Nota
Juicio a la ESMA: vidas privadas en un campo de concentración
Se creó en la ESMA el Espacio de la Memoria, con la presencia del gobierno y los organismos de derechos humanos. Al mismo tiempo, el juicio que se lleva adelante en estos días describe de modo asombroso qué es lo que conviene recordar. lavaca recorre aquí parte del laberinto junto a las declaraciones de los testigos, crónicas invalorables para entender la verdad. En diciembre se dictará la sentencia. Aquí, ya puede conocerse cómo funcionaba en la práctica un emblema de los campos de concentración, y algunas de las complicidades con las que contaba.
“¿Por qué no tengo la posibilidad de verle la cara a Febres?”, preguntó en medio de la audiencia Lázaro Gladztein, uno de los sobrevivientes de la ESMA que declaró como testigo en el juicio que se le sigue al prefecto Héctor Febres, uno de los represores que actuó en el centro clandestino de detención que funcionó durante la dictadura en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada. Gladstein quería ver a su torturador a los ojos mientras relataba que el acusado sobresalía por su ferocidad. En la primera audiencia, después que se le leyeran los cargos, el imputado había pedido autorización al tribunal para no concurrir a las audiencias orales y públicas que se llevan a cabo en el subsuelo de los Tribunales de Comodoro Py. Pero ahora, los sobrevivientes podrán verle la cara a su verdugo: esta semana se conocerán los alegatos de las querellas y la Fiscalía y el imputado Febres estará obligado a escucharlos en el banquillo de los acusados.
A Febres se lo acusa por crímenes de lesa humanidad cometidos contra Alfredo Margari, Josefa Prada de Oliveri, Carlos Lordkipanidse y Carlos Alberto García. El relato de casi media centena de testigos sirvió para reconstruir cómo funcionaba ese centro clandestino de detención que se convirtió en el paradigma del horror que estableció la última dictadura y que desde hoy se convirtió en un espacio para la memoria. Esta es una posible recorrida elaborada por lavaca a través de los testimonios en esta causa (“pequeña” en relación a todo lo que aún falta juzgarse), que brindan un material insuperable para comprender cómo funcionaba la burocracia del terrorismo de Estado.
Vida diaria
lavaca ha venido reflejando testimonios en crónicas anteriores como el de Graciela Daleo, quien narró cómo rezaba Avemarías mientras la torturaban en un lugar que llamaban Avenida de la Felicidad y donde había un cartelito: “El silencio es salud”. Contó también que tuvo la posibilidad de regalarles a las embarazadas secuestradas historietas recortadas de Inodoro Pereyra para una Navidad. Sus compañeras también le habían preparado un regalo: un gatito de tela con la frase “el amor derrite cualquier hielo”. Estaba firmado por “Las mamás”.
A ese tipo de testimonios se le han ido sumando muchos otros.
Gladstein sostuvo que a ” Febres nadie lo obligaba a nada, él elegía libremente ir todos los días a la ESMA para torturar”. Tal como otros sobrevivientes, enfatizó que peor tortura que la picana era la vida diaria en la ESMA, “con los pies engrillados, manos esposadas y encapuchados, escuchando los gritos de los compañeros torturados, golpeados, sucios y humillados”.
El ex detenido desaparecido explicó que fue sometido a trabajo esclavo en la ESMA y denunció que en octubre de 1979 lo obligaron a participar de una operación de prensa destinada a mostrar que no había desaparecidos, y que los denunciantes estaban, en cambio “paseando por Europa”. Fue el operativo donde la prisionera Thelma Jara de Cabezas fue obligada a decir ese tipo de cosas, “para lo cual se montó una escenografía en una confitería porteña en cuyas mesas se ubicaron los represores para evitar que hiciéramos algo distinto a lo pactado”. La entrevista se tituló Habla la madre de un subversivo muerto, y fue publicada en la revista Para Ti, de Editorial Atlántida, dirigida por la familia Vigil y con la obvia complacencia de varios de sus empleados jerárquicos. La revista, como tantas grandes empresas periodísticas de aquel momento, funcionaron como altoparlantes de la dictadura.
Gladstein también denunció la apropiación de los bienes de los detenidos por parte de los genocidas y en concreto se refirió al marino Ricardo Cavallo que se robó el departamento de un compañero suyo desaparecido. Gladstein fue liberado en enero de 1980, a pesar de que continuaron las visitas de control a su domicilio así como los llamados telefónicos.
El bebé y la heladera
“Vos esto no lo viste”, le dijo Jorge El Tigre Acosta a María Larralde, una enfermera que había sido secuestrada en la ESMA y sometida al trabajo esclavo. Larralde escuchó esa frase después de asistir en el parto a Patricia Roismblit, en noviembre de 1978. “Todos los oficiales de inteligencia entraron a ver al bebé”, recordó y mencionó a Raúl Scheller, Febrés y Alfredo Astiz. Entre otras muchas cosas, Larralde fue obligada a acompañar a los represores que devolvieron a su familia al bebé de Carlos Lordkipanidse, otro de los secuestrados, que fue torturado con picana mientras tenía a su hijo de 20 días sobre su abdomen. “Te vas a ir para arriba”, la amenazaban a Larralde cada vez que le ordenaban tareas de este tipo.
Varios testigos mencionaron que Febres era el encargado del destino de los recién nacidos, así como también de su ajuar. “Febres se llevaba los bebés a alguna parte. Sería importante que algún día dijese donde llevaba a los recién nacidos, son algunas de las respuestas que estamos esperando así como quisiera saber donde está el cuerpo del padre de mis hijos”, dijo frente al Tribunal Ana María Soffiatini, una sobreviviente que contó en la audiencia que en el pañol de la ESMA reconoció la mesa y la heladera que tenía en su casa de Ramallo, donde había sido secuestrada.
“Héctor Febres tenía trato cotidiano con las detenidas embarazadas y les pedía que escribieran a quiénes querían entregar los recién nacidos”, aseguró Beatriz Toker de Girro, otra de las ex detenidas desaparecidas que declaró en el juicio. María Alicia Milia de Pirle y Lydia Vieyra, dos sobrevivientes que atestiguaron, recordaron que ayudaron a parir a María Hilda Pérez de Donda y a Ana Rubel de Castro, cuyo hijo continúa apropiado. Otros sobrevivientes señalaron con emoción que pudieron tener en brazos a Juan Canbandié, uno de los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo y actual legislador electo por la Ciudad de Buenos Aires.
No está loco
“Me había dado picana Febres”, recordó Carlos Muñoz en un relato largo y repleto de detalles como nombres y fechas. “Me enteré que él era responsable de mi caso, porque me lo dijo él mismo”. Meses después, el 22 de abril de 1979, fue también Febres quien lo llevó a festejar el cumpleaños de su madre junto a otro represor. “Me acompaña y estuvimos juntos en la mesa, mi familia y dos represores, después volvimos a la ESMA”.
Angel Strazzeri, otro de los sobrevivientes que declaró, recordó que a poco de su llegada al centro clandestino fue interrogado, mientras estaba encapuchado en el subsuelo, acerca de sus compañeros y sus domicilios: “Febres me dio máquina”, denunció.
La ex detenida-desaparecida Cristina Aldini, cuando le tocó declarar, definió qué es para ella la tortura: “Un acto que intenta deshumanizar y desintegrar a la persona. El torturador no es un monstruo antinatural. Es una persona que está en uso de sus facultades. No está loco”.
Los traslados
Ricardo Coquet, un sobreviviente que perdió varios dedos mientras hacía trabajo esclavo de carpintería para los represores de la ESMA, relató con vos quebrada cómo se enteró que su amigo Ignacio Ojea Quintana había sido trasladado, eufemismo acuñado por los represores para definir el momento en que los detenidos eran arrojados vivos al mar desde aviones de la Marina. “Los miércoles era el día de los traslados. Un Pedro (les llamaban Pedros a los oficiales encargados de los movimientos de los prisioneros dentro de la ESMA) leía en voz alta los números de los secuestrados que iban a ser trasladados y formaban un trencito para bajar al sótano. Un miércoles Ojea Quintana estaba en el trencito y cuando pasó delante de mí me saludó a través de la capucha. Unos días después, Acosta le dijo a un Pedro que me diera ropa digna llevándome al pañol para buscar algo que me quedase bien. Ahí, entre pilas de ropa, reconocí una camisa verde a cuadros y un pantalón blanco, que yo le había prestado a Ojea Quintana” .
Coquet contó que un miércoles pensó que lo iban a trasladar a él: “Febres me dijo que tenía que bajar al sótano. Me quedé duro, un compañero me tomó la mano pensando en que me trasladaban. En realidad otro compañero pidió abrazarme antes del traslado. Ahí vi la fila en enfermería, antes de que les dieran pentotal, que ellos llamaban pentonaval, para adormecerlos y tirarlos al mar. Durante las horas de traslados, no nos hacían trabajar.”
Cuando la tortura es la vida cotidiana
Como la mayoría de los sobrevivientes que declararon en el juicio, Mario Villani fue obligado a realizar trabajo esclavo. Pero a él le tocó una de las tareas más ingratas. Fue cuando lo obligaron a reparar una picana eléctrica. “No puedo reparar un instrumento de tortura”, respondió inicialmente ante el pedido de los represores quienes replicaron: “No importa, les aplicaremos corriente directamente con esto”, en referencia a un transformador variable. “Eso podía provocar la muerte”, se dijo a sí mismo Villani, quien accedió entonces al arreglo, aunque pensó: “Si no la saben arreglar, mucho menos pueden saber lo que voy a hacer”. Fue entonces que decidió cambiar un capacitor para debilitar la potencia del instrumento de tortura.
“La peor tortura –aseguró Villani– era la vida diaria en esos campos de concentración, ya que la ‘picana’ termina cuando acaban los interrogatorios, pero el trato denigrante, los golpes, las humillaciones, las violaciones y los gritos de otros torturados formaban parte del escenario cotidiano.”
Antes de salir en libertad, María Larralde –que interrumpió varias veces su relato por el llanto- fue obligada a trabajar en una casa de Belgrano para lo que se conoció como el proyecto político de Eduardo Massera. Allí tuvo que fotocopiar un dossier para un curso de lucha antisubversiva que se dio para militares uruguayos, paraguayos, bolivianos y brasileños. Uno de los materiales que debió preparar, dijo, hablaba de “cómo torturar, las etapas de la tortura”.
El silencio
Fue el testigo y sobreviviente de la ESMA Carlos Muñoz quien ratificó hechos que ya habían adelantado otros testigos en las primeras audiencias. “Febres –aseveró- fue responsable de organizar el viaje desde la ESMA hasta una isla en el Tigre conocida como El Silencio. Fue un operativo realizado de madrugada”. Aquel traslado se concretó en el mismo momento en que la Comisión interamericana de Derechos Humanos visitaba la Argentina en 1979 para verificar las denuncias existentes sobre las desapariciones forzadas de personas.
Los secuestrados permanecieron en El Silencio a lo largo de un mes. Llegaron a esa isla tras un viaje en lancha de dos horas que había partido desde la Prefectura de Tigre, el mismo lugar donde actualmente está detenido Febres.
5.000
Carlos Muñoz también fue sometido a trabajo esclavo y obligado a falsificar todo tipo de documentos. Una de las labores que le encomendaron fue realizar copias de microfilmaciones de fichas con datos de todos los secuestrados que pasaban por la ESMA, con sus correspondientes fichas, historias personales y destino final: “traslado”, que equivalía a asesinato, o liberación. Su relato fue coincidente con el que había expresado uno de los querellantes, Carlos Lordkipanidse. De esas microfilmaciones surgen las estimaciones que por ese centro de detención clandestina pasaron cerca de 5.000 personas.
Descripción docente
Otra de las testigos fue la sobreviviente Cristina Aldini, que recordó cómo se enteró de que su compañero había sido asesinado: “Vino a ‘capucha’ (un sitio del piso superior de la ESMA donde se alojaba en cubículos a los secuestrados) el oficial de inteligencia Raúl Scheller, ‘Mariano’, y me entregó la alianza que llevaba puesta Alejo para demostrarme que lo habían asesinado. Me preguntó si yo quería ver el cadáver. Al principio dudé, pero luego accedí porque pensé que, si no, siempre me iba a quedar con la duda. Tenía dos tiros en la cara. Uno entre ceja y ceja, el típico tiro de gracia. Lo ejecutaron”, describió la docente.
El “asadito”
“Hoy tenemos un asadito con uno que cohetearon en la calle, por uno solo no vamos a hacer un traslado”, recordó el testigo Ricardo Coquet que le dijo un oficial. Detalló que esta práctica consistía en quemar cuerpos de detenidos-desaparecidos en el Campo de deportes de la ESMA. Su testimonio coincidió con el de otra sobreviviente, Beatriz Toker. La querella solicitó que el testimonio sea derivado al juzgado a cargo de Sergio Torres, que lleva adelante otras causas contra represores que participaron en la ESMA. El Tribunal Oral Nº 5 hizo lugar al pedido.
Las monjas montoneras
Coquet denunció además que Febres torturó al grupo secuestrado en la Iglesia Santa Cruz, entre los que se encontraban las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domond. El testigo recordó que Febres lo obligó a pintar una bandera de Montoneros con el escudo de tacuara y fusil, luego utilizado como escenografía, con un escritorio y dos sillas, donde las religiosas fueron fotografiadas para simular que habían sido víctimas de un operativo de la organización guerrillera. Otros testigos, sometidos a trabajo esclavo para que Emilio Massera pudiera desarrollar su proyecto político, ya habían recordado que cuando los obligaban a recortar diarios para realizar informes de prensa, vieron esa toma publicada, que aún hoy se conserva como símbolo de la mentira a la que se sometía a la sociedad desde el poder.
Coquet describió al imputado como “muy golpeador, altanero y presumido”. La docente Ana María Soffiatini aseguró que Febres participaba en sesiones de tortura y que lo vio golpeando con una manguera flexible a las monjas francesas. Después calificó al imputado como “perverso, hipócrita y asqueroso. Era uno de los que más presencia tenía ahí adentro, una pieza muy importante de esa máquina de horror y muerte que funcionaba en la ESMA”.
Visitas siniestras
Lucrecia Etchaleco de Margari, madre del sobreviviente Alfredo Margari –uno de los querellantes contra Febres- relató cómo la encañonaron mientras secuestraban a su hijo, a metros de su casa. Relató, también, que pasado el tiempo Febres y otro represor llevaron a su hijo Alfredo a su casa para que lo vieran. Esas visitas, dijo, se repetieron una vez por mes. Siempre, recordó, se grababan las conversaciones. Su hijo Alfredo había sido obligado a realizar trabajo esclavo para falsificar documentación tanto en la imprenta de la ESMA como en la del Edificio Libertador. También era llevado a realizar tareas a Apus Gráfica, donde se imprimía Convicción, el diario que impulsaba el proyecto político de Massera. Alfredo Margari, uno de los primeros en declarar, denunció que era Febres el encargado de llevarlo y presentarlo a los gerentes de Apus Gráfica.
La Multinacional
María Milesi de Pisarello relató que fue secuestrada en diciembre de 1977 en Uruguay y trasladada a la Argentina en un operativo del que participó el prefecto Febres. La mujer contó que fue secuestrada junto a su marido y su pequeña hija quien luego fue entregada a sus abuelos. Llegó a la ESMA encapuchada, esposada y engrillada.
Cuasi animales
“Al cuarto día recién pude ingerir por primera vez agua. La tomé del inodoro por un descuido del guardia”, dijo Martín Grass. Semanas después, un represor estaba repartiendo “botellitas de agua” entre los detenidos. Un superior le ordenó que terminara y dejó la última botella en medio de dos cuchetas. Una mano intentaba agarrarla cuando se escuchó un “gruñido salvaje, cuasi animal” y otra mano se la arrebató. “Había sido yo”, confesó el abogado. Fue la forma de explicar cómo la experiencia de las vejaciones “reducía a una persona a sus condiciones más básicas”.
No sabe/ no recuerda
Los únicos testimonio que no aportaron datos explícitos contra Febres fueron el del secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri, quien estuvo detenido de manera clandestina en la ESMA junto a su mujer, Josefa Prada de Oliveri, uno de los cuatro casos por los que se juzga a Febres.
Su mujer, una de las primeras testigos en declarar en el juicio, tampoco pudo involucrar a Febres. Ninguno de los dos pudo reconocer la foto del ex prefecto. “No importa. Nosotros también vamos a presentar acusación por el caso de Prada de Olivieri. Está claro el papel que Febres jugaba en la ESMA, que tenía dominio de los hechos, que se intercambiaban los roles entre todos, por lo que todos eran responsables”, señaló Rodolfo Yanzón, uno de los abogados querellantes.
La filmación y Julio López
El Tribunal Oral 5, presidido por Guillermo Gordo, prohibió tomar fotografías o filmaciones en la audiencia, una medida que no disgustó a los abogados querellantes, alertas tras la desaparición de Julio López, principal testigo de la causa que terminó con el represor bonaerense Miguel Etchecolatz entre rejas. La única filmación es llevada a cabo por personal técnico de la Policía Federal. “No nos genera ninguna seguridad que la misma institución que participó de mi secuestro ahora me esté filmando”, dijo Enrique Fukman a poco de comenzar su declaración. El testigo le pidió al presidente del tribunal, Guillermo Gordo, que no sea filmado por la policía “a la luz de lo que le pasó a Jorge Julio López”. El recinto estalló en aplausos y Gordo tuvo que pedir orden. “Este Tribunal le brinda todas las garantías”, dijo y agregó: “No se hace ninguna copia y solamente el tribunal accede a las imágenes”.
Un robo
El abogado Rodolfo Yanzón denunció que varios desconocidos ingresaron a la casa del arquitecto José Miño, en la provincia de Corrientes, donde le robaron objetos de valor, una cámara fotográfica digital y sus agendas personales. Miño es sobreviviente de la ESMA y testigo en esta causa.
“Considero que fue un aviso mafioso –denunció Miño-, porque yo estuve en Buenos Aires durante diez días para declarar en la causa y esperaron que yo regresase para ingresar. Tuvieron todo el tiempo del mundo para desvalijarla, pero aguardaron que estuviese y me ausentase momentáneamente para perpetrar el robo”.
Miño advirtió, además, que “se llevaron objetos electrónicos, de computación y una agenda donde había datos valiosos sobre el juicio a la ESMA y también relacionados con el juicio por la causa del Ex Regimiento 9, que se iniciará en febrero en Corrientes. Todavía vamos a tener que transitar muchas veces más por los juzgados en relación con la ESMA, ya que la causa está muy desperdigada y los peces gordos aún no están siendo sometidos a juicio”.
El reconocimiento
“Sí, es él”, aseguró Víctor Fatala cuando le proyectaron en la pantalla gigante de la sala de audiencias la foto de Hector Febres. “En la ESMA –amplió- funcionaba un centro de represión sistemático, existía la teoría militar de capturar a uno para que ese permitiera traer a cuatro o cinco más y la tortura era la forma fundamental para atrapar más gente”.
El veredicto
El próximo 14 de diciembre se conocerá el veredicto y una semana después, los argumentos. Febres, juzgado por tan solo cuatro casos de los cinco mil que pasaron por la ESMA, podrá ser condenado a cadena perpetua. En ese caso, el Tribunal deberá decidir si será alojado en una prisión común o si seguirá gozando, como hasta ahora, del privilegio de estar detenido en la sede Delta de Prefectura Naval.
Nota
El estado de la salud: Hospitales marcharon contra el recorte, con el Bonaparte como símbolo de la insensibilidad
Médicos y médicas de distintos hospitales públicos e instituciones de salud marcharon hoy a Plaza de Mayo. El Hospital Garrahan -donde el gobierno nacional echó al Consejo Directivo- fue el punto de partida y el símbolo, el Hospital Bonaparte cuyos trabajadores y trabajadoras resisten al cierre. Lo común: el ahogo presupuestario y el recorte salarial. El contexto: mayor demanda, menos dinero, menos insumos y más precariedad. Un combo insalubre para quienes trabajan y para quienes se atienden. El llamado a un paro general, y la unión sin distinciones de todo el personal de las instituciones. El jueves, Día de la Salud Mental, habrá una nueva marcha a las 10 de la mañana, desde el Hospital Rawson al Bonaparte.
Por Lucas Pedulla
Karen tiene 35 años y este martes cumplió su primera semana de residencia en el Hospital Nacional Laura Bonaparte. Lamenta no estar en su área de trabajo, después de estudiar durante años en la Universidad Nacional de Luján, sino en Plaza de Mayo, fruto de una necesidad que la empujó a salir a la calle, con miles de trabajadores y trabajadoras de la salud.
Pero rescata lo bueno, ante la pregunta de cómo está, que ella elige responder en plural: “Estamos bien, es muy energética esta situación: permanecimos en nuestros puestos de trabajo, con el hospital abierto, garantizando la continuidad de la atención, y reconforta que haya tenido toda esta respuesta. Todo eso implica que es una pelea que vamos a poder ganar”.
Karen ingresó al Bonaparte en medio de un plan de lucha que trabajadores y trabajadoras de la salud llevan adelante hace meses, con pedidos de recomposición salarial y la denuncia del desabastecimiento de las instituciones. Hasta ahí, todo a-normal. Hasta que el viernes llegó el “baldazo de agua fría”, según describe: “Cuando volvimos a nuestros puestos y a realizar las tareas diarias, a las dos y media de la tarde, sin que tengamos la mínima sospecha empezaron a circular mensajes de que habían anunciado el inminente cierre del hospital -dice Karen a lavaca– Para nosotros fue impactante. No sabíamos cómo reaccionar hasta que bajamos al hall de entrada y nos encontramos con las puertas cerradas y los pacientes en la vereda: los habían sacado de la guardia”.
Así fue que una compañera propuso quedarse hasta revertir la decisión de cierre. El apoyo fue unánime, con festivales y vigilias que acompañaron a lxs trabajadorxs todo el fin de semana. El lunes realizaron un abrazo simbólico, donde cantaron: “El Bona no se cierra”. Y hoy se movilizaron a Plaza de Mayo.
A Karen, en su primera semana, ya algo le quedó claro: “Nos quieren destruir como clase trabajadora. No quieren que tengamos salud. No quieren que tengamos educación. Nos quieren destruir para poder explotarnos más. Quieren que ganemos salarios miserables. No sé cómo pretenden que sostengamos la productividad del país si no tenemos salud, vivienda, educación y alimento”.
Foto: Tadeo Bourbon para lavaca
Del Hospital a la Plaza
La movilización partió del Hospital Garrahan, donde la junta interna de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) lleva adelante un paro de 48 horas en reclamo de recomposiciones salariales, pero que es tan solo la punta de un iceberg: así se plegaron trabajadorxs del Bonaparte y, también, de otras instituciones como el Piñero, el Penna o el Posadas.
La Plaza de Mayo combina hoy dos escenarios, Casa Rosada y el Ministerio de Economía, a donde el presidente Javier Milei cruzó al mediodía para almorzar con el ministro Luis Caputo, protagonista de uno de los estribillos de este mediodía:
“Che caputo, che Caputo / no te lo decimos más / si tocás los hospitales / qué quilombo se va a armar”.
Cantando está Magalí, 34 años, bioquímica, quien hizo toda su carrera dentro del Garrahan, donde trabaja hace ocho años. Hoy es personal de planta, en el sector de Laboratorio. Precisa el reclamo: “Pedimos 100% de aumento en una sola cuota. Recomposición salarial de todos los trabajadores de todos los hospitales. Desde diciembre nuestro salario perdió mucho, quedamos atrasados, y eso genera una situación de mucho pluriempleo, con mucho cansancio, que redunda en una mala calidad de atención y en que muchos profesionales formados se están yendo. El hospital se está vaciando con estas políticas de recorte. Y eso afecta a la salud”.
Luego, otro trabajador del Garrahan toma el micrófono: “Esta marcha agrupa sin distinción de tareas y sin distinción de agrupación. Nos tenemos que unir en una sola lucha y hacer una huelga general para derrotar a este gobierno”.
Un residente del Hospital Posadas, en el oeste del conurbano bonaerense suma: “Tenemos que estar todos juntos para enfrentar un gobierno de insensibles que quieren llevarnos a la pobreza extrema”.
Un residente del Penna: “Si hay algo que quiere el Gobierno es dividirnos: los residentes por un lado, los de planta por otro, los del Bonaparte por otro, los enfermeros por allá. Tenemos que unirnos y que todas las centrales llamen a un paro”.
Una trabajadora de hospitales de Lanús y Alejandro Korn, al sur del conurbano profundo: “Este es un gobierno despiadado y oscurantista que quiere cerrar baluartes para la sociedad, como las universidades que brindan la posibilidad de ascenso social para la clase trabajadora. Paro general ya”.
Magalí, del Garrahan, escucha y dice a lavaca: “Hemos movilizado en todos los gobiernos pero este recorte no lo vi hasta ahora. Aumentó la demanda, porque se caen de las obras sociales y vienen al hospital público, y los insumos y reactivos tardan mucho llegar”.
Foto: Tadeo Bourbon para lavaca
Desde la Plaza anuncian que el jueves es el día de la Salud Mental y habrá una nueva marcha, a las 10 de la mañana, desde el Hospital Rawson al Bonaparte. “No queremos resignarnos a los salarios de miseria que atentan contra la salud de los pacientes -dice, desde el camión otra trabajadora del Bonaparte-. Acumulamos casi un 50% de pérdida de poder adquisitivo. Sostenemos, con profunda vocación, que vamos a seguir luchando”.
El vocero presidencial Manuel Adorni dijo el lunes que “el Hospital Bonaparte no va a cerrar”, aunque habló de una “reestructuración” en base a un supuesto “desfasaje” entre la cantidad de empleados y los usuarios. En Plaza de Mayo, desde un camión, responde una de esas trabajadoras: “Atendemos de 8 a 20 (horas). Recibimos a mamás y papás que tienen a sus hijos en tratamiento. Contamos con una guardia las 24 horas y un 0800 que atiende llamados. Hoy el hospital está funcionando porque lo estamos defendiendo. No se cierra. Están diciendo que sobran los trabajadores, pero es mentira: estamos desbordados de demanda. En el Bonaparte no sobra nadie. La mayoría hacen tratamientos ambulatorios. Es el primer hospital que quieren cerrar en democracia, y no lo vamos a permitir”.
Nota
Hospital Bonaparte: agumentos versus fake news para evitar el cierre de una institución modelo
De un día para otro, el gobierno anunció que cerraría el único hospital de salud mental de AMBA, amparándose en la fake news de la supuesta baja tasa de pacientes. Esta medida sería publicada en el Boletín Oficial el día lunes. Mientras tanto, las y los trabajadores de la institución ubicada en Combate de los Pozos 2133 permanecen adentro del edificio, en estado de alerta y asamblea, convocando a distintas actividades de apoyo hoy y mañana, y se preparan para dar una conferencia el lunes.
En diálogo con lavaca desmienten una por una las mentiras del gobierno, y cuentan lo que implica el eventual cierre: dejar sin trabajo a 612 trabajadores y trabajadoras, y también y sobre todo a la deriva a miles de pacientes por casos de salud mental, adicciones y en situación de calle que son atendidas regularmente en el Hospital o en uno de sus tantos dispositivos. Por qué el Bonaparte es un hospital modelo, y el sentido de pertenencia de quienes allí trabajan como un plus en una lucha que recién comienza.
El Hospital Laura Bonaparte -fundado en 1974- se encuentra hoy en peligro tras la decisión administrativa de parar el ingreso de pacientes a la institución, y el trascendido de que el lunes que viene se publicaría un Decreto anunciando su cierre definitivo. Esto fue comunicado por el ¿ex? director del hospital, Christian Baldino, a las y los 612 trabajadores, y no fue desmentido por el Ministerio de Salud que, al contrario, emitió un comunicado plagado de errores.
Gabriel Hagman, psiquiatra con 11 años en la institución, cuenta el estado de situación actual: “Estamos sin novedades desde ayer al mediodía hasta ahora. Estimo que va a ser así de acá al lunes, al menos que haya un problema con la permanencia que estamos sosteniendo en el Hospital. No nos vamos a mover hasta el lunes y hasta que sepamos algo más”, dice mientras preparan una convocatoria a las puertas del edificio, Combate de los Pozos 2133, con diferentes actividades de apoyo:
La última novedad data de ayer: “Lo de ayer es una indicación de cierre de las internaciones: no ingresa ningún paciente más por indicación del Ministerio de Salud, y en consecuencia de eso se cierran los ingresos de pacientes. Eso implica que ni la guardia ni la demanda espontánea cumplan funciones. En esa misma comunicación, pero de manera verbal, no por vía oficial, nos dijeron que se cerrará el hospital”.
La comunicación del cierre de las internaciones llegó primero vía el director Baldino, y luego formalmente mediante el sistema de tramitación digital del Estado, el famoso GDE, sin previo aviso: otro acto de inhumanidad. Luego llegó el trascendido del cierre definitivo: “Eso empezó a cobrar más dimensión en la medida en que todos los medios que dieron cobertura consultaron a fuentes de Ministerio y empezaron a decir que iban a derivar pacientes – cuenta Gabriel–, que el Ministerio se iba a hacer cargo de la cobertura y alguna otra explicación de por qué hacen lo que hacen”.
¿Qué explicaciones dieron? Fake news. Para intentar justificar la decisión de avanzar con el cierre, en el comunicado el Ministerio aduce una “baja tasa” de internaciones –supuestamente, 19– cuando en verdad el Bonaparte se encuentra a tope de internaciones con 37 internados en tratamiento de alta complejidad.
Los números de la verdad: “Respecto a los números, el comunicado de Ministerio es una doble falacia. Una respecto al presupuesto asignado, y otra sobre los pacientes atendidos. Es una tasa rara, no se entiende a qué refiere: las estadísticas son abiertas y son continuamente revisadas por el Ministerio. Los números reales los tienen. Por Ley de Transparencia se sabe cuál es el presupuesto aprobado por este mismo Ministerio”, analiza sobre la jugada. Los supuestos 17 millones destinados al Hospital no serían tales.
¿Cuáles son los verdaderos números? Gabriel: “El número de pacientes en el cálculo que estamos manejando es de 25 mil consultas por año. Esto incluye a los 37 pacientes internados actualmente y una asistencia a la guardia que puede llegar a 7 estaciones diarias, ingresos que pueden llegar hasta 3.000 consultas al mes y 140 personas que retiran medicamentos por día. Y la asistencia en consultorios externos es enorme: hay alrededor de 30 profesionales y de agenda completa hay 300 pacientes diarios. Los números son infinitamente mayores a hablar de 19 personas”.
Hacé clic acá para seguir las redes que crearon las y los trabajadores para difundir el plan de lucha.
El desmantelamiento como política
La única política del Ministerio de Salud es el desmantelamiento. Al nulo manejo del brote histórico de dengue (así como su inacción ante el brote que viene) y por las denuncias a los recortes de medicamentos para pacientes oncológicos, ahora se suma esta decisión que deja a la deriva a los pacientes más vulnerables: aquellos con padecimientos de salud mental.
El Ministro de Salud, Mario Lugones, lleva apenas una semana en su puesto, tras la salida de Mario Russo (quien se fue aduciendo “razones personales”, aunque se supo que su eyección tuvo que ver con internas con Santiago Caputo, además de las inacciones expuestas arriba). Lugones debutó con la idea de cerrar el Bonaparte y también con la de pedirle la renuncia al Consejo de Administración del Hospital Garrahan, cuyos trabajadores se encuentran también en pie de lucha.
El Bonaparte ya venía siendo objeto de distintos tipos de recorte, al igual que otras instituciones de salud y del Estado en general. Entre otras cosas, las contrataciones pasaron a renovarse de manera anual a trimestralmente, lo cual provocó que hubiese la misma cantidad de renuncias que de cesanteos. En la última tanda de renovación se dieron de baja 32 contratos, es decir: el gobierno despidió a 32 personas.
Con menos profesionales en este nuevo trimestre, las paritarias del sector cerraron al 1% en el último mes: las más bajas de la historia. Así y todo, se mantenían las tareas y los puestos de trabajo, y por eso la decisión intempestiva de cerrarlo igualmente sorprende. Aunque la única política del Ministerio de Salud sea el desmantelamiento.
Otra alarma se encendió dos semanas atrás, cuando el vocero presidencial Manuel Adorni anunció el traspaso de hospitales nacionales a las jurisdicciones locales. Al único Hospital que nombró fue al Bonaparte. Hortencia Cáceres, jefa de guardia, ex jefatura de consultorios externos, desde el 2016 en el Hospital, cuenta:“Dentro de los organismos descentralizados somos el más chico, pensamos que nos iban a traspasar a la Ciudad. No había ningún tipo de confirmación ni tampoco desde el Gobierno de la Ciudad sabían nada. Entonces lo que nosotros creemos es que la intención del cierre va en línea del desguace que se está haciendo desde el Estado y el Ministerio de Salud sea solo un rector y esté por fuera del presupuesto los descentralizados. El Bonaparte es el que menos presupuesto tiene, y empezar por acá es uno de los puntos más débiles: se está metiendo con la salud mental”.
Cómo trabaja el Bonaparte
Cuenta Hortencia sobre lo que está en juego: “Nosotros tenemos muchísima población que está en situación de calle y nosotros le brindamos la atención, es un grueso muy importante en nuestra población. Pero últimamente también estamos recibiendo también personas que no están pudiendo pagar la prepaga: a esas personas también las estamos absorbiendo nosotros”.
El cierre del Bonaparte no contempla un plan B: no es una reestructuración ni se plantearon instancias intermedias. “Es dejar a la deriva no solo a los 620 trabajadores que somos hoy en día sino también a los miles de pacientes que hacen tratamientos”, remata Hortencia.
Gabriel Hagman relata desde adentro: “Hay que entender que es muy difícil para la población a la que nosotros apuntamos acceder al sistema de salud. La problemáticas de salud mental es una problemática de lazos; son personas que están solas, con niveles altos de vulnerabilidad. Una gran parte son personas con consumo problemático. Lo que se ha construido en todo este tiempo es un hospital abierto, que rompe esas trabas de acceso, y acompaña: hay muchísimas personas y familias para las que el cierre significaría un impacto muy grande”.
El Bonaparte es un hospital modelo en el abordaje de la salud mental. Su universo implica el seguimiento de tratamientos de internación y ambulatorios, de consultorios externos, de hospital de día; los 365 días del año una guardia de lunes de 8 a 20 que atiende con demanda espontánea; y de 20 a 9 una guardia interdisciplinaria que sostiene la posibilidad que cualquier persona que llegue sea atendida o sea derivada.
Además: tiene equipos territoriales que hacen operativos; tiene una casa en el barrio Zavaleta con asistencia a familias; y hasta hace 3 meses también tenía una presencia diaria en Isla Maciel, cerrada tras la decisión de la gestión actual de eliminar el dispositivo y trasladar a los profesionales al Hospital. Esa población difícilmente viaje hoy de la Isla a la sede central.
¿Qué hay detrás de esta jugada perversa? Gabriel lo piensa en relación a otros momentos históricos con decisiones parecidas e intenta avizorar, en medio del shock, qué tipo de modelo insalubre se está planteando desde el gobierno nacional: “Hay un antecedente trunco respecto a la instauración de la cobertura universal de salud que fue muy resistida y que tiene que ver con pensar distinto cómo se financia la salud. Quieren correr al Estado como el prestador, el que genera equilibrio y equidad de que la salud sea pública, igualitaria y de calidad. Seguramente viene más por ahí: por el lado de las tercerizaciones y las privatizaciones encubiertas”.
La fortaleza de la lucha
Hortencia relata que las y los trabajadores se encuentran en “vigilia permanente”, haciendo actividades culturales en la puerta del Hospital, con permanencia adentro en turnos rotativos (el Bonaparte sigue atendiendo) hasta el día lunes en el que, en teoría, saldría el decreto. Ese día se convoca a una conferencia de prensa a las 11 horas en la puerta del edificio.
Hoy la calle de Combate de los Pozos sigue llena. De médicos, psiquiatras, psicólogos, licenciadas en educación, residentes, ex residentes, ex trabajadores de Hospital que sienten que el Bonaparte, por ser un hospital modelo, es un lugar de pertenencia. Eso, dice Hortencia, es una fortaleza en este proceso de lucha que parece recién comenzar: “Es un hospital modelo a nivel de cómo se aplica la Ley Nacional de Salud Mental. Por eso para nosotros es un orgullo enorme el Bonaparte y vamos a demostrar eso: lo mejor que tenemos es seguir organizados para evitar el cierre”.
Gabriel coincide: “Es difícil, es shockeante. Nos cuesta mucho asimilarlo y pensar cómo se puede seguir. Hay algo muy notorio que es el altísimo compromiso de los laburantes del Hospital con el proyecto de salud que representa. Eso se nota mucho y ha posibilitado sostener en instancias muy difíciles que el hospital siga existiendo. Tenemos muy claro por qué estamos acá y qué estamos haciendo. Está claro que se trata para todas y todos de nuestro trabajo, pero a la vez es el hecho de que uno tenga la convicción de que mucho de cada uno está puesto en ese trabajo. Tiene que ver con lo que uno cree, con el tipo de práctica, de garantizar el derecho, que hace que no sólo están tocando un hospital: nos están tocando a todos y a todas. Y eso me parece que es un poco lo que se reflejó ayer y hoy: no tardamos ni un minuto en generar una convocatoria que a la media hora teníamos miles de personas en la puerta de Hospital, con compañeros de otros hospitales, de otros sectores. Hay apoyo. La salud mental es algo importante, serio; nos damos cuenta que se están metiendo con algo muy sensible. El involucramiento personal que cada uno tiene con esto que hacemos es una fuerza que va a hacer que el costo que tengan que pagar será mucho más alto del que imaginaban”.
Nota
Volvió Julian Assange: “Me declaré culpable de haber hecho periodismo”
El fundador de Wikileaks dio hoy su primer discurso público desde que fue liberado tras 14 años de encierro. “Puede que mis palabras fallen o mi presentación carezca de brillo, el aislamiento me ha pasado factura, estoy tratando de aliviarlo y expresarme en este entorno es un desafío”, comenzó disculpándose ante la audiencia. Acompañado de su esposa y abogada, trazó un detallado racconto de lo que representa su caso hoy, haciendo eje en los peligros de la persecución al periodismo y los límites a la libertad de prensa; señaló a la justicia, a la inteligencia y a los poderes “transnacionales” como parte del esquema de amedrentamiento, a favor del ocultamiento de la verdad: “Veo más impunidad, más secretismo, más represalias por decir la verdad y más autocensura”, sintetizó. Resumimos aquí sus palabras incómodas, que volvieron a ver y echar luz.
Por Bernardina Rosini
Estrasburgo, Francia. En el Consejo de Europa y bajo la mirada atenta de los parlamentarios de 46 estados de la organización de derechos humanos de Europa, habló Julian Assange. Es el primer discurso público que realiza desde su liberación el pasado mes de junio, tras 14 años de encierro —primero en la embajada de Ecuador en Londres, y luego en la prisión de Belmarsh, en el Reino Unido—, enfrentándose a la extradición a Suecia y a Estados Unidos.
El escenario elegido por Assange para su regreso a la vida pública no pudo ser más simbólico. El fundador de WikiLeaks es una figura emblema de la libertad de expresión, y lo expresado esta mañana no fue tanto una declaración personal como una advertencia sobre los peligros que enfrentan el periodismo y las democracias hoy.
Sentado junto a Stella, su esposa, madre de sus hijos y su representante legal, Assange expuso con voz pausada pero firme. Esta aparición fue una excepción dentro de su esquema de recuperación: “La experiencia del aislamiento durante años en una celda pequeña es difícil de transmitir. Te quita el sentido de identidad”, dijo Assange. “Tampoco puedo hablar todavía de las muertes por ahorcamiento, asesinato y negligencia médica de mis compañeros de prisión. Puede que mis palabras fallen o mi presentación carezca de brillo, el aislamiento me ha pasado factura, estoy tratando de aliviarlo y expresarme en este entorno es un desafío”, se disculpó ante la audiencia.
Periodismo en el banquillo
Julian Assange no brindó más detalles que aquella mención sobre su encierro. Su mensaje, claro y directo, apuntó más bien al papel del periodismo en las democracias contemporáneas y al ataque sistemático que éste sufrió en las últimas décadas.
“Finalmente elegí la libertad por sobre una justicia irrealizable”, afirmó Assange al explicar por qué aceptó el acuerdo que lo liberó: “Quiero ser totalmente claro: no soy libre porque haya funcionado el sistema. Soy libre porque me declaré culpable de haber hecho periodismo” y detalló: “Me declaré culpable de buscar información de una fuente. Me declaré culpable de obtener información de una fuente y me declaré culpable de informar al público cuál era esa información. No me he declarado culpable de nada más”.
En sus palabras Assange no solo reflejó su lucha personal, sino que también expuso una verdad más amplia: el sistema judicial, que debiera proteger la verdad y la libertad de prensa, se convirtió en un instrumento para silenciar o inmovilizar oponentes. ¿Nos suena?
“Después de años de encierro y enfrentar una pena de 175 años de prisión sin ninguna solución efectiva, no podré buscar justicia por lo que me hicieron debido a que el gobierno de los Estados Unidos insistió por escrito en su acuerdo de culpabilidad en que no puedo presentar una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos o incluso en virtud de la Ley de Libertad de Información”.
La intervención de Assange resaltó las fallas fundamentales del sistema legal internacional, que fue utilizado como arma en su contra. “La persecución transnacional es una amenaza real”, subrayó. Los poderosos, según él, han aprovechado los vacíos y contradicciones en las normativas internacionales para perseguir y reprimir a quienes exponen sus crímenes: “Molestamos a uno de los poderes constitutivos de los EE.UU.: el sector de la inteligencia, quienes tuvieron el suficiente poder para forzar una reinterpretación de la Constitución americana. Mi ingenuidad fue creer en la ley; después de todo, las leyes son solo trozos de papel y pueden reinterpretarse por conveniencia política”.
“La criminalización de las actividades periodísticas es una amenaza para el periodismo de investigación en todas partes”, alertó Assange, llamando la atención sobre el peligro que representa este tipo de persecución para la democracia y esperando que su testimonio sirva para visibilizar las debilidades del sistema de garantías existente. Además de señalar los desafíos por delante, Assange compartió su análisis sobre el periodismo y las noticias desde que está en libertad: “La verdad parece ahora menos discernible y lamento todo el terreno que se ha perdido durante ese período de tiempo. Cómo se ha socavado, atacado, debilitado y disminuido la expresión de la verdad. Veo más impunidad, más secretismo, más represalias por decir la verdad y más autocensura”.
La persecución transnacional y el impacto en la libertad de expresión
Julian Assange es más que una figura en el ojo del huracán. Su caso sienta precedentes peligrosos para la libertad de expresión y para la justicia a nivel global. En su discurso ante el Consejo de Europa, Assange denunció la persecución feroz que ha enfrentado, no solo como individuo, sino como un periodista que expuso verdades incómodas. “Ningún individuo tiene la menor esperanza de defenderse de los vastos recursos que puede desplegar un Estado agresor”, afirmó con dureza, señalando cómo su lucha contra el aparato judicial estadounidense revela la fragilidad de las garantías jurídicas cuando un poder decide imponer su voluntad extraterritorialmente.
Assange también reflexionó sobre la naturaleza del periodismo y el rol de quienes buscan la verdad: “Entiendo el debate que hay a la hora de diferenciar a un activista de un periodista. Para mí, la clave es ser siempre preciso. Todos los periodistas deben ser activistas de la verdad”. Este comentario enfatiza la importancia de no solo informar, sino también de actuar con responsabilidad, profesionalismo y precisión en un mundo donde la información se ha convertido en un campo de batalla.
Lo que comenzó como una acusación de espionaje se transformó en una guerra jurídica que desafía los límites del derecho internacional. Assange dejó en claro que la criminalización del periodismo de investigación, especialmente cuando involucra a potencias mundiales, es una amenaza latente. A través de su caso, se desvelaron las inconsistencias y abusos de los sistemas legales, los cuales se tornan herramientas para reprimir voces disidentes en nombre de la seguridad nacional.
La situación que Assange tiene resonancias directas con los procesos de lawfare que afectaron a figuras políticas América Latina, y la violencia creciente contra periodistas críticos del gobierno de nuestro país. El uso de herramientas legales como mecanismo de persecución política y judicial para silenciar voces críticas interpela nuestra actualidad. En su intervención, Assange también subrayó la necesidad de una respuesta colectiva: “Es vital estar juntos para hacer frente a las amenazas a la libertad de prensa”, en un llamado a la unidad frente a la creciente represión a nivel global.
La advertencia de Assange no debiera diluirse: los derechos de quienes exponen la verdad están bajo ataque, y las democracias que no los protegen se arriesgan a morderse la cola. La criminalización del periodismo no solo pone en peligro la libertad de expresión, sino que erosiona los pilares de sociedades abiertas e informadas.
Lo que está en juego es el futuro del periodismo y su capacidad para desafiar el poder: eso es lo que, una vez más, nos dejó claro Assange hoy.
Gracias.
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