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Los gobiernos, las corporaciones y algunas claves para entender los incendios argentinos

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El cálculo de las zonas quemadas y/o afectadas por los incendios en el país puede llegar a más de un millón de hectáreas, equivalentes a 50 veces el territorio de la Ciudad de Buenos Aires.

El desastre no es natural sino humano, con causas bien concretas que van desde el cambio climático que favorece estas situaciones a la virtual desaparición del agua, los intereses económicos y de los agronegocios que encienden todas las mechas en búsqueda de maximización de ganancias. Y gobiernos de todos los niveles absortos en twittear declaraciones y hacer comentarios mediáticos sobre la “grieta”, mientras se difunden los fuegos. Los incendios no son solo en Córdoba, el Delta y otras zonas del llamado “interior” sino que ocurren también en el AMBA (Laferrere, Berazategui, Quilmes) en reservas codiciadas por corporaciones industriales e inmobiliarias.

El doctor Damián Verzeñassi desde Rosario y el ecologista Emilio Spataro desde Corrientes brindan pistas sobre lo que está pasando con la pandemia, y las movilizaciones que no van en Audi pero tampoco se quedan pasivamente en casa mientras actividades de destrucción ambiental son consideradas “servicios esenciales”.  

Los gobiernos, las corporaciones y algunas claves para entender los incendios argentinos

“No queremos seguir encerrados mientras las corporaciones extractivistas, alentadas por el Estado, siguen destruyendo nuestros territorios, principalmente en este contexto de Covid-19 donde nos sacan hasta la capacidad de respirar”, dice desde Rosario el médico Damián Verzeñassi.

“Nos dijeron ‘quedate en casa’, pero estás siendo intoxicado por el aire irrespirable por las quemas. O te dicen ‘quedate en casa’ pero definen como servicio esencial quemar bosques y humedales, fumigar y desmontar”, define el ecologista Emilio Spataro desde Corrientes. “La gente no se queda en casa porque están destruyendo los bienes comunes que son los que en definitiva garantizan su salud”. Así se refiere a las  movilizaciones que denuncian los incendios en el Delta que –no casualmente- se reproducen también en zonas tan ajenas como distintos puntos de Córdoba, Catamarca o el Gran Buenos Aires.

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Masivas movilizaciones en el puente Victoria-Rosario, contra las quemas y por una Ley de Humedales. Foto: Eduardo Bodiño

El ecocidio, la derecha y la libertad

Damián Verzeñassi tiene el ojo puesto en lo colectivo y, a la vez, en lo personal: sus propios pulmones y Gala, su hija de un año de edad.

Es director del Instituto de Salud Socio Ambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, y uno de los fundadores de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL). “En lo personal, tuve que triplicar el uso de broncodilatadores por mi cuadro respiratorio, debido al humo de los incendios, que llegan a Rosario. Y mi hija tiene un año. Casi la mitad de su vida ha tenido que respirar este aire cargado de sustancias tóxicas muy por arriba del máximo permitido por la ONU. La exposición antes de los 5 años disminuye calidad y expectativa de vida, además de volver a niñas como Gala a ser propensas a padecer enfermedades cardiorespiratorias”.

Más allá de lo personal, Verzeñassi plantea: “Estamos viviendo un ecocidio, una destrucción suicida de los espacios que garantizan la calidad del agua, la tierra y el aire. Y vemos que las autoridades nacionales y provinciales no toman en serio este proceso, o hasta lo impulsaron. El gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, tiene amplio prontuario en la destrucción de territorios. El de Santa Fe, Omar Perotti, que se hizo el distraído hasta que la gente empezó a movilizarse por los incendios y el humo en Rosario y otros puntos de la provincia. Y el gobierno nacional que, mientras medio país está en llamas, anuncia que la salida a la crisis del Covid-19 viene de la mano de los agroexportadores, los monocultivos y el extractivismo que destruyen el ambiente y siguen haciéndolo, como demuestran estos incendios”.

Considera Verzeñassi que la situación de los incendios favorece la propagación del Covid -19: «Es un juego del que nadie se hace responsable”.

Las movilizaciones invisibilizadas en las provincias, frente al foco mediático de la escasa marcha “anticuarentena”: “Los anticuarentenas de la derecha son parte fundamental del proceso de destrucción territorial. Son manifestaciones del individualismo y lo peor de la meritocracia. Eso nada tiene que ver con una sociedad saludable. Lo que estamos planteando es la necesidad de una movilización colectiva, solidaria, a partir de los principios de respeto y cuidado de la diversidad de la vida, y el respeto de las generaciones futuras. No es garantizar la libertad individual de enfermarnos, sino que no nos quiten la capacidad de respirar”.

Los gobiernos, las corporaciones y algunas claves para entender los incendios argentinos
El Delta en llamas. Foto: Eduardo Bodiño

En su cuenta de Twitter Verzeñassi se define como “drapetómano incurable”. Explica: “La drapetomanía fue una enfermedad descripta a fines del siglo 19 en los Estados Unidos. Era lo que se consideraba una irrefrenable ansia de libertad por parte de los negros que no querían ser esclavos. O sea, a quien peleaba por su libertad, lo declaraban enfermo. Eso muestra los lugares de poder en los que muchas veces se para lo supuestamente científico. Aquí la lucha por la libertad no es la que aparece por televisión, sino la de quienes buscan reconstruir la vida social y la relación con la naturaleza”.  

Damián hace una relación metabólica entre lo individual y lo social: «Los contextos que hacen posible la pandemia del Covid-19 son los que expresan la destrucción de los sistemas inmunológicos colectivos y sociales. Expresan la destrucción de las relaciones de las relaciones metabólicas entre sociedad y naturaleza. Creo que tenemos que recuperar los sistemas inmunológicos no solo a nivel individual sino también colectivo. Para que haya inmunidad individual necesitamos las defensas inmunológicas colectivas, que son la solidaridad, el mutualismo, la cooperación y la recuperación del vínculo con el territorio”.

El AMBA también se incendia

“Estamos asistiendo a una avanzada corporativa sobre los bienes comunes”, plantea Emilio Spataro desde Corrientes. Emilio sigue desde adolescente, a principios de siglo, la situación ambiental y de los bosques y humedales en particular. Fue uno de los fundadores de Guardianes del Iberá y actualmente coordina el área Bosques y Diversidad de Amigos de la Tierra.

Panorama para entender los incendios: “Hay factores climáticos, estacionales, hay menos lluvias, los ríos y arroyos están bajos y es época en la que se queman pastizales para el rebrote. Hasta ahí llega la ‘normalidad’”.

Habría que considerar que la parte climática de esa “normalidad” tiene que ver con la crisis climática, que genera desastres poco naturales y muy humanos.

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Foto: Eduardo Bodiño

Continúa Emilio: “Lo diferente es que, ante esos factores, hay intereses corporativos que avanzan deliberadamente sobre bienes comunes. Es fácil de detectar: no hay acampes o esparcimiento en los que podría generarse fuego, por la cuarentena. No hay incendios en establecimientos agropecuarios consolidados. Ni tampoco en las plantaciones de pinos o eucaliptus, pese a que están con las mismas alarmas rojas y riesgos”.

¿Dónde sí ocurren entonces las quemas? “En lugares de hay fuertes intereses de corporaciones y negocios por apropiárselos. Puede ser para habilitarlos para usos agropecuarios o para barrios privados, principalmente. Ocurre en Córdoba, también en el Delta y hasta en el AMBA: hubo fuertes incendios intencionales en la reserva de Laferrere que antes fue un aeropuerto. Los vecinos salieron a denunciar el tema, incluso los horarios de los incendios coincidían. Y otro caso es del de la costa Quilmes-Berazategui del Rio de la Plata”. Allí la corporación Techint junto al gobierno de CFK, el provincial (Daniel Scioli) y los municipales de Quilmes y Avellaneda, intentaron un avance sobre la selva marginal nacida entre el CEAMSE y el río, proyecto que fue frenado por la movilización vecinal desde aquel entonces, pasando por toda la etapa macrista.

“Si se incendian lugares tan específicos y hasta dispersos, todo está más claro. En Córdoba se queman siempre los lugares donde se discuten proyectos de ampliación o creación de barrios privados”. Ni siquiera considera Emilio que el problema es que los incendios se le hayan ido de las manos a los impulsores. ”Nada se les va de las manos. Aprovechan el contexto climático y estacional, y también la menor presencia ciudadana por la pandemia. Es un modus operandi. No digo que sea un solo grupo, pero sí un modo de hacerlo, siempre con la misma intencionalidad”.

Spataro plantea el caso de Victoria, en Entre Ríos, donde hay empresas solicitando autorización para construir barrios privados, o la periferia sur de Corrientes donde se incendió otra reserva en un lugar al que aspira  acceder un proyecto inmobiliario.

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Rosario vista desde los humedales. Foto: Eduardo Bodiño

Progreso modo Edad Media     

“La película que hoy vivimos empezó hace mucho, y entonces se planteaba de modo conjetural. Decíamos: ‘si se destruyen los bosques vamos a tener inundaciones graves, pandemias, sequías, ecosistemas enfermos’, y las autoridades ni escuchaban, o decían que era todo una exageración. Hoy está probado a nivel académico todo lo que la destrucción ambiental afecta la vida diaria de las personas”, plantea Emilio.  

“La pandemia es la máxima demostración de lo que implica destruir la biodiversidad. Estamos en pleno siglo de la revolución digital, encerrados con medidas de la Edad Media. La cuarentena y lavarse las manos son eso. Entonces, no era que ecologismo estaba contra el progreso y el desarrollo. La destrucción ambiental es la que nos quita el progreso y el desarrollo, encerrándonos en nuestras casas. Los ecosistemas están enfermos, el mundo ha perdido aproximadamente el 75% de sus bosques naturales primarios y secundarios”.  

Emilio Spataro calcula que solo en el Delta hay más de 300.000 hectáreas afectadas (entre las directamente incendiadas y las indirectamente dañadas) y que se llegará posiblemente al millón de hectáreas afectadas, superficie equivalente a 50 ciudades de Buenos Aires.

“El gobierno nacional no dimensiona el impacto en su verdadera dimensión. Pero si lo hiciese, tampoco tiene recursos ni dinero para enfrentar tantos focos de incendio. El tema es que las corporaciones e intereses económicos dejen de incendiar la Argentina”.

La expectativa hacia adelante, en el tema específico de los humedales, está en un proyecto de Ley que nació enlas asambleas ciudadanas del litoral, a las que se sumaron asambleas de San Juan y Mendoza. “Ya tuvo dos media sanciones en el Senado y las corporaciones la voltearon las dos veces en Diputados. Ahora hicimos la presentación en Diputados, en la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente que preside Leonardo Grosso. El rechazo está centralizado en medios como Clarín y La Nación, que no solo representan intereses sino que tienen intereses directamente ligados a proyectos agropecuarios e inmobiliarios que destruyen reservas y humedales”.

¿Qué plantea el proyecto de Ley? “Presupestos mínimos para la rotección de los humedales, un inventario y unordeenamiento territorial, el fortalecimiento de lospobladores isleños,comunidades campesinas e indígenasque sonquienes aportan sustentabilidad alsistema y unamoratoria de toda actividad que dañe los humedales. El proyecto presentado por Grosso establece un régimen penal de sanciones”.

Sobre las movilizaciones invisibles a los medios. “Ponen en foco ala gente que les interesa. Y el gobierno discute eso. Pero lo que nunca se ve es este otro tipo de movidas pese a que Rosario, por ejemplo, no es un paraje. Ni Córdoba.En el caso de Rosario hay cortes de puentes, de la ruta a Buenos Aires, reclamos vecinales”. “Nos dijeron ‘quedate en casa’, pero estás siendo intoxicado por el aire irrespirable por las quemas. O te dicen ‘quedate en casa’ pero definen como servicio esencial y casi patriótico, quemar bosques y humedales, fumigar, desmontar. La gente no se queda en casa porque están destruyendo los bienes comunes que son los que en definitiva garantizan su salud”.   

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

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Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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