto en cuanto constituían una experiencia concreta -y muy relevante- de articulación entre arte, activismo y política de movimientos, pero al mismo tiempo atravesando la especificidad de esos casos para acabar desembocando en el territorio más general del tránsito de politización generacional de los años noventa.
Lo que todos los grupos (Arte en la Kalle, de Rosario; Grupo de Arte Callejero y Colectivo Etcétera, de Capital) vinieron a decir en el desarrollo de nuestras conversaciones se resume así: estudiábamos o teníamos interés por el arte; la vida bajo el menemismo era insoportable, asfixiante; comenzamos a salir de las instituciones del arte o partimos de no trabajar con ellas, para utilizar las herramientas de creación formal como instrumentos de ocupación de la calle, del espacio público; llegó un momento en que caímos en la cuenta de que no podíamos seguir haciéndolo solos: comenzamos un acercamiento al espacio de la agrupación HIJOS, un espacio político generacional en construcción; participamos en el trabajo de esas agrupaciones colaborando en la producción de un tipo de expresividad nueva, diferente a la de las generaciones previas, cuya memoria no obstante reivindicábamos; esa producción creativa de imágenes acababa siempre por modelar herramientas y artefactos que literalmente se nos escapaban de las manos: pasaban al común, y su circulación continuada de mano en mano reconfiguraba no solamente las formas originales que habíamos producido colaborativamente, sino incluso su uso y su significado político.
Es la mejor síntesis que se me ocurre hacer de lo que he entendido que fue el papel de esas prácticas de innovación formal y de producción simbólica acá en la Argentina en los noventa. Resumen que por otra parte refleja la experiencia que en muchos otros lugares ha sido la propia de las prácticas del arte político colaborativo, de la guerrilla de la comunicación, de acción directa comunicativa, etc.
Los escraches, en su dimensión simbólica, material, práctica, significante, comunicativa, expresiva, etc., creo que han constituido uno de los ejemplos más rotundos de la articulación que antes mencionaba entre herramientas innovadoras de la experimentación formal de la cultura de vanguardia y la contracultura, con la modelación también experimental de un movimiento social. La producción del escrache como acontecimiento también, a mi modo de ver, constituye uno de los casos de política del acontecimiento más complejas de estos años: en su interior se articulaban procesos de toma de conciencia con esa figura del shock que Benjamin identificaba en las prácticas de la vanguardia europea de entreguerras (en la modelación de acontecimientos dadaísta o en el impacto del montaje de atracciones). Evidentemente, nada de esto sucede así porque alguien se siente en una mesa a diseñarlo: resulta complejo y casi misterioso el motivo por el que circunstancialmente se produce esa alquimia de la cual surge algo tan potente, no es fácil saber por qué suceden repentinamente ese tipo de confluencias y de resonancias que dar lugar a un artefacto político de tal calibre.
5) Acerca de la cooptación institucional de la memoria. Acá tampoco hay metáforas. Una vez más, la maqueta arquitectónica representa el dilema: ¿cómo no olvidar? ¿Quién cierra y quien abre las políticas de la memoria? En la primera escena, nos situamos frente la mar, de espaldas a las ruinas. En la última, estamos frente al río, de espaldas a otras ruinas: las de un monumento a la memoria que ni siquiera se inauguró. Regresamos a la generación Hamlet. Para que ese círculo no sea una trampa, sino una reflexión ¿cuál es la pregunta que debemos formularnos parados en medio de la tempestad actual?
Mi problema con el enfoque sobre la cooptación de las políticas de movimientos, en este caso particular y también en otros, lo he venido a expresar más o menos antes: creo que se trata de una imagen que reduce lo que muchas veces constituyen resonancias conflictivas en el interior del campo institucional, y también del de los movimientos, de procesos que no son meramente verticales. No me atrevo a decir mucho más sobre esta cuestión, que me consta produce quiebres profundos en la actual situación argentina.
Sí me animo a contar lo siguiente: filmé el Parque de la Memoria, ya finalizando la producción del vídeo, entre noviembre y diciembre de 2008. Y acabando también la postproducción, volví a ver casi por casualidad el Hamlet de Kosintsev, y me quedé boquiabierto: encontré que contiene un par de imágenes de una rompiente sacudida por la tormenta, con un banco de piedra frente al mar, casi exactamente en los mismos encuadres que yo había tomado en el Parque, al final del recorrido del Monumento, allá donde el terreno modificado penetra literalmente en el agua mediante una plataforma. Decidí montarlos al inicio y al final de la pelicula. Al comienzo tenemos a Hamlet, se podría decir que siendo invitado por el brazo del fantasma del padre a tomar asiento en el banco de piedra frente al mar. Al final tenemos los bancos del tramo final del Monumento vacíos, sobre el mirador que se adentra en el agua y que nos deja por tanto frente al Río de la Plata, dentro de él. En la sencuencia final de la película evité al máximo incluir textos escritos y voces; lo que predominan son las imágenes del cielo y el mar, progresivamente tormentosos. Los únicos textos que se leen, son los que se incluyen en varias tomas con los nombres y datos de desaparecidos, en las placas que están adosadas a las paredes del Monumento. Pensé que era mejor dejarlos hablar con ese lenguaje inefable que expresa un paisaje cuando ruge con furia, una vez que, a esas alturas, resulta ya imposible obviar la dimensión y las condiciones históricas que nos han llevado hasta ese lugar (condiciones que la película se encarga largamente de explicar durante dos horas), dejando también abierta la posibilidad de que el espectador se sienta invitado o no a ocupar ese banco vacío desde el que dialogar con la rompiente. Me parece que en la película se alcanza un clímax en el que el rugido surge como un estrépito del interior del agua, dejándonos abocados a restablecer un diálogo directo con esa imagen; el monumento queda atrás y en el fondo no es un problema importante, no tiene por qué condicionar un nuevo diálogo frontal con la rompiente, por más que ese monumento forme parte del recorrido histórico que nos ha llevado de vuelta a la orilla. Pero todo esto se trata más bien de lo que yo sentía cuando montábamos ese final. Hay personas han expresado, en las presentaciones de la película, sentir e interpretar otras cosas.
Nota
El escenario y la vida: el universo Cárdenas
Dos obras teatrales de un mismo autor nos invitan conectar con su universo personal: Martín Flores Cárdenas, dramaturgo y director, no se define como actor pero actúa, o como prefiere decirlo “está en escena”. El duelo por la muerte de su abuelo, la propuesta para montar una obra en Brasil y lxs amigxs como tesoro y sostén son algunos de los temas que aborda en No hay banda; mientras que en La fuerza de la gravedad el desafío fue escribir una obra y dedicársela a una amiga actriz, que se convierte en la protagonista. Cómo llevar la vida al escenario —o el escenario a la vida— para que la experiencia traspase la propia piel.
Fotos: Nora Lezano
“No creo que sea teatro documental. Tampoco una conferencia performática. En realidad, no es nada”, afirma el dramaturgo y director Martín Flores Cárdenas. Se refiere a su obra No hay banda, primera entrega del ciclo Obras Truncas, que está actualmente en cartelera junto a La fuerza de la gravedad, otra de sus producciones. Ambas transcurren en Casa Teatro Estudio, tres palabras que definen lo que sucede en Guardia Vieja 4257. Martín vive en la parte de arriba, pero aclara que la sala teatral es como si fuera una extensión de su casa: “Como lo son las obras, también, forman parte de uno: extensiones o sucursales de uno”.
Desde 2019 y junto al escenógrafo brasileño Ruslan Alastair Silva coordina esta sala artística del barrio de Almagro. “Es un espacio —cuenta Martín— que da la posibilidad de experimentar, sobre todo, nuevas formas de producción. Y eso, a veces con suerte, genera cosas reveladoras en el lenguaje escénico. Reveladoras para nosotros. Lo que más nos interesa es ir por caminos alternativos a los que ofrece la lógica de ´el mercado´. O al menos, tratar de producir sin que esas lógicas contaminen lo que hacemos. Es una sala re chiquita que permite crear sin presión de fechas ni, no sé… de objetivos económicos”.
No hay banda y La fuerza de la gravedad podrían encuadrarse en las clasificaciones de teatro documental o de “conferencia performática”. También como un biodrama, docuficción o teatro autobiográfico. Vamos a hacerle caso a Martín y dejaremos de lado las etiquetas que definen el género de una obra teatral. Sí vamos a decir que ambas abren una puerta —en sentido literal y simbólico— y nos permite instalarnos allí con agrado. Son invitaciones a navegar por un rato en el universo personal de quien las sintió, las escribió y puso el cuerpo en escena para contarnos parte de su vida. Y esa parte incluye la muerte de un ser querido: su abuelo.

Banda sonora
Imposible no identificarse con este duelo y sus reflexiones, incluso las más bizarras en un contexto de pérdida reciente, porque también hemos tenido esos pensamientos absurdos que dispara el dolor. Martín utiliza recursos eficientes para su narrativa, nos distrae, nos distiende, y nos vuelve a traer a una zona donde la piel se eriza y el corazón cruje. “No hay banda apareció como posibilidad de desobturar la escritura. Por más que quisiera escribir otras cosas, siempre aparecía aquella obra trunca como un tapón. Un duelo mal hecho que esta nueva obra me ayudó a atravesar. Como me parecía imposible ensayar solo, busqué un dispositivo que me contuviera. Me junté con amigos a armar los videos, a grabar los audios. Y, texto en mano, empecé a leer la obra a amigas, amigos. A mostrar lo que había pensado. Algo de esa combinación entre lo ultrapremeditado o realizado y la fragilidad del estar ahí y lo improvisado se volvió lo que es hoy la obra”.
La muerte de su abuelo y una llamada para proponerle montar una obra en Brasil. Ambas circunstacias sucedieron casi al mismo tiempo. El fin de una vida, el comienzo de un proyecto. “Me interesaba problematizar el concepto de existencia. Suena re pretencioso, ya sé. Un clásico. Pero bueno… Traté de ser honesto cuando la escribía y pensaba y trato de ser honesto ahora respondiendo esta entrevista. La existencia de una obra primero ¿Qué hace que una obra exista? ¿Dónde o cómo existe lo que imaginamos? ¿En qué momento una obra empieza a ser y cuando muere o termina? Y desde ahí poder dialogar con la relación entre existencia y materia. La existencia de aquellos que murieron y cuya falta generó una obra. Y la materialidad del cuerpo en general y del autor en particular que, bueno, en este caso soy yo. Que no soy actor pero estoy en escena. Me gusta decirlo así: estar en escena. Porque de alguna manera plantea o propone algo ¿Qué es estar en escena? ¿No es actuar acaso? Pensar el cuerpo en escena. Autor que escribe e interpreta. No hay límites o bueno… Esa es otra pregunta. Son muchas: no hay un sólo tema o eje, como verás”.
En los próximos meses No hay banda se va a presentar en Madrid, en el Festival Iberoamericano de Cádiz y en Alicante, España. “Tanto No hay banda como La Fuerza de la gravedad se hacen cuando se puede. El público tiene que estar atento a las fechas que aparecen en Alternativa Teatral. Porque como tenemos estos viajes pueden estar una semana sí y a la siguiente no y así”. Martín asegura que ambas obras tuvieron procesos muy diferentes y comparten dos elementos en común: el lugar desde donde fueron creadas y que no se puede determinar una fecha de estreno ya que comenzó a mostrarlas y se fue sumando público.


El otro como un territorio a descubrir
La fuerza de la gravedad es una pieza teatral cuya materia prima es la ternura. Un abrazo que nos incluye a quienes estamos sentadxs frente a la actriz Laura López Moyano y su pila de hojas A4 de las que irá descubriendo hilos de vivencias con la amistad como protagonista. Martín: “Apareció primero como una idea. Yo hacía mucho tiempo quería hacer una obra para mis amigos. Y tenía la idea de este dispositivo en la cabeza. Pero recién cuando se me ocurrió que Laura podía ser la amiga que pondría el cuerpo me puse a escribir. Es una obra dedicada a mis amigxs pero sobre todo a ella. Las ideas son ideas… Están ahí. Gracias a ella, a que existe y es mi amiga, existe esta obra”. La amistad como territorio a descubrir, como un vínculo necesario y elegido. “Quería hablar del vínculo con la otredad. No me gusta cómo suena esa palabra pero creo que es la que le hace más justicia. No hablar sólo de la amistad. En todo caso, usar ese vínculo misterioso para mí, para hablar de otros vínculos. La relación con la naturaleza, el planeta o el espacio. Poder pensar al otrx como un territorio desconocido. Y que mi relación con ese cuerpo me constituye”.
Sin espoilear diremos que el final de esta obra es un momento infinitamente disfrutable, de regresión al universo infantil, ese paraíso que puede no estar perdido si se lo sabe buscar. ¿Cómo se elabora en la escena lo personal y lo ficcional? ¿Te sentís cómodo trabajando con esos elementos? “No sé si es cómodo. Justamente por eso es divertido, supongo. O útil para hacer algo. Lo pienso en relación a mí pero también a Laura. Para ella no fue fácil ni cómodo. Pero lo quiso hacer, lo encontró o encontramos necesario. Forma parte del trabajo. Cómodo no era y justamente por eso nos dieron ganas de encararlo. Esa decisión nos permite meternos en lugares nuevos, propios o bueno… singulares, me gusta decir. Claro que hay otras de formas de hacerlo. No sé: nosotros elegimos esta”.
En ambas obras lxs amigxs están presentes, colaboran, aconsejan, observan, actúan. ¿Qué significan en tu vida tus amigxs?
Difícil responder esta pregunta. Todo lo que pienso suena mal. Me gusta la idea del amigo como algo que también es uno. Una parte de mí. Soy mis amigos, también. ¡No! Soy con mis amigos. Sin ellos no soy. Eso. Pero también con los otros. Los desconocidos. Estamos todos comprometidos. Los gravísimos problemas ambientales, sociales, económicos que sufrimos deberían hacernos tomar consciencia. Te lo digo a vos y me lo digo a mí que como ciudadano o terrícola no soy ejemplo de nada, la verdad. Pero bueno. Tenerlo presente, pensarlo me ayuda a hacer algo… Por el otro, otra. Hacer un poco más. Algo que nos vuelva menos mierda. Como amigos, como habitantes de este mundo.
Casa Teatro Estudio
Guardia Vieja 4257, CABA
No hay banda
Lunes, 20.30 hs, hasta el 9/10/23
La fuerza de la gravedad
Sábados, 18 y 20.30 hs, hasta el 7/10/23
@tatofc
@moyanolaura
@casateatroestudio
Nota
Radiografía de un Estado autoritario: Jujuy y los derechos humanos bajo la lupa
Limitación en el acceso a la justicia. Modificación de la estructura jurídica. Represiones y cacerías que violan derechos humanos, y estándares internacionales. Persecución a la protesta. Impunidad de las fuerzas policiales. Violación a los derechos indígenas. Compartimos aquí un resumen del informe final sobre la violación a los derechos humanos en Jujuy, que llevó a cabo la Misión de Solidaridad Internacional y de Derechos Humanos en visita a cinco localidades. Un diagnóstico de un Estado local anti democrático y autoritario: “El Estado se constituye como una organización que controla y organiza todo, legitimando la destrucción de cualquier organismo de control y/o de participación ciudadana, asumiendo el poder casi absoluto”. La descripción de las violencias, y el llamado al juzgamiento de la cúpula del gobierno por la comisión de graves delitos. Mientras, el Malón sigue en Buenos Aires, con sus integrantes encadenados al Congreso de la Nación a la espera de respuestas.
El domingo se cumplirán 100 días de aquel viernes 16 de junio en que el Tercer Malón de la Paz se constituyó como tal y partió desde Abra Pampa hacia la capitalina San Salvador para impedir que se vote la reforma constitucional, que no había sido consultada con las comunidades originarias, ni con el resto de la población jujeña.
Anteayer, integrantes del Malón que se encuentra en Buenos Aires desde el 1 de agosto, se encadenaron al Congreso de la Nación e iniciaron una huelga de hambre para exigir que los reciban y, sobre todo, que desde el Poder Legislativo se dé una respuesta al reclamo de la intervención federal de la provincia, “por haber impuesto una nueva constitución y para que cese la represión”.
En este sentido, en las últimas horas se conoció el informe final sobre la violación a los derechos humanos en Jujuy, que llevó a cabo la Misión de Solidaridad Internacional y de Derechos Humanos, integrada por un conjunto de organismos de Derechos Humanos como el SerPaJ, la CORREPI, la Convención Americana sobre Derechos; además de organizaciones sociales y sindicales. La comisión estuvo presente en las localidades de Abrapampa, Tilcara, Maimará, Purmamarca, San Salvador de Jujuy y Perico, desde el 16 al 26 de junio de 2023, para “hablar directamente con las víctimas; escuchar los reclamos que dieron lugar a la protesta y ser testigos presenciales de situaciones concretas de violación a los derechos humanos por parte del gobierno jujeño y a protocolos nacionales e internacionales en el accionar de las fuerzas policiales”.
CONTEXTO
En el documento recientemente presentado a la sociedad, se busca contextualizar el presente, yendo hacia unos años atrás: “Eduardo Alfredo Fellner, se desempeñó como gobernador de Jujuy, entre 1998-2007 y 2011-2015. Durante su última gestión se desarrollaron importantes protestas sociales. En diciembre del 2014, como respuesta política a las protestas en curso, la legislatura de Jujuy sanciona la ley 5806, conocida popularmente como Código Contravencional. El Código Contravencional comenzó a regir durante el gobierno de Cambia Jujuy, con Gerardo Morales como gobernador, en enero del 2016”. Esa legislación reconoce como contravenciones formas históricas de ejercer el derecho a la protesta social, como la permanencia en el espacio público y la obstaculización del tránsito vehicular. Afirman: “Desde su aprobación, fue utilizada como instrumento para labrar actas contra quienes se organizan y protestan. Desde la llegada de Cambia Jujuy al gobierno de la provincia se fue incrementando la violencia estatal hacia la protesta social, lo que se puede verificar en los siguientes hechos”. Enumeran:
1. Persecución y encarcelamiento a opositores políticos, particularmente a dirigentes sociales.
2. Modificación de la superestructura jurídica provincial con el claro objetivo de limitar el ejercicio a la protesta y favorecer una importante cantidad de negocios.
3. Impunidad de las fuerzas policiales provinciales como forma de garantizar cohesión interna, lo que se evidenció en el crecimiento de violencia política, institucional y de género en la vida cotidiana. Su peor exponente fue el crecimiento de femicidios impunes.
4. Violaciones a derechos propios de las comunidades originarias.
FUERA DE CONTEXTO
En relación al despliegue represivo del Estado provincial, “la misión pudo constatar que impera entre los mandos y la tropa una lógica bélica impropia de las fuerzas de seguridad de un Estado que se pretende democrático, inclusivo y respetuoso de los Derechos Humanos”. Reafirman: “No fue difícil corroborarlo. Si el objetivo inmediato de la guerra es la eliminación del oponente, la manera en que actúan las fuerzas represivas en Jujuy remite inmediatamente a ese concepto. Se impone reiterar el carácter probadamente pacífico de las movilizaciones populares, que a lo sumo cuentan con poderío defensivo como toda ‘arma’. Esto en evidente diferencia a lo que ocurre desde las líneas de las fuerzas de seguridad”. Sintetizan lo que ocurre:
a) El incumplimiento de los estándares internacionales para el uso de armas letales y no letales, durante las movilizaciones y detenciones.
b) Atentados contra la vida y la integridad física.
Profundizan: “En territorio la misión pudo constatar claramente dos formas de atentar contra el bien jurídico más importante que posee cualquier ordenamiento legal: la vida. En primer lugar, la utilización de armas no letales (término relativo, lo correcto sería pensar en armas de menor lesividad) disparadas a distancias mortales. La Misión identificó que durante las protestas se empleó uso de perdigones (de goma) y bombas lacrimógenas a la cabeza y tórax, a corta distancia, incumpliendo con los estándares internacionales en materia de uso de armas. Se acudió al empleo de la fuerza y armas de fuego no letales en contextos de pacificidad, donde las movilizaciones transcurrían normalmente su curso sin ningún tipo de disturbios, como primer recurso a la hora de intentar disuadir disturbios, es decir, no se priorizó la elección de medios no violentos. También se verificó que se utilizaron motos y caballos para imponer verdaderas cacerías humanas, corriendo y acorralando a los manifestantes, para luego golpearlos, pisarlos y finalmente detenerlos”. Sentencian: “Es decir que la implementación de medidas extraordinarias fue utilizada como plafón para violar los derechos humanos y las libertades civiles. Se ha perforado el piso mínimo indispensable de derechos fundamentales al atentar contra la vida y la integridad física de población civil indefensa”-
La inhumanidad recolectada, continúa: “Reiterados testimonios referían a la imposibilidad de asistir a centros de salud o de atención médica por temor a ser detenidos o imputados por participar de las movilizaciones. La misión constató la presencia de 28 agentes policiales en hospitales, luego de las represiones, lo que tuvo como consecuencia que las personas heridas no se acercaran a solicitar un servicio de salud, pasando días sin ser atendidos agravando su salud. Mayor gravedad reviste la decisión del gobierno jujeño de impedir la atención de heridos por parte de las ambulancias presentes donde se desarrollaron las represiones. Tanto en Purmamarca como en San Salvador, los servicios de ambulancias tenían la indicación de no atender heridos”. Agregan: “Constatamos heridos que sufrieron mala praxis, que no han sido registrados y que se ha negado información a los familiares cuando se acercaban a preguntar por ellos”.
Desde la Misión de Solidaridad Internacional y de Derechos Humanos concluyen que “atento a los testimonios y las pruebas recolectadas, esta forma de represión no se encontró dirigida hacia aquellos actos que causaban daño intolerable a terceros, sino al propio acto de la protesta social o la adopción de un plan de vida solidario que implica la participación en acciones de protesta. La declaración de una testigo que narra cómo desde la legislatura salen personas de civil encapuchadas que prenden fuego autos y luego regresan a refugiarse junto a las fuerzas policiales, es un ejemplo de lo manifestado. Esto también puede constatarse en todas las intervenciones represivas de las fuerzas policiales, donde sin mediación previa se iniciaron acciones represivas sobre los manifestantes, con prácticas generalizadas para provocar lesiones sobre los mismos”. Complementan: “Otro hecho que reviste extrema gravedad es la presencia de personal policial de civil infiltrado en las manifestaciones. La sistematicidad en la utilización de este recurso, quedó irrefutablemente confirmada a través de diversos testimonios e incluso fotos y videos, donde se puede identificar a personal del servicio penitenciario. La intervención de estos grupos en las protestas se caracteriza por la ausencia de identificación, es decir, visten de civil, y se infiltran generando disturbios e incitando a contextos violentos durante las manifestaciones. Estas acciones generan motivo suficiente para la utilización arbitraria de la fuerza. Una vez iniciada la represión, los grupos cambian de tareas, pasando a funcionar como refuerzos para las fuerzas policiales en las calles”.
LA (IN)JUSTICIA Y LOS TRES PODERES ALINEADOS
El informe considera que la represión y la criminalización de la protesta son las dos formas violentas en las que las autoridades provinciales se encuentran reaccionando de forma sistemática ante aquellos que participan en las manifestaciones. “Entendemos por criminalización a la utilización del sistema penal contra la protesta social, como parte de una estrategia política que utilizan los tres poderes de Jujuy para presentar ante la sociedad la lucha por los derechos sociales como delitos y a los sectores que las promueven como delincuentes o pertenecientes a facciones políticas que atentan contra el sistema democrático, con el fin de inmovilizar y amedrentar a aquellos que se organizan y se manifiestan”. Vuelven a enumerar:
1–detenciones arbitrarias sin comunicación de las mismas a los familiares o sin paradero durante más de 10 horas;
2–rechazo a recibir denuncias por parte del Ministerio de la acusación;
3–ausencia de defensores oficiales o coerción a los detenidos por parte de los mismos para que firmen acusaciones y hechos en el Penal de Alto Comedero;
4–incriminación a los manifestantes de delitos de sedición, tentativa de homicidio, resistencia a la autoridad, etc, por el solo hecho de estar presentes y con imposición de multas millonarias;
5–allanamientos sin órdenes judiciales;
6–habeas corpus que devienen en abstractos por no ser contestados en tiempo y forma;
7–violación a procedimientos judiciales,
La investigación deja a la vista que la imputación de cargos a manifestantes y dirigentes políticos “constituye una clara expresión de violencia política”. Ponen un ejemplo concreto: “Las y los defensores de los derechos humanos, incluyendo a las y los abogados defensores que prestan asistencia jurídica a otros defensores o a las víctimas de violaciones de derechos humanos, reciben continuamente amenazas, y se ven imposibilitados muchas veces del acceso a las comisarías donde se encuentran detenidos sus defendidos”. Y entonces manifiestan: “El Estado Argentino resulta responsable de la represión y criminalización de la protesta, atento al uso de la fuerza de manera ilegal, en forma innecesaria y desproporcionada, mediante ataques generalizados y sistemáticos hacia la población civil. Estas prácticas violentas del Estado no sólo violan los derechos humanos fundamentales de quienes participan en las protestas, sino que también son contrarias a los principios democráticos que deben guiar la convivencia social en un Estado de derecho. La institucionalización de la represión y la criminalización de la protesta social es la manera que ha desarrollado el Gobierno jujeño, en connivencia con los poderes Legislativo y Judicial, de castigar las manifestaciones sociales y políticas por reclamos gremiales y contra la reforma de la Constitución”.
CONCLUSIONES FINALES
Este documento no es la primera expresión del horror vivido y que se perpetúa en Jujuy. La mismísima Comisión Interamericana de Derechos Humanos allá por el 20 de junio había llamado al Estado “a respetar el derecho a la libertad de expresión, los estándares interamericanos del uso de la fuerza”, y a llevar a cabo un proceso de “diálogo efectivo, inclusivo e intercultural, en que se respete los derechos sindicales y de los pueblos originarios”.
El diálogo, sin embargo, no fue tal. El Informe Final de la Misión denuncia los ataques, las agresiones y las vulneraciones constatadas:
–Uso irregular de armamentos “no letales o de letalidad reducida” en contra de los
cuerpos de las personas manifestantes para dispersar protestas.
–Disparos horizontales de largo alcance en lugares residenciales y en contra el cuerpo de
los de manifestantes
–Lanzamiento de gases lacrimógenos al interior de viviendas.
–Detenciones ilegales, arbitrarias e infundadas de personas por la mera participación en
las protestas
–Tormentos y malos tratos, crueles, inhumanos y degradantes sobre personas detenidas
en el marco de las protestas y movilizaciones.
–Incumplimiento de la obligación de publicidad de los procedimientos policiales
–Uso irregular de facultades procesales para la detención y traslado arbitrario de
personas.
–Montaje de causas penales y posterior persecución judicial contra los/as participantes de
las protestas.
La Misión Internacional de Solidaridad y Derechos Humanos afirma que “el Estado argentino es responsable por la grave violación de derechos humanos de la población civil en el marco de la actuación represiva desplegada desde el 7 de junio del 2023 por las autoridades de la provincia de Jujuy en el territorio Jujeño. Gran parte de las vulneraciones, por su carácter sistemática y/o generalizada y dirigidas contra la población civil, tipifican delitos de lesa humanidad, previstos y sancionados por el derecho internacional de los DDHH en los tratados, convenciones y estatutos reseñados precedentemente, los cuales el Estado argentino ha suscrito y ratificado”.
Y concluye:
–El Estado de Derecho y el orden democrático en Jujuy se han visto gravemente limitados y afectados, suspendiendo garantías judiciales básicas y elementales.
–Al pueblo jujeño le asiste el derecho (constitucional y convencional) de protesta, de petición ante las autoridades y de ocupar el espacio público para ello. Así lo intentó ejercer, de forma pacífica. El ejercicio de la soberanía popular es inalienable y es un elemento constitutivo del Estado de Derecho y condición de la convivencia democrática.
–La existencia de un marco normativo que declare y/o reconozca los derechos ciudadanos implica inexorablemente las obligaciones del Estado de garantizar su pleno y efectivo goce. Las autoridades de la Provincia de Jujuy no sólo no los garantizó, sino que además llevó adelante una sistemática y generalizada acción lesiva contra la población civil.
–Las autoridades utilizaron de manera abusiva, arbitraria e ilegal de sus competencias, dirigiendo, ordenando y ejecutando acciones violatorias de los DDHH. El monopolio del uso de la fuerza que legalmente ostenta, fue desplegado abusivamente sin observar los criterios de proporcionalidad, racionalidad, legalidad y necesidad que les son exigidos a todo Estado de Derecho, democrático y respetuoso de los DDHH.
–El despliegue represivo del Estado ha significado la comisión de graves delitos tanto por acción u omisión de sus órganos ejecutivos y judiciales. No sólo no previno, sino que además propició graves violaciones a los derechos humanos y no inició las investigaciones correspondientes, ni mucho menos sancionó a sus responsables.
–Las autoridades de la Provincia de Jujuy deben ser investigadas por tormentos, abusos, persecuciones, amenazas, intimidaciones y otras conductas delictivas cometidas por sus fuerzas de seguridad regulares.
–Las autoridades deben ser investigadas ya que impidieron, limitaron y condicionaron deliberada y violentamente la participación política, el derecho de reunión y el derecho a la protesta.
–Las autoridades de la Provincia de Jujuy y sus agentes deben ser investigadas atento a que las graves violaciones a los derechos humanos constatadas, configuran delitos de lesa humanidad.
Y así finalizan el Informe Final de 75 páginas, que compartimos debajo en su totalidad: “Nos encontramos con un Estado Provincial que modifica su superestructura jurídica y política en clara coalición con el marco establecido por la Constitución Nacional y los tratados internacionales suscriptos por el Estado Nación. Y no solo eso. El Estado se constituye como una organización que controla y organiza todo, legitimando la destrucción de cualquier organismo de control y/o de participación ciudadana, asumiendo el poder casi absoluto. Limita el acceso a la justicia a la par que acusa casi sin necesidad de tener prueba alguna, o lo que es peor aún, convirtiendo en delito el ejercicio de la democracia plena. El gobierno de Cambia Jujuy, con Gerardo Morales a la cabeza, ha iniciado un proceso de balcanización objetivo. Con sus acciones está fragmentado el Estado Nación, con una supremacía étnica que coloca a las comunidades originarias en un estado de sumisión absoluta o lo que es peor, como objetos decorativos para turistas interesados en ver un indígena en vivo y en directo. Sentado arriba de las importantes reservas de litio, se erige como un intermediario nativo al servicio del capital extranjero interesado en los recursos naturales de la región. Para lograrlo, organiza el Estado de acuerdo a intereses foráneos; prepara las fuerzas represivas para custodiar esos negocios y ubica familiares y amigos para controlar cada milímetro de la sociedad jujeña. Estas afirmaciones podrían ser tomadas como subjetivas por aquellos que no quieran ver lo que está a la vista de todos: la gente de a pie está atemorizada frente a un gobierno que avasalla todos y cada uno de los derechos que nuestro pueblo, con sus históricas luchas, con sus resistencias a dictaduras, y con 30.000 desaparecidos, supo conquistar. Hay fotos, videos, notas periodísticas, decretos, acciones de gobierno, que se suceden unas a otras siguiendo una única lógica: la entrega de recursos naturales con la vida de los que habitan esas tierras”.

Nota
Femicidio de Iara Rueda: confirman las condenas a perpetua
El Tribunal de Revisión de Jujuy confirmó la sentencia que condenó a prisión perpetua a Mauricio Esteban Abad y Raúl Arnaldo Cachizumba por el femicidio de Iara Rueda. Además hay un tercer implicado: Tomás Fernández, que fue declarado como autor y que por ser menor de edad al momento de los hechos su pena debe ser resuelta por una jueza de menores. La familia aún espera otra resolución judicial que busca condenar a los policías que no investigaron el femicidio.
Por Natalia Aramayo
desde San Salvador de Jujuy
El Tribunal de Revisión de Jujuy confirmó la pena de prisión perpetua por el femicidio de Iara Rueda que había sido dictada el 12 de mayo de 2023 por el Tribunal en lo Criminal Nº 3.
Así quedó confirmado lo que en el pasado mayo habían establecido las juezas María Margarita Nallar y Ana Carolina Pérez Rojas, y el juez Mario Ramón Puig del Tribunal Oral en lo Criminal N°3: dos condenas a perpetuas y una declaración de responsabilidad penal con remisión al juzgado de menores para que se le establezca pena.
El Tribunal de Revisión, compuesto por las juezas Gisela Rita Macina, presidenta de trámite, y Claudia Cecilia Sadir y el juez Cristian Torres Magallanes, redactó el fallo con estas palabras: «El Tribunal rechaza los recursos de apelación interpuesto por la defensa y confirma la sentencia a Raúl Cachizumba y Mauricio Abad como autores materiales y responsables del delito de “homicidio doblemente agravado por alevosía y de una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”; como así también, la declaración de responsabilidad del menor al momento del hecho Tomas Fernández, del delito de “Homicidio triplemente agravado por el vínculo, por alevosía y de una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”, en carácter de autor».
En la calle se repitió la misma postal que se vio durante todo el juicio: la Multisectorial de Mujeres y Disidencias de Jujuy -compuesta por una multiplicidad de organizaciones, y otras familias- acompañó a la familia de Iara durante el proceso. Por eso Mónica, mamá de Iara Rueda, expresó al salir del Tribunal: «Quiero darles las gracias a todas ustedes, que nunca me dejan bajar los brazos, a ustedes y a las otras familias. Estas dos audiencias fue como revivir el asesinato de Iara de nuevo, pasamos el fin de semana teniendo confianza que se iba a hacer justicia, pero al mismo tiempo con angustia».
Sobre la confirmación de la condena Mónica dijo: «Se hizo justicia, quedó firme la condena y ahora a no bajar los brazos, falta la condena para Tomas Fernández, esperamos que la jueza de menores le de la máxima».


La historia de Iara Rueda
Iara Rueda tenía 16 años cuando el miércoles 23 de septiembre de 2020 salió de su casa para llevarle un trabajo práctico a un compañero de la escuela. Fue la última vez que su familia la vio con vida. Después de las 5 de la tarde no hay imágenes de ella: según las versiones oficiales las cámaras de seguridad no funcionaban por apagones de luz.
Cuando esa tarde Mónica llegó a su casa y no vio la bicicleta de su hija supo que algo le había pasado. Fue a la comisaría: no le tomaron la denuncia. La policía evadió todos los protocolos de búsqueda.
Ante la inacción policial, los y las vecinas del barrio se autoconvocaron para ayudar a la familia Rueda a buscar a Iara, y lo hicieron en intensos rastrillajes, de noche, sin luz.
En distintos puntos de la provincia se replicaron los cortes de ruta (algunos fueron reprimidos) que exigían que la busquen.
El cuerpo fue encontrado días después, el 28 de septiembre. Estaba atada de pies y manos. En ese lugar su familia construyó un altar.
El otro juicio
Además del juicio por el femicidio, la familia de Iara impulsó desde el primer momento la denuncia contra los funcionarios policiales que no aplicaron los protocolos de búsqueda tal como la legislación lo establece.
Mauro Cortez, Fabio Cruz, Hernán Vargas, Pablo López, Walter Ramos, Emanuel Valdiviezo, Daniel Ramírez y Laura Tapia, miembros de la policía y brigada de investigaciones de Palpalá, estaban imputados por “incumplimiento de los deberes de funcionario público” tras la denuncia de la familia de Iara. Hasta que a principios de este mes el juez Rodolfo Nino Fernández, del Juzgado Especializado de Control en lo Penal Económico y Delitos contra la Administración Pública, dictó el sobreseimiento. La familia de Iara Rueda presentó recientemente un recurso de apelación del que se espera resolución.
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