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Lo antilike

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Like es la cultura: una mirada sobre dónde está puesta la mirada, de las redes a la calle. La carta que narraba la historia Romina Ruíz Díaz, asesinada por su ex pareja frente a sus hijas el 20 de marzo, escrita a puño y letra por su familia, en un intento desesperado de visibilizar el caso, mientras los teléfonos apuntan a otros lados. ¿Y los medios? Del hashtag del Ni Una menos a los gritos que, desde los bordes y los territorios, se hicieron sentir, otra vez un 8M.

Por Claudia Acuña

Toda concentración frente al Congreso representa una forma social de reclamar visibilidad y escucha. Esas formas de hacerse ver y escuchar fueron clásicamente intermediadas por cámaras y micrófonos que manejan “otros”. Llamémosle medios, para abreviar. Surge así la tradición de ocupar el lugar central de la escena, desde escenarios, cabeceras de columnas hasta dirigentes, referentes o fama, como forma de cooptar lo noticiable.

Las redes y los teléfonos celulares rompieron esa coreografía de ballet clásico y el movimiento feminista supo usarlas con astucia y entusiasmo hasta dispersar ese poder mediático. Así creció la marea verde hasta convertirse en ley y lograr que la única manera de registrarla sea con un dron: no hay arriba, hay al lado, se sabe.

La concentración de este 8M es, en ese sentido, parecida y diferente. Hay muchísimas personas que han llegado desde las periferias más castigadas, en todos los sentidos posibles que podemos darle hoy a ese término: el Covid, el aislamiento, la inflación, la falta de trabajo y las violencias que eso produce en territorios que necesitan con urgencia ser mirados y escuchados. Le pregunto a las mujeres que me rodean de dónde vienen y los nombres que desfilan son Merlo, Morón, Quilmes, Florencio Varela, Jujuy… vienen de muy lejos, está claro.

Alrededor hay cámaras, pero registrando acciones y performances. Están haciendo fotos lindas, no ya para publicar en medios, o no meramente para eso, sino para capturar los likes de Instagram, los retuits de Tuiter o los me gusta de Facebook.

Las fotos lindas son una necesidad y una pulsión, pero también una forma de captura. Necesidad de aprobación y protagonismo; pulsión por la exigencia hipercompetitiva de comunicación instantánea, que se intenta ganar con el saber hacerla más bonita que el resto. Captura, porque atrapa el interés y con él, la sensación de estar donde no se está; el bienestar de apoyar una causa que nos involucra sin necesidad de movernos y, sobretodo, hablar sin palabras de aquello que todos “mencionan”. La Real Academia refiere a una de las acepciones de este término que parece oportuna para comprender lo que representa para el lenguaje comunicacional que imponen las redes sociales: “distinción o recompensa de menos importancia que el premio”.

El premio de este 8M, es mi propuesta, deberíamos entregárselo a la familia de Romina Ruiz Díaz, asesinada por su ex pareja en marzo de 2020, en Cañuelas. Romina era enfermera, pero dejó ese oficio cuando nació su beba, la tercera. Se dedicó entonces a vender productos de limpieza, que repartía casa por casa. Denunció varias veces al padre de sus hijos, sin ser escuchada. Los tres niñes vieron cómo la apuñaló y ese trauma los dejó hasta hoy en shock.

La madre, sus amigas, sus vecinas, partieron muy temprano desde Cañuelas y caminaron treinta cuadras por una ciudad desconocida hasta alcanzar las puertas del Congreso. En medio de la multitud, las noto buscar algo con la mirada hasta que lo encuentran. Cuando se abalanzan sobre la periodista Agustina Kampfer comprendo que no es “algo” sino “alguien” lo que necesitan. Le dicen que la ven todos los días en la tele y le entregan doblada en cuatro una hoja cuadriculada. Es una hoja de carpeta escolar. Le dicen “Si puede, leála”.

La hoja está escrita a mano, con lapicera azul. En letras imprenta y con mayúsculas escribieron lo siguiente:

“En el mes de febrero de 2020 me separe del padre de mis tres hijos. Fui a buscar ayuda a la Secretaria de Género donde no me escucharon y por eso el 13 de marzo Mauricio Wilvers me quitó la vida de tres puñaladas delante de mis hijos. Lo cuento yo por Romina Ruiz Díaz no puede.

Ni una menos

Vivas nos queremos”.

Ni una menos tiene dibujado el signo de hashtag.

Les pregunto cuántas hojas escribieron y me responden: “Veinte”.

Sólo pudieron entregar dos, pero se tienen que ir porque hay que desandar las treinta cuadras y no hay micros de regreso a Cañuelas más tarde.

Registro esa escena con mi celular barato, así que las fotos de la hoja y las amigas de Romina serán, inevitablemente, fotos feas.

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La carta con la historia de Romina, escrita a mano por su familia, para difundir el caso.

Recuerdo entonces una escena de El Padrino –no el número que corresponde a esa saga- donde el joven Michael Corleone llega a La Habana y en su viaje en auto desde el aeropuerto al hotel cinco estrellas es detenido por un procedimiento militar. Desde el asiento posterior ve cómo de una casa allanada sale alguien que grita “viva la revolución”, y cómo ese grito activa la ráfaga militar que lo mata. El funcionario de la dictadura cubana que lo acompaña le explica que se trata de algo sin importancia. El joven Corleone le responde: “Alguien que muere por gritar así siempre representa algo serio”.

La escena, sin duda, es icónica de la cara opuesta a la cultura feminista que, en la tradición de Madres, Abuelas e Hijes para luchar contra la violencia ha levantado siempre otras armas. Sin embargo, significa algo idéntico. Alguien que es capaz de escribir ese mensaje en veinte hojas cuadriculadas representa algo serio: como toda revolución no necesita fotos lindas para, finalmente, ser vista y escuchada.

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La familia de Romina Ruiz Díaz, asesinada por su ex pareja de tres puñaladas delante de sus tres hijes.

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La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños 

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El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.

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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

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Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Por Claudia Acuña

El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y  familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación:  es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.

Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.

¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.

A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.

Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.

El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.

Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

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Por el Observatorio de violencia patriarcal Lucía Pérez

Todas las administraciones del Estado se han adjudicado falsamente la baja de femicidios y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich acaba de rendirle tributo a esta tradición. Pero las cifras del Observatorio Lucía Pérez, construidas a partir de casos judiciales, denuncias y relevamientos provinciales, demuestran una realidad diferente.

Antes de los números, una aclaración: el 2023 fue el primer año en que el Estado nacional publicó estadísticas criminales sin clasificar. Lo hizo con un archivo Excel desordenado que abarcaba una década, sin distinguir delitos ni consolidar provincias. Algunas jurisdicciones directamente no informaron datos en categorías sensibles, como violaciones. Así, la ciudadanía no puede verificar ni auditar los números oficiales.

En ese vacío, las declaraciones de Bullrich remiten a una lógica conocida: la de la inflación. Como con los precios, la diferencia entre los números oficiales y la vida real se amplía cuando se manipula o se oculta información.

Por eso, este Observatorio público y autogestionado carga 12 padrones de manera diaria. Para realizar un seguimiento estructural de la violencia machista, y también para controlar el rol del Estado.

A diferencia de los 178 registrados que mencionó la ministra, el Observatorio Lucía Pérez contabiliza 217 femicidios y travesticidios en lo que va del 2025. Estos son las cifras que pueden verse y verificarse, ya que el OLP es un padrón público:

Femicidios, cifras y vidas: lo que Bullrich oculta

Otro dato que se oculta es el que representan los femicidios cometidos y sufridos por integrantes de fuerzas de seguridad, que están bajo la responsabilidad de la ministra.

En 2025, el primer femicidio del año fue el de una mujer policía asesinada con su arma reglamentaria (Guadalupe Mena). Y el último, ocurrido apenas el 26, también: Daiana Raquel Da Rosa.

Si bien existen medidas para en estos casos limitar su acceso por parte de los uniformados por “representar un riesgo inminente para la víctima”, como indica la resolución 471/2020 del Ministerio de Seguridad de la Nación, los datos muestran que esto no siempre se cumple. Según el relevamiento de funcionarios denunciados por violencia de género del Observatorio Lucía Pérez, 71 de ellos pertenecen a las fuerzas de seguridad. Es decir que muy probamente porten armas.

Armas reglamentarias, vínculos jerárquicos y falta de sanción disciplinaria conforman una trama donde la violencia institucional se reproduce dentro y fuera de las comisarías. ¿Y Bullrich?

Más preguntas que emergen: ¿cómo se mide el porcentaje de crueldad? Los “narcofemicidios” de Lara, Brenda y Morena muestran una violencia cada vez más planificada y asociada a redes delictivas con complicidad del Estado.

Otra cifra invisibilizada en este crimen social que es un femicidio es la de las infancias huérfanas. En lo que va de 2025, el Observatorio registra 139 infancias huérfanas por femicidios. En todo 2024 fueron 173. Y detrás de cada una hay un Estado que sigue sin garantizar la Ley Brisa, que establece una reparación económica y acompañamiento a hijas e hijos de víctimas de femicidio.

Mientras la violencia machista sigue cobrando vidas, multiplicando huérfanos y exponiendo la precariedad institucional, el Estado tergiversa y oculta.

La pregunta es: ¿por qué?

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