Nota
La Posta de la Memoria: arte y abrazo en el espacio público para curar el olvido

Una nueva Posta Sanitaria Cultural de MU Trinchera Boutique conmemoró los 45 años de Nunca Más con una bella y potente propuesta que combinó poesía, chacareras, zambas, rap y coplas en una calle que bailó contra el olvido. “En este lugar le marcamos la agenda a la cuarentena, estamos fortalecides, hemos probado un par de cosas vitales para que no nos coma el miedo y para poder estar en celebración con otres», dijo la artista Susy Shock, que presentó a les artistas Valen Bonetto, Marce Vicente y Kndelah. Crónica, video y fotos de una posta por la verdad y la justicia.
A las cinco de la tarde del miércoles 24 de marzo arrancó la Posta Sanitaria Cultural en la vereda de MU Trinchera Boutique. La periodista Claudia Acuña fue la anfitriona de este evento callejero, con cuidados y con la consigna colectiva de apelar a la memoria, a 45 años del golpe militar. Así dio la bienvenida a les presentes: “Nos vamos a curar el olvido. La forma de curar el miedo, el terror, el espanto, la enfermedad y sobre todo la falta de libertad, es la belleza, la poesía y sin duda para nosotres eso significa nuestra Comandante General Susy Shock”.
La artista tomó el micrófono y recordó qué significaron las Postas durante el año pasado: “En este lugar le marcamos la agenda a la cuarentena, estamos fortalecides, hemos probado un par de cosas vitales para que no nos coma el miedo y para poder estar en celebración con otres. Este sigue siendo un día que nos aglutina a muches. Nosotras las travas tenemos que ver, por lo menos en Argentina, directamente con los derechos humanos. Las primeras que nos han abrazado políticamente han sido las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Siempre hay que entender que también nos constituye esa lucha a nosotras. Por eso, no sé cómo será ser trava en Suiza pero en Argentina claramente tiene que ver con todo esto hermoso que somos”.

Susy nos recitó su poema “Catacumbas”
“Estamos en catacumbas
desde hace siglos
con la soga al cuello
y en la mano izquierda una flor
Salvándonos de los fuegos
y los fierros
y los hielos
y de toda sobrevivencia
Somos unas cuantas
tenemos poemas brazos
y cigarras canciones
y hermanas ojos
y cuñados sueños
y primas deseos
y putas miradas
y sucias acciones
y bellos jirones
de ropa ensuciada
de nuestras piruetas
y el olor del coito
recién hecho
y el pan horneado
y la mano amiga
Tenemos la lista de amores
y compañeras
y del arco iris
que son la meta
y la pasión enfurecida
que se hace subte, indiscreta
pero busca la luz
Sabemos que todavía
no es tiempo: arriba vociferan
el estiércol gesto
la tarada raza
de números y cuotas
de preciso y desprecios
que gobiernan
desde sillas oxidadas
en oro y pelo
y mirada falsa
y whisky añejo falsificado
y tontitas platinadas
anoréxicas
de tanto concurso y pedo
televisivo
¡con éxito!
¡con mucho éxito!
Todavía no es tiempo
estamos en catacumbas
y desde allí olemos
conspiramos
y nos reproducimos
Hasta estallar en inteligencia
y parir los agujeros
que abran la tierra
y que nos deje liberada
el alma
Estamos detalladamente
haciendo la poesía
de los nuevos tiempos”.
Tras los aplausos entonó una copla acompañada de su caja: “No soy para darles pena, soy para darles temor, porque si dicen mentiras, furia travesti les doy”. Susy recordó las palabras de la escritora y poeta trans chilena Claudia Rodriguez, que en noviembre de 2019 dijo que “la resistencia también tiene que empezar a pensarse desde la ciencia ficción y todes la miramos y dijimos ¿qué acaba de decir? Y después vino la pandemia. Claudia habló de ficcionarnos, quizás hablaba de poetizarnos”.

Susy presentó a les artistas que ya estaban preparades para ocupar su lugar en la vereda de Riobamba al 100. “Soy la Pinky travesti”, bromeó y anunció a Valen Bonetto y Marce Vicente “para que nos deleiten con toda su belleza”. Valen con voz y guitarra y Marce con el cello, tocaron casi media docena de canciones, entre ellas chacareras, que hicieron que les presentes se levantaran de las sillas y bailaran agitando brazos y corazones.
La calle Riobamba estaba muy transitada porque desviaban la gran mayoría de autos y colectivos que no podían circular por las inmediaciones, hasta que finalmente pudo cortarse el tránsito y la calle se ocupó con muchos pares de pies siguiendo los compases de la chacarera. “Las canciones serán la trinchera de nuestros días”, cantaron Valen y Marce, mientras la calle se iba llenando de danza y aplausos. “Qué hermoso 24, así todes juntes. La memoria se hace de manera colectiva”, finalizó Valen.

Llego el turno de Kndelah. Al ritmo de los sonidos de su caja, recitó:
“Yo naci en el interior del interior
en el medio del barro
con padres con olor a mecánico
donde a las travestis se las trata en masculino
y a lxs maricas se los corre por los baldios
con la punta de los cuchillos
como el que corrieron a mi hermano.
Yo vengo de los sótanos
nunca se me fueron regaladas las mañanas
mi casa fue una cueva
llena de borrachxs y poetas
que no conocieron el verbo amar
habitábamos las noches sin relojes
que marcarán la caída de la mascara
algunxs se quedaron a vivir para siempre
al otro lado de las palabras”.

Siguió con “Pum pum esta es mi pistola. Mi lengua es una ametralladora. Aléjate si te molesta lo que pienso. Gritaré hasta quedarme sin aliento”, y las palmas acompañaron su manifiesto póético.
“Yo soy Kndelah. Soy no binarie y soy de Córdoba Capital. Un día íbamos caminando con mi mamá. Mi mamá es descendiente de diaguita calchaquí, mi familia materna es riojana, por eso llegué a la caja. Y nos gritan: ¡negras de mierda! Entonces yo llego a casa, muy enojade, y hago esta canción: Negra”.
Dice la letra: “Iba por la calle y alguien me gritó. Dijo negra de mierda, debe ser por mi color. Mi piel está bien curtida y es de color marrón y brilla siempre bajo los rayos del sol. Soy negra de alma, de piel y corazón”.
Explica Kndelah que fusiona la copla con el rap. “Creo que las nuevas generaciones tenemos que rescatar lo mejor de las generaciones anteriores, Muches de nosotres hoy podemos vivir nuestra identidad y habitarla y nombrarnos sin miedo porque otra generaciones lucharon para que nosotres hoy estemos tomando la calle. No nos olvidemos de eso”.
Los dos temas siguientes fueron con pistas musicales. Uno -“Surreal”- dice: “Me preguntan si soy rapera o poeta y les digo no hay pureza ni certeza, yo soy hija de mi sigo XXI, generación sin futuro bailando entre los escombros esperando el fin del mundo”.
Y para cerrar, cantó su hit “Maldita” y todes bailaron y repitieron el estribillo: “Maldita, me pongo maldita, cuando llego la noche me pongo maldita”.
Después de la última canción y para despedirse, Kndelah argumentó: “Antes nos llevaban por vestirnos, así, por ser maricas, por ser travas, por ser no binaries, y encima nos invisibilizaron, todavía estamos peleando por que se diga que son 30.400. Es nuestra tarea luchar por la memoria, pero por una memoria también diversa. Son 30.400”
El show finalizó con aplausos, lágrimas de emoción y el infaltable grito de “Ahora y Siempre” al recordar a lxs compañerxs desaparecidxs.
En una jornada en la que se llevaron a cabo homenajes y ceremonias en todo el país, no faltó la alegría, como una forma de resistencia –como señaló Kndelah- y como una forma de abrazo colectivo como antídoto para el olvido.

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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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