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No se olviden de Cabezas

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A 21 años del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, qué resonancias tiene ese crimen para el periodismo actual.
No se olviden de Cabezas
José Luis Cabezas fue un trabajador de prensa precarizado asesinado en Pinamar el 25 de enero de 1997. Ésa madrugada estaba cumpliendo la rutina habitual de un reportero gráfico en verano, esa que en la jerga periodística se denomina “la recorrida”: cronista y fotógrafo recorren durante la madrugada diferentes lugares en busca de fotos de personalidades, que luego irán a poblar las “vidrieras” que reflejan ese también precario star system criollo.
Aquella noche, la recorrida de Cabezas incluyó la casa en la que se festejaba el cumpleaños de Oscar Andreani, empresario postal relacionado con el gobierno de turno, entonces liderado por Carlos Menem, y en la provincia de Buenos Aires, por Eduardo Duhalde. Pinamar era una plaza que para ambos dirigentes políticos tenía una connotación especial. Algo así como su punto de resonancia mediática en época de verano. Fue allí, justamente, en la ruta que solía recorrer Duhalde cuando iba a pescar, que apareció el cadáver de José Luis Cabezas, calcinado, con las manos atadas en la espalda y dos tiros en la cabeza.
No se olviden de Cabezas
La noticia apenas ocupó un recuadro en el diario La Nación con el título “Apareció un cadáver en General Madariaga”. En cambio, fue toda la tapa de Clarín, producto de la presión que ejercieron las y los editores de ese diario para difundir el crimen. Comenzaba así la primera gran reacción organizada del gremio de prensa, tras el traumático disciplinamiento que impuso en el sector la dictadura.
No se olviden de Cabezas
La campaña que reclamó justicia por el crimen de Cabezas se sintetizó primero en una frase: “No se olviden de Cabezas”. En las redacciones eso implicó llevar una cinta negra en el pecho, no solo para recordarlo sino para tejer lazos.
Finalmente, el gremio de prensa tomó la frase que en una redacción gritó un compañero de Cabezas: “La peor opinión es el silencio”. Apelaba así a romper aquello que había permitido que la libertad de prensa y el trabajo periodístico se conviertan en blanco de la violencia del poder corrupto. Refería también al auge del llamado “periodismo de opinión”, que en los hechos implicaba hablar sólo sobre aquello que la agenda del poder imponía, y callar lo que gritaba la calle.
Miedo y sumisión fueron también las armas que dispararon el crimen de Cabezas y hacerlo explícito fue la forma de enfrentar no sólo a quiénes los habían asesinado, sino a las causas que habían generado esos monstruos que actuaban en las sombras del poder, con impunidad y en democracia.
No se olviden de Cabezas

La impunidad de poder

José Luis Cabezas había fotografiado caminando por la playa al empresario Alfredo Yabrán, dueño de una empresa postal, quien días ante fuera denunciado públicamente por el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo: “Hay una mafia enquistada en el poder”, dijo Cavallo y señaló al hasta entonces desconocido Yabrán.
Cabezas lo descubrió.
Y así, un desenmascarado Yabrán declaró: “El poder es impunidad”.
La reacción sostenida y solidaria fue la clave que permitió derretir esa inapelable sentencia.
Así también, supimos que a José Luis Cabezas lo mataron sicarios que trabajaban bajo las órdenes de la Policía Bonaerense de Pinamar.
Y así, finalmente, fueron condenados el 2 de febrero de 2000, en juicio oral y público:

  • Gustavo Prellezo, policía, condenado a prisión perpetua. El 23 de septiembre de 2010 fue beneficiado con prisión domiciliaria. Su defensa alegó cuestiones de salud.
  • Miguel Retana, condenado a perpetua. Enfermo de SIDA, murió en 2001.
  • Sergio Camaratta, policía de Pinamar, condenado a prisión perpetua. Murió el 3 de abril de 2015, tras una larga enfermedad.
  • Aníbal Luna, policía de Pinamar, condenado a prisión perpetua.
  • Gregorio Ríos, jefe de custodia de Alfredo Yabrán, fue condenado como instigador del crimen. Su condena a perpetua cambió a 27 años, que ahora cumple en prisión domiciliaria.
  • José Luis Auge, condenado. Fue liberado en 2004.
  • Sergio Gustavo González, condenado a prisión perpetua. Fue liberado hacia febrero de 2006 por reducción de pena a 20 años.
  • Horacio Anselmo Braga fue condenado a 18 años de prisión y liberado el 25 de enero de 2007.Ese día, seis mil personas se reunieron en Pinamar para exigir justicia por Cabezas.
  • Alberto Gómez, (a) la Liebre, comisario de Pinamar, condenado por haber liberado la zona.

La última información disponible sobre los asesinados de Cabezas da cuenta de que se revocó la libertad condicional de Auge, González y Braga por haber violado sus términos.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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