Nota
Mundo Bauen
Recuperaron un edificio gigante y le dieron vida para no quedarse en la calle. Generaron 130 fuentes de trabajo. Soportaron represiones, amenazas de desalojo y tarifazos. Así conquistaron la expropiación del hotel, que fue vetada por el Presidente. ▶ LUCAS PEDULLA
Bauen.
Una película.
Una novela.
Una serie.
Aplican todos.
Federico Tonarelli, hoy vicepresidente del hotel que consiguió la expropiación de la empresa recuperada por sus trabajadoras y trabajadores en 2002, habla con la fuerza de ser una de las 130 personas que hicieron posible este guión que nunca muere, que soportó represiones, amenazas de desalojo, ninguneos políticos y tarifazos a fuerza de convertirse en un símbolo de la gestión cooperativa del trabajo sin patrón en Argentina.
“Vamos por la decimocuarta temporada. Yo entré a fines de 2004, a los 37 años, y todos entramos con la expropiación latente. Si miro para atrás como si fuera Michael Fox en Volver al futuro, diría: ‘Lo lograste. La foto no se borra’. Porque estábamos medio para atrás: si mirábamos la foto como en la película, estábamos sin piernas, casi borrados. Hoy vemos que las siluetas se reconfiguran de nuevo y la foto vuelve a su estado normal”.
Hoy cada trabajador, cada trabajadora, puede ver esa foto y reconocerse.
Son ellas.
Son ellos.
La foto es la de 130 personas creando otro mundo.
Bauen.
Poner las costillas
La foto desdibujada tenía ya catorce años de historia. Tras el cierre del hotel el 28 de diciembre de 2001 y la amenaza real de dejar a 70 trabajadores en la calle y en la mayor crisis económica y social del país, alguien propuso lo inevitable: entrar. Ocurrió en marzo de 2002, y el patrón, Marcelo Iurcovich, les mandó a decir que se quedaran, así no pagaba la seguridad que debía cuidar los 6 salones y las 224 habitaciones del edificio.
Se acercaron para apoyar estudiantes, vecinos, trabajadores de otras empresas recuperadas y la idea de una cooperativa para mantener las fuentes de trabajo se transformó en posible en septiembre de 2003. Iurcovich los denunció entonces por usurpación. Lo que siguió fueron demandas judiciales, civiles y contravencionales que produjeron represiones feroces que partieron costillas a trabajadoras y acumularon hematomas que, lejos de amedrentar, afianzaron un compromiso: el hotel no dejó de trabajar ni un segundo.
Y con un objetivo indiscutible.
La expropiación.
El primer round
La media sanción llegó en el último capítulo de la temporada decimotercera. Fue el jueves 26 de noviembre de 2015 en la última sesión ordinaria del año, ya con el triunfo de la alianza Cambiemos y la derrota del Frente para la Victoria (FpV) en las elecciones.
Fue una tarde calurosa. El Bauen había convocado a una radio abierta a las 14 horas frente al Congreso, porque el día anterior el proyecto de ley había sorteado tres comisiones y había pasado a formar parte del paquete de más de 90 leyes que el FpV buscaba aprobar. La mayoría de los partidos de la oposición no acudieron y, durante los días previos, habían convocado a no sesionar hasta que el 10 de diciembre asumiera la nueva gestión.
El quórum se alcanzó a las 12:30. La Cámara sesionó y tras una votación llamó a un cuarto intermedio hasta las 16, en el que prometieron incorporar rápidamente la expropiación. La espera se extendió porque varios legisladores se retiraron. En los palcos, poblados por rostros tensionados y uñas mordidas, el marcador era mirado como la final de un Mundial: cada diputado en su banca era festejado como un gol. Recién hubo quórum, entre roscas políticas, a las 18:28 y los trabajadores rompieron en aplausos. La media sanción se aprobó con el resto del paquete y la tensión se rompió en abrazos y llantos.
La película seguía.
Cómo dar vuelta un partido
Esa situación de infarto que vivimos ese día se prolongó todo este año -sintetiza Tonarelli-. Arrancamos con un problema edilicio en el hotel que nos obligó a reparar, durante cuatro o cinco meses, las cañerías de gas. La consecuencia directa fue que no había gas, por lo que no había agua caliente, por lo que no había pasajeros. Fue un año difícil porque recién empezamos a trabajar en mayo, mientras en paralelo tratábamos que el Senado pusiera en tratamiento el proyecto. Y no lo hicieron”.
Al combo se sumaron los tarifazos. Síntesis Bauen:
- Luz: de 24 mil pesos a 100 mil.
- Agua: de 65 mil pesos a 218 mil.
- Gas: de 11 mil pesos a 50 mil.
“El plan económico del macrismo lo conocemos bien. Incluso armamos la Multisectorial contra el Tarifazo, que reunió a empresas recuperadas, pymes, clubes de barrio, sociedades de fomento, comercios. El ajuste llegó al hotel, y a las recuperadas nos llegó a partir del retorno de los asociados: no pudimos aumentarnos como en otros momentos porque tuvimos que pagar las tarifas. A eso se sumó la baja de actividad. Fue un año difícil”.
Al contexto económico se agregó la amenaza judicial. “Había sentencia firme. El juzgado tenía que ejecutarla sabiendo que iba camino a generar un conflicto, como mínimo, en pleno Centro de la ciudad: desalojar el Bauen. Hubo una audiencia el 25 de octubre y ahí quedó claro que ya no había más tiempo ni margen para parar esto. La propuesta de la empresa era casi una cargada: cerrar el hotel un año, arreglarlo y luego tomar de nuevo a la planta. Nos juntamos en asamblea y los compañeros se negaron rotundamente. ‘Bueno, muchachos, se viene el desalojo’, pensábamos. No sabíamos cuándo. Pero nunca habíamos perdido la vía del Congreso. La seguíamos militando todo el tiempo. Y al decir que no en la negociación nos quedábamos sin plan B: nos teníamos que jugar todas las cartas a que se sancionara la ley. Fuimos todo el año al Senado, imaginate ese mes: vivíamos ahí. Porque si llegábamos al 30 de noviembre sin nada, quedábamos sin defensa alguna porque ya no había sesiones”.
El proyecto, entonces, moría.
¿Qué ocurrió? ¿Cómo se llegó a una instancia casi idéntica al año anterior? “No conseguimos quórum en el plenario de comisiones porque todos los senadores estaban en la última sesión del año. Nos fuimos con esa derrota, pero el senador Juan Manuel Irrazábal (FpV) propuso tratarlo sobre tablas. Por ende, fue al final de todo el temario previsto. Ese día se trató el Presupuesto. La discusión duró hasta las 10 de la noche. Encima no fue como en Diputados, donde estuvimos haciendo el aguante en las galerías: el Senado es infranqueable. Estuvimos todo el día en la calle y recién a las 11 de la noche nos dejaron entrar a mí y María Eva Lossada (presidenta de la cooperativa), a un salón anexo”.
Al Presupuesto le siguió la aprobación de un proyecto de protección de humedales. “Duró una hora. Se nos terminaba el tiempo: a las 12 de la noche caía la sesión ordinaria y, con eso, todos los proyectos. Nos manteníamos enterados por WhatsApp. Pasadas las 11 pedimos alteración del orden para tratar el proyecto. Se hizo. Ahí pedimos sobre tablas. Y ganamos: 39 votos afirmativos contra 17 negativos. Ahí ya está: fue como Del Potro contra Cilic en la Copa Davis, dando vuelta el partido. Fue tremendo: un infarto de un año exacto”.
El fantasma del veto
Como diría Diego Maradona, fue la mano de Dios”, dice María Eva Lossada, que escribió su propio guión: era mucama en 2001 cuando Iurcovich la amenazó con que debía renunciar a sus derechos laborales para mantener el empleo, y hoy es presidenta de la cooperativa. “Por un lado, estamos muy felices porque es un paso más. Queríamos terminar el año y brindar por haber conseguido finalmente nuestra propia fuente de trabajo. Por otro lado, sabemos que lo pueden vetar. Por eso hicimos la conferencia al día siguiente, porque necesitamos el apoyo de las organizaciones sociales, vecinos, artistas y medios, que siempre estuvieron y que nos dan fuerza. Arrancamos el año con una deuda por un tema del gas. Fue difícil y mucho trabajo, pero hoy ya no tenemos ninguna deuda. Tenemos muchos eventos y el hospedaje funciona bien. Estamos trabajando mucho y bien, pero la jueza ya en las últimas movilizaciones a su despacho nos dijo que sin expropiación no puede aguantar más. Por eso no es por capricho que pedimos la ley: la necesitamos para sostener nuestra fuente de trabajo y dignidad. Fue mucho esfuerzo de día a día, organizarnos, trabajar y ponernos de acuerdo para llegar hasta acá. Ahora tenemos que lograr que no se vete”.
Cuando el Bauen conquistó la media sanción en Diputados, el entonces legislador del Pro, Federico Pinedo, cuestionó la votación ya que significaba “darle una cantidad enorme de plata a un grupo chico de personas, quitarle dinero que podía ir a la gente que puede tener necesidades básicas de alimentación para que 40 personas tengan un hotel en Callao y Corrientes”. Ahora, como presidente provisional del Senado, afirmó: “Regalar una fortuna de plata para unos pocos señores es una cuestión que no podemos apoyar”.
Tonarelli evalúa: “Sería una locura pensar en el veto. Primero y principal, somos realistas: no nos extrañaría, ya que el macrismo vetó infinidad de leyes parecidas a esta. Jamás han aportado a la viabilidad de las recuperadas ni a la resolución de sus conflictos, y tenemos en cuenta que esto va en contra de los valores y principios básicos del macrismo. Pero ahora es a nivel nacional y, por otro lado, cae en plena discusión por la Emergencia Social, por Ganancias. Con la infinidad de problemas que hay sería una locura el veto. La política cerró acá un conflicto jurídico de muchos años. Sería borrar de un plumazo una solución concreta para un problema concreto”.
El guión, mientras, se sigue escribiendo.
El norte claro
a ley declara de utilidad pública y sujetas a expropiación las instalaciones del edificio del Bauen y la entrega en comodato a la cooperativa. Pone como condición que los trabajadores y las trabajadoras continúen y amplíen la realización de actividades culturales, artísticas, sociales y educativas. También que dediquen una parte de sus servicios a turismo social y el 30% de las plazas a derivaciones médicas de jubilados y pensionados de todo el país que requieren un tratamiento en la Ciudad de Buenos Aires. “No es nada extraño lo que dice la ley -explica Tonarelli-. Es lo que vinimos haciendo todo este tiempo. Lo que nos da es la legalidad sobre la propiedad del edificio”.
Tonarelli, a su vez, es presidente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA).
¿Qué significa políticamente una ley así?
Es un triunfazo. La derrota del Bauen también era una derrota para todo el resto. Primero porque era una ley planteada en el Congreso Nacional. Hubo expropiaciones muy valiosas, como Zanón (Neuquén) o Renacer (Tierra del Fuego), pero eran provinciales. Por su tamaño e historia, éramos un caso testigo: si ganábamos, ganaba el movimiento y si perdíamos, también. Iba a ser muy difícil en ese contexto plantear procesos de recuperar empresas. Alguien podía pensar: ‘Si estos con 14 años, con la visibilización y el peso que tienen no lo consiguen, qué nos queda al resto’. Política y emocionalmente, la derrota se transmite. En cambio, si ganás, es más fácil que los demás se animen. Es un momento bisagra para el movimiento. Sobre todo, porque va a haber muchas situaciones de posibles recuperaciones, aunque van a ser en otro contexto. Hace unos años era dentro de un impulso del mercado interno, con consumo. Ahora es más difícil porque hay menos trabajo. Pero el movimiento está firme y ya hay más de 15 años de experiencia.
¿Sorprendió?
Nosotros tenemos una gimnasia de no bajar nunca los brazos. Fuimos, fuimos y fuimos para adelante. Todos te dicen que fue un milagro, en pleno gobierno de Macri. No. Fue producto de haber trabajado de manera consecuente durante todos estos años. De haber pulido acuerdos, de haber ensanchado el arco de apoyos de la cooperativa. Sí hay un componente que tiene que ver con la oportunidad, el momento exacto. El peronismo impuso mayoría en algunos temas y nosotros justo estábamos ahí. Hay una intención de la oposición de marcar la cancha, y nuestro mérito fue estar ahí, no haber bajado los brazos ni pensar que todo estaba perdido. En la última audiencia de octubre le dijimos a Iurcovich que no nos mande la corona antes de tiempo. Se mostraba muy seguro de que se nos había acabado la nafta. Un sesgo de clase que es subestimar a los trabajadores. Ellos no pueden internalizar cómo un grupo de trabajadores, que somos poco y nada, generemos estas cosas.
¿Cómo se sostiene eso?
Uno no puede sostener esta carga emocional durante 14 años de la misma forma. Es inevitable que haya bajones, que haya momentos en los que no pasa absolutamente nada y vos naturalmente aflojes, te desanimes. Pero la gran lección es esa: aunque no pase nada, hay que tener siempre el norte claro, porque la cosa en algún momento se reactiva.
Y con reglamentación, ¿cuál sería el norte?
Hay que reconfigurarlo. Sin pensarlo mucho, tenemos tantas cosas pendientes de esta situación que son nuestras primeras prioridades. Arreglos que tenemos que hacer. El hotel tiene un potencial enorme: tenemos una piscina que nunca usamos porque no queríamos un problema legal más. Todos esos espacios dormidos se van a reactivar. Pero, sobre todas las cosas, pelear para que no exista la posibilidad de un veto.
La foto, como en Volver al futuro, cobra así su real dimensión. Su forma. Toma vida. Se llena de color. Adquiere silueta. Construye memoria y justicia.
Mientras, el Bauen tiene que seguir escribiendo su guión.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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