Nota
La semilla de Facundo, el día de su cumpleaños 23
Breve semblanza de la vida y el pensamiento del joven que desapareció el 30 de abril, según sus propias palabras, luchas, raps, y el recuerdo de su madre y una de sus docentes. Fotos que ilustran cómo es la vida en Pedro Luro, de la niñez a una juventud marcada por la estigmatización social y el hostigamiento policial. El 24 de marzo, el Che, y los murales del Nunca Más.
“Yo a principios de año, cuando recién empezaba a ir al Semillero, muchos me decían: `No tenés que ir ahí porque ellos se drogan, ellos son chorros´, y yo me animé a ir para ver si es cierto lo que dicen o no, y me di cuenta que todo lo que está diciendo la sociedad no es nada que ver. Es más, yo también me sentía muy excluido por la sociedad por mi forma de ser, porque soy rapero. Hago rap. Y me visto como una persona que hace rap. Y todos me decían: ´No vayan allá porque ese chico miren cómo va vestido, es chorro, se droga´. Y nada que ver”.
Es 2013 y el que habla es Facundo Castro.
Es el fragmento de un video que acompañaba la presentación de La verdad de la milanesa, la revista que editaban junto a otros compañerxs de Jóvenes y Memoria, un programa de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). El que habla es el Facundo que escribe, que rapea, que pinta murales, que milita, el fan de Eminem, el que saca medalla de bronce en los Juegos Bonaerenses, que gana junto a sus compañeros y compañeras el carnaval en Mayor Buratovich, el que hace el ritmo de la batucada con una lapicera en cualquier momento, en cualquier hora y en cualquier lugar.
El que hoy cumple 23 años.
El que hoy sigue desaparecido, mientras su mamá, Cristina Castro, está viajando hacia la Ciudad de Buenos Aires, para reunirse el lunes con el presidente Alberto Fernández y aguardar el martes el comienzo de la autopsia, para que alguien le diga si el esqueleto encontrado en el río de Villarino es el cuerpo de su hijo.
Del Che al hostigamiento
Vanesa Ganduglia recibe a lavaca en la puerta de su casa en Pedro Luro, con un barbijo que dice “Aparición con vida de Facundo Castro”. Vanesa es profesora de arte, se considera productora cultural y era la coordinadora de Semillero Cultural, el colectivo de jóvenes al que Facundo pertenecía. El punto neurálgico era la estación de Luro, donde confluían jóvenes de todas las clases sociales a desarrollar distintas actividades culturales: batucada, juegos, danza, tela. “Ahí Facu se hizo el stencil del Che”, recuerda hoy. “Anduvo años con esa misma remera”.
Desde el 30 de abril, día que Facundo fue visto con vida por última vez en una infracción policial, diversos medios de comunicación buscaron instalar diversas hipótesis. Una de ellas es que Facundo tenía problemas de adicciones, y hasta el intendente de Villarino, Carlos Bevilacqua, sugirió investigar “la pista narco”. Es el mismo sentido que el propio Facundo describe en el video que era el sentimiento hacia los jóvenes. “Ir a la estación pasó a ser en el boca a boca del pueblo que los pibes se drograban y robaban”, dice Ganduglia. “Los pibes venían de distintas vidas, pasados y habían pasado por muchas cuestiones distintas. Pero era un espacio para que e encontraran pibe de distintos contextos. Pero acá se instaló esa visión”.
Desde la Shell donde entra a trabajar todos los días a las seis de la mañana, Cristina Castro dice a lavaca: “Eran actividades culturales, que sacaban a los chicos de la calle, y los ponía en otro lugar. Pero el hostigamiento que sufrían era muy fuerte”.
-¿En qué consistía ese hostigamiento?
-Ellos tenían una canchita de fútbol, al lado de la estación, que habían armado ellos mismos. La policía llegaba y les cruzaba un patrullero en medio de la cancha. Lo mismo cuando estaban con la batucada: “Ustedes son todos chorros, son todos drogones”, les decían. Pero era su lugar. Ellos ahí se divertían. Pero les cruzaban el patrullero, manoteaban a dos o tres, les daban unos sopapos y se los llevaban a la comisaría. Millones de veces las mismas profesoras tuvieron que ir a sacar a los chicos. Muchas veces ellos no decían nada, porque tenían miedo. Y nosotros no teníamos dónde denunciar. Andá a hacer una denuncia acá contra un policía. Primero, no te la toman. Segundo, agarrate las consecuencias: te van a hostigar toda tu vida. Acá no hay otra cosa donde acudir. ¿Bahía Blanca? Está a 120 km. Acá son amos, dueños y señores.
Memoria, verdad y justicia
El Semillero Cultural en Luro dejó sus actividades cuando la actual gestión de Bevilacqua los desalojó de la estación, el principal espacio donde confluían les jóvenes.
Recuerda Cristina: “Una vez me acuerdo que Facundo estaba muy enojado, porque se habían llevado detenido a un compañero de él, y vino y me dijo: ´¿Ustedes las mamás no piensan a hacer nada?´. Fuimos con Vanesa (Ganduglia) a la comisaría hasta que viniera la mama del amigo. Lo tenían sentadito ahí. Seguro le habían dado unos sopapos. Fuimos a buscar a ese nene que no era nada mio. Otra cosa no podíamos hacer. Cuando terminó la batucada pensamos que el hostigamiento iba a terminar. Pero no fue así. Cuando Facu cumplió 18 compró una moto. Andaba por todos lados. Un día tuvo un accidente cerquita de casa. Fuimos con Facu en ambulancia para el hospital. No estaba rota la moto. Cuando me presento con él al corralón tuvimos que pagar una multa de 8000 pesos, pero la moto estaba destruida. Me acerco a la jueza de faltas. Le explico que cuando se la llevaron no estaba así. Dice: ´Ah, no sé, arreglesé con al policía porque fueron ellos quienes la trajeron”.
Cristina muestra a lavaca una foto de Facundo. La imagen es en la estación de Pedro Luro. Facundo está frente a un mural que habían pintado precisamente con les jóvenes del colectivo Semillero Cultural, sosteniendo un megáfono. Es en 2014, y tiene 15 años.

“Fue un 24 de marzo: agarró el megáfono y se puso a explicar el significado”, dice Ganduglia. Dos hechos actuales reflejan el peso de ese día y de esa fotografía: ese mismo mural fue tapado por la gestión actual del municipio y su mamá está a la espera del inicio de la autopsia. En esa misma estación, Ganduglia tenía la idea de este domingo realizar otro mural, pero ahora con el rostro de Facundo. Hace una semana y media Luro volvió a Fase 1 de cuarentena estricta, por lo que las actividades se harán de forma virtual, a las 18, y por el Facebook del Semillero Cultural: «Nos encontramos familiares, amigxs, artistas y referentes de derechos humanos para seguir pidiendo verdad y justicia por Facundo Castro». Habrá retransmisión en vivo por al menos siete radios, otras cinco páginas de Facebook y un canal de TV de Viedma.
Dice Cristina: “Ese que estaban haciendo decía `Memoria, verdad y justicia`, con un dibujo de las Abuelas con el pañuelito blanco. Admiraba mucho a Estela de Carlotto: ´Ella tiene toda la garra´, decía. Y sobre el otro costado habían pintado un mural de Santiago Maldonado. Pero el actual gobierno no sólo los desalojó sino que les tapó los dos. Quedan las fotos. Tengo esta que me mandó Vanesa, y nos acordábamos que, como vivo a metros, ese día le mandé un mensajito donde le decía: ´¿Le podés decir a mi hijo que se calle, que lo escucho hasta acá?´, porque estaba con un megáfono explicando qué significaba el mural. Y mirá cómo son increíbles las vueltas que da la vida: este año fui yo la que tuve que agarrar un megáfono para pedir por la vida de mi hijo”.
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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