Nota
Irmina Kleiner: sobre vivir y otras cosechas
“Mujeres que nos enseñan a luchar” es el título del reconocimiento para Irmina Kleiner, de parte del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP), que se concreta este miércoles 13 de marzo en la ciudad de Santa Fe. Irmina es fundadora, junto a su pareja Remo Vénica, de la Granja Naturaleza Viva de Guadalupe Norte, Santa Fe, una de las primeras experiencias agroecológicas del país que demuestran cómo es posible producir y generar trabajo en el campo sin depender de venenos, monocultivos, transgénicos y otros dispositivos que atentan contra el aire, el agua, la comunidad, los suelos y la vida.
La historia de Irmina había comenzado mucho antes, en los 70, cuando ella y Remo tuvieron que internarse en el monte chaqueño escapando de la dictadura. Así pasaron cuatro años, y allí tuvieron a dos de sus hijos. Vivieron de la solidaridad de los hacheros algún tiempo, y de lo que brinda naturaleza el resto, hasta que pudieron exiliarse para volver al país en los años 80. La historia ha sido tema del libro Monte Madre, de Jorge Miceli, que a la vez inspiró la película Los del suelo, de Juan Baldana. Un reconocimiento similar al de Irmina, en el marco del 8M, Dìa Internacional de la Mujer Trabajadora, será entregado también a Elsa Oronado (de la liga de fútbol femenino de Santa Fe), Aida “Chini” Methyaz (docente y sindicalista), Lita Boitano (Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas), Laura Garrigós (ex jueza) y Victoria Montenegro (nieta recuperada, legisladora porteña).
Para compartir esa distinción a Irmina Kleiner, publicamos aquí una de las notas de la revista Mu que describe aquella historia de resistencia, y el presente de un proyecto pionero en términos de salud, producción y futuro.
Sobre vivir y otras cosechas
Un establecimiento agrícola modelo se convierte en la prueba de que es posible otro tipo de relación productiva con la tierra. Sus hacedores son Irmina, Remo y sus hijos. Una familia que aprendió una lección: el significado de sobrevivir. Por eso, es imposible comprender lo que hacen hoy en ese paraíso natural que construyeron en Guadalupe Norte –muy cerca de Reconquista– sin recordar cómo huyeron de la dictadura, en una fuga de película. Hoy producen absolutamente todo lo que consumen a partir de un proyecto agroecológico rentable cuyos resultados están a la vista: Naturaleza Viva es un espacio frondoso y fértil rodeado de sequía. La clave: comprender a la naturaleza. Por Sergio Ciancaglini
La bella Irmina Kleimer, 22 años, clava sus ojos claros en la navaja, sin terminar de decidirse. “La duda era si me cortaba las venas o me apuñalaba en el estómago. La determinación era no entregarme”.
Ajustemos los almanaques. Es noviembre de 1977, hace dos años y medio que Irmina viene huyendo por la clandestinidad de la selva chaqueña con su marido, Remo Vénica. Integran el Movimiento Rural de Acción Católica, coordinan las Ligas Agrarias, organizaron sindicalmente a 2.000 hacheros, y militan en Montoneros. La policía no puede encontrarlos. La pareja se esfuma siempre entre los árboles y el silencio protector de los campesinos. Fuga y misterio. Para colmo, en la selva, Irmina había quedado embarazada, y en junio de 1977 había parido a su hija. La dejaron con un matrimonio de campesinos para poder seguir huyendo. Pero ahora los habían detectado por intentar ir a ver a la beba. Irmina y Remo tenían decidido matarse antes que ser capturados; sabían de las torturas, las mutilaciones, las delaciones, y otras prácticas minuciosas del terror.
Los policías habían disparado ráfagas a ciegas, intuyendo a esa chica corriendo por el monte, pero ella escapó. Al atardecer la descubre otro policía que también dispara al bulto. Una de las balas viaja atravesando el follaje, alcanza a Irmina bajo el omóplato izquierdo, le cruza la espalda bajo la piel, sale por el lado derecho de la nuca, le revienta el lóbulo de esa oreja. Ella siente el dolor quemándole y cae al piso. Debe elegir su destino; venas abiertas o harakiri selvático. Debe decidir ya. Los ojos claros estudian la navaja. Decide no pensar en su nuevo embarazo. En ese momento la sorprende un sonido de otro planeta: un silbato.
Producir vida
Naturaleza Viva es un lugar asombroso. Producen todo lo que comen. Y es gente de buen comer. Carne vacuna, de cerdo, pollos, verduras, pan, leche genuina, variedades de queso, manteca, jugos, cereales, aceites, miel, yogur, dulces… el infinito y más allá. Todo sano, verdadero, y para colmo exquisito. Y lo que no tienen lo intercambian con gente que produce también de modo agroecológico (yerba y té misioneros, vino mendocino).
Pero este campo de 180 hectáreas ubicado en Guadalupe Norte (Santa Fe, a 25 kilómetros de Reconquista), no es asombroso por eso, sino porque materializa una apuesta productiva, científica y ética organizada alrededor de la vida, o sea, de sus componentes cruciales: información, energía, y transformación. En términos prácticos, Naturaleza Viva es un espacio frondoso y fértil rodeado de sequía, donde un grupo de personas ha logrado pensar un proyecto agroecológico y biodinámico, que –creen– prefigura un tipo de sociedad diferente. Remo Vénica (65 años), sentado junto a su compañera de toda la vida, Irmina Kleimer (55), plantea: “La cuestión es pensar, comprender a la naturaleza, trabajar, y crear todo el tiempo. El problema –dice sorprendido– es que tenemos un país con millones de personas haciendo pelotudeces”. Ríen los ojos claros de Irmina.
Sudor y sangre
Del otro lado del monte había quedado Remo. Se había alejado unos metros para intentar la hazaña de cazar, sin armas, un guasuncho, especie de venadito del monte: carne y proteínas. Se había convertido también en cazador de tatú, mediante un sistema un tanto proctológico.
La misionera y el santafesino –hijos de pequeños productores– se conocieron y enamoraron como militantes católicos o, si se quiere, como agricultores reacios a considerar parte de la naturaleza a los procesos de injusticia, explotación y desprecio a los que suelen ser sometidos con metódico entusiasmo los campesinos y obreros rurales. Dieron el sí en 1973, viajaron a Buenos Aires en mayo, se sumaron a la multitud que celebró la asunción de Héctor Cámpora como presidente, siguieron viaje a Bariloche, y volvieron a Sáenz Peña, Chaco, donde creían estar poniendo su granito de fertilizante para cambiar el mundo.
Remo: “Cuando empezamos a querer organizar a los hacheros, en Montoneros consideraban que era un sector inviable por su grado de deterioro económico, desarticulación y descomposición social. Pero cuando pudimos organizar a 2.000 hacheros en el sindicato sudor (Sindicato Único de Obreros Rurales) nos convocaron. Siempre hubo debate entre nuestra visión del trabajo de masas real y la visión elitista. Pero creíamos en la toma del poder, por eso nos sumamos. Preveíamos una etapa de insurrección”.
Del otro lado del monte, Remo escucha los balazos a unos 50 metros, donde estaba Irmina. Oye que un hombre grita: “¡Cuidado!”. Y un balazo más. Comprende todo: “Se mató ella. O le dieron el tiro de gracia”. No puede ni llorar, y escapa hacia el otro lado.
Revolución verde
Paseando por el campo, Remo señala remolachas gigantes, cerdos serios, futuros reservorios de agua. “Volvimos del exilio en Europa en 1984 y hace 22 años iniciamos un modelo diferente en este lugar, que siempre fue de mi familia. Como creadores y dirigentes de los movimientos campesinos alentábamos la Revolución Verde, todo el modelo de industrialización y mecanización de la agricultura. Eso implica el uso de herbicidas y otros productos de la guerra”. ¿De qué guerra? “De cualquiera. Lo que se tiraba en el sudeste asiático para desfoliar los montes y combatir insurrecciones, las bombas químicas, hasta la tecnología del tractor: las mismas industrias de la guerra son las que en épocas de paz te venden la tecnología de la revolución verde. Y nosotros fuimos cómplices, porque éramos los que permitíamos –por nuestra relación con los campesinos– que llegaran los técnicos del inta con todos esos desarrollos. Nosotros ayudamos a abrir esa puerta. Nos dimos cuenta años más tarde”. Ya en Naturaleza Viva, Irmina y Remo decidieron poner en práctica todo un sistema de ideas y sentimientos que venía incubándose tanto por el aprendizaje sobre la naturaleza que les dio su propia fuga (cuestión literalmente de vida o muerte), como por los desarrollos sobre los nuevos modos de producción y ecología que conocieron durante su exilio europeo.
“Todo eso nos cambió la cabeza, y vimos que el problema era la muerte de la vida en el sistema productivo. La tierra es un ser vivo. En un puñado de tierra virgen tenemos entre 20 y 40 millones de seres que son nutrientes, y si logramos hacerlos funcionar a favor nuestro, enriquecen todo lo que se produce”. No se trata de un debate para tiendas naturistas. Enrique, 28 años, el tercer hijo de Irmina y Remo, es ingeniero agrónomo, maneja varios de los desarrollos de Naturaleza Viva y explica: “Estamos trabajando con un nuevo paradigma de integración productiva, que permite lograr un sistema estable, sustentable, y rentable”.
Sinfonía para pito
El silbato suena una vez, y otra. Irmina escucha la voz de un policía gritándole asustado a sus colegas. “Vengan, deben andar por acá, no sé si le di a alguno”. Ella deduce: “Si yo no lo veo a él, él no me ve a mí”. Tiene un variado menú de problemas: baleada, ensangrentada, hambrienta de dos días y embarazada, en esa tardecita húmeda de alrededor de 40 grados. Pero viva. Con la navaja en la mano, por si acaso, decide alejarse del silbato. Elude otro pelotón. Llega al final del monte, y hace algo extravagante. En lugar de esconderse en la espesura que la venía cubriendo, cruza a un campo de sorgo de apenas medio metro de alto. Sale al lugar donde nadie se escondería. Pero así logra que nadie la vea, arrastrándose entre el sorgo. La policía infecta el bosque, ejecutando su sinfonía para pito. Irmina espera la noche, guarda la navaja, mira las estrellas, se limpia la sangre con la mano. Y se toca la panza.
Las diferencias
¿En qué se diferencia Naturaleza Viva de otros campos? Una clave parece ser la lectura y el modo de comprender los procesos naturales. “Con cortinas de árboles y buen manejo agrícola retenemos hasta el 50 por ciento más de agua que los sistemas convencionales” calcula Remo. “Nos dicen que tenemos variedades de trigo resistentes a la sequía. Todos cuentos. Lo que sabemos es cómo cuidar el agua”. Otra clave es el biodigestor, un dispositivo centrado en un tanque de 40.000 litros bajo tierra, alimentado con todos los desechos orgánicos del tambo y la producción porcina, toneladas de bosta animal y restos vegetales, del que surge tanto gas (el campo tiene así gas gratuito) como biofertilizante, un inigualable generador de vida y fortalecedor de suelos. Los Vénica producen además todas sus semillas, todos los alimentos. Y hasta las malezas, que en otros casos justifican el negocio de la fumigación, aquí funcionan en armonía con toda la producción. Remo: “El barbecho es utilizar las malezas como elemento de transformación de la materia orgánica, que así se incorporan a las siembras. El barbecho químico, en cambio, mata toda la vida del suelo. Es un manejo irracional de las energías del sistema”.
Eduardo, el mayor de los varones: “No nos entra en la cabeza producir en un sistema que deteriore el ambiente”. Enrique: “La idea de que el sistema convencional es económicamente más rentable es discutible. Tenemos cada vez mejores rendimientos y menores costos. Hace 20 años que aquí se apuesta a la vida del suelo, y eso permite una producción sin tóxicos, sana, y creciente. La diferencia es la filosofía con la que se trabaja”.
La cacería
La fuga había comenzado dos años antes, en 1975, gobierno de Isabel Perón, Triple A & Cía. Remo e Irmina iban a llegar a su casa en Sáenz Peña cuando les avisaron que los estaban esperando. Un montonero llegado de Formosa les había pedido el auto, un Citroen línea Mafalda. “Nosotros estábamos en contra de la mezcla de las organizaciones de masas como la nuestra, con el aparato político militar” cuenta Irmina. Entregaron el auto. El montonero cayó, el auto estaba a nombre de Remo, y fueron por ellos.
Irmina y Remo resolvieron que tenían que huir de Sáenz Peña. Esperaron que llegara la noche siguiente en casa de un amigo, y se lanzaron hacia el monte. Con lo puesto, más algunos pesos en el bolsillo. Caminaron 20 kilómetros aquella primera jornada noctámbula, hasta llegar a la casa de un campesino amigo, el paraguayo Jacinto Oviedo y su esposa Teresa, seis hijos. Los recibieron entendiendo todo, con una hospitalidad de otra cultura. Estuvieron ocultos allí varios meses. “Remo ayudaba en el trabajo de campo y la huerta. Yo en la cocina. Como no teníamos casi ropa, yo cosía. La policía nos buscaba pero nosotros nos enterábamos de cada uno de sus movimientos”. Remo: “Los campesinos y hacheros nos protegían, veníamos trabajando hacía mucho con ellos, y seguíamos organizando y coordinando todo desde esa clandestinidad”. Unos meses más tarde cambiaron de casa, a lo de don José Díaz. En marzo de 1976 ocurrió el golpe militar. Las cosas empezaron a empeorar. La cacería de campesinos se hizo cotidiana. “Los policías los capturaban, los torturaban, y después salían a mostrarlos como despojos humanos, para que todos vieran de lo que eran capaces”. Fue el caso de Walter Medina, exhibido en una canchita de fútbol tras las torturas, mientras hacían pasar a decenas de personas delante, y detenían a los que señalaba como conocidos.
La pareja iba cambiando de casa. “Hasta que vimos que la única seguridad posible, para nosotros y para nuestros compañeros, era el monte” cuenta Irmina. Esa parte de la fuga la hicieron con el abogado de las Ligas Agrarias Hugo Bocouver, y con Luis Fleitas, secretario de la Juventud Peronista de Sáenz Peña. Los campesinos les daban protección, fósforos, algún remedio, vendas, y cosas para comer: caldo, harina de trigo o de maíz, aceite, yerba, azúcar, fideos, arroz. Muy pocas veces carne, en todo caso, hueso. Cocinaban en una lata de dulce de batata, la sopa en un envase de leche Nido. Robinson Crusoe en versión chaqueña. Dormían bajo los árboles. Si llovía usaban un plástico del tamaño de un mantel. Obtenían agua de los charcos, o de los cardos, y cuando llovía la juntaban con el propio plástico. La miel fue vital, picaduras aparte. Y el mate. Se movían de noche, se ocultaban de día. Remo: “Conocíamos el territorio y nunca perdimos contacto con los campesinos”. Nadie los delató. “Pero además no se sabía exactamente dónde estábamos. La policía nunca pudo buscarnos con perros por los cardos gancho, que los lastimaban. Y en medio del monte nunca nos podían ver”. Recogían los frutos, a veces cazaban. Con unas bolsas de arpillera hicieron pequeños lazos multiuso. Cada mañana hacían entrenamiento físico. Un día Irmina se desvaneció, y vomitó. Todos se miraron. La chica estaba embarazada. Doña Elba Bordón le explicó a Remo cada paso del parto. El 12 de junio de 1977 Irmina rompió bolsa. En la tatucera –un bunker subterráneo que cavaron como refugio– los elementos eran: alcohol, una tijera, un billete de 50 pesos, una cruz, y una cuchara. Remo: “Alcohol para limpiar, tijera para cortar. La cuchara para calentarla con fuego y cauterizar el cordón. La cruz y el billete me los dio Elba, para ponerlos sobre el vientre si el parto se complicaba”. En estos casos, tal vez la magia también sea una técnica. La beba -a la que bautizaron Ester y siempre le dijeron Chiquitita– permaneció con ellos un mes, y luego la dejaron en manos de Elba y su marido Lorenzo.
Volvamos ahora a fines de 1977. Irmina está ensangrentada y sola. Sorda de un oído, aturdida. No tiene comida, agua, luz, médico, casa a donde ir, la persiguen (se informa a los lectores urbanos que no había celulares, Internet ni locutorios selváticos). ¿Qué hacer? ¿Cómo encontrar a su marido? Irmina toma dos decisiones fuertes. Una: sobrevivir. Dos: mandarle una carta a Remo.
Punteros y satélites
La relación con los 14 operarios permanentes, y con unas diez familias campesinas que trabajan en red con el emprendimiento también es llamativa. Irmina: “Los obreros pueden entrar y salir de la casa, conocen todos los números, participan de las decisiones. Los campesinos van armando sus propios proyectos –de dulces, de porcinos, de lo que va surgiendo– lo cual permite que el campo sea una célula madre que va haciendo crecer otras experiencias. Apostamos a lo individual, dentro de lo colectivo”. Tal vez sea nueva ciencia: las relaciones sociales biodinámicas.
Desde aquí, el mundo puede verse de acuerdo a esta pincelada que propone Remo: “Lo que ha habido es un cambio de modelo cultural. Se rompió el sistema históricamente autosustentable de la agricultura. Se produce la pérdida de tierras por parte de los campesinos, la tecnificación elimina la mano de obra, millones de familias empiezan a juntarse alrededor de las ciudades grandes, viven hacinadas, los gobiernos empiezan a invertir en infraestructuras para que esas familias tengan asfalto, cloacas y demás, o a plantear impuestos para subvencionar planes sociales para tener a toda esa gente contenida”. Quien decida exprimir esta forma de ver las cosas, puede imaginar el cúmulo de contratistas del Estado, burócratas, oenegés, punteros políticos, iglesias, policías…, universo innumerable vigilando, controlando, y viviendo de esa pobreza periférica, fraccionada, masiva, latente.
En el campo, el “agronegocio” se convierte en un bingo de herbicidas, fertilizantes, semillas. Remo: “Así como una vez nos quitaron las semillas para darnos maíces híbridos, y después transgénicos, aparecen los controles satelitales, y montones de tecnologías absurdas que sólo son formas de meterles la mano en los bolsillos a los productores. Algunas se pueden aplicar, claro, pero la intención evidente es el negocio, y tenerte atado a las empresas y laboratorios. Y encima estamos todos subsidiando una agricultura que destruye el ecosistema”.
Irmina ceba mate orgánico y agrega: “La pérdida cultural es enorme. Los propios campesinos que quedan, muchas veces no saben hacer una huerta, o criar gallinas, porque los empujan al monocultivo. El sueño es que los hijos se vayan a la ciudad. Los gobiernos siguen invirtiendo en cloacas e infraestructuras para que esa gente en las ciudades, en realidad, siga viviendo hacinada. Es un modelo no sustentable, que rompe el ecosistema de vida, mientras los campos de la pampa húmeda están despoblados”. ¿Cómo sobrevivir a este panorama? Remo: “Aquí estamos mostrando que existen modos diferentes de vivir y de producir, que pueden fácilmente masificarse. Se puede pasar a un modelo diversificado y de transformación, que incorpore mano de obra, rescate el factor energético, saque a la gente de la destrucción psicológica de no trabajar, y permita un cambio de país y hasta poblacional: que 5 ó 6 millones de familias vuelvan al campo”. Remo no lo plantea como una fantasía bucólica, sino como un problema técnico y de futuro.
Un mensaje
Irmina marcha monte adentro, como puede, hacia una posible cita prevista para unos días más tarde. El orificio de entrada cicatriza rápido. En un charco puede limpiarse, y juntar algo de agua en una bolsita de plástico. Descubre que algo se mueve en la herida de la oreja: gusanos. Come semillas de girasol y dos días después llega a uno de los lugares donde habían enterrado cubitos de caldo, yerba y sémola. Sigue sacando gusanos, contó 50. Dos días más, y llega a la casa de otro hachero, Feliciano, que le informa que la zona está plagada por unos 300 policías que los buscan. Ella ni puede tragar el pan. Se lleva una lata con agua, una bolsa de arpillera para abrigarse y cura bichera para los gusanos.
El grupo había establecido buzones secretos, o embutes. Escondían mensajes en frascos de vidrio y botellas enterrados bajo determinados árboles. Irmina llega al “buzón general”. Sabe que Remo la cree muerta. Deja un mensaje. Remo llega unos días después, encuentra el papel y lee azorado: “26/11. Compañeros, hasta las 4.30 de hoy los espero en el carandacito que está en línea con el embute. Después me voy al norte del palo meleado. Tuvimos despelote. De Remo no sé nada. Irmina” (la cita aparece en el valiosísimo libro Monte Madre, de Jorge Miceli). Remo –conmocionado– fue al lugar. Probó la contraseña: el silbido del crespín, uno grave y otro muy agudo. Escuchó un pajarito desafinado como respuesta. A Irmina siempre le salía mal. O sea: era ella. Veinte días después de “muerta”, allí estaba.
El gusto de la vaca
En Naturaleza Viva uno se entera de que la vaca ha dejado de ser un rumiante debido a lo que han hecho ciertos animales de dos patas. “Al alimentarse a granos en los feed lots, se atrofia el estómago que hace de la vaca un rumiante capaz de consumir y metabolizar fibras. Así se anula un mecanismo natural que convierte a las fibras en energía” explica Enrique. En los feed lots, las vacas viven hacinadas sobre su propio estiércol. Eso les da gusto a cerdo, dicen. “En realidad los cerdos tampoco tienen ese gusto” explica Irmina, “que es por la alimentación, por lo que viven oliendo, por el tufo que se les mete hasta por la piel. Es todo un atentado a la salud pública”.
Enrique explica quizás el fondo del choque de modelos. “Lo que nosotros estamos aplicando es ciencia, que es el conocimiento de cómo se dan las cosas. Es diferente que la tecnología, que es un modo particular de aplicar ese conocimiento. Con la misma ciencia yo puedo hacer una bomba de destrucción masiva, o algo noble y útil. Las universidades tienen un sesgo totalmente tecnológico. Yo lo sufrí mucho. El docente te dice: esto se hace así”. ¿Casi como un vendedor de Roundup? “No es exageración plantearlo de ese modo. Las universidades sólo enseñan lo que les pide el sistema. No están cumpliendo un rol social, ni científico. Están formando profesionales para el mercado, mientras el sistema ambiental se desangra. Creo que en estos temas se juega el futuro de la civilización humana”. Enrique no lo dice con tono inflamado, sino como una constatación práctica frente a la cual, con su familia, se dedica simplemente a mostrar que las cosas se pueden hacer de otro modo. Quizá se trate de una cuestión tambera, que determine las diferencias químicas, físicas y filosóficas entre la mala y la buena leche.
El regreso
La fuga continúa. Irmina y Remo ya no pueden ni pensar en acercarse a ver a su hija, y ahora manda la necesidad del nuevo embarazo. Logran reencontrarse con Luis y Hugo. Seguir en el Chaco parecía absurdo. “Al principio ni pensamos en salir, sabíamos que si tratábamos de tomar un micro, nos iban a agarrar” dice Irmina. Diseñan otro plan: ir al sur, hacia Santa Fe. Remo: “Teníamos una brújula, armé unos mapas de memoria, y nos guiábamos por la Cruz del Sur”. Hicieron a pie más de 200 kilómetros en 27 días. Se cruzaron con otras parejas en situación similar, y alguien les mencionó una posibilidad inesperada: refugiarse en unos cañaverales abandonados: “Tenían como 3 metros de alto, era un lugar maravilloso para tener allí a nuestro nuevo bebé”. Allí nace Eduardo, en 1978, muy cerca de Guadalupe Norte, y del arroyo Los Amores, el pago de Remo, donde la pareja tenía muchas más posibilidades y contactos. Finalmente logran, en 1979, viajar a Buenos Aires, solucionar cuestiones de documentos, y organizar desde allí una salida hacia Brasil, primera escala para el exilio en Madrid. En el 80 nació Enrique, en París. En el 84 la familia volvió y se reencontró con la hija mayor, que había quedado a cuidado de sus tíos. Los Vénica tienen cinco hijos. El menor es Emiliano, 10 años. La madre sufre porque se pasa el día delante de Internet.
Crear lo nuevo
¿Cuáles son las diferencias y las similitudes de las ideas y las prácticas políticas de los años 70, con lo que están haciendo ahora en Naturaleza Viva?
Remo: “Lo similar es el objetivo de llegar a una sociedad nueva. Pero en los 70 se luchaba para tomar el poder político, y ahora estamos construyendo un poder social, económico y político, que nace de lo cotidiano, de lo que hacemos a cada momento. Son experiencias que nos llevan al desarrollo de una nueva sociedad. Una vez en Brasil me dijeron que la estrategia ya no puede ser la de enfrentar al poder y al sistema con sus armas, porque las fuerzas son totalmente dispares. Pero sí se pueden lograr experiencias exitosas que sean referencias de modos de vida, trabajo, producción totalmente diferentes y nuevas. Y se dan en lo práctico, en cómo decidimos vivir”.
Irmina: “La otra enseñanza es la de la supervivencia. Ver cómo uno se pone límites, pero siempre se puede llegar más allá. Todo el tiempo te dicen: ‘no se puede, no puedo más’. Mucha gente vive quejándose, sin disfrutar lo que es la vida. La situación límite representó un aprendizaje muy fuerte sobre la vida. Y un desafío a nuestra creatividad, donde descubrís la tremenda capacidad de transformación, de acción y de lucha que se puede tener”.
Enrique y Eduardo, proponen otro aspecto de la cuestión. “Lo que nuestros viejos plantean son valores. El que vive de una forma mediocre, nunca crea nada nuevo. La historia muestra que los cambios los hacen siempre los locos, los que se juegan por algo, los que ponen el cuero”. Remo se va a mirar una estructura de macetones escalonada con agua en permanente circulación de la que una familia puede obtener la verdura de cada día. “Una revolución”, informa. Irmina lo mira. Hay una palabra inédita en este texto, que cada quien podrá ubicar donde prefiera: amor. Irmina dice: “Remo tiene muchas locuras”. ¿Y usted? “Yo tengo una sola. Seguirlo a él”.
Nota
Septiembre en Mu Trinchera Boutique
Obras de teatro, música, comida rica, dos ceremonias especiales, y una propuesta para las infancias: este septiembre te esperamos en nuestro espacio (Riobamba 143, CABA) con todas estas propuestas. Recordá que si sos suscriptor, tenés descuentos.
Sábado 7 de septiembre, 20.30hs
TERROR DE ARRABAL
Tres barrios porteños, tres leyendas urbanas y la pesadilla de una inquilina en busca de hogar. Terror de Arrabal es un unipersonal de narración oral que recorre leyendas urbanas de la Ciudad de Buenos Aires en el camino de una inquilina que mudanza tras mudanza no para de chocar con lo paranormal.
Entradas por Alternativa Teatral
Domingo 8 de septiembre, de 13 a 17 hs
PACHA URBANA
Una ceremonia para testimoniar la vida y celebrar el placer del encuentro colectivo.
Un ritual para nutrir el cuerpo y el alma, con el escenario urbano de fondo, con nuestros pies sobre el territorio que nos cobija.
Empanadas salteñas, bebidas, DJ y fiesta: todo incluído.
Anfitriona y cocinera: Carla Morales Ríos
Musica en vivo y DJ: Big Mama Laboratorio
Entradas por Alternativa Teatral
Sábado 14 de septiembre, 20 hs
NENA GORDA
Un biodrama que surge de la convicción de que una herida personal es un interesante y genuino punto de partida para la creación. En éste caso, el foco está anclado en lo más íntimo y a la vez universal: el cuerpo propio y la mirada de los otros sobre él.
Regresar, a través de sus objetos, al cuarto de la infancia; aquel sitio que alberga aún el recuerdo, las memorias, los deseos de otros proyectados sobre nosotros.
Una foto. Una pequeña bailarina clásica llamativamente gorda es el disparador para preguntarnos ¿Qué tiene que cambiar para que el cuerpo de una niña sea suficiente?
Entradas por Alternativa Teatral
Domingo 15 de septiembre, 18 hs
MARYTA DE HUMAHUACA
KILLA RAYMI (la Fiesta de la Luna)
Maryta de Humahuaca, cantora indígena, jujeña, llega a Buenos Aires para presentar sus nuevas canciones en una ceremonia con artistas invitadas.
Entradas por Alternativa Teatral
Viernes 20 de septiembre, 21 hs.
Maca Mona Mu
Nos invita a recibir la Primavera
presentando su disco Ruca.
Canciones enhebradas a través del elemento fuego para iluminar, abrigar, cocinar y encender nuestros sentidos.
La voz de Maca Mona Mu narra emociones íntimas que exponen la nueva sensibilidad de esta época.
Sábado 21 de septiembre, 20.30 hs
SER EVA, por Eva Basterra Seoane
Textos y canciones para no olvidar, el arte para testimoniar y celebrar la vida.
La Eva artista, la que se rebela, la que se entrega, la lucha, la que grita, la que muerde, la que sueña, la que vive.
Un encuentro mensual, con una invitada especial en cada ocasión. En esta oportunidad: Graciela Daleo, docente, investigadora, sobreviviente de la ESMA.
Eva es escritora, cantora, murguera, feminista, hija de Víctor Basterra y Laura Seoane, sobrevivientes de la ESMA. El testimonio de Victor fue crucial en el Juicio a las Juntas Militares, inmortalizado en un texto de Jorge Luis Borges.
Entradas por Alternativa Teatral
Domingo 22 de septiembre, 16 hs
FESTIVAL MOSTRES E INFANCIAS
¡Primer Festival para Infancias libres y Todo Tipo de Familias, porque deseamos que crezcan en toda su diversidad!
Habrá:
-Ronda de Lectura con hadas travas madrinas: Susy Shock, Luz Ventura, Eugi
-Juegos participativos y Juegos cooperativos: Amarella y Amarellita.
-Talleres organizados por la Editorial Muchas Nueces.
-Música en vivo: La Banda de les Mostres, Susy Shock, Sofia Dieguez, Lelé Música, Amarella, Mika De Frankfurt, ¡y más amigues!
Entradas por Alternativa Teatral
Nota
Diez años después: comienza el juicio por el femicidio de Nancy Fernández
Comienza este martes el juicio por el asesinato de Nancy Fernández que se extenderá entre el 3 y el 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Por Anabella Arrascaeta.
Nancy tenía 36 años cuando el 2 de mayo de 2014 fue encontrada en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Venía reclamando justicia por su hija, Micaela Fernández (14), que un año antes había sido secuestrada, violada y asesinada (ambas en la foto de portada). Sin embargo, se caratuló el caso de Micaela como suicidio. El acusado es Juan Carlos Corvalán, conocido narco de la zona. Nancy y Micaela eran parte de la comunidad qom Yecthakay, de Tigre.
Esta historia, situada en el Municipio de Tigre, se teje entre muertes e impunidades. El crimen de Micaela Fernández fue caratulado como suicidio, y sigue impune. Este martes comienza entonces el juicio por el asesinato de su madre, Nancy Fernández, que se extenderá hasta el viernes 6 de septiembre en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 7 de San Isidro. Hay un solo imputado por el femicidio: Juan Carlos Corvalán, narco de la zona.
El entramado detrás de estas muertes sigue aún sin visibilizarse.
Nancy Fernández, de la comunidad qom del Tigre. La asesinaron porque seguía denunciando que el caso de su hija Micaela no había sido un suicidio, sino un asesinato (Foto de Canal Abierto)
Los crímenes
En 2013, cuando Micaela Fernández desapareció, su madre Nancy fue a la Comisaría 6ª de Talar pero no le quisieron tomar la denuncia; había sido secuestrada y violada por varios hombres. Cuando su hija apareció días después, con golpes, cortes en la cara y el pelo cortado, Nancy insistió en denunciar lo sucedido y otra vez volvieron a negarle ese derecho. En una entrevista con la TV Pública, Nancy reveló que la policía la llevó a la comisaria, donde la ataron y golpearon. Cuenta Nancy en el video: “India de mierda, me dijeron, te callás la boca, no vas a hablar vos”.
El 17 de febrero de 2013 Micaela apareció asesinada en la casa de Dante “Pato” Cenizo. Tenía un tiro en la cabeza. La investigación de su muerte estuvo a cargo del fiscal Diego Molina Pico, de la Fiscalía de El Talar, que a los pocos meses archivó la causa caratulada como suicidio. Dante “Pato” Cenizo solo estuvo preso por venta de drogas.
Un año después, mientras Nancy, reclamaba justicia y denunciaba la complicidad policial en la trama, la encontraron en su casa semidesnuda, violada y asfixiada. Ahora, diez años después, su muerte llega a Tribunales.
El reclamo de justicia
Nancy y su familia son parte de la comunidad Qom Yecthakay del partido de Tigre. Micaela tenía una hermana: Lisette Fernández, que tenía 12 años cuando asesinaron a su hermana, y 13 cuando asesinaron a su mamá. Cuando cumplió la mayoría de edad tomó el reclamo de justicia y se rodeó de las organizaciones que desde el territorio acompañan los reclamos por los femicidios locales.
La misma red que acompaña por ejemplo el reclamo de justicia por Luna Ortiz (asesinada en 2017 cuando tenía 19 años) estará presente en los Tribunales acompañando a Lisette.
“Es importante el acompañamiento porque es una causa fuerte. Esta red de mafia territorial se creía que al matar a Nancy y al morir su abuelo Eugenio de tristeza, Lisette no iba a hacer nada por su corta edad, pero cuando cumplió los 19 años decidió salir como particular damnificada, y es importante levantar junto a ella el pedido de justicia”, dice a lavaca Marisa Rodríguez, mamá de Luna Ortiz y miembro de la red que acompaña el pedido de justicia por Nancy y Micaela.
Marisa Rodríguez, la mamá de Luna Ortiz, junto a Lisette, hija de Nancy y hermana de Micaela que retomó el reclamo de justicia ante la audiencia que comenzará este martes 3.
Esa red garantiza por ejemplo que durante esta semana Lisette tenga cómo trasladarse al juicio, y se quede a dormir cerca de Tribunales. También organiza que la joven tenga la comida para la semana y las actividades de acompañamiento que sucederán en la calle mientras el proceso transcurre, además del claro apoyo y contención.
El juicio marca la posibilidad de empezar a desarmar el entramado de impunidad. Un primer paso en un largo camino que se inicia por juzgar como femicidio el crimen de Nancy, y que después pueda dar lugar a lo que todavía no se hizo increíblemente: vincular la muerte de Nancy con el crimen de su hija Micaela, y poder poner luz en la trama de responsabilidades y complicidades que mantuvieron durante 10 años sus femicidios sin justicia.
Nota
Talento eterno
Ricardo Talento –actor, director, dramaturgo y docente, fundador del Circuito Cultural Barracas y uno de los principales impulsores del teatro comunitario– se “mudó de casa”, como dicen las Madres de Plaza de Mayo cuando alguna de ellas parte hacia otras dimensiones. El recuerdo de Luis Zarranz, periodista, escritor y autor de del libro Actores Sociales, de Lavaca Editora: una investigación, descripción y guía sobre una experiencia de una profundidad única en el mundo, con Ricardo Talento como uno de sus emblemas. En esa obra Luis explica el rol del teatro comunitario en la reconstrucción del tejido social tras la dictadura, hasta el presente. Y en esta nota cuenta sus batallas, sus conceptos, lo que fue capaz de crear con la mirada siempre puesta en lo grupal. Su debate tanto con el liberalismo como con el progresismo sobre lo que significa el arte como producción social y autogestiva. La definición de la palabra “talento” que le falta a los diccionarios. El retrato de un imprescindible que supo combinar alegría, entusiasmo y comunidad.
Por Luis Zarranz
(foto de portada publicada por la Asociación Argentina de Actores y Actrices)
Ricardo Talento tuvo un apellido que le calzaba justo. Su virtud no estaba solo en su capacidad actoral o dramaturga sino en algo más trascendental y difícil de hallar: la potencia para generar proyectos artísticos comunitarios a lo largo y ancho del país.
En ningún lugar de eso que llamamos mundo existe algo similar –en términos de extensión, recorrido, articulación, transformación y hecho cultural– como el teatro comunitario argentino. ¿Qué es? Teatro de y para vecinos y vecinas. En nuestro país, más de sesenta grupos conforman una red nacional de enorme vitalidad en la que se fusionan conceptos tales como comunidad, arte, identidad, celebración, autogestión y juego: todo como parte de una unidad teatral.
Sin embargo, lo que hace más interesante aún al teatro comunitario es la generosidad fundacional con la que creció. Y es precisamente ahí donde emerge la figura de Talento junto con la de Adhemar Bianchi como directores de los dos primeros grupos del país: fueron ellos quienes durante los días aciagos del 2001 salieron por los barrios a propalar el encuentro de vecinos a través del arte, lo que permitió que surgieran diversos grupos hasta en los lugares más inimaginables del país.
Eso es Talento.
A partir de ese impulso, en pueblos de no más de seiscientos habitantes, por ejemplo, comenzaron a surgir grupos de teatro comunitario en los que participaba buena parte de la comunidad: la vieja estación de tren abandonada pasaba ser un escenario para una función, lxs vecinxs contaban ellxs mismxs la historia del lugar, es decir su historia.
Talento vio allí el hecho cultural en toda su dimensión transformadora.
Antes, mucho antes, en la década del setenta había participado en el Centro de Cultura Nacional José Podestá, en el grupo La Podestá y en el Grupo de Teatro Cumpa. En 1987 comenzó a dirigir al grupo de teatreros Los Calandracas. Finalmente, en 1996, en plena sobredosis menemista, fundó el Circuito Cultural Barracas y, junto a Adhemar, creó “El Fulgor Argentino Club Social y Deportivo”, la gran obra del primer grupo de teatro comunitario, Catalinas Sur de La Boca, hermano mayor del Circuito de Barracas.
Imagen de la actual versión de El fulgor argentino, espectáculo organizado y creado en1996 por Ricardo Talento y Adhemar Bianchi, cuyo éxito lo renueva año año. Foto Lina Etchesuri
Pero todo el párrafo anterior engendra un error: nada de lo que haya hecho Talento podría conjugarse en singular. Sus iniciativas siempre propiciaron el encuentro con el/la otro/a para, a partir de allí, crear proyectos de índole grupal.
Su nombre y apellido nunca fueron un nombre propio sino sustantivos colectivos. Por eso le preocupaba tanto combatir la aparente capacidad individual de un artista. Ese fue su verdadero arte: dialogar con la época para transformarla en comunidad: “Creemos que el arte es un derecho de todos. El mundo liberal creó la figura del artista como para decir que están los que se permiten desarrollar su actividad y tienen un don. Están diciendo que otros no lo tienen. Y, además, que se trata exclusivamente de una producción personal. Es un nefasto concepto liberal y hay otro del progresismo: la idea del arte como herramienta, como una utilidad. Nosotros creemos que en sí es transformador”.
Eso es Talento.
Así, en 2001, bajo su dirección, el Circuito Cultural Barracas parió una de sus emblemáticas obras: El casamiento de Anita y Mirko. Un casamiento como una excusa para generar un espacio de encuentro, intercambio y diversión que amortiguara la crisis neoliberal que, como un tsunami, arrasaba con todo. La fórmula que crearon lxs vecinxs fue medicina para curar el agobio, la desesperación y el desencuentro. Y fue también un éxito teatral que lleva veinte años ininterrumpidos de funciones agotadas sábado tras sábado, con más de 70 vecinxs actores en escena.
El Casamiento de Anita y Mirco, obra y experiencia emblemática del Circuito Cultural Barracas desde 2001, otra muestra de la capacidad de Ricardo para reunir lo social y lo artístico y hacer una fiesta (literal y divertidísima) que comparten y actúan con el público más de 70 vecinas y vecinos del barrio. Foto Lina Etchesuri para lavaca .
Hace un tiempo, en una charla para una nota de lavaca, Talento me dijo: “En todo estos años cambió el clima político y el social, pero sigue esa necesidad de jugar, aunque sea por dos horas, a que no tenemos paranoia el uno del otro. En el fondo, el Casamiento es una ficción: ficcionamos que nos conocemos, que nos podemos divertir juntos, que podemos compartir una mesa sin que nos conozcamos. No es poca cosa”.
Eso es Talento.
Más Talento: “El teatro es la última ceremonia humana que le queda al ser humano. Cuando la comunidad la toma, vuelve a darle encarnadura, sentido. Porque a veces el teatro se vuelve una ceremonia hueca, no de comunicación sino de exhibición: de habilidades, de construcciones artísticas. Una de las cosas por la cual el teatro comunitario tiene tanta repercusión en el público es porque al tomarlo la comunidad vuelve a tener sentido esta ceremonia celebrativa. El vecino produce con otro vecino, que es el espectador: hay empatía y todos juntos estamos participando de un hecho colectivo”.
Así, con esas pócimas, Talento supo dialogar y protagonizar su tiempo: con otros/as: “Creatividad significa cómo puede imaginarse uno de otra manera, cómo puede modificar el entorno y puede construir política. Estás desarrollando prácticas a nivel comunitario, de construcción política, partiendo de la posibilidad de imaginar de otra manera. Y ejercerla, además, porque no es que lo decís teóricamente y después te vas a tu casa solo. No, lo estás ejerciendo todo el día en la práctica, con otros”.
Cómplices y compinches. Adhemar Bianchi y Ricardo Talento, creadores de espacios de encuentro, intercambio y diversión para escaparle a la desesperación y los desencuentros. Foto LAVACA
Pocas veces palabra y acción se sintieron tan a gusto: eso sí es Talento.
Otra vez, cuando participó del Foro Social de Porto Alegre puso en discusión la frase “Otro mundo es posible”, leiv motiv de esos encuentros. Talento planteó dos cosas: primero que nada iba a ser posible si no éramos capaces de imaginarlo. Y, segundo, que no había que plantear otro mundo posible sino este, el de aquí y ahora, el que se manifiesta en el más político de los ámbitos: el cotidiano.
Eso es Talento.
Hay personas que dejan una huella tan imborrable de su paso por el mundo que resulta imposible mencionarlos en pasado, su tiempo es tan actual que siempre están en presente: eso es también es Talento. Y, por eso mismo, siempre están y estarán vivas: cada vez que un grupo de teatro comunitario se junte, cada vez que empiece una función, cada vez que surja otro grupo más, Ricardo Talento estará ahí, como parte inescindible de esa acción.
La Real Academia Española, que poco sabe del mundo real, admite tres definiciones de “talento”: “1) inteligencia (capacidad de entender). 2) aptitud (capacidad para el desempeño de algo). 3) Persona inteligente o apta para determinada ocupación”.
Le falta la más trascendental de las definiciones: “Talento: sustantivo colectivo teatral y comunitario”.
- Revista MuHace 4 días
Mu 196: El modelo
- NotaHace 2 semanas
Un día de justicia: prisión perpetua a Diego Concha por el femicidio de Luana Ludueña
- Mu182Hace 4 semanas
Fu-Manchú, 50 años después: reivindicación de la magia
- ActualidadHace 2 semanas
80 días sin Loan: entrevista en Corrientes al hermano del niño desaparecido
- ActualidadHace 1 semana
Vetados y reprimidos: la ronda de los miércoles de los jubilados fue atacada por un desproporcionado operativo policial
- NotaHace 4 semanas
Daniela Calarco, presa desde hace 2 meses por manifestarse contra la Ley Bases: la criminalización de la protesta, y de la organización
- #NiUnaMásHace 3 semanas
Femicidio de Luana Ludueña: concluyeron los alegatos en el juicio a Diego Concha
- Mu193Hace 4 semanas
Desobede-ser: nietas y nietos de genocidas