#NiUnaMás
Ni una Menos Argentina: la rebelión de las mujeres de abajo. Por María Galindo
Un análisis del movimiento social Ni Una Menos argentino, desde la mirada de la feminista boliviana María Galindo, quien desde hace años teje un lazo de rebeldía con organizaciones, barrios y mujeres de nuestro país. Qué representa este movimiento en el contexto de lucha mundial de las mujeres, qué aporta a la despatriarcalización que está en marcha en América Latina y por qué no puede exportarse. Un texto para agitar el debate.
Queremos todo el paraíso
María Galindo, Mujeres Creando,
desde Bolivia y con amor
Desde el dolor del feminicidio y contra la violencia machista ha surgido el Ni una Menos en Argentina. Las marchas -desde la primera convocada- fueron algo nuevo para los feminismos latinoamericanos. Un escenario masivo, sin dirección, sin uniformidad, sin mediadoras, sin monopolio de la palabra.
Todas saben qué decir porque hablan desde sí mismas, por lo que no sólo los cuerpos son el máximo símbolo de estas nuevas formas de lucha; sino las bocas, muchas bocas, bocas voraces y boconas al mismo tiempo que están rompiendo un silencio demasiado largo.
Todas saben que lo que tienen pare decir no lo puede decir nadie en su nombre, porque es la historia propia de Carmen, de Juana, de Julia. No hay tesis académica incapaz de decirlo ni tan claro, ni tan directo, ni tan profundo, ni tan inmediato: el discurso del Ni una menos es un discurso, espontáneo construido desde la vida cotidiana y eso también es maravilloso.
El Ni una Menos no es un movimiento, sino una movilización.
No tiene dueñas, ni artífices.
No es tampoco un hongo espontáneo, sino que es la suma de decenas y cientos de esfuerzos cuyas esquinas no son uniformes tampoco.
El Ni Una Menos es todas las generaciones y todas las pertenencias sociales.
Es una rebelión, una rebelión protagonizada por las mujeres desde abajo y por eso tiene tanta fuerza.
¿Quién convoca al Ni una menos?
Lo convoca la historia, lo convoca la rabia, lo convoca la esperanza y el dolor al mismo tiempo. Lo convoca la bronca, por eso también no le pertenece a nadie y ha sido un acto de abuso cuando Macri nombró a Fabiana Túnez en un cargo burocrático, por supuestamente ser referente de la organización del Ni una menos. No indigna por Macri, porque los patriarcas siempre han hecho eso para controlar y aplacar una fuerza movilizadora. Indigna porque es tan solo un ejemplo de esa típica voracidad parasitaria que consiste en asomar a la movilización para apropiarse de sus entrañas.
El Ni una menos no tiene dueñas, esa es su potencia.
El Ni una menos no tiene discurso oficial, tiene palabra directa.
Su poesía es rabiosa, muy rabiosa.
El Ni una menos es la fuerza despatriarcalizadora que es un punto de partida y un horizonte al mismo tiempo, porque resulta que lo que queremos es despatriarcalizar. Por eso el Ni una menos habla de libertad, de felicidad, de tranquilidad.
No de igualdad, no de inclusión, no de equidad.
No con frases hechas oenegeras, cuyo discurso no tiene espacio en el Ni una Menos.
Despatriarcalizar quiere decir cambiarlo todo: desde el nombre de las calles hasta la invisibilización de las mujeres.
Por eso el Ni una menos no es una lista de demandas que pueda ser apropiada, ni negociada por nadie.
¿Qué quieren estas mujeres?
La respuesta es simple: TODO
Se podría resumir muy bien en un graffiti nuestro: QUEREMOS TODO EL PARAISO.
Ese todo no sólo tiene que ver con el basta de violencia machista, sino también con lo que el neoliberalismo ha supuesto para las mujeres, por eso las costureras, las bolivianas exiliadas en Argentina del neoliberalismo boliviano-las verduleras, las panaderas- las obreras de las fábricas tomadas y todas las de una larga e infinita lista, están también allí.
Nadie no quiere estar porque la cita es con una misma.
¿Es la indignación también contra el kichnerismo? ¿Acaso no fallo Cristina a las mujeres? Recordemos que decidió no despenalizar el aborto por cuidar sus relaciones con la iglesia, recordemos que creó programas asistencialistas –financiados con la renta del paquete corporativo transgénico y la explotación minera- para contener al neoliberalismo, pero solo contenerlo y nada más.
El Ni una menos no es por eso anti macrista pro kichnerista, sino que se carga a ambos por delante y en porciones de repudio iguales.
El Ni una menos y el feminismo
El Ni una menos es otro feminismo. Es el feminismo intuitivo, ese feminismo que no aprendés en un aula, sino que es el que tiene el sabor salado de las lágrimas de tu madre. Es el feminismo intuitivo tuyo, que te nace desde dentro y no te lo catequizan desde afuera. Es el feminismo despatriarcalizador del todo hoy y ahora. Es el feminismo sin control de contenidos, es el feminismo que sale desde abajo y no desde arriba.
Y, a la vez, no es el feminismo, sino los feminismos.
El Ni una menos es el feminismo para el cual una mujer presidenta, 10 ó 50% de diputadas, planes de igualdad y demás pamplinas no significan nada.
El Ni una menos argentino es el feminismo para el cual la tesis neoliberal y tecnocrática de la “igualdad” no resultó más que una frase vetusta desgastada y sin contenido.
En ese sentido el feminismo del Ni una Menos es al mismo tiempo una interpelación al propio feminismo, a la burocracia de género que quiso domesticar a las mujeres con su discurso de igualdad. A las académicas feministas que se encerraron en su círculo elitista.
El Ni una menos es una convocatoria de lucha y subversión callejera y atrevida, de palabra directa y de elocuencia simple.
Había sido muy importante hablar clarito y sin palabras rebuscadas.
Había sido muy importante hablar desde la realidad y no desde la teoría para poder construir teoría.
Había sido importante hablar desde la calle.
Por eso mismo siento una emoción profunda cuando identifico que los grupos más diversos de mujeres han tomado los graffitis de Mujeres Creando, porque les gustan, porque les suenan, porque les divierten.
No hay citas de Foucault, Judith Butler o Federici en los letreros.
Para estar en la calle hay que hablar claro y sencillo.
Que te comprenda la de al lado y se ría contigo.
Sin tetazo no hay feminismo
El tetazo no es una anécdota rebelde, sino que es parte de esta misma fuerza rabiosa que está moviendo este momento histórico.
El tetazo no surge como acción en una cátedra sobre cuerpo y poder, surge en una playa popular, en una anécdota policial.
El tetazo es la necesidad de replicar lo que nos dicen de nosotras. Es la rabia contra el insulto que ya no vamos a aguantar, es la ruptura contra el control sobre nuestros cuerpos.
Es el “perdí la vergüenza y no la voy a volver a encontrar”.
Es la necesidad de poner el cuerpo en la calle y volver a luchar desde el cuerpo desnudo, desde la desnudez, desde la desvergüenza, desde la irreverencia y el atrevimiento.
El tetazo es ir un paso más allá sin necesidad de permisos, ni coordinaciones. Ir urgentemente a los pies del Obelisco y llevar esa rabia al centro de la ciudad y enfrentar toda morbosidad, toda burla y toda crítica con puritita desnudez.
El tetazo también es la demostración que el Ni una menos funciona como un virus explosivo dentro de las entrañas y no responde a una agenda de fechas que son un pretexto. El tetazo fue el día que tenía que ser para responder a una anécdota policial que es más que una anécdota, es un ejemplo de un control sobre nuestros cuerpos que no lo vamos a aceptar más. El dinamismo, la capacidad de respuesta, la piel hecha política y acción callejera eso es el tetazo y por eso ese tetazo es simplemente imprescindible para un feminismo que respira por todos los poros de la piel.
¿Se puede exportar el Ni una Menos?
El Ni una menos no se puede exportar. Es un proceso social que refleja este estado de despatriarcalizacion que estamos protagonizando las mujeres en esta parte del mundo, pero exportarlo es un acto “utilitario”, es una “impostura” y es, por último, la demostración para todas aquellas que en su valija oenegera o partidaria se traen el Ni una menos de la argentina a sus países respectivos porque no son capaces de generar procesos propios. Con consignas propias, con profundidad social propia lo cual es vital para todo proceso social.
Es verdad que las fronteras no existen y que el feminismo es una lucha internacionalista sin fronteras. Eso es muy cierto, pero eso no quiere decir que adoptes una consigna para camuflar la propia incapacidad de generar un proceso con identidad política propia.
Se de lo que hablo, porque hablo desde Mujeres Creando de Bolivia.
Bolivia figura en el listado de países que se suman al paro. Pero nosotras no nos sumamos: no paramos el 8 de marzo. No porque no estemos profundamente conectadas con ustedes, no porque no seamos cómplices y hermanas, sino precisamente porque lo somos.
La calle es mi casa sin marido, mi trabajo sin patrones: el caso boliviano
En Bolivia algunas hablan de paro, pero resulta que el paro de mujeres ni articula, ni entusiasma, ni convoca a ninguna mujer. Y esto tiene que ver con muchas razones muy propias del proceso boliviano.
Respetamos que allí ustedes hayan asumido la consigna del paro, una consigna que nació en las Europas de la mano de las feministas marxistas que introdujeron la idea de la huelga de mujeres para el reconocimiento del trabajo doméstico como trabajo. La huelga de mujeres surgió en un contexto centro europeo, de Estado social de bienestar, donde la masa asalariada era muy grande y también estaba ampliamente compuesta por mujeres: en un contexto así es que nació la idea de la Huelga de Mujeres. Cuando vino la destrucción del Estado social de bienestar europeo las feministas allí ya no lograron articular ninguna respuesta política colectiva a ese desmantelamiento.
Acá en Bolivia la huelga fue una consigna obrera y muy especialmente minera que poco pudo extenderse a sectores como el de la salud o la educación, que son quienes tienen puesto de trabajo en el Estado. Más allá de eso ningún paro funcionó socialmente como movilizador.
En un contexto neoliberal de economía informal al 80% como la boliviana, lo que han hecho las mujeres como proceso de rebelión es tomar la calle como medio de subsistencia y empezar a generar formas de emancipación económica, en una economía de subsistencia. En un terreno así la convocatoria del paro es para una pequeña elite que no vive en los niveles de subsistencia y que no tiene ninguna conexión con el conjunto mayoritario de las mujeres.
Feminismos de 8 de marzo
La exportación/importación utilitaria y simplona del Ni una Menos responde al agotamiento de los feminismos 8 de marzo. Esos “feminismos” entre comillas que se movilizaban una vez al año o dos: 8 de marzo y 25 de noviembre, siempre las mismas aburridas, repetitivas y sin movimiento social real, sin sueños, sin horizontes, sin lenguajes.
En ese mecanismo usa la maravillosa masa de mujeres argentinas, sus multitudinarias marchas, sus hermosas rebeldías y las convierten en foto, en paisaje de fondo para ilustrar la convocatoria oportunista de alguna oenegé que todavía medra por apropiarse de las luchas de las mujeres. Esa foto se convierte en paisaje de fondo de algún feminismo que, ya muerto, en algún punto de España las usa como referencia de lo que no están dispuestas a hacer. Lo siento compañeras y amigas españolas, pero es de nuevo un acto colonial apropiarse de la foto y el sudor argentino, sin reflexionar ni construir lo propio.
Yo por todo eso -nosotras por todo eso-, que no es poco, no nos sumamos ni al paro, ni mucho menos al Ni una Menos en Bolivia. Queremos aprender de ustedes, queremos conocer cómo han construido ese inmenso tejido, queremos acompañarlas en el proceso de afilar bien las puntas y nos fascina como nuestros graffitis circulan en casi todos los grupos.
Por eso no nos sumamos. Nosotras sabemos que el proceso de despatriarcalizacion -al que le hemos puesto nombre- es un proceso en toda esta América Latina, sabemos que es un proceso desde las mujeres del mundo “popular”, desde las pobres, desde las que luchan por la subsistencia, desde las lesbianas, desde las desempleadas, desde las violadas. Sabemos que estamos construyendo poco a poco el “indias, putas y lesbianas juntas revueltas y hermanadas”.
Por eso creemos que eso del paro en 33 países es una demagogia utilitaria que usando una lucha solo sirve para crear confusión. Nosotras sabemos que lo que estamos sumando es el Ni una menos argentino, el No soy media naranja de nadie, soy fruta entera y en todas sus variedades paraguayo, el De hacerte la cena de hacerte la cama se me fueron las ganas de hacerte el amor peruano, el Ni sumisa ni devota: libre, linda y loca boliviano, y si vamos más allá de este hermoso continente cómo no sumar a la Procesión del Santísimo Coño en Sevilla.
Lo que quiero decir es que cada proceso lucha con un lenguaje propio, con un punto de apoyo o muchos puntos de apoyo propios, procesos reales y no artificiales como los que se quiere montar a partir del uso utilitario de la movilización argentina. Lo sabemos porque en esa construcción estamos y porque sabemos que esta rebelión es simplemente gigantesca y abarca desde la prostitución al lesbianismo, desde el aborto al trabajo doméstico, desde la lucha cotidiana hasta la utopía. Esta es la rebelión despatriarcalizadora que cantan raperas y pintan muralistas, esta es la despatriarcalización que sudan nuestros cuerpos.
Sin política concreta no hay utopía
Como mujeres trabajadoras de lo urgente, del feminicidio concreto para el que hay que buscar justicia, de la autopsia mal hecha que hay que denunciar, del docente acosador que hay que expulsar.
Sabedoras que hay que cuestionar el microcrédito y el endeudamiento de las mujeres y que la licencia de funcionamiento para los burdeles autogestionarios es tan urgente como todo el resto.
Sabedoras que nuestro cada día es la producción de justicia concreta.
Sabemos que esa justicia concreta, que esa política concreta, es la que teje solidaridades consistentes, es la que teje prácticas políticas que nos acercan a la utopía y que -como la toma de la calle- son también simplemente imprescindibles.
Por eso desde esa política feminista concreta entiendo que el desafío es convertir la rabia en acción cotidiana.
¡¡ Venga, venga, venga, venga compañera
que aquí se está luchado por la locura entera¡¡
#NiUnaMás
Otoño Uriarte: cuando el tiempo que pasa es la verdad que huye

Por Dolores Reyes y Camila Vautier. Este miércoles 5 a las 13.30 se conocerá la sentencia sobre el crimen de Otoño Uriarte en Cipolleti, Río Negro. “Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura” escriben Dolores y Camila sobre el caso de la menor asesinada en 2006: tenía 16 años.
Dolores Reyes es una de las más relevantes escritoras argentinas del momento y una mujer capaz de entender como pocas estos tiempos tormentosos. Fue además perseguida por el oficialismo y sus trolls por su tremendo y maravilloso libro Cometierra. Camila Vautier se define como periodista feminista, socorrista y sureña.
Ambas han trabajado juntas este artículo para lavaca. Los detalles de lo que pasó. La movilización y los testimonios. Los niveles de impunidad que suman en muchos casos más años que los que tenía la víctima. La expectativa sobre el tribunal (María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel) y la posibilidad de lograr un bien siempre esquivo: justicia.

Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda.
Pasaron 18 navidades sin Otoño Uriarte
18 cumpleaños sin Otoño
18 años se cerraron sin Otoño e infinitos están por comenzar
18 años de impunidad es mucho tiempo, demasiado, y una constante que abruma: En nuestro país la impunidad es más larga que la vida de nuestras chicas muertas: 17 años Melina Romero, 9 años Nair Mustafá, 16 Lucía Pérez. La injusticia eterna para todas ellas se ha convertido en nuestra gran vergüenza nacional.
En la sala 6 de la Oficina Judicial de Cipolletti, el calor es agobiante. Son las 9:40 de la mañana del 26 de diciembre de 2024 y la audiencia lleva cuarenta minutos de demora por la ausencia de uno de los acusados. En esa sala se están por escuchar los alegatos finales del proceso judicial que debía sacar a la luz la verdad sobre el femicidio de Otoño Uriarte, desaparecida la noche del 23 de octubre de 2006 en Fernández Oro, hallada sin vida seis meses más tarde en el desarenador de un canal de riego. Una vez más, una chica hermosa y bienamada descartada entre ramas y restos de basura.

Roberto Uriarte, el padre de Otoño, frente al Tribunal que este miércoles dictará sentencia sobre el crimen de la menor asesinada. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
La tensión en el aire se siente al respirar. De un lado, espera sentado Roberto Uriarte, el papá de Otoño. Con su remera negra y el pelo largo y canoso, parece haberse vuelto un experto de la espera. Ya hace tiempo que no cree en la justicia, en ese poder judicial al que denuncia como parte del “entramado de complicidad y encubrimiento que hubo en estos 18 años”. Pero ahora en sus ojos hay un dejo de tristeza todavía más profundo: la verdad, esa esperanza última que es tanto su derecho como el de su hija, amenaza también diluirse.
Aun así, se aferrará a ella hasta el final y se lo verá siempre presente, exclamando ante quien preste un micrófono o un oído, que todos están esperando la verdad para Otoño, porque justicia sería que ella continuase entre los suyos invenciblemente viva.
Las audiencias son tan largas, densas y dolorosas que en cada una de ellas el tiempo parece detenerse. En la sala declararon los testigos –varios de ellos bajo amenazas–, los vecinos que la vieron por última vez, las amigas que estuvieron con ella el último día, su familia, los expertos, los peritos, el médico forense.

Algunos de los acusados. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
Algunos, pocos, policías. Como el comisario ahora retirado Ives Vallejos, jefe de la comisaría local en ese entonces, quien, pese a la relevancia del caso, dijo casi no recordar prácticamente nada de él. Vallejos no pudo explicar cómo supo la vestimenta que llevaba Otoño el día de su desaparición para describirla al detalle en el radiograma emitido minutos después de que el padre realizara la exposición policial. El papá de Otoño no se lo había dicho porque ese día se había ido a trabajar temprano, sin siquiera ver a su hija.
O el actual ministro de Seguridad y Justicia de Río Negro, Daniel Jara, quien declaró luego de que Roberto Uriarte fuera a pedirle personalmente, durante el acto por el día de la Policía, que se presentara a declarar de manera presencial y no por escrito, como iba a hacerlo, amparado en una acordada del Superior Tribunal de Justicia. Jara encabezó la comisión policial investigadora del caso y sostuvo que “la evidencia siempre apuntó a los acusados como responsables del crimen”.

También desfilaron por el juicio los cuatro imputados que se dijeron inocentes o se echaron culpas entre ellos e incluso hacia la cúpula policial, sombríos, llegando tarde o quedándose dormidos en pleno juicio. La abogada de la familia Uriarte, que hizo lo imposible por juntar testigos y pruebas, presentando los elementos que posibilitaron este juicio por Otoño un día antes de que el caso prescribiera para siempre, y los abogados defensores, algunos ya con historial de representar acusados por violencia de género, con sus trajes y su indiferencia como escudo.
Afuera, en las puertas del juzgado, el amor y el deseo de que este feminicidio brutal se esclarezca de una vez juntaba a las amigas de Otoño, a sus hermanas, a su familia, a sus profesoras de la escuela. Se pasaban el mate en ronda mientras empapelaban las paredes con la cara de Otoño, con los ojos de Otoño, con las ilustraciones de Otoño que llevan casi dos décadas pidiendo verdad. También se pasaban consejos para soportar. La injusticia multiplica el daño y para todas ellas el juicio fue revivir todo eso que desde hace 18 años habían tratado de guardar muy adentro, hecho una bolita detrás del corazón, para de alguna manera poder seguir con sus vidas. Pero abajo de las montañas de bronca y de la tristeza que se vuelve insoportable, Otoño hecha carne en sus cuerpos sigue ahí. Algunas tomaban té de valeriana, tilo. Otras llegaron hasta el clonazepam. Soportar es difícil y Otoño vuelve hasta hecha pesadillas.

La abogada de la familia Gabriela Prokopiw. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
En la sala a Roberto lo sigue Gabriela Prokopiw, abogada querellante, y en el otro extremo, la fiscal Teresa Giuffrida. Enfrente, con los rostros entre las manos, los cuatro acusados de secuestrar, ultrajar y torturar a Otoño hasta su muerte, parecen hacer envejecido por portar una maldad infinita, que niega no ya la vida a sus víctimas, sino el simple derecho a la verdad.
La audiencia de alegatos finales es la última oportunidad de la acusación para demostrar la responsabilidad penal de los cuatro: Néstor Ricardo Cau, su hermano José Iram Jaffri, Maximiliano Lagos y Germán Ángel Antilaf, como coautores de la “privación ilegítima de la libertad agravada por la duración, participación de más de tres personas, por ser la víctima menor y por el resultado muerte”, de Otoño Uriarte. No feminicidio porque en 2006 esa figura no existía en el Código Penal argentino –se incorporó recién en el 2012– y, además, porque la escasez de pruebas contundentes impediría una condena bajo esa calificación legal. Sólo hay indicios, dirá la fiscal.
Y la justicia, una vez más, se nos escapa.
En ocho horas el juicio por Otoño llegará a su fin, Un proceso que parece no juzgar solo a sus asesinos, sino desdoblarse sobre sí mismo para demostrar cómo funciona en nuestro país la justicia para las mujeres.
O cómo no funciona…
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Otoño tenía 16 años cuando fue desaparecida mientras volvía a su casa en la zona de chacras de Fernández Oro, un pequeño pueblo del Alto Valle de Río Negro que en ese entonces no tenía más de 6.000 habitantes y en el que sus vecinos decían conocerse “todos con todos”.
Tras su desaparición, gran parte de la comunidad se movilizó para encontrarla. Marcharon todos los días durante seis meses, empapelaron el pueblo y las ciudades cercanas con un cartel que decía “se busca” y la cara de una Otoño sonriente, desbordante de posibilidades de futuro, absolutamente viva. Rastrillaron cada chacra, cada pastizal y cada descampado. Dieron vuelta cielo y tierra en busca de cualquier indicio que les dijera que esa pesadilla no podía ser cierta, que Otoño tenía que volver.
En la parroquia del padre Pancho se organizaba la logística y se reunían a rezar. El polideportivo del pueblo era el punto de encuentro tras la jornada de búsqueda para escuchar el parte policial. “Sin novedad”, era la respuesta. “Sin novedad”, como se repite un mantra indiferente que adora a algún dios que hace tiempo nos ha abandonado.
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La fiscal Teresa Giuffrida viste un blazer color crema y una pollera tubo, es la primera en hablar. “El paso del tiempo conspira para que tengamos detalles certeros de todo lo que ocurrió en este hecho entre el 23 de octubre de 2006, que es cuando desaparece Otoño, hasta el 24 de abril de 2007 que es cuando se encuentran sus restos”. Así comienza su alegato y continúa: “Pero más allá de que no podamos tener todo por acreditado, detalles certeros de lo que ha ocurrido, hemos podido acreditar circunstancias que permiten establecer la responsabilidad penal de cada uno de los imputados que ha llegado a este juicio”.
Algo importante, dice: “El día 23 de octubre de 2006, cuando Otoño sale de su casa para ir a la escuela, no pasaba por su cabeza que no iba a regresar”.

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Ese lunes Otoño se sentó donde lo hacía siempre: sobre la ventana, tercera fila de su aula, la primera que se ve al entrar. Había salido de su casa temprano, había dejado a su hermano menor en la parada del colectivo, se había encontrado con su amiga Leire –quien la esperaba para ir juntas a la escuela–, había dejado la bicicleta en lo de su compañera Ercilia para seguir caminando rumbo al CEM 14, donde cursaba el tercer año de secundaria.
Después se quedó contraturno a la clase informática, fue a educación física, asistió a la clase de voley y a eso de las nueve de la noche pasadas, se encontró con Federico Saavedra en la Plaza María Elena Walsh. Caminaron juntos por la avenida Cipolletti, llegaron hasta la rotonda y siguieron por la ciclovía paralela al ferrocarril.
“Cruza la vereda. La veo cruzar de una vereda a la otra y seguir caminando como a una cortada a la calle Libertad. No veo si ella sigue o dobla. En la pista había chicos jugando a la pelota, se viene la pelota a los pies de mi marido. Me doy vuelta riéndome. Camino para atrás, levanto la cabeza y veo a una persona. Iba cruzando el puente. Es lo último que veo: ella caminando con su colita alta” declaró Silvina Troncoso, una de las últimas personas en verla desde la pista de atletismo.
Esa noche, Federico Saavedra volvió a su casa, pero Otoño nunca regresó.
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Desde un principio, se pensó que la desaparición podía estar ligada a la trata de personas para la explotación sexual. El 9 de abril de 2007 esa conjetura cobró fuerzas cuando el diario Río Negro publicó unas escuchas telefónicas, halladas en el marco de la investigación por el paradero de Otoño, que dejaban al descubierto la connivencia entre efectivos policiales de la Comisaría 8° de Choele Choel y proxenetas.
Recién en ese momento la jueza a cargo del caso, María del Carmen García García, tomó la decisión de cambiar la carátula de la causa de “averiguación de paradero” a “privación ilegítima de la libertad”, una medida que era reclamada desde siempre por la familia.

En ese momento comenzaron a llegar llamadas anónimas que indicaban haber visto a Otoño en prostíbulos de distintos puntos del país. Dijeron que estaba en la Triple Frontera, en Posadas, Concordia, Córdoba, Tucumán, Córdoba. El 24 de abril de 2007, día que el cuerpo de Otoño fue hallado sin vida dentro del canal de El Treinta, en Cipolletti, Roberto Uriarte se encontraba en Santa Cruz siguiendo una de estas pistas. Hay quienes dudan de que ese llamado, que resultó contener información falsa, haya sido una casualidad.
El subjefe de la Policía de Río Negro en ese entonces era Víctor Ángel “Tito” Cufré, quien fue el primero en declarar ante los medios estar “convencido de que Otoño se fue de su casa por su propia voluntad”. Cuatro años después, el gobernador Saiz lo ascendió a secretario de Seguridad y Justicia de la Provincia. Actualmente, Cufré se encuentra con prisión domiciliaria por las muertes de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco, de 29 y 16 años respectivamente, ocurridas durante la represión policial del 17 de junio de 2010 en Bariloche, tras el asesinato, también en manos de la Policía, de Diego Bonefoi.
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En este juicio, no se juzgó ningún tipo de complicidad, mal desempeño o responsabilidades de policías y funcionarios judiciales sino que se focalizó únicamente en los cuatro imputados. Para ampliar responsabilidades habría que esperar a un segundo juicio y el cansancio de los 18 años se hace sentir.
Mientras tanto, los restos de Otoño, finalmente en manos de quienes la amaban, volverán a las montañas, las playas y los lugares que ella conoció y supo querer, libres de las sombra putrefacta de sus asesinos y libres también de la impunidad exasperante de una justicia lenta e inficaz: [1] de más de veinte feminicidios en Cipolletti solo el de Agustina Fernández obtuvo una condena ejemplar.

“No hay prueba directa pero sí hay indicios”, dijo la fiscal. “Y el valor que se le tiene que dar, pido que sea el que dice el Superior Tribunal de Justicia: los indicios, de manera concatenada y ordenados entre sí en base a los principios de la lógica, la experiencia y el sentido común permiten afirmar responsabilidad penal. No debe haber un análisis de los indicios por separado, el análisis es global”.
¿Cuáles son esos indicios? “Primero, el acoso, los imputados la estaban acosando”, aseguró la querellante Gabriela Prokopiw. Luego, la desaparición de la bicicleta de la casa de Ercilia y posterior aparición en casa de los hermanos Cau-Jafri, las pericias odorológicas que indicaron la presencia de olor de Cau, Jaffri y Lagos en el nylon hallado en cercanías a la usina donde fue encontrado el cuerpo, la presencia de perfil genético de Jaffri en la bombacha de Otoño. La declaración de Héctor Candia, ex amigo y compadre de Maximiliano Lagos, quien contó que este en una cena le confesó “que su tío el Cacha Pelada y su tía la Turca le habían pagado para ir a buscar a Otoño a un lugar especificado y que él la había llevado a la casa de unos hermanos, que ahí la habían tenido a la chica forzada unos días hasta que el Cacha Pelada le dijo que tenía que deshacerse de ella porque se le había complicado todo”. El nombre real del “Cacha Pelada” es Luis Miguel Ayala, uno de los narcotraficantes más conocidos de Allen, asesinado en 2011.

Roberto Uriarte durante el juicio. Fotos desde Cipolletti: Silvina Ojeda
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A las seis de la tarde de un día extenso hasta la crueldad, en las puertas de la Oficina Judicial de Cipolletti, se descuelgan las banderas en donde la imagen de Otoño se reproduce como un mantra. Familiares y amistades se abrazan, se consuelan, se dan fuerzas para el día siguiente. En las paredes quedará el rastro de estos días de espera y lucha. Ahora, la suerte está en manos de los jueces María Florencia Caruso Martin, Amorina Liliana Sánchez Merlo y Juan Pedro Puntel.
El 5 de febrero a las 13:30 darán su veredicto y en él, quizás resida la última oportunidad de que la justicia salve para sí misma algunas migajas de credibilidad.
Para los imputados esperamos la cárcel que los aleje de las calles y de las otras pibas.
Para Otoño, memoria viva en los corazones y las paredes de Fernández Oro, su verdad.

Actualidad
Una marcha que hace Historia

Por Claudia Acuña y María del Carmen Varela
Hay algo de revolución en este día que hará Historia y es una de las clásicas, que deja al mismo tiempo perplejas a las bibliotecas, sacude las cabezas, cuestiona a la política partidaria y enciende los sentimientos sociales. Es, además, de aquellas alegres y rabiosas, pero sobre todo, poética. Es lógico: si hay alguien a quien atribuirle la primera puntada que hizo posible esta jornada imposible es a una bordadora de esas bellas artes. Susy Shock fue quien comenzó a señalar el horizonte de esta utopía con precisión: un frente antifascista. Lo repitió tanto y en tantos lados y durante tanto tiempo, que cuando llegó el momento de escoger una palabra para esta convocatoria brotó ese término, como una flor que nace con el riego de los tiempos urgentes.

A las trabajadoras sexuales de Constitución, en general, y en la voz de Georgina Orellano en particular –a quien días antes vimos azotada por las botas policiales– les debemos la puntada que la unió con la siguiente: antirracista.

Susy Shock . Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
A las travas históricas, el coraje y la memoria, que sonó como advertencia o como reto y que sintetizó la voz disonante expresada por Marlene Wayar: “Estamos cansadas de luchar porque sus manos son débiles”.
El reloj, en cambio, lo marcaron las infancias y adolescencias: el sufrimiento concreto con el que castigaron sus vidas esas palabras crueles infringidas desde lo más alto del poder institucional.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Dirá hoy la actriz trans Flor de la V: “Ese es el límite. Desde que asumió este gobierno hace un año y meses, no paran de agredirnos, de decirnos cosas horribles sobre nuestras identidades y lo que sucedió en Davos fue la gota que rebalsó el vaso. Hasta ahí llegamos. Tenemos una ley de género que deben respetar y una de matrimonio igualitario que no pueden ignorar. La verdad es que hace décadas que nos bancamos el maltrato y el desprecio de una sociedad, pero hoy con leyes que nos reconocen, no lo vamos a permitir más”.

Flor de la V Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana y Agos, de El Teje –una organización autogestiva dedicada al cuidado de las infancias trans y no binarias– lo sintetizan así: “Había que decir basta para demostrar que la calle nos pertenece, que la palabra libertad nos pertenece, por sobre todas las cosas, para demostrar que las personas a quienes no quieren dejarnos existir somos aquellas que más unimos a esta sociedad”.
Poetas, putas, travas, infancias, adolescencias y juventudes trans y no binarias, las más empobrecidas, las más castigadas, las últimas de la fila se pusieron al frente y convocaron a mover este mundo horrible al que nos quieren condenar.
Lo siguiente fue la marea que emerge, brava y colorida, para desafiar las violencias. Ese tesoro social que tiene la Argentina y que nadie, nada, nunca, puede ni predecir ni controlar.
Una vez más el Nunca Más.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El plan
Otra vez Juana: “Este ataque es parte de un plan económico que impone quién accede al capital y quién no, quién accede al trabajo y quién no, quiénes acceden a qué tipo de trabajo y quiénes no. Quiénes tienen que hacerlo en la prostitución, quiénes tienen que empobrecerse para que unos pocos puedan tener mucho acceso al capital”.
Agos: “Para frenar el fascismo y estos discursos de odio poner el cuerpo es una estrategia eficaz, por eso estamos todes acá, pero formar parte de El Teje me hizo darme cuenta de que una buena forma de enfrentarlo es parar la bola, escuchar y bajar el ego”.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
Juana: “Y armar red. Lo que propone el fascismo, lo propone desde la individualidad. Si logramos combatir este plan económico que nos obliga a tener dos, tres trabajos que nos sostengan, es a partir de preguntarle a la persona que tenemos al lado –no importa si es de nuestra comunidad o no– cómo estás, qué necesitas, en qué te puedo ayudar”.
En la calle, los obreros de la UOCRA saludan eufóricamente a las columnas y los bancarios sacuden abanicos con los colores de la diversidad. Los jubilados y jubiladas bailan. Las parejas con canas sostienen carteles hechos con cartón que proclaman “Basta de fascismo” y un joven alza su cartulina escrita con marcador azul para recordar: “El pedófilo no era gay: era tu diputado”, en referencia a Germán Kiczka, el legislador de la oficialista La Libertad Avanza, cuya causa por abuso infantil fue elevada a juicio el 21 de enero.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
El balcón es para dos estrellas, María Becerra y Lali Espósito, que saludan a la multitud mientras le cantan “¿Quiénes son?”, una complicidad espontánea y profunda, que sólo se comprende con el resto de la letra:
“Yo tiro flores, bebé.
No tengo tiempo pa`nada,
menos para atajar tu agresividad”.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos Lina Etchesuri y Nacho Yuchark para lavaca.
#NiUnaMás
Enero femicida: los datos y conceptos que hay que recordar

Julia Monárrez Fragoso es antropóloga, profesora e investigadora. Vive en Ciudad de Juárez, México, y todos estos saberes y circunstancias la convirtieron en una experta en el crimen sistémico de mujeres. Como perito de la Corte Interamericana de Derechos Humanos tuvo que dictaminar en el caso conocido como Campo Algodonero: allí creó la relación entre el término femicidio sexual sistémico y la ley penal para fundamentar por qué el Estado era responsable de los crímenes de esas mujeres. Ese dictamen fue fundamental para condenar a México y con esa sentencia se ha construido toda la arquitectura jurídica que ahora la Presidencia de Javier Milei intenta desarmar, sin ninguna posibilidad de concretarlo. Sus dichos, coronados por el golpe bajo del ministro de Justicia Cúneo Libarona (“vamos a terminar con la joda de género”), parecen apuntar a imponer un debate dónde no lo hay, por eso mismo conviene hoy conocer datos y recordar argumentos ya que lo hace en pleno enero, mes históricamente record en estos crímenes. Este no ha sido la excepción:
29 femicidios en 31 días.
La víctima más joven tenía 19 años; la mayor, 80.
Una era madre de 7 hijos y en total la violencia femicida dejo huérfanas a 17 infancias.

La característica particular de este enero es la cantidad de mujeres miembros de las fuerzas de seguridad asesinadas por sus parejas, también policías. En un solo domingo hubo 3 víctimas asesinadas con el arma reglamentaria.

Por qué son femicidios los femicidios
Nos explica Julia, quien generosamente nos acompaña en el Observatorio Lucía Pérez con su mirada experta: la figura de feminicidio refiere a la responsabilidad que tiene el Estado en estos crímenes:
“El feminicidio sexual sistémico es el asesinato de una niña/mujer trans cometido por un hombre, donde se encuentran todos los elementos de la relación inequitativa entre los sexos: la superioridad genérica del hombre frente a la subordinación genérica de la mujer, la misoginia, el control y el sexismo.
No solo se asesina el cuerpo biológico de la mujer, se asesina también lo que ha significado la construcción cultural de su cuerpo, con la pasividad y la tolerancia de un Estado masculinizado.
Los asesinos, por medio de los actos crueles, fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que distinguen los sexos: otredad, diferencia y desigualdad.
Al mismo tiempo, el Estado, secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y sujeta a familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad permanente e intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad y complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas.

El Estado lo acepta y al mismo tiempo lo presenta y lo formula como un cuerpo coherente de violencia sistémica contra las mujeres, con ideas y principios que permiten que se lleve a cabo regularmente.”

Julia Monárrez Fragoso: los crímenes de ciudad de Juárez, México, como clave para analizar los femicidios.
Sintetiza Julia: “el feminicidio/femicidio es una palabra que tiene la potencia de nombrar las razones patriarcales por las cuales las mujeres son asesinadas por parte de los hombres”.
Lo que buscan entonces es silenciarnos.

Podés leer en este PDF el artículo académico completo de Julia Monárrez, donde detalla el origen histórico y semántico del término, su apropiación como bandera de varios movimientos sociales de diversos países latinoamericanos y también lo conquistado y ahora en riesgo.
El desafío, tal como nos advierte Julia, es escapar de las simplificaciones y complejizar hasta “concebir una unidad entre el sufrimiento individual de víctimas y familiares de víctimas, y las estructuras económicas, políticas y sociales que lo sostienen, requiere tener en cuenta la hermenéutica social del sufrimiento”.
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