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Julio López, la causa en un carrito

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¿Y Julio Löpez? La pregunta está vigente desde hace 3 años. Este jueves a las 8.50 de la mañana, la causa fue subida a un carrito en La Plata y llevada desde los Tribunales hasta una Fiscalía que ya declaró que no quiere investigarla. Y este viernes 18 de septiembre a las 5 de la tarde vuelve a haber una marcha de Congreso a Plaza de Mayo reclamando que se haga algo, en un país donde suele fallar la redistribución de la memoria, y la capacidad para detectar dónde están los peligros. Adriana Calvo cuenta la situación, antes de la marcha que suma la denuncia sobre la desaparición de Luciano Arruga, otro tema masivamente ignorado por las empresas mediáticas.
Julio López, la causa en un carrito

La causa por la desaparición de Julio López está funcionando como una ficción en la que la parálisis se demuestra andando. Este jueves la causa -que nadie en el poder judicial leyó al menos durante dos años- fue llevada en carrito hasta una Fiscalía cuyo titular ya ha dicho que no quiere o no puede investigarla.
Así lo reveló a lavaca Adriana Calvo.
¿Quién es esta mujer? Adriana era militante gremial docente, fue secuestrada en febrero de 1977 por la dicrtadura (a través de la Policía Bonaerense), parió a su hija en el móvil policial que la trasladaba. Aquella beba hoy tiene 32 años. Además, Adriana fue testigo clave en el juicio a los ex comandantes de las juntas militares y en muchas otras de las causas que investigan las violaciones a los derechos humanos, integra la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, y hace tres años que, junto a tantas otras personas que han decidido no tener amnesia, pregunta: ¿Y Julio López?
Para amnésicos o desmemoriados: Julio López desapareció en septiembre de 2006, a los 76 años, tras declarar en el juicio al ex comisario Miguel Etchecolatz, quien fuera jefe de la Policía Bonaerense. López había estado también secuestrado por la policía en tiempos de la dictadura y su testimonio fue crucial en el juicio. La desaparición se produjo, casualmente, el día del alegato contra Etchecolatz, que finalmente fue condenado a prisión perpetua, por genocidio. Pero aquel testigo sigue desaparecido.
Entonces, ¿Y Julio López?
«Es una interpelación, más que una pregunta» dice Adriana Calvo. «Y la respuesta del Estado es la siguiente. la causa está literalmente paralizada». La sensación que deja lo que explica esta Licenciada en Física es que el proceso, más que moverse, rebota entre oficinas judiciales que no se hacen cargo seriamente de la investigación.
«Una compañera me acaba de llamar desde La Plata diciéndome que había visto pasar la causa, las carpetas, porque está siendo trasladada a la Fiscalía». Mientras la causa va y viene, moviéndose sin avanzar, Adriana explica: «La querella tuvo varios objetivos. primero, que saliera de la justicia provincial y pasara a la federal; que se cambiara la carátula a desaparición forzada; y que tuviera personal especial para la investigación. Tres meses nos llevó conseguir lo primero. Y estuvimos un año y medio para que la procuración designara un personal para la causa y se declarara desaparición forzada. Y cuando finalmente teníamos la carátula correcta, en el foro correcto -la justicia federal-, pasó la causa a la secretaría especial, una que hay en La Plata que se ocupa de los crímenes de lesa humanidad».
Paralizada, pero sobre ruedas
Cada uno de estos pasos no fue producto del fluir natural de la justicia, sino de la constancia de los querellantes. «Todo fue a pedido nuestro, esto último hace nueve meses. Y dio resultado rápidamente porque la causa se ordenó, alguien por primera vez la leyó completa». Replay: en dos años nadie en el poder judicial había leído la causa completa. Sigue Calvo: «Con esta novedad, en enero último ya habían secuestrado el auto de un comisario donde supuestamente se había trasladado a López´».
Sin embargo, no hay detenido alguno. «El juez Arnaldo Corazza se declaró incompetente. Le agarró el ataque de violencia moral, por la denuncia que había hecho la familia de López dos meses antes». La familia había planteado que el propio juez podía estar entre los responsables de falta de cuidado a testigos como Julio López. Corazza, efectivamente, alegó «violencia moral» ante la denuncia. Adriana: «Pero el ataque le vino dos meses después, fue tardío. Y a partir de que se declaró incompetente, la causa está yendo en un carrito literalmente, de una oficina a otra: tomala vos, dámela a mí». La justicia tal vez ya no sea una balanza, sino un péndulo.
«Esta misma mañana, la Cámara de Casación acaba de resolver que el caso debe ser investigado por el fiscal Sergio Franco, que no quiere investigarlo. De hecho, apeló diciéndolo expresamente. Dice que no tiene personal, no tiene gente, que no conoce la causa». (Conviene recordar que mientras ocurre todo esto, Julio López sigue desaparecido).
Calvo hace la descripción de un laberinto. «El fiscal dice que no le den la causa. La Cámara resolvió que tenía que quedársela el juez Blanco, la sacaron de la secretaría especial, apelamos para que la devuelvan. Ahora Casación se la acaba de dar al fiscal que no quiere que se la den. Ese es el estado de la cuestión. Hoy jueves a la mañana la subieron a un carrito, y salió de Tribunales a las 8.50 hasta la Fiscalía».
La cuestión del carrito, ¿puede ser que tenga algo que ver con la marcha del viernes, con el aniversario, con la idea de tomar un rumbo que no desnude toda este vacío judicial? Calvo no se hace ilusiones: «Creo que son tan impunes que ni siquiera eso les importa. El fiscal no va a hacer nada. Nosotros estamos presentando, un recurso por Retardo y Denegación de justicia a la Corte Suprema, cuestión que nos habilita para ir a los tribunales internacionales».
El caso ha tenido muchos otros recovecos (ver nota relacionada), aparición de cuerpos sin identificar, amenazas y ataques a otros testigos, búsquedas policiales a partir de declaraciones de videntes como «la mujer pájaro» o la incriminación de la Cámara de Apelaciones al perro Kintín (aclaremos velozmente que nada de esto es realismo mágico o ciencia ficción, sino pura actualidad criolla).
La marcha de este viernes incluye además el reclamo por otro desaparecido, Luciano Arruga, 17 años, desaparecido en Lomas del Mirador en enero último. Luciano forma parte de la nueva generación de desaparecidos, los jóvenes pobres o, como escribió su hermana Vanesa: «los perseguidos por la policía por portación de cara». Desde el caso de Miguel Bru en La Plata, pasando por Iván Torres en Comodoro Rivadavia, o el caso de Diego Duarte en los basurales de José León Suárez, se verifica una acción sistemática del Estado y sus policías frente a los sectores más vulnerables. Dice Calvo: «El gobierno tiene responsabilidad de mantener a esa policía de la época de la dictadura, de que sigan en actividad, que haya fiscales cómplices con los delitos. En fin. Nosotros vamos a seguir trabajando, movilizándonos e interpelando» A las 17 el encuentro es en Congreso, rumbo a la Plaza de Mayo.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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