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La marcha de la bronca: crónica desde una fila para pagar el tarifazo

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#HistoriasDelTarifazo: jubilados que siguen trabajando («No sabemos qué estamos pagando»), una empleada doméstica («pago o como») y trabajadores cuentan, en la fila para pagar la boleta, cómo les impactó el tarifazo. Crónica de una fría mañana en la sede central de Edesur, donde la empresa agregó a dos gendarmes por «seguridad».

Por Giansandro Merli para lavaca.org

Alsina y San José. Estamos en uno de los cuatros centros de servicios de Edesur que se encuentran en Capital Federal. Estamos a tres cuadras del Congreso de la Nación. Allá se votan los tarifazos, acá se pagan. 
La cola sobresale del edificio. La gente hace una fila india celosamente custodiada por un gendarme: la mira dos por tres e intenta ponerla en orden. Se dice que «son días agitados» y confirman que la gendarmería envió dos agentes para prevenir episodios de ira.
El por qué parece claro: los aumentos de facturas ya llegaron a todas partes.
Hay dos tipos de caras entre quienes esperan su turno boleta en mano: enojadas y preocupadas. La mayoría son mujeres y unos pocos, jóvenes. Hay jubilados y hay quien parece llegar directamente del trabajo. Los que llevan trajes más elegantes no tienen muchas ganas de hablar. “Vine sólo para pagar la boleta”, contesta uno. Entre los otros, sin embargo, se levantan algunas voces.
María vive en un hogar que define como un “hueco de diez metros cuadrados”. Cuenta que ha llegado a recibir mil pesos de luz. “Antes eran 200. En febrero, 400. En marzo, mil. No tengo computadora, no plancho la ropa. Es un pedacito donde vivo, chiquitito. Hasta precario se puede decir”.
Sigue: “Cuando uno paga fuera de término, la boleta viene con lo que no has pagado y con lo nuevo. Vinimos a querer que nos emitan una boleta donde se pudiese pagar los mil pesos que correspondían al mes de marzo. Una persona que trabaja acá miró la boleta y me dijo: no deben nada. ‘¿Cómo no voy a deber nada si Edesur me mandó la factura a mi casa?’ – pensé – ‘voy a deberles el doble’. Dicho, hecho: ¡llegaron dos mil! Pero el día que pasó aquello la plata que estaba destinada al pago de marzo, se utilizó para comer. Entonces yo ahora quiero pagar sólo marzo, para que me dejen comer este mes. Y no: ellos quieren que les pague marzo y abril. Porque la verdad es que hacen lo que les da la gana. ¿A usted le parece?”.
María me agarra por sorpresa. Por la pregunta repentina y por el usted. No sé que contestar. Me juego otra pregunta: pido un comentario sobre las declaraciones del gobierno para justificar los aumentos que, dice, serían necesarios por los derroches de energía. Maria no duda: “El gobierno se ríe. El gobierno te va a decir lo que a ellos les parezca. Mirá, cuando Tinelli le pregunta a la primera dama como duerme el presidente, ella contesta: ‘abrazado con el aire condicionado, incluso en invierno’. Ellos están así y ¡el pobre que se muera! Acá no estamos hablando de aire condicionado o calefacción, sino de enchufar una estufa, planchar una camisa para ir a trabajar o hacerse un poco de guiso”.
La mujer trabaja de empleada doméstica, vive con su marido, la madre anciana y una hija de 14 años. Gana 4.800 pesos. Tiene que pagar dos mil pesos de luz, más gas y agua. “Trabajo en una casa diez veces más grande que la mía y con un consumo cinco veces mayor. Ambos recibimos una factura por el agua de 500 pesos. Está todo mal. Todo mal. De arriba hasta abajo”.

De abajo hacia arriba

La cola se mueve. María entra en el edificio. Otro hombre se acerca a la puerta.
Se llama Eduardo, y dice: “Sí, claro. Aumentaron todas las facturas. Es una estafa. En un año aumentaron mil por ciento. Eso pasa porque el gobierno tiene que recaudar más y le quitó retenciones al campo y a las minas y quiere favorecer sus amigos, los dueños de Edesur”. ¿Esto puede seguir así? ¿Hasta cuándo? “Eso va a seguir así. Hasta que estos se vayan”.
La cola se mueve: es el turno de Eduardo. Los siguientes en la cola son dos hombres mayores.
Omar: “Aumenta, aumenta, aumenta. Aumenta y yo no puedo pagar más. Hace un año era muchos menos. No sé cuanto, pero podía pagar. Ahora no. Te mandan el corte, pero no sabés ni que factura es, ¿viste? Ahora me llegó uno de 7 mil mangos”.
Interviene Carlitos, que está al lado: “Claro, el problema no es sólo el aumento, sino también como te hacen el asunto: vos no sabés que carajo estás pagando. Te mandan las facturas cambiadas, como se les cantan las pelotas a ellos. ¿Me entendés lo que te digo? Yo no tengo ni la menor idea de cuanto me aumentaron. Sólo sé que debía 12 mil pesos, pagué la mitad y tenía un plan de pago para la otra. Hoy vengo y la maquinita que te atiende de atrás de la pantalla me dice que de este mes el plan no existe más. Tampoco te dan la posibilidad de pagar. ¿Me entendés lo que te digo? Y todo esto se incrementa del ocho, nueve, diez por ciento porque te cobran cargos y toda la bola. Es un chorreo. ¿Me entendés lo que te digo?”.
Omar y Carlitos son jubilados. Jubilados trabajadores: «Porqué si no seguís laburando, no podés vivir”. “Yo trabajo con esa moto”, dice uno. “¿Con la moto? Tenga muchos cuidado en esta edad con la moto”, se preocupa el otro. Omar destaca que “aumentó todo. El yogurth, el jabón, las facturas. Todo. Todo, pero no la jubilación”. Y añade: “Yo voté este gobierno. Pero pensé que habría ido más lento, más despacio. Pero ya se fue a la mierda. ¡Terrible!”.
Carlitos: “¿Vos sos tano? ¿Sabés que los italianos van a sacar provechos de Edesur?”. No lo sabía, pero es verdad que Edesur es controlada por la empresa italiana Enel. En noviembre 2017, en una entrevista a La Nación, su CEO Francesco Starace había saludado muy positivamente las reformas de Macri, también en el campo de la energía. Serán italianos como yo, pero sobre todo son los mismos que envían las facturas a mi casa.
La cola se mueve. Saludo a los dos hombres. Llegan dos mujeres. Son jóvenes y bromean. Una es rubia, la otra negra. Tienen la misma boleta.
Se llaman Ester y Carla: “Vivimos en un hotel familiar con 40 familias. En los últimos tres meses, las facturas aumentaron cuatro veces más. No se pueden pagar. Los sueldos son bajos. Teníamos una deuda, pagamos la mitad, pero de toda forma nos cortaron. Y no podían, porque aún no había fecha de vencimiento. Ahora si no pagamos nos quedamos sin luz”.
Le digo que Macri afirmó que los aumentos son necesarios porque se pagaba muy poco y se usaba mucha energía. Me miran y se ríen. Ester dice: “El señor habla muchas pavadas, para mí”. “El señor”, repite Carla con expresión irónica.
“Lo que sí habría que hacer -sigue- sería aumentar los sueldos para que podamos pagar la luz, el agua y el gas”.
No acaba de hablar que su mirada cruza los ojos de la otra.
Se ríen otra vez, esta vez más fuerte.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

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A personas que comunican, enseñan o impulsan proyectos desde el formato podcast. Tanto para quienes quieren empezar como para quienes buscan profesionalizar su práctica.

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Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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