Nota
#MatarAPatadas: acción de un grupo de artistas contra la violencia institucionalizada
Un grupo de artistas autoconvocadxs se dio cita en Diagonal Norte, donde la Policía de la Ciudad instaló un Centro de Monitoreo, para realizar una acción que bautizaron Matar a patadas. La perfomance recuerda el asesinato de Jorge Martín Gómez a causa de una patada en el pecho propiciada por un policía, como síntesis de la política represiva que baja desde el Ministerio de Inseguridad. El video de la acción y el texto que la acompaña.
Cuando el arte no es indiferente al fascismo suceden cosas como éstas: un grupo de artistas, de manera autoconvocada, pergeñó durante semanas una acción que se llevó a cabo hoy y que tuvo como protagonista al flamante Centro de Monitoreo de la Policía de la Ciudad. No dieron cita ni horario, sino que se propusieron irrumpir en el espacio público de manera espontánea, para captar las reacciones de las y los porteños y tomar por sorpresa a los propios uniformados que pululan por el lugar.
Fue a las 3 de la tarde, puntual. Vestidas como cualquier transeúnte, aparecieron unas veinte personas por detrás del Centro de Monitoreo, y se le pararon en frente. Dos intérpretes musicales le dieron melodía y tensión a la acción, que comenzó con esta escena.
Los transeúntes comenzaron a acercarse y a sacar sus celulares para registrar la acción. Y la Policía, a inquietarse. Pero como suele suceder en estas acciones artísticas que se sitúan en la frontera de la protesta y de la libertad de expresión, los uniformados no supieron cómo actuar. Recién después de terminada la acción, cuando los artistas ya se habían esfumado, atinaron a pedirle los datos a un fotógrafo de una revista autogestiva que cubrió la acción.
De pronto, los artistas parados pusieron sus manos detrás de los cuerpos y, después de unos segundos, cayeron al piso como si simularan un acto de muerte. Recién entonces se desplegó encima de ellos y arriba del Centro de Monitoreo la bandera que sintetizaba uno de los sentidos posibles: «Matar a patadas».

Después de algunos eternos minutos, mientras algunos caminantes se animaron a acompañar con cánticos a la acción espontánea («Yo sabía / que a los pibes/ los mató la Policía»), una a uno se fueron parando las y los artistas y ayudando a los otros que se encontraban tirados, a levantarse. Algo así como un gesto de solidaridad en tiempos violentos.
Fue todo, como continuidad y preludio de una acción que va más allá de las escenas puntuales, de sus intérpretes y de las fechas del calendario. Cuando el arte acciona como denuncia e irrupción en el espacio público, hay algo que empieza a cambiar. Acaso sea la anormalidad de un país donde matar de una patada a un pecho es aplaudido por los funcionarios de gobierno.
La Policía de la Ciudad, por lo pronto, optó por retirar la pancarta que decoró por unos pintorescos minutos su Centro de Monitoreo.
Continuará…
El texto de la acción
MATAR A PATADAS
Jorge Gómez caminaba por San Cristóbal. El policía Esteban Armando Ramírez le pegó una patada en el pecho y lo mató.
Marcelo D’Alessandro, secretario de seguridad de la ciudad, y Patricia Bullrich, ministra de seguridad de la Nación, dicen que lo de la patada estuvo bien. Que el policía lo hizo para “mantener la distancia”.
Unos días después, Vicente Ferrer fue asesinado a golpes por custodios de Coto, en San Telmo.
Todos los días, trabajadorxs senegaleses; jóvenes de barrios y villas; obrerxs que reclaman contra despidos y cierres de fábricas; feriantes; artesanxs; vendedorxs ambulantes; artistas callejerxs son golpeadxs, torturadxs y asesinadxs por la policía.
MATAR A PATADAS.
Matar a tiros o con torturas.
Matar por robar; por no robar; por ocupar la calle; por trabajar en la calle; por portación de cara; por luchar.
Matar y encubrir.
Matar y desaparecer.
Matar para disciplinar.
La represión como naturaleza
La patada, como signo mudo, bestial
Nosotrxs no queremos tomar distancia.
Hagamos barricadas con nuestros cuerpos mudos de horror.
No queremos acostumbrarnos a la muerte, al silencio ni a tomar distancia.
Si patean a unx nos patean a todxs.
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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