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Infierno en el paraíso

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El corte de ruta de los qom reclamando tierras que les pertenecen, terminó en represión, muertes, ranchos quemados y derechos humanos violados por el gobierno formoseño ante el silencio del nacional. Viaje a la lógica y los sueños de una comunidad que se cansó de ser paciente, entre el clientelismo, el abandono y la soja.
Publicada en Mu Nº41
El paraíso huele a madera quemada. En el tendedero de alambre hay un buzo pequeño, blanco con rayas marrones. “Debe ser de Andrea, la chica de Elías” murmura Colman, que mira entre los árboles hacia la ruta, atento a que aparezcan grupos policiales o parapoliciales. El buzo y el tendedero son las únicas dos cosas que no han quemado de la casa de Elías Jara. Colman señala hacia abajo: grandes hojas verdes de zapallos, que estaba cultivando Elías. Luego señala arriba: tres monos trepados a los árboles, a unos 15 metros de altura. Nunca ví monos fuera del zoológico o de las pantallas. Con dos movimientos mágicos, desaparecen entre el follaje. Están ahí, pero no los veo. Colman se divierte con mi asombro. Se escuchan una tórtola, las ramas, nuestros pasos, la respiración que se cocina a 35º. Una a una, recorremos en ese silencio las 16 casas quemadas del pueblo qom en la Colonia La Primavera. Infierno en el paraíso, el 23 de noviembre. Y todavía el olor. Cadáveres de ranchos, cadáveres de bicicletas, de colchones. Un montoncito de ceniza parece toda la ropa que tenía la familia. Salvo el buzo de Andrea. Con nafta y sopletes, las llamadas fuerzas de la ley de Formosa también dejaron aquí los cadáveres quemados de varias palabras. Miguel pone un ejemplo:
-¿Democracia? No hay para nosotros. Estamos fuera.
 

Infierno en el paraíso

Colman junto a la tumba de Roberto López, el qom muerto pr la policía hace un año


Kilómetro 1340
 
Desde Buenos Aires y otros centros urbanos, Formosa es una marginalidad, el límite de un mapa. Desde Formosa capital, Clorinda es una marginalidad, más al límite. Para Clorinda, Laguna Naineck es un punto pequeño, allá en el campo. Y allí había ido el hermano Colman Sanagachi a buscarme, en motoneta prestada, para ir más lejos todavía, a Colonia La Primavera, Qom Navogoh en idioma propio, ruta 86, kilómetro 1340, contando supuestamente desde el kilómetro 0, en Congreso.
Allí fue el corte de ruta de cuatro meses reprimido por la policía e integrantes de la familia Celía, en lo que fue una mezcla de provocación y emboscada, con resultado de decenas de heridos, 27 presos, muerte de Roberto López, varios qom con los que no pudieron, y un suboficial también muerto, Heber López.
 
¿Cuál es el centro?
 
A un costado de la ruta, en el monte, están las casas quemadas a la comunidad. En ese lugar de la ruta, sin señales, Colman dobla la motoneta por un camino de tierra. Hubo un chaparrón y varios tramos del angosto camino están anegados. Vamos a pie, porque Colman debe salir de la senda y empujar la moto por los pastizales, mientras voy haciendo patinaje sobre el barro. Mis buenas intenciones de ayudar no sirven. Nunca sirven, cuando no son prácticas. Ayuda más callar, no ser una carga, y evitar irse de culo al barro. Hacemos un kilómetro en motoneta cuando el suelo está sólido, otro patinando. Nos cruzamos con nenes descalzos y mamás en bicicleta que llevan bidones blancos para cargar agua, como cada día, en un aljibe que queda a dos kilómetros. Saludan con timidez y curiosidad. Belleza de sonrisas. Los bidones son de glifosato. Más adelante aparece un hombre amistoso: los qom no aprietan ni sacuden la mano ajena. Ofrecen la suya. No es blandura, sino una seguridad que no presiona al otro, un estilo de relación.
El hombre habla en lengua toba (así llaman los propios qom a su idioma). Colman explica la charla: “Atropellaron a un hermano en la ruta. Amigo mío. Apareció tirado. Ya me habían avisado por mensaje de texto”. Hace un movimiento horizontal con la mano como diciendo: muerto. Se endurece su gesto: “No creemos que es accidente. Lo quieren matar atropellándolo. Pasa muchas veces”. Celso Yogoday tenía 25 años, o 27, dice Colman. Seguimos el viaje resbaloso al corazón de la comunidad: un kilómetro 0 de la geografía del presente.
 
Lo que el blanco no entiende
 
Son 850 familias. Unas 5.000 personas que viven en 2.500 hectáreas y reclaman que se les devuelvan otras 2.600 que les corresponden por historia, y por ley. Cada vez que uno llega a una casa qom, alguien se levanta para ofrecer un bidón, un tronco, o una silla donde sentarse. Lo hace Juana, la mujer de Colman, después de acercarme su mano. Estamos a unos siete kilómetros de donde se produjeron el corte de ruta, la quema y la muerte. Juana tiene 25 años, 7 meses gestándose en el vientre y una intuición: será nena. Los qom hablan con los blancos un castellano sincopado, dulce y preciso, casi siempre en tiempo presente. No es su idioma materno, cosa que los blancos y blancas (criollos, dicen ellos) no logran o no quieren entender. Consideran “ignorancia” lo que en realidad es “bilingüismo”. Alex (6) y Natalia (2) me miran extrañados, inmigrante de palabras raras, artefactos periodísticos, y pies de barro. Empezamos la recorrida con Colman caminando unos 300 metros más por el campo. Elías Jara usa su única camisa, desgarrada por la policía, y por lo que alcanzo a ver su rancho está vacío. Se alza de la única silla de plástico que tiene y me invita a sentarme, pero hablamos de pie: “Estuvimos en el corte de ruta. Los cuatro meses. Primero pasó dos meses, entonces pensé hacer una casa allá. Llevé todo para vivir”.
¿Qué llevó? “Dos camas, tres bicicletas, tres colchones, una pala, un machete, sábanas, frazadas, la ropa. Todo quemaron”. Quedó el buzo de la pequeña Andrea, en el tendedero, pero nadie lo toca bajo la ilusión de que alguien alguna vez investigue algo.
¿Y qué reclaman? “Necesitamos muchas cosas. Pero lo primero, lo más importante, no lo entienden” dice Elías. “La tierra. Que nos devuelvan la tierra”.
 
Torta frita, sangre seca
 
Elías había hecho un hogar de madera de palma en un lugar sin luz ni agua, con la vecindad de sus hermanos, y la protección del monte. Era la forma de ocupar el territorio y mejorar la vida. ¿Y esta casa? “Este terreno es de mi suegra. Hace 11 años estoy acá. Somos mi señora, yo, cuatro hijos, dos nietos: ocho. Quiero vivienda. Ahora no tengo nada”. El único ingreso económico de la familia es un plan social de uno de sus hijos, de 225 pesos. “No alcanza, compramos harina y aceite, hacemos tortilla, nada más”. Tortilla es la célebre torta frita, alimento primordial y muchas veces único de muchas familias qom. “Allá planté zapallos y porotos en octubre. ¿Estamos en diciembre? En enero tenés frutos para comer. Pero la policía nos trató mal. Golpearon Mataron al hermano. En la cárcel de Laguna Blanca no pegaron, pero nos dejaron como asesinos: nos echaban agua, para no dormir. Yo tenía sangre. Mi campera está toda mojada de sangre seca”. Es de lo poco que le quedó. Tiene razón: la sangre la empapó, y endureció la tela.
Apresado y herido la tarde del 23 lo atendieron al día siguiente. Le dieron cuatro puntos, sin anestesia y lo mandaron a la casa, con el cuerpo entumecido a golpes y mojado de lágrimas por la muerte de hermano Roberto López. En la casa no hay agua: buscan con bidones en un aljibe a 1.000 metros. “Pero ahora no tenemos bici para llevarlos”. Cada bidón es de 25 litros, o sea que pesa unos 25 kilos. Necesitan dos por día. Elías señala a alguna parte. “Más allá pusieron caño de agua potable. Pero nunca trajeron el agua”. Y me explica: “El gobierno quiere derramar sangre. Es cosa muy desagradable. No quiere escuchar. Jamás vino nadie a hablar con los hermanos. Pedimos esto: devuelva la tierra que es de nosotros. Pero no quieren solucionar. Quieren matar”.
Baja el sol, tarde bellísima, mosquitos insaciables. Hay que hacer un baile raro y palmearse para espantarlos. Colman propone volver antes del ocaso.
 
Sapos XXL
 
La casa de Colman es una de las 100 nuevas y humildes viviendas construidas por el gobierno en la colonia de más de 800 casas. Y tiene luz eléctrica, de la que carece el 80% de la comunidad. No tiene agua. El techo de chapa deriva el agua de lluvia a sendas canaletas que bajan el agua hasta un aljibe, por un tubo. Esa es el agua que usa la familia. Arriba del aljibe hay una antena de televisión digital. Atrás de la casa hay un campo de algodón. “Antes había un estero. Desapareció. Cada vez hay menos agua”. Colman cobra plan social de 300 pesos, y su mujer uno de 150. La casita es un lujo en Colonia Primavera. “Fue así. Un hombre Hernando Gómez es la mano derecha del gobernador Gildo Insfrán en Laguna Blanca. Le dije: necesito casa. Siempre prometen, nunca dan. Contestó: con una condición. No vayas más con Félix”.
Félix Díaz es el referente de Colonia La Primavera, elegido por sus propios hermanos, que llegó a Buenos Aires después del desalojo, la quema y la muerte, para denunciar esos atropellos junto a organizaciones de derechos humanos, reclamando que la presidenta lo escuchara. El día de la represión, los integrantes de la familia Celía le dispararon. Félix les contestó con hondazos. “Es la gomera que usaba de chico para cazar pájaros para comer” explicó. “Él hizo como David frente a Goliat” dice Colman que como casi todos los qom de La Primavera, es evangelista.
Entramos a la casa. La televisión está encendida. Juana acerca arroz con algo de pollo. Los qom comparten. Los mosquitos siguen en guerra. La multitud de sapos desmesurados que se acumulan junto a la puerta no logra detenerlos. Colman enciende algo y la pequeña Natalia recorre la casita impregnándola de un humo penetrante. ¿Qué es? “Fuyí”. ¿Planta autóctona? No, son las tabletas celestes anti mosquitos. En La Primavera no hay aparatos para usarlas, y entonces Colman las quema como si fueran espirales, con resultados maravillosos. Natalia ríe. Juana se acaricia la panza.
 
Julia Roberts a control remoto
 
Sigue la charla: “Gómez me dijo que no vaya con Félix. Yo le dije: bueno. Me separé de Félix un tiempo. Dentro de mi pensé: siempre voy a luchar. Me dieron la casa, y entonces volví con Félix. Siempre estuve en el corte. Los hermanos me decían: quedate tranquilo, si ya tenés casa y luz. Pero yo no me quedo tranquilo hasta que todos tengan”.
Pasan una película con Julia Roberts. Juana bosteza. No tuvieron luz hasta hace dos años. Y la televisión es más nueva todavía: “Le había dicho a Juana: llegará el día en que tengamos luz y televisión con control remoto. Comimos menos, pagamos 18 cuotas de 76 pesos. Fue un esfuerzo. Lo tenemos”. Trago el arroz y mis críticas a la televisión, pero pienso que ese es el mecanismo del sistema para meterse en las cabezas –también- de los qom. Control remoto al revés. (Eso me pasa por leer demasiado ensayo, en lugar de mirar más Julia Roberts). Colman tal vez lea el pensamiento, y me mira fijo: “Tengo estas cosas. Pero ser aborigen, eso no cambia. Nunca va a cambiar”.
Vivió tres años en Tapiales, Buenos Aires, trabajando en una envasadora de verduras. “Cuando volví, no tenía luz y me daba un poco de miedo a la noche, algo que se mueve, un bicho, una víbora”, reconoce este hombre que, como sus hermanos, ha sabido enfrentar cortes, criollos armados, policías y gendarmes. Son las 10 de la noche y conviene despertar temprano. El pequeño Alex ha ido con un tío. Han preparado un cuarto para el invitado. El baño está fuera de la casa, se lo usa con agua de lluvia que Colman sube del aljibe. Brilla la Vía Láctea cruzando el cielo con una luminosidad que hipnotiza. Adentro hay otro brillo (que vi también en casas mapuche del militarizado sur chileno): Colman, Juana y Natalia espantan el miedo y duermen con el televisor encendido.
 
Héroes y tumbas
 
Salimos temprano. Colman había devuelto la moto a su tío Clemente, pastor pentecostal que relata: “Damos la palabra de Dios, la vida nueva. La mayoría es evangelista. La comunidad no entiende ni acepta al católico”. El sendero nos lleva al cementerio. Es un lote ondulado por los montículos. “Hasta 1990 o por ahí, se enterraba a los hermanos envueltos en mantas. Después vinieron los cajones”. Hay sólo dos cruces en decenas de tumbas. “Es que son de madera, se pudren con la lluvia”.
Me señala el lugar donde enterraron a Roberto López, muerto el 23 de noviembre, balas por la espalda, se seca los ojos, y seguimos el camino. Nos saluda un criollo de remera, Antonio, sacerdote católico de Laguna Blanca que venía a visitar a una señora: “Es cierto, son todos evangelistas, pero son todos cristianos” dice como hablando de una familia. “La soja está invadiendo todo y provocando el desmonte. Los sojeros no pueden comprar tierras de la comunidad, pero le alquilan a los qom”. Colman y Antonio me acercan a un lugar donde el monte desaparece y casi hasta el horizonte hay un mar verde, desierto de soja: “Y más allá hay algodón transgénico”.
 
Clientelismo trasngénico
 
Miguel Quiñisaguay después de mostrarme los moretones que le quedan del enfrentamiento con la policía, enumera: “Necesitamos salud, educación, agua, luz”. No son “necesidades básicas insatisfechas” sino derechos humanos violados. Agrega: “Y máquinas”. Feliciano Sanagachi: “Máquinas para cultivar, tractores. Esta tierra es linda. Pone maíz, saca maíz”. Hay tapioca, mandioca, zapallo, porotos. ¿Cuántos tractores para toda la colonia? “Uno solo no alcanza. Dos o tres”. Colman: “Y máquina para arar, disquear, sembrar y cosechar”. Una posibilidad más modesta aún: “Yo sé arar con buey. Pero toma mucha agua. Al mediodía si está cansado toma 50 litros. Si comparto mi aljibe con uno o dos bueyes, mi familia se queda sin agua”. Al no tener tres tractores para toda la comunidad, y ni siquiera bueyes, el diagnóstico tiene tres palabras: “Quedamos como esclavos”. Esclavos de muchas cosas. Por ejemplo:
1) El clientelismo político. “Uno planta algunas cosas para autoconsumo, pero dependés del plan social para comer” dice Rubén Díaz, 9 hijos. Los ancianos que tienen alguna pensión son los que más cobran, unos 600 o 700 pesos (y me cuentan que tienen que compartirla con hijos y nietos que ni plan tienen). El reparto de planes es obviamente condicionado. En elecciones, el voto cotiza a 20 pesos, según el tarifario del oficialismo de Gildo Insfrán. Hubo tiempos en que encerraban a los qom en galpones para liberarlos con la boleta en la mano. Ahora les toman el documento, los buscan con camiones, y les devuelven el DNI con boleta electoral oficialista. Cobran si votan.
2) La violencia blanca. La discriminación encierra a los qom en la comunidad. Benjamina es la mujer de Samuel Garcete, herido de un balazo en la cabeza el 23 de noviembre, convalesciente en Formosa, y nunca fue a verlo: “Tengo miedo de la policía”. El misterio de los qom –adulos y niños- atropellados en la ruta parece formar parte de un juego macabro (que los qom admiten como parte de lo cotidiano). Benjamina: “Mis hijos ya no van a la escuela. Miedo a que los persigan”. Hay amenazas armadas, tiros en la noche. Miguel: “Y el modo en que te miran o se ríen cuando te ven. Algunos criollos son amigables. Otros están contra nosotros. Nosotros no estamos contra nadie”. La violencia de estos tiempos forma parte de un conflicto en el cual las tierras ancestrales (reconocidas provincialmente, constitucionalmente, legalmente e internacionalmente) intentan ser birladas a los qom mediante artimañas y balas de plomo. El corte de cuatro meses pedía la devolución, en particular, de territorio que tras una turbia negociación entre el gobierno provincial y la familia Celía, querían usar para la Universidad de Formosa que, como tantas, termina siendo cómplice de las muertes, a fuerza de silencio.
3) El modelo productivo. En esa pobreza, la invasión transgénica fluye a toda velocidad. El hermano Jacobo me cuenta: “Las empresas alquilan tu tierra, te pagan 200 pesos por hectárea. Tenés 4 hectáreas, te dan 800 pesos y plantan soja”. El excelente blog Qom Navogoh revela que Nidera (una Monsanto bis) es una de las empresas así metidas en la comunidad. El drenaje en lagunas y esteros contaminados hipoteca las pocas fuentes de agua que quedan. En la recorrida encuentro a Cecilia Marzoa, de Médicos del Mundo: “La mayoría de los nenes está con broncoespasmo, bronquiolitis, alergias, infecciones en la piel. La base son las fumigaciones a campo abierto, y a cinco metros de las casas”. Eso sí: se fumiga la soja, pero no a la vinchuca, ni se hacen análisis para el Mal de Chagas. No es una broma. Es la violencia.
 
Violar con conducta
 
El resultado del modelo es que Formosa es una de las provincias más pobres del país (compite con Catamarca y su minería), 60 % bajo la línea de la pobreza, muertes por hambre, analfabetismo, abandono, 200.000 electores de los cuales 50.000 reciben planes limosna, 60.000 son empleados públicos limosna y obedientes, y todo bajo la complicidad del gobierno nacional, como ocurrió con todo poder anterior (Insfrán fue proto alfonsinista y cafierista como vice, y como gobernador fue menemista, duhaldista, rodríguezsaadista, kirchnerista y cristinista: o sea, un sujeto de conducta). Jacobo: “No me acuerdo la palabra, pero es como el paraguayo Stoessner. Ya sé: dictador”. Nada es nuevo: el propio Estado Argentino fue denunciado en 2002 por el Centro de Estudios Legales y Sociales ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por destrozos, secuestros y torturas, entre otras violaciones y delitos de lesa humanidad, contra familias enteras (mujeres y niños incluidos) de la colonia Nam Qom que reclamaban por su tierra.
En el monte, caminando, frente a esta especie de alucinación sistemática, los qom como Colman, Félix, Jacobo, Elías y tantos más que conocí, simplifican la charla: “Queremos la tierra, que es nuestra”. Clemente agrega: “No queremos ser dependientes del gobierno, el político y la institución. Queremos autodeterminación. Manejarnos. Que no nos manejen”. Con esa sencillez, parecen jaquear toda la parafernalia política y económica. Que les respondan con tanta violencia simboliza el peligro que representa para el modelo la más vieja y legítima de las subversiones: que la gente converse, se organice, reclame y actúe por lo que le corresponde.
 
Hallazgo contra la tuberculosis
 
Rubén, Clemente, Feliciano, todos me hablan de la educación: “Las maestras piden licencia, los chicos no saben leer ni escribir, pero los mandan para 7º grado. Ellas no dan clase. Siempre tienen licencia. Los hijos no se educan, crecen, y no pueden seguir estudiando. No quieren que nos capacitemos” (En realidad estas personas que pueden enfrentar tantas trampas, barriales y crueldades, tienen altísima capacidad; la mala escolarización es sólo otra agresión contra ellos, un control remoto del mundo blanco).
Rosa es una anciana qom: “No tenemos vivienda ni salud. Tengo miedo al hospital”. Colman agrega: “Discriminan y tratan mal. Hubo un hermano, Paulino Miranda, no lo atendían, los enfermeros lo insultaban. El doctor le dijo: ‘vos señor, la enfermedad no tiene cura, andá a tu casa a esperar la muerte’. Y así fue”. Rosa: “No conozco la justicia”. Como en toda la comunidad, en su casa no hay agua. Las hijas de Rosa cargan bidones de glifosato en aljibes cercanos (1 kilómetro, y conviene recordar la temperatura habitual entre 30 y 40º). Clemente, el pastor, vive enfrente. Su señora hace tortilla (torta frita). Me muestra una caja de Z Cal, analgésico traído de Paraguay (“¡Viví un día a mil!” dice la caja azul). Clemente: “Se lo dieron a un hermano para la tuberculosis. A otro le dieron paracetamol” (otro analgésico). A un anémico, me cuenta Rosa, le regalaron Geniol.
 
No somos originarios”
 
Llegamos a casa de Feliciano y hay una gran ronda, más de 60 qom. Me ofrecen una silla. Llegó la Defensoría del Pueblo de la Nación para investigar las muertes, atropellos, la quema de ranchos. Los qom resuelven todo en asamblea pero esta vez la ronda es de espera. Pablo Asijak me explica que la tierra es de la comunidad, aunque cada familia tiene su parcela que a la vez no es “privada”: por eso pueden arrendarla a sojeros o algodoneros, nunca venderla, mientras llega el momento de poder hacerse cargo ellos mismos de la producción. En la ronda están los hombres. Las mujeres quedan con los chicos. Ellas casi no hablan y prefieren siempre ceder la palabra al varón. Parece un patriarcado naturalizado, sin imposiciones, con una asombrosa relación con los chicos: en la cultura qom no cabe el grito, el reto, el castigo, y menos el golpe.
Les pregunto por esa etnia tantas veces hostil que los rodea, llamada “blancos” o “criollos”. Definiciones que surgen de las charlas: “Muchos son amigables. Pero hay funcionarios que son vagos y haraganes, nunca hacen nada por nosotros, y cobran sueldos grandes”. “Mienten. No cumplen las leyes que nos defienden. Prometen, pero en vez de dar herramientas nos dicen indios de mierda”. “Son bastante ladrones, nos quitan la tierra nuestra”. “Son ignorantes. Quieren matar. Eso es estúpido”. “Son violentos, matan hombres, pegan a mujeres y chicos”.
Ninguna palabra es rencorosa o quejosa. Los qom son descriptivos. Lo más inesperado, es lo que expresa Pablo: “Nos tienen envidia. Quieren lo nuestro”. Lo nuestro es la tierra, las relaciones, la comunidad, el futuro. Esa envidia al revés, del poderoso al vulnerable, marca toda la historia argentina. Pablo agrega: “No acepto que me digan originario. Si somos originarios, nos tienen que respetar la salud, la educación, el acceso al agua, vivienda, la tierra, las máquinas. La ley lo dice. Prefiero que nos digan indígenas porque no nos tratan como originarios, sino como animales”. Traduce para un urbano: “Tengo celular. Pero tengo que caminar una hora para llegar a un lugar con electricidad y cargar la batería”. Y dice: “La televisión vino cuando hubo muertos. Pero antes, en cuatro meses de corte, no vino nadie. ¿Tiene que morir gente para que nos escuchen?”.
Sobre el futuro: “Creo que los jóvenes se tienen que ir. Aprender, conocer, y volver, para aplicar con los hermanos lo que saben. No podemos encerrarnos”.
¿Qué pasaría si les ofrecen dinero, casas buenas en otro lugares? Pablo: “Si acepto, me muero. Porque hasta ahí quedo. Voy a estar sentado riéndome y comiendo, y sin tierra”. Todos coinciden y repiten una frase que escuché a los mapuche: “La plata se acaba. No crece en la tierra. Queremos la tierra, que no se acaba”.
 
Traen mate frío. Los qom están esperando noticias de Félix, desde Buenos Aires, para decidir cómo seguir adelante. Colman me recuerda algo: “Estuvimos en el cementerio. Allí están nuestros ancianos. Siempre les dijeron: ‘tené paciencia’. Tuvieron. Están muertos. La paciencia ya no sirve. Si no te levantás, no tenés nada”.

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Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

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Los feminismos siguen siendo el único movimiento que tiene la capacidad de transversalizar la unidad, amplia, y poner en Avenida de Mayo, de cara a Plaza Congreso, cuadras y cuadras de columnas que van desde el sindicalismo, a los movimientos sociales, a la izquierda, al kirchnerismo. 

Aún cuando por Hipólito Yrigoyen ingrese la enorme columna de la intersindical feminista seguida por poco del oficialismo; y por el otro costado, por Avenida de Mayo, ingrese la izquierda; todos los espacios comparten plaza a menos de un mes de elecciones generales que definen quién presidirá el país. 

Esa es la noticia: seguimos transversalmente en la calle. 

Video: Sebastián Smok.

De la economía popular a la formal

“Creían que el movimiento había desaparecido porque no estaba en la calle, pero estábamos en cada uno de nuestros territorios, ahí también damos la batalla y la lucha”, dice Leonor Cruz, Secretaria de Géneros y Diversidad de la CTA Autónoma, frente a la enorme columna de trabajadoras que son protagonistas de esta marcha. Las tres banderas que encabezan: UTEP, CTA y CTA Autónoma. De la economía popular a la economía formal, todas adentro.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
La cabeza de la marcha de este 28 S. (Foto: Sol Tunni).

Junto a ellas también marchan familias de víctimas de femicidios: Marta y Guillermo, mamá y papá de Lucía Pérez; y Daniel y Susana, papá y mamá de Cecilia Basaldúa, que salieron desde la sede de MU junto a un grupo de mujeres que les siguen con los pañuelos blancos que bordan dos palabras: Nunca Más. 

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sebastián Smok.

No con el FMI

Dice Leonor: “La derecha más fascista de nuestro país tiene una agenda muy clara contra el feminismo, quieren ir contra cada uno de los derechos que hemos conquistado con sangre y a fuerza de lucha; pero no lo vamos a permitir. Estamos en la más amplia y diversa unidad de vuelta en la calle porque a la derecha la vamos a enfrentar, pero también vamos a decir: no es con el FMI, porque somos las trabajadoras, las precarizadas, las compañeras del barrio, las que más sufren el ajuste”. 

Leonor llegó a Plaza Congreso desde Tucumán, trayendo lo que se ve fuera del centro porteño: “En nuestra Argentina profunda lo que se ve es la pobreza, en todas sus dimensiones, pero el movimiento feminista en la provincia es lo más fuerte que hay, es donde está la unidad y donde nosotras resistimos”.

Sobre la transversalidad habla también Silvia León, referente de ATE Nacional: “Hoy el objetivo tiene que ser que las derechas no avancen en nuestro país. Los 30 mil compañeros desaparecidos y muertos no murieron en vano, y las víctimas de femicidio tampoco”. 

Silvia, rodeada de pañuelos verdes, sostiene junto a las familias de víctimas de femicidios, que tienen las fotos de sus hijas colgando en el pecho, los pañuelos blancos. Los feminismos honran el legado que los derechos humanos construyeron en la calle, con los pies. Dice Silvia: “Nosotras peleamos por soberanía, por educación, por salud, y también seguimos el camino de las Madres, las Abuelas, de los 30 mil, pero también de los familiares. Hay un tiempo que se termina, el de la verticalidad, el del verticalismo y del patriarcado, ahora toca construir transversal y federalmente”

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sol Tunni.

Significado de la libertad

Marta y Guillermo, llegaron desde Mar del Plata a las siete de la mañana; junto a Susana y Daniel, se colgaron las fotos de sus hijas en el pecho: Lucía Pérez y Cecilia Basaldúa, dos femicidios territoriales emblemáticos, donde las tramas narco barriales marcaron como alerta una emergencia que traen las periferias.  

¿Por qué recorrer la Ruta 2 durante toda la noche para marchar? Contesta Marta Montero, mamá de Lucía: “Para gritar que no vamos a permitir perder nuestros derechos, lo que hemos conquistado en este tiempo de lucha que no es solo el reciente, me voy más lejos: en este tiempo de democracia que es el tiempo en el que podemos salir, podemos luchar, y también decir lo que pensamos. Todo esto está en peligro, no podemos permitir que venga alguien a decirnos lo que tenemos o lo que podemos hacer, que corten nuestros derechos y lo conseguido: por ejemplo un ministerio. Todas las mujeres no tenemos la suerte de que nos acompañen los gremios, las organizaciones; hay muchas mujeres que están solas, pero vos sabés que hay una puerta que podés golpear y que se va a abrir. Ahora corremos el peligro de que todo eso se termine».

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Marta Montero y Guillermo Pérez, los padres de Lucía (Foto: Sebastián Smok)

¿Por qué creés que quieren que se termine?

Porque somos muchas, hemos tomado la calle, hemos salido, y nuestra palabra se ha hecho escuchar. Y así hemos logrado cambios: el más importante fue el aborto legal. Es imposible no pensar hoy en día que una mujer no tiene derecho de poder decidir sobre su vida.Yo soy una persona de fe, creo en dios, en la virgen, pero no creo en que alguien pueda decirnos que esto tiene que ser de una sola manera porque creo en la libertad de las personas, y si alguien no quiere tener un hijo es respetable. 

Libertad es una palabra hoy disputada, ¿qué significa?

Libertad significa levantarme, salir a la calle y decir lo que pienso sin censura de nadie, poder acompañar a alguien, poder hablar, poder estar. El libertario es otra cosa: son los que nos quieren vender que vamos a estar mejor por cosas que no terminamos ni de entender, es un juego de palabras siniestro que termina en opresión. 

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Foto: Sol Tunni.

¿Qué tienen que hacer los movimientos feministas?

No los tenemos que dejar avanzar. A mí no me representa una persona que esté con una agresividad tal que se le nota, en su manera de hablar, de moverse, a mi no me representa esa violencia, pero estamos viviendo en un momento muy difícil que hoy todo es violencia. El enojo hoy está peor que nunca, o tal vez tenga otra visibilidad, antes se tapaba más, hoy lo ves en un medio, en una red social, es más visible, por eso parece que pasa más. 

¿Cómo volvemos para volver a ser marea?

Es muy importante creer en nosotras mismas, en el valor que nosotras tenemos, valorar quienes somos. Es muy importante no tener miedo, no tener miedo al ridículo, estar seguras de lo que hacemos, de lo que queremos y si tenemos que salir a defender a una compañera, a una hermana, salir y hacerlo con convicción propia. Lo más libre que una puede hacer es salir. Si no es con cada una de nosotras, hasta acá no se hubiese llegado, sin las mujeres luchando por su propia vida, las más grandes ayudando a las más chicas, y las más chicas, por ellas mismas. Esa es la hermandad, todas nos necesitamos, yo sola no puedo, te necesito a vos, a otra, a la hermana, sola es imposible. Necesitamos la confianza en nosotras mismas, evitar la competencia. Nosotras luchamos por la vida, por eso luchamos por todas. Solas no llegamos a nada, pero juntas llegamos a todo.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Daniel y Susana (padres de Cecilia Basaldúa), Guillermo y Marta. Foto Sebastián Smok.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sebastián Smok.
Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”
Foto: Sebastián Smok.
Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Foto Sol Tunni.

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Foto: Sol Tunni

Mujeres trabajadoras en la calle: “Juntas, llegamos a todo”

Foto: Sebastián Smok

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Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

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El total (100%) de participantes argentinos en una investigación internacional sobre agrotóxicos “presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas en orina, un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre y un rango de 0 a 18 plaguicidas en materia fecal”. El problema incluye a personas que viven lejos de las fumigaciones, por lo que se consideró a estos plaguicidas como «omnipresentes». Se encontraron además los venenos en los alimentos, el polvo del hogar, los granos de cultivos, animales, alimentos para animales, suelos y agua.

A través de una conferencia virtual desde Nueva York, durante más de 3 horas, el proyecto SPRINT reveló este miércoles 27 -Día de la Salud Ambiental- los resultados del estudio realizado en Europa y en la provincia de Buenos Aires (como principal exportadora de soja para alimentación animal).

Entre los venenos detectados están obviamente el glifosato (genotóxico y probable cancerígeno) y el clorpirifos (que pese a estar prohibido en Argentina se sigue vendiendo hasta en los supermercados). El informe señala además los “cócteles”, que mezclan químicos para aumentar la potencia de cada veneno, reuniendo hasta 120 plaguicidas.

La dirección del INTA prohibió a la doctora Virgina Aparicio (que integró en la investigación) participar en cualquier instancia actual del proyecto, y hablar con la prensa, siendo que se trata de un tema de salud pública.

Algunos de los datos que, pese al silencio y a la mordaza oficial, se revelaron en el marco de la Cumbre Científica de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En alimentos: “el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 22 plaguicidas en la muestra de alimentos”.

En el polvo del hogar: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 43 a 86 plaguicidas en polvo del hogar”.

Granos de cultivos: “el total de muestras analizadas en Argentina presentó un rango de 0 a 8 plaguicidas en grano”.

En animales: “el total de animales analizados en Argentina presentó un rango de 1 a 12 plaguicidas en orina, un rango de 0 a 16 plaguicidas en materia fecal”. (Los de sangre continúan pendientes).

En alimento para animales: “un rango de 5 a 25 plaguicidas en alimento animal”.

En suelos: “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 0 a 12 plaguicidas en suelo”.

Agua superficial: en “el total de muestras analizadas presentó un rango de 10 a 28 plaguicidas en agua superficial”.

Por Anabel Pomar

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Resultado global presentado sobre las concentraciones de glifosato en seres humanos. Argentina lidera esa tabla con absoluta comodidad.

En el día de la celebración del día de la salud ambiental, miércoles 27 de septiembre, en Nueva York, EE. UU., en el marco de la Cumbre Científica de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA78) por primera vez para grandes audiencias pudieron conocerse parte de los resultados del proyecto europeo SPRINT (siglas en inglés de Transición Sostenible de Protección Vegetal: Un Enfoque de Salud Global 2020/2025).

¿Qué es el SPRINT? Es un proyecto financiado por La Unión Europea (UE) que busca identificar los residuos de los agrotóxicos, en ecosistemas y en humanos, y analizar el peligro de la sinergia (la combinación o mezcla) entre los plaguicidas hallados. Esto último, algo jamás contemplado a la hora de aprobar esos peligrosos venenos en el mercado, ni en el llamado “viejo continente”, ni en nuestro país.

En 2021 los muestreos en el marco de ese proyecto además de realizarse en los 10 países europeos participantes se ampliaron a la provincia de Buenos Aires. 

¿Por qué se incluyó a nuestro país?  Por ser el principal exportador de soja para alimentación animal al mercado europeo.

Entre las principales conclusiones del evento de este miércoles en NY, pudieron escucharse las voces de expertas y académicos participantes de ese proyecto. Contaron, basados en rigurosa información, cómo los agrotóxicos usados en la agricultura veneno-dependiente están contaminándolo todo. Cuerpos, comida y ambientes. Una de las palabras que más se repitió en las presentaciones, fue “omnipresente”. Los agrotóxicos están en todos lados: incluso en donde no son utilizados.

Entre los cuadros con centenares de nombres de moléculas químicas usadas en la agricultura, destacan algunos de los agrotóxicos más fumigados en nuestro país. El herbicida glifosato, y su metabolito AMPA, en los primeros puestos. Y para los muestreos en Argentina, en cantidades hasta tres veces superiores en algunas matrices. También el clorpirifos, recientemente prohibido en el país pero que se puede seguir comprando en cualquier góndola de supermercado en el sector de insecticidas.

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Resultados de plaguicidas en las muestras en orina.

El momento de la presentación es importante ya que este próximo 13 de octubre la Unión Europea deberá votar si decide re-autorizar el uso del glifosato. Desde la coordinación del SPRINT aseguraron que a la brevedad la información –que ya fue presentada en la euro-cámara– será publicada y distribuida al público general para lograr mayor difusión. También aseguraron que esperan que tales resultados impidan que se concrete la renovación del peligroso herbicida.

Omnipresentes

 Ver la presentación de esos estudios que respaldan una afirmación que muestra la magnitud del daño, estremece. Hasta las personas que consumen o producen alimentos sin usar agrotóxicos tienen sus cuerpos contaminados. Y aquellas que consumen alimentos libres de agrotóxicos, también. El cuadro completo muestra que la exposición ambiental llega a todas las personas, no solo a quienes producen con venenos o viven en zonas rurales. Y por todas las rutas de exposición.

Resultados en la Cumbre Científica de Naciones Unidas: Argentina con agrotóxicos al 100%

Los resultados de los venenos en materia fecal.

En los hogares

Como ejemplo se puede mencionar lo que se encontró al medir el polvo de hogares, presentado por Daniel M. Figueiredo, de la Universidad de Utrecht de Países Bajos. Los resultados indican que los agrotóxicos llegan a impactar en los organismos más por los ambientes que por la dieta misma: también son una ruta de exposición directa. El más detectado es el glifosato y su metabolito AMPA, en un cóctel de sustancias químicas peligrosas en un rango de entre 25 y 120 plaguicidas.

Otra constante: los cócteles de agroquímicos. No hay una sola sustancia sino decenas o cientos, mezcladas para aumentar la  potencia del veneno. En el caso presentado impactaban tanto a los vecinos de producciones convencionales cómo orgánicas.

A su turno, Hans Mol de la Universidad de Wageningen de Países Bajos, en la presentación de lo hallado en muestras de fluidos humanos –en los que el glifosato vuelve a estar entre lo más detectado. Los resultados señalan que hay presencia del herbicida genotóxico y probable cancerígeno en orina en el 86,1% de los argentinos muestreados y en el 35,2% de los europeos, mientras al analizar las heces humanas se detecta ese plaguicida en el 70,5% de las personas residentes en Europa y en el 100% de los bonaerenses.

Para el caso del clorpirifos, el 3,7% de europeos tiene en sus heces ese tóxico, mientras que para la Argentina el número asciende a 37,7%. Nuevamente salimos campeones, esta vez de otro podio tóxico.

La mordaza

En la conferencia virtual –toda en inglés– que  duró tres horas y a la que asistió lavaca y aproximadamente un centenar de personas conectadas desde distintas partes del mundo, no estuvo la investigadora a cargo del proyecto en Argentina, la doctora Virginia Aparicio.

Lavaca consultó a la investigadora del INTA el porqué de su ausencia que para la decena de personas conectadas desde Argentina no pasó desapercibida. Aparicio no tiene autorizado por orden directa de la dirección de ese organismo estatal participar de ninguna instancia del SPRINT, ni hablar con la prensa.

Lavaca se comunicó con el INTA (socio número 16 identificado como CSS11-Buenos Aires dentro del proyecto SPRINT) pero nuevamente, como sucede desde hace meses, no hubo respuesta oficial.

El organismo público impidió que hasta el día de hoy los resultados de lo muestreado en nuestro país se difunda. En julio de este año, pese a esa censura oficial, la vaca pudo conocer los resultados de ese muestreo en territorio y población bonaerense y publicarlo.

Del muestreo en Argentina participaron 73 personas. De las 73, 1/3 consumidoras, 1/3 habitantes de pueblos pequeños y “vecinos de productores”. Y 1/3 productores agropecuarios de los cuales la mitad usa plaguicidas y la otra mitad trabaja agroecológicamente. También se incluyó un monitoreo en 14 establecimientos rurales. Se tomaron pruebas en ambiente, alimentos, grano y muestras biológicas en animales.

“El total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 13 plaguicidas en orina, un rango de 2 a 10 plaguicidas en sangre y un rango de 0 a 18 plaguicidas en materia fecal” es una de las revelaciones de la  investigación.   

En los ambientes en los que esas personas se mueven a diario, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 7 a 53 plaguicidas en las pulseras” de detección.

La vida cotidiana asediada

En las consideraciones preliminares de esos estudios personales que trascendieron se consigna: “Las mezclas de residuos de plaguicidas están presentes en los cuerpos humanos. Las personas se exponen a los plaguicidas en su vida cotidiana (datos de pulseras). La mayoría de los residuos son peligrosos para el ecosistema y los humanos”.

En alimentos, “el total de participantes argentinos presentó un rango de 6 a 22 plaguicidas en la muestra de alimentos”.

En el polvo del hogar, en “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 43 a 86 plaguicidas en polvo del hogar”.

Granos de cultivos, en “el total de muestras analizadas en Argentina presentó un rango de 0 a 8 plaguicidas en grano”.

En animales, en “el total de animales analizados en Argentina presentó un rango de 1 a 12 plaguicidas en orina, un rango de 0 a 16 plaguicidas en materia fecal”. (Los de sangre continúan pendientes).

En alimento para animales, en “un rango de 5 a 25 plaguicidas en alimento animal”.

En suelos, “el total de muestras analizados en Argentina presentó un rango de 0 a 12 plaguicidas en suelo”.

Agua superficial (en la zona de trabajo de SPRINT) en “el total de muestras analizadas presentó un rango de 10 a 28 plaguicidas en agua superficial”.

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Nota

Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»

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Un funcionario judicial de Tucumán fue condenado por abuso sexual: 4 años, obligación de reparación económica, capacitación y placas en Tribunales. El hecho no es aislado: el Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro que incluye 420 funcionarios (integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las cúpulas de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católica) denunciados por violencia de género. Los argumentos e implicancias de un fallo ejemplar.

Jorge Edmundo Mistretta, exjefe de despacho de la Secretaría Electoral del Juzgado Federal N° 1 de Tucumán, jubilado desde 2019, fue condenado a cuatro años por abuso sexual contra dos de sus empleadas. Los abusos ocurrieron en 2013 y 2015: incluye tocarle los pechos a una de ellas y querer besarla, comentarios sexuales groseros, e intento de tocar a otra de las denunciantes. 

En el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán, compuesto por la jueza María Noel Costa, y los jueces Carlos Enrique Jiménez Montilla y Enrique Lilljedhal, se ordenó: 

  • La inmediata detención, aunque cumplirá prisión domiciliaria por su estado de salud.
  • Una indemnización de $4.4 millones de pesos y 3.6 millones de pesos para cada una de las víctimas.
  • La realización de un programa de capacitación sobre perspectiva de género y en política de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer.
  • Se solicitó a Recursos Humanos de la Corte Suprema de Justicia Nacional que “se arbitren los mecanismos administrativos necesarios por una medida restaurativa que contemple la incorporación a una de las oficinas judiciales de esa jurisdicción -de la Cámara o del Tribunal Oral -, debiendo garantizar la ‘no revictimización’ de una de las víctimas”.
  • Además se recomendó que se coloquen placas en tribunales donde sucedieron los hechos que digan: “Un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia. No a la violencia ni al acoso”.

Los fundamentos se conocerán el próximo 29 de septiembre.

El “caso” no es aislado. El Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro de denuncias por violencia de género contra integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católicas. 

El registro incluye ya 420 funcionarios denunciados, entre intendentes, diputados, fiscales, sargento, jueces, asesores, concejales, cabos, decano, sacerdotes y un largo etcétera. De todos los denunciados 99 son del Poder Judicial, al igual que Jorge Edmundo Mistretta; 139 del Poder Ejecutivo; 62 del Poder Legislativo; 67 de la Iglesia Católica; y 53 de las cúpulas de las fuerzas de seguridad.  

El padrón de funcionarios denunciados se puede ver acá

Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»
El Poder Judicial es el segundo del Estado con más denuncias. Datos de Observatorio Lucía Pérez.

El Estado argentino se comprometió en 2020 a llevar un registro público de funcionarios judiciales denunciados por violencia de género como parte de un acuerdo amistoso alcanzado en el marco de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Hasta el momento lo hizo de forma incompleta y escasa, por ello comenzó a realizarlo, de manera autogestiva, el Observatorio Lucía Pérez que sumó además otros poderes para completarlo y con esa información reflexionar acerca de qué relación hay entre la ausencia de políticas públicas de contención y prevención y estas prácticas impunes.

Lo que se ve: la consigna “El Estado es responsable” se hace carne en la sistematización de esta información. No lo es solamente por omisión, o ineficaz: es un Estado violento. 

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