Nota
Mantas por hidrantes
Más de 500 policías de la Federal, Metropolitana e Infantería sitiaron Avenida Avellaneda e impidieron que los manteros pudieran trabajar. Unas 300 personas marcharon luego por las calles de Flores denunciando la persecución del Gobierno porteño. “No somos mafiosos, somos trabajadores”, sostuvieron. Exigen la regulación del trabajo callejero.
Más de 500 policías de la Federal, Metropolitana e Infantería sitiaron Avenida Avellaneda e impidieron que los manteros pudieran trabajar. Unas 300 personas marcharon luego por las calles de Flores denunciando la persecución del Gobierno porteño. “No somos mafiosos, somos trabajadores”, sostuvieron. Exigen la regulación del trabajo callejero.
En la Avenida Avellaneda no se podía caminar. El metro cuadrado estaba invadido. La “gente” no podía circular con tranquilidad y los vehículos debían tener cuidado. “Claro, manteros”, dirá usted. Incorrecto: por Avenida Avellaneda no se podía circular por un operativo que incluyó más de 500 efectivos entre Policía Federal, Metropolitana e Infantería que, a lo largo de más de 5 cuadras y desde las 5 de la mañana, impidieron a los manteros desplegar sus mantas. La tarea fue cumplida con 40 efectivos por cuadra, divididos en la puerta de cada comercio.
Sobre la calle y de un lado, camiones hidrantes, móviles y camionetas.
Sobre la calle y del otro, unos 300 manteros que exigían: “Queremos trabajar”.
¿No es desproporcionado? “La intención del Gobierno de la Ciudad es seguir reprimiendo a los manteros”, sostuvo Omar Guaraz, referente de Vendedores Libres, una organización de Caballito que pide la regulación del trabajo callejero. “Nosotros decimos que nos vamos a quedar, hoy, mañana y el día siguiente, porque no existe la buena voluntad del Gobierno. Nos dicen que nos quieren llevar a galpones y es mentira. No existen. Larreta le está mintiendo en la cara a la sociedad y a los trabajadores. Lo único real es que tenemos gente sin trabajo”.
Pese al fuerte despliegue policial, los manteros marcharon por las calles de Flores. Se concentraron en Avellaneda y Cuenca y por momentos cortaron enteramente la avenida. En algunos tramos corrieron y obligaron a las fuerzas policiales a correr para alcanzarlos y tratar de establecer un cerco que nunca podían concluir. Por eso hubo situaciones de tensión, como cuando la policía intentó acorralarlos para evitar que avanzaran por Avenida Nazca. No lo lograron: los manteros chocaron contra el cordón y pasaron. En la movilización los manteros cantaban a favor del trabajo y denunciaban la persecución del Gobierno porteño. Cuando estaban retomando por Cuenca en dirección a Avellaneda nuevamente, el operativo policial evitó que continuaran avanzando. Los manteros quedaron atrapados en un corralito.
“Tenemos derechos”, exclamaba Sulay, vendedora de zapatos. Un movilero de C5N le preguntó si los comerciantes no se quejaban que vendiera la misma mercadería que ellos. “No, donde estoy yo nadie vende zapatos. El señor donde estoy vende ropa de mujer. Yo hablé con el dueño. Hay muy buena relación y comunicación, hasta agua el señor me da. Son buenos todos. Es una gran mentira lo que dicen”.
Jorge López dice que vende termos y relojes: “Algunos comerciantes son los que no quieren que estemos porque están con la CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa). Ellos arreglan con los medios. Todo ese absurdo de la mafia clandestina es una mentira. Acá vienen a atacar a los más débiles, que son los que están en la calle. Si el Estado viniera a intervenir en la parte comercial, qué problema se armaría: ningún comercio está en regla como debería”.
Después de una negociación con los jefes del operativo, los manteros pudieron completar la marcha hasta Avellaneda. Allí fueron nuevamente cercados por un cordón policial. “No somos mafiosos, somos laburantes”, dijo Hernán, 40 años, que se sincera:“Yo fui de los boludos que votó a Macri”. Por allí también había varios trabajadores senegaleses, que marchaban en primera fila y cantaban: “Macri, basura, vos sos la dictadura”. En ese momento se decidió marchar nuevamente, esta vez hacia la sede de la Comuna 7 de Flores y Parque Chacabuco. El cordón lo impidió. Hubo choques pero nada prosperó, salvo un senegalés con gas pimienta en los ojos.
“Nosotros estamos abiertos a una propuesta”, dialogaba un trabajador con un agente de Espacio Público, que decía que ellos tenían orden de desalojar por el Ministerio Público Fiscal. Omar Guaraz: “Esta semana vamos a pedir el apartamiento del fiscal general Luis Cevasco, porque en el diario La Nación dijo que no existen vendedores cuentapropistas y que Vendedores Libres es una organización mafiosa. Ha perdido toda la objetividad”.
La marcha finalmente se reanudó y los manteros escaparon el cerco, avanzaron otra vez sobre Avenida Nazca y se metieron en plena Rivadavia. La gente miraba desde los colectivos y los bares a las 300 personas que caminaban y corrían cantando la misma canción: “¡Queremos trabajar!”. Cada vez llegaban más policías de infantería y oficiales antitumultos con cascos, escudos y palos. Los manteros solamente tenían bombos que hacían sonar con una manguera. La caravana llegó hasta la sede de la Comuna 7 y allí se quedó. “Exigimos una respuesta”, decían. “Nos ofrecieron galpones como a los compañeros de Liniers y Caballito. ¿Y saben qué les dieron? ¡Nada! Nosotros le vamos a poner el pecho. Hoy, mañana y pasado. Nos hemos organizado. Hay unión. Somos todos iguales: no hay senegales ni peruanos ni bolivianos. Somos compañeros que vienen a cuidar su trabajo”.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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