Nota
Juicio por Cromañón: números, mitos y sentimientos
En la misma sala en la que se juzgó a las juntas militares, el juicio por la masacre de Cromañón será un modo de analizar el rol de la corrupción en el siniestro evitable más grande de la historia judicial argentina. Callejeros, Chabán pero sobre todo los funcionarios políticos y policiales –los imputados y los que vienen zafando- simbolizan una lógica política de la época, donde el mercado y el Estado privilegiaron sus negocios por sobre la vida humana. Datos y palabras para tratar de entender.
¿Qué significan las palabras “hacer justicia”?
Tal vez esa será la pregunta más perturbadora que ronde al viejo palacio de Tribunales (al que le han pintado la fachada) cada vez que el Tribunal Oral formado por María Cecilia Maiza, Marcelo Alvero y Daniel Llanos entre a la Sala de Audiencias y el secretario Julio Di Giorgio diga “de pie”, como es costumbre.
Cuando eso ocurra, durante siete u ocho meses de juicio oral y público, volverá a ser 30 de diciembre de 2004.
Aquella noche, el boliche República Cromañón fue la trampa que envenenó con humo de cianuro de las mediasombras a cientos de chicas y chicos que habían ido a un recital de fin de año. Mató a 194. El veneno sigue activo. “Aquí no se juzga un accidente sino la tragedia evitable más grande de la historia judicial argentina” describe a lavacael abogado José Iglesias (papá de Pedro, uno de las víctimas) “y esperamos con este juicio poder mostrar su causa: la corrupción”. Silvia Bignami, (la madre de Julián Rozengardt) postula algo que es casi un editorial político de la época: “Esperamos que se juzgue una lógica. La lógica Cromañón , donde se privilegia el negocio por sobre la vida, y se cuida más la propiedad que a las personas”.
Hay 15 acusados. Tres ex funcionarios (Fabiana Fiszbin, subsecretaria de Control Comunal, Gustavo Torres, director de Fiscalización y Control y Ana Fernández, directora adjunta de Torres). Dos policías (el comisario de la 7º, Miguel Belay y el subcomisario Carlos Díaz), el empresario Omar Chabán y su ‘mano derecha’ Raúl Villarreal, y el grupo Callejeros (6 músicos, el manager y el escenógrafo).
Los delitos van desde estrago doloso seguido de muerte, hasta cohecho (más conocido como coima o soborno). La diferencia es que el cohecho es “activo” para los que pagaron la coima, y “pasivo” para quienes la recibieron. Los funcionarios, por ahora, sólo están acusados de incumplimiento de sus deberes. Se espera la declaración de 346 testigos.
Números de la República
El Movimiento Cromañón consiste en la articulación de los diversos grupos de sobrevivientes y familiares que –contra las típicas lógicas argentinas- tienden a permanecer unidos, acompañarse y trabajar juntos, mucho más que a fragmentarse. En la articulación estuvieron haciendo cálculos a partir de lo ocurrido en República Cromañón, República Argentina:
- 194: víctimas fatales.
- 887: internados con diversos grados de lesiones y envenenamiento pulmonar.
- 1.037: capacidad máxima permitida para el boliche.
- 3.000: o más, los que se había permitido ingresar.
- 100 pesos: coima que recibía la policía cada 500 personas extra que se permitía ingresar.
- 15: los acusados en este juicio.
- 4: las querellas que representan a las víctimas, y que reúnen a decenas de abogados.
- 850: los querellantes.
- 4: los diferentes jueces que tuvieron la causa en el período de instrucción.
- 45: los legisladores que, sobre 60, votaron por el juicio político y la destitución del jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra.
- 43: las marchas realizadas a razón de una por mes desde entonces, aunque se pueden sumar siete de los primeros días, varias de ellas reprimidas por la policía.
- 10: familiares de las víctimas, que a su vez fallecieron por enfermedades fulminantes luego de Cromañón.
Entre los diversos grupos, además, prepararon un volante cuya información a esta altura parece inconcebible:
- 1992 Embajada de Israel 29 muertos
- 1993 Kheyvis 17 muertos
- 1994 Atentado a la AMIA 85 muertos
- 1995 Embalse Rio Tercero 7 muertos
- 1997 Avión Austral 74 muertos
- 1999 LAPA 65 muertosLos que faltan
El denominador común, además de la muerte, es la impunidad en todos esos casos, lo cual tal vez establezca cierta tendencia judicial, que quién sabe si ahora se podrá revertir. José Iglesias explica: “Este es un juicio incompleto. Nunca va a estar lo suficientemente completo porque el primero que debería estar, Aníbal Ibarra, fue sobreseído por razones políticas y porque la corporación judicial – o al menos una parte- siguió protegiéndolo”.
Iglesias y los familiares consideran que hay responsabilidades distintas: “Lo fundamental para nosotros son los funcionarios acusados, que son los que permitieron a todos los demás hacer lo que hicieron. Un escaloncito debajo están los policías. Y luego el grupo, Chabán y Villarreal”.
En términos más amplios, plantea: “Para nosotros lo central es que se entienda que hay una consigna en las marchas, que es literalmente cierta. A los pibes no los mató ni la bengala ni el rock. Los mató la corrupción. El lucro desmedido es corrupción. El sistema que participa de esas ganancias es corrupción. Y la coima directa es corrupción directa”.
Silvia Bignami acuerda con este razonamiento: “Estuvimos con el fiscal y de pronto nos dice: parece que para ustedes fuera más importante Ibarra que Chabán. Ni lo habíamos hablado entre nosotros, pero le dijimos que por supuesto. Porque Chabán es un empresario. Uno puede querer que hubiera otra clase de empresarios. Pero Ibarra era el Estado. Entonces, o cuidás a la gente, o no me vendas que lo vas a hacer. No es que no queremos condena para Chabán sino que no somos tontos, no queremos que le den 50 años a Chabán y que los funcionarios queden exonerados. Eso sería una mentira”.
Iglesias cree que en un juicio completo, debería participar también Vilma Ibarra (hermana del ex jefe de Gobierno). “Ella, por su manejo con los negocios de la noche. Y hay gente que está procesada y espera el 2º juicio oral, como Juan Carlos López, ex secretario de Seguridad, o Rafael Levy”. Levy era el propietario del lugar que Chabán arrendaba. Fue sobreseído hace pocos días. “Ahora tenemos que apelar para revertir ese sobreseimiento” comenta Iglesias. En ese segundo juicio deberán también analizarse las responsabilidades de los funcionarios que mantuvieron abierto un lugar como Cromañón, entre muchas otras. “Nosotros tomamos esto como el primer capítulo de una novela larga. Pero existe una corporación judicial que pretende que sea el último capítulo”.
La razón para buscar esa clausura del caso, según Iglesias, es la siguiente: “Cromañón es un mal ejemplo, que se puede expandir. Hay una corporación judicial, e incluyo en lo que digo a la Corte Suprema, que tiene una concepción aristocrática del Poder Judicial. Ellos son los cortesanos, y el pueblo son los súbditos. Pero resulta que los súbditos andan medio subversivos, y hay que cuidarse de ellos, que somos todos nosotros”. Iglesias considera que no se establecieron recaudos de espacio y condiciones para una causa como esta. “Todos hablan mucho, pero en la práctica se hace poco. Aquí la consigna es: adaptarse a lo que hay, y callarse la boca”.
Un caso emblemático fue el blindex (vidrio blindado) con el que se divide a la sala. “Primero, los abogados íbamos a estar del otro lado del blindex, recién lo pudimos solucionar a último momento” relata Iglesias. Silvia: “Lo loco es que Cromañón está planteado como un juicio de alta peligrosidad, pero los peligrosos somos nosotros, los familiares”. Silvia suma entre los gestos de las últimas semanas el sobreseimiento de Levy al procesamiento de tres padres (Bonomi, Righi y Fernández): “Uno de ellos le dijeron a la jueza (María Angélica) Crotto, que los chicos desde el cielo la iban a castigar. Entonces ella los denunció (a los padres) por amenaza agravada. Yo me quedé pensando que yo tendría que haberla denunciado a ella en su momento”. Silvia recuerda el encuentro que tuvo –junto a un grupo de padres- con la señora Crotto, quien les recomendó hacer el duelo: “Nos dijo que teníamos que hacer el duelo con nuestros hijos, igual que ella lo hizo cuando le extirparon un tumor”. La opinión sobre la comparación entre “tumor extirpado” e “hijo muerto” queda a cargo de las y los lectores.
La testigo muerta
Silvia asegura que otro golpe de estos días fue la inesperada muerte de Ana Sandoval, 36 años, que trabajaba en Cromañón. “Fue de las que entró varias veces a sacar gente, y declaró haber visto el momento de pago de coimas por parte de Chabán a la policía”. Ana estaba en la puerta de Cromañón aquel 30 de diciembre, y adentro estaba su amiga Patricia González, 21 años, quien falleció aquella noche. «Entré cuatro veces, pero era imposible llegar a los baños por el humo, que no te dejaba respirar. Pude sacar sólo a algunas personas que estaban a mi alcance», recordó Ana en alguna entrevista.
Silvia: “Para mi nunca se pudo recuperar del humo que aspiró”. Otras versiones dicen que Ana tenía problemas estomacales. En cualquier caso, las causas de su muerte el último 7 de agosto, en el Hospital Fernández, que los médicos no pudieron precisar, siguen siendo lo suficientemente misteriosas como para que algunos de los abogados de la causa reclamaran una autopsia. “Era una testigo clave y lo raro es que no te puedan dar una explicación convincente” dice Silvia.
¿Qué se enseña en la Facultad de Derecho?
Iglesias tiene como expectativa que se logren penas con prisión de cumplimiento efectivo. “La función que tiene el derecho penal en las sociedades modernas, si es que todavía tiene alguna, es que hay normas que cumplir, y si no hay un castigo”.
¿Lo que pasó judicialmente luego de Cromañón es una desmentida a lo que usted estudió en la facultad?
-No, porque yo no estudié el modo perverso de interpretar las normas para que los corruptos eviten ir a prisión. Lo que estudié es cuáles son las normas correctas que hay que cumplir, y cómo llegar a un resultado justo.
-¿Qué siente frente a la brecha entre teoría y práctica?
-Asco. Durante 18 años formé parte del poder judicial. Vi muchas épocas, vi su decadencia, y hoy siento eso. Dejo a salvo a algunas personas, Le doy mi cuota de confianza a los jueces de este tribunal oral. Pero uno encuentra a personas que se manejan diferente. El marasmo es la institución.
-Frente a la muerte de un hijo, ¿el juicio puede funcionar al menos como una catarsis?
-No sé cómo me funciona todo esto, pero nunca como catarsis. Catarsis es una descarga que se puede producir si uno tiene un cable a tierra. Por ejemplo, que haya algo de justicia. Pero aquí no tenemos casi de esos pequeños placeres. No hay descarga. Sólo carga, y la seguiremos llevando como una mochila militante con todos los padres. Estoy notando que todos quieren ser protagonistas, estar presentes. Esa es una gran fortaleza que hemos tenido todos juntos.
Ateos + creyentes
Al menos dos páginas web como Memoria y justicia por nuestros pibes (www.lospibesdecromagnon.org.ar) que así como la página y el newsletter del grupo Que no se repita (www.quenoserepita.com.ar) están organizando cómo difundir lo que ocurra en el juicio. Varios familiares reconocen que ante la solicitud de diversos medios “prácticamente nosotros tenemos que hacerles las notas”. Eso llevó, por ejemplo, a que Memoria y justicia sistematizara los datos que presentamos más adelante. Para Silvia Bignami, sin embargo, el juicio no es algo central en lo que se ha venido haciendo:
-Lo principal es que nos hemos mantenido durante todos estos años con una tendencia a la unidad y no a la dispersión, como ocurre –dolorosamente lo digo- con tantos grupos. Hemos podido sortear dos diferencias. Una, con respecto a la responsabilidad de Callejeros, y otra con respecto a cómo construir juntos. Los medios grandes nos ignoran, pero seguimos haciendo una marcha por mes, publicamos nuestros documentos, hacemos conferencias de prensa conjuntas. El grupo se mantuvo. No sé si a alguien le importa. A nosotros sí.
¿Cuál es la clave para que eso haya podido ocurrir?
-Una cosa, es que eran muchos los muertos… (se queda pensando)… pero en otros casos también hubo muchos, y no pudieron mantenerse unidos. Yo creo que la muerte de los chicos nos dejó una obligación: tratar de ser mejores personas. Hay discusiones que terminan cuando alguien dice: che, los chicos no querrían vernos pelear. Y yo te confieso: no sé qué querrían los chicos. Yo soy atea. Pero te reconozco que el hecho de que haya muchos papás y mamás creyentes influyó en la necesidad de seguir unidos, porque los chicos nos miran desde otro lugar. No te hablo de la Iglesia, que no es precisamente lo que le ha hecho bien a nuestro país. Pero hablo de la creencia. Y además, este ha sido uno de los poco slugares donde la diversidad y la heterogeneidad fue una fortaleza. Nos sacamos de encima esa idea de que para estar juntos tenemos que pensar lo mismo. También creo que ocupamos cierto lugar en la lucha por los derechos humanos hoy.
-¿Y el juicio?
-Lo que esperamos es que haya condena e inhabilitación de los funcionarios judiciales, y cárcel. Pero acá vas aprendiendo cosas raras. Por ejemplo, que para la ley tenés más culpa cuanto más cerca estás del hecho. Eso es muy cuestionable, porque los que mandan siempre están ‘lejos’ de los hechos, pero son más responsables. Aquí hubo negligencia, corrupción, impunidad. Por todo eso, era casi inevitable que ocurriera lo que ocurrió. Era una bomba de tiempo, y una lógica de negocio. Mil veces se había advertido a las autoridades que ahí podía haber una tragedia. Pero bueno, veremos qué pasa, yo no le pongo las principales fichas a lo judicial.
-¿Y a qué cosa sí?
-A la memoria, a la acción conjunta y a los chicos sobrevivientes. Porque los chicos podrían ser parte de las víctimas, o las víctimas podrían ser estos chicos. Son el mismo grupo, que se siente acorralado por la vida, por la falta de trabajo, por las dificultades para estudiar. Ellos miran y dicen ¿esto es la política? ¿Esto es la justicia? ¿Esto es el rock? Pero yo me quedo pensando algo que a lo mejor es muy loco. ¿Qué queríamos para nuestros hijos? Un país un poco mejor. Ojo: yo sé que esto que te digo es una estupidez que repite cualquiera: un país un poco mejor. Pero lo que digo es que alguna vez habría que intentarlo de verdad.
Los mitos de Cromañón
Silvia cree que van a arreciar las campañas con las que suelen atacarse a los familiares, sobrevivientes y amigos de Cromañón. El grupo Que no se repita (al cual pertenece José Iglesias) preparó un trabajo que se llama Los mitos de Cromañón que aquí reproducimos, al menos para que los que quieran conocer del tema, se contenten con algo más que con repetir las mentiras instaladas por funcionarios, medios y otros cómplices que suelen luchar abnegadamente por la impunidad. Este es el texto.
«A partir de lo ocurrido en República de Cromañón el 30/12/2004, que dejó un saldo de 194 personas muertas (la mayoría jóvenes) y miles de sobrevivientes, con secuelas de distinta índole, se crearon y alimentaron numerosos MITOS .
Algunos nacieron de informaciones superficiales iniciales, otros fueron creados al correr de los días. Todos, sin excepción, fueron alimentados o recreados por algunos de los responsables de la masacre allí cometida: nada mejor que trasladar la culpa a las víctimas . Es un viejo y perverso mecanismo, que ha posibilitado un país como el que padecemos.
A continuación los listaremos y responderemos. Aclaramos que la replica a cada mito está estrictamente documentada en cientos de declaraciones prestadas en la causa judicial que, para quien le interese, están a su disposición (basta que lo requiera a través del contacto de nuestra página).
He aquí los mitos:
* En el primer piso funcionaba una guardería .
Cientos de testimonios concordantes de la causa afirman con énfasis que no existía ninguna guardería. Los pocos menores que fallecieron eran los hijos de los empleados de República de Cromañón, que esa noche (la ultima laboral del año) fueron con sus padres. (30 de diciembre)
* Los padres no los cuidaron .
Más del 80 % de los jóvenes fallecidos era mayor de edad, los chicos de 15 a 18 años estaban dentro del horario permitido a menores (de 16 a 24 horas).
La mayoría de los fallecidos (40%) perecieron intentando salvar a los chicos que quedaban dentro del local.
* Los padres no se informaron sobre el lugar al que iban sus hijos .
Los chicos concurrieron a un lugar al que le fue otorgada la habilitación. Ese local era uno de los cinco lugares más grandes para celebrar recitales en la ciudad de Buenos Aires. No era previsible que no estuviera habilitado, ni que pudiera mantenerse abierto con el certificado de bomberos vencido desde hacía más de un mes, cuando hasta el propio recital era publicitado en revistas con el auspicio del Gobierno de la Ciudad. Por lo demás, a los ojos de cualquier padre ninguna de la infinidad de infracciones que concurrieron a la muerte de nuestros hijos estaba visible: los padres no eran especialistas en seguridad y prevención de incendios.
* Los chicos estaban drogados o alcoholizados .
En ninguna de las 194 autopsias se detectó ni alcohol ni sustancias psicotrópicas.
* Nadie busca al que tiró la bengala .
Existe una causa especialmente formada como anexo para la búsqueda y responsabilización del autor o autores del lanzamiento de la bengala. En esa causa se han hecho búsquedas hasta en las provincias del Noroeste (Tucumán, Salta). Se hizo un enorme trabajo de identificación y pericias de determinación fisonómica sobre tres identikits, a partir de los testimonios. Las tareas de inteligencia policial y búsqueda de personas han sido enormes. Los padres no descartamos que el autor o autores cuenten con cierta protección policial, que ha impedido que lo actuado tenga existo.
La causa sigue en plena investigación impulsada precisamente por nosotros.
* Los padres de Cromañón son violentos .
De los 388 padres solo tres han adoptado actitudes de violencia verbal. Ninguno de ellos jamás agredió físicamente a nadie ni pasó de la palabra a la acción. Ellos tres, como los restantes 385 padres, perdieron a sus hijos. Su violencia verbal no está provocada por una filiación política, por un acto de disputa de poder gremial, ni integran una barrabrava o una patota sindical. Fueron padres en la peor instancia de su vida. Todos los actos de los padres se caracterizan por ser absolutamente pacíficos, reclamando sin eufemismos justicia y denunciando que la corrupción mata. Cuando estos reclamos tienen nombre y apellido, los destinatarios suelen decir que los padres de Cromañón son violentos (alguna vez nos dijeron nazis: Silvina Walger, por ejemplo).
* Los padres de Cromañón formaron parte de un golpe institucional de la derecha .
Esta es una de las frases gastadas de Aníbal Ibarra y algunos ibarristas. La remoción de Aníbal Ibarra fue votada por los dos tercios de una legislatura, en la que la derecha no era mayoría. El juicio político fue decidido por los dos tercios de esa misma legislatura con una composición distinta a la que dispuso la remoción. Los votos correspondieron a la izquierda, el Ari, el Kirchnerismo, partidos independientes, y el macrismo. Los padres ni son de derecha, ni de izquierda ni de centro, son padres (las múltiples ideologías de cada uno son algo ajeno al movimiento de Cromañón, que esencialmente es tan plural como lo fueron nuestros hijos).
* Ibarra no conocía a Chabán .
Ibarra había apoyado a Chabán en 1993 cuando el Concejo Deliberante decidió clausurar Cemento. Escribió artículos a favor de Chabán en la Revista Humor y en Página 12. Tiene aún un departamento en el mismo edificio del domicilio de Chabán, unos pisos más abajo. No sólo fueron vecinos, sino que participaban de reuniones en dicha dirección: Rodríguez Peña 24. Por eso Cemento jamás fue clausurado (una clausura dispuesta por los inspectores fue prohibida a través de un handy) y República de Cromañón no era inspeccionada también como consecuencia de órdenes impartidas por handy.
* Ibarra no sabía qué pasaba en República de Cromañón .
Aníbal Ibarra recibió 36 alertas que lo advertían de la situación, algunos directamente referidos a los locales de Plaza Once y deliberadamente se desentendió. El negocio de la noche era una caja política, por eso en su primer acto público después del 30 de diciembre de 2004, salió acompañado de los integrantes de la Cámara de Empresarios de Locales Bailables. Ibarra sabía de la existencia y actividades de los boliches de Chabán.
* La justicia actúa .
La justicia en nuestro país solo actúa con una intensa lucha procesal y enorme presión. Es de recordar que en la causa principal, se sobreseyeron no solo a Ibarra, sino también a Juan Carlos López, Enrique Carelli, Vicente Risso, Yamil Chabán, etc., sino que también se excluyó al dueño del Boliche y se declaró prescripta la causa de los funcionarios que concedieron la habilitación. También se sobreseyó a Callejeros por su participación en el cohecho. Casi todas estas decisiones fueron removidas, como consecuencia de una tenaz acción judicial, promovida por la querella (no por la fiscalia). Hoy, solo como consecuencia de esa presión, están procesados López, Risso, Carelli, ha sido indagado Levy y los integrantes de Lagarto S.A.
La lucha contra los mitos es parte de nuestra actuación.
Adormecerse frente a ellos, como adherirse a lo que formulan, contribuye a la impunidad .
Las imputaciones falsas ayudan al cajoneo judicial, ya que aletargan a los medios y al control de la sociedad.
Esos silencios y tácitas complicidades son las que permiten las malditas secuencias de nuestro país.
La Puerta 12 está impune.
Kheyvis está impune y prescripto.
La Embajada de Israel está al borde de la prescripción.
Río Tercero orilla la muerte judicial.
La Amia es una causa impune.
Fray Bentos aún aguarda una voz judicial.
Lapa aguarda el resultado de un inquietante juicio oral.
Cada uno de esos hechos produjo el siguiente.
Cromañón tiene que ser un punto de inflexión.
Tomar conciencia le evitará a quien lee tener que marchar en el
futuro con la foto de un ser querido en el pecho» .
Nota
Sí, podemos: 20 años del No a la Mina de Esquel

Esquel está cumpliendo 20 años del histórico plebiscito en el que por más del 81% de los sufragios la comunidad votó «No a la Mina» y rechazó así la instalación de la megaminería en la región. A qué le dijeron que «Sí», desde la nota histórica que se hizo desde MU en uno de los tantos viajes, el primero, a la madre de muchas batallas.

El 23 de marzo se cumplieron 20 años del rechazo a la megaminería en Esquel, símbolo de lucha contra los proyectos contaminantes, inconsultos, impuestos en silencio y con violencia, y símbolo también de la democracia participativa, la organización y una lucha que se contagió a otros lugares del país.
En estos días hubo recitales, charlas, caminatas, marcha el 23 de marzo, y este domingo culminará la celebración con un ascenso al cerro Calfu Mahuida, un modo de simbolizar ese contacto permanente de la comunidad de Esquel con la naturaleza.
La historia viva cuenta que un puñado de vecinas y vecinos, que fueron cada vez más, comenzaron a reunirse, a estudiar la situación, a ir a escuelas, clubes, barios, difundiendo capilarmente, en una movilización a la vez inmensa, lo que se estaba tramando para hundir a Esquel en la megaminería. El 4 de diciembre de 2002 fue la primera marcha que reunió a más de 6.000 personas. Nunca desde entonces se dejó de marchar el 4 de cada mes.
Esa creación de movilización involucró otro hecho histórico: se había formado la Asamblea No a la Mina, grupo apartidario, horizontal, democrático, diverso, expresión de las nuevas formas de organización social que emergían en el país tras la crisis de 2001.
El mecanismo asambleario en el que participaba todo el que quisiera, llevó a presionar la situación hasta obtener la posibilidad de la que se celebraron ahora 20 años: el 23 de marzo de 2003 se realizó un plebiscito en el que la comunidad rechazó por más del 81% de los votos al proyecto que intentaban imponer la empresa Meridian Gold y el Estado. Esquel hizo nacer aquel No, pero además generó un contagio en diferentes lugares en que se manifestaban conflictos ambientales en todo el país (Gualeguaychú, Famatina, Andalgalá, como emblemas de una actitud ciudadana no ha dejado de crecer hasta hoy frente a diferentes situaciones territoriales, de salud, y hasta de derechos humanos). Se ponía en foco al modelo extractivo.
Desde aquellos años Esquel ha pasado por situaciones de todo tipo que han sido reflejadas tanto en lavaca.org como en la revista MU:
- la intención de dar vuelta la decisión de la población a través de campañas de acción psicológica y desinformación;
- el espionaje a vecinas y vecinos que integraban la Asamblea, por parte de la AFI, como forma de amedrentamiento y control social;
- las presiones políticas y hasta laborales que sufría toda persona involucrada con el proceso asambleario;
- el contagio fundamental de la acción de Esquel a toda Chubut, que se pobló de asambleas en todo el territorio, incluyendo a las comunidades de pueblos originarios, siempre rechazando los proyectos y negociados minero-estatales;
- las trampas legislativas detectadas cuando se obtuvo la foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) chateando por celular con el gerente Gastón Berardi de Yamana Gold, la empresa que había asumido el proyecto para impedir y ningunear la Iniciativa Popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en Ley;
- las represiones a los manifestantes en Rawson, cuando la lucha debió concentrarse en la capital provincial; el acoso mediático a toda esta movida en defensa de la naturaleza por parte de buena parte del sistema mediático, dependiente de pautas publicitarias estatales y privadas.
- Y, por nombrar algo de lo más relevante en los últimos tiempos, el Chubutazo, o “Chubutaguazo”, con que la provincia movilizada logró dar vuelta de un modo comovedor en 2020 un nuevo intento de legislación que bajo el disfraz de una “zonificación” provincial buscaba lo de siempre: ir por la minería. La ciudadanía logró tumbar esa intentona y reponer la ley que prohíbe los megaproyectos extractivos.
- Otro detalle de estos tiempos: ya hay una tercera generación de integrantes de las asambleas participando plenamente, un sub-17 que demuestra el alcance de todo lo que se ha realizado, también desde el punto de vista inter-generacional.
Esquel fue el nacimiento de la resistencia de Chubut, que no significa solamente un rechazo al saqueo y la contaminación, un No, sino también múltiples Sí:
- Sí: sí a la vida.
- Sí a la reivindicación por la positiva de otras formas de producción que no impliquen la destrucción.
- Sí a la necesidad de licencia social para cualquier proyecto, de cuidado de ambiente como forma de preservación de la vida y el trabajo.
- Sí a nuevas formas de relación entre lo humano y la naturaleza. A nuevas relaciones también entre las personas para plasmar la idea de que el agua vale más que el oro, y de que el futuro es posible.
Como homenaje a todo eso aquí puede verse la primera de las notas publicadas en MU sobre la asamblea de Esquel: “La madre del No”, para conocer esa experiencia histórica hecha de resistencia, inteligencia, generosidad y, también, alegría.
Nota
24 de marzo de 2023: Que la memoria (los) ilumine
Crónica de un nuevo 24 de marzo desde la voz de la gente, que habla de todo: de cuánto estaba el chori la marcha pasada a cuánto está hoy; de la pesificación de los fondos jubilatorios y de las elecciones por venir; de las dos marchas, y de la realidad. La necesidad de seguir enfrentando al fascismo, ¿cada vez más presente?, y la energía que da la calle. El recuerdo de Hebe, la presencia y las palabras de Nora Cortiñas, la partida sin condena de Carlos Blaquier. Lo pendiente: los juicios aún en curso, la falta de respuestas del Poder Judicial y de la política, les desparecides de hoy. La presencia de niñas y niños como herencia de una sana costumbre: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.

Y si de vos
“Octubre 1976”, de Ana María Ponce, desaparecida.
me dijeran que no exististe,
les gritaría que me quedan,
tus ojos tristes,
tu caminar lento,
tu sonrisa apenas esbozada,
tu caricia leve,
y una espera,
una larga espera
de la que no volveremos
nunca,
o tal vez sí…

Ahora es marzo de 2023.
24 de marzo de 2023.
Un pibe alto camina lento, con ojos tristes; el frente y el dorsal de su musculosa negra, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi abuelo”. Al lado, su mamá, camina lento, con una sonrisa apenas esbozada. Su musculosa gris, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi papá”. Caminan lento porque hay un océano de cabezas, pies y corazones que se dirigen desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo, a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, a 47 años de la noche más sombría.
El pibe alto se llama Thomas Aballay y sostiene un cartel que contiene la foto de su abuelo, cuya sonrisa es tan ancha que parece desbordarse de la imagen. Se lee: “Jorge Oscar Tanco, detenido desaparecido, 16/09/1976”. Dice: “Pertenezco a la agrupación de Nietos de desaparecidos, conmueve un montón estar acá. El Nunca Más no debe quedar en el aire, por eso hay que seguir luchando”. Lo escucha su mamá, Maika Tanco, la hija de Jorge. Plantea deudas de esta democracia en relación a los castigos por los crímenes de lesa humanidad: “Necesitamos hablar no sólo del pasado, sino del presente y del futuro. La cárcel para los genocidas debe ser definitiva; cárcel común, no que estén en sus casas. Además, los juicios están retrasados. En los últimos cuatro años no hubo adelantos significativos y eso quedó manifiesto en que el empresario Carlos Blaquier acaba de morir sin ser juzgado por su complicidad con la dictadura. 47 años después, no es justicia. Y él ni siquiera la tuvo; falleció como inocente, y no lo fue”.


Lo que plantea Maika, minutos después lo confirman en números desde Sobrevivientes, Familiares Compañerxs y Amigxs del Centro Clandestino de Detención «El Olimpo”, emplazado en el barrio porteño de Floresta: “Hoy, 8 de cada 10 condenados por delitos de lesa humanidad están en sus casas cumpliendo las penas que debieran completar en cárcel común”. Desde que se reabrieron los juicios, entre 2006 y 2022 hubo 283 sentencias dictadas, 1115 personas condenadas y 171 absueltas. Hay 15 juicios en curso y 75 causas aguardan fecha de debate. En relación a la falta de celeridad, se debe a la escasez de tribunales orales disponibles. Un ejemplo es el proceso judicial por las violaciones de derechos humanos en el Centro Clandestino “Puente 12”, en La Matanza. El debate, pactado para principios de 2022, recién comenzará el próximo 3 de abril “por cuestiones de agenda”.
Como el mundial
El olor a humo que emana de decenas de parrillas acompañan toda la marcha. Hay olor a chori, hay olor a un pueblo que, pese a ser una fecha que evoca la peor de las crueldades, se hermana, se abraza. Se trata de una fecha para encontrarse y reencontrarse, con unx mismo y con el resto. El barro que se multiplica con el paso de las horas en varios sectores de la Plaza de Mayo refleja la masividad de la cita ineludible. Hay mil banderas de organizaciones sociales, de partidos, de sindicatos; pasacalles, stencils, graffitis viejos y que acaban de nacer; bombos, cánticos, intervenciones artísticas; hay sueños compartidos: “La importancia de estar acá es mostrar que la derecha, los milicos, la policía, no tiene la cancha libre; desearía que fueran menos, pero no lo son, siguen teniendo mucho poder. Entonces, la única defensa que tenemos es la calle”, alza Cecilia, 69 años, de Florida Norte. Y profundiza: “Hay que apuntar a la igualdad social como eje; tenemos alimentos para millones de personas, pero la mitad de nuestra población infantil es pobre. Alguien se la está llevando y es contra ellos que debemos pelear”.
Antes de empezar a marchar, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le dice a la lavaca que está “con mucha fuerza para seguir pidiendo Memoria, Verdad y Justicia”; le dice que “el país está cada día peor, porque este gobierno, gobierna para los ricos, y hay que resistir en la calle”; le dice que pasó su cumpleaños (93, el 22 de marzo) “muy feliz, llena de abrazos y de afecto, pero la felicidad nunca es completa y será así hasta encontrar a Gustavo (su hijo, desaparecido)”; dice que el compromiso “debe ser hasta morir” y antes de terminar la charla, en medio de un intenso calor, propone ir tomar una cerveza al final de la jornada.

Lucía Iérmoli tiene 35 años y está embarazada de seis meses. “Las conquistas hay que defenderlas acá, contra el poder concentrado que sigue creciendo. No estar un día como hoy marcaría una ausencia. Que reviente de gente esta plaza es un logro de todas, de todos. No sé cuántos lugares en el mundo tienen un día que reivindique la memoria”, dice, con voz tierna y con Vera en la panza, que también sigue creciendo. A su lado, su amiga Alejandra Spinetta, 59 años, agrega: “No se puede no estar acá; si uno falta, si no se compromete, es dejarle el lugar para que avance la derecha”.
A unos metros, Laura, de 66, está contenta. Muestra una vitalidad que está recuperando, a medida que avanzan las horas: “Es mi primera movilización después de la pandemia; estuve muy enferma, durante muchos años, pero hoy sentía que debía estar con mi pueblo y no me arrepiento: me llena de energía”.
Detrás, una imagen bellísima que retrata a Hebe de Bonafini, en el primer 24 sin su presencia física. Está con sus dos hijos, chiquitos, ambos desaparecidos. Una frase acompaña el cuadro, a 40 años de la recuperación de la democracia: “El día que me muera no me tienen que llorar. Hagan una fiesta en la calle, porque hice lo que quise y peleé con todo como quise”.

El 24 de marzo de 1995 a las 6 de la mañana llegó al mundo Victoria Rossi. “Victoria por la frase del Che, de ‘hasta la victoria siempre’, por el concepto del triunfo del pueblo”, rememora Viqui, a metros de la Catedral vallada, en su cumpleaños 28. “A partir de que empecé a militar en el centro de estudiantes del secundario, sentí que los 24 de marzo ya no había lugar para festejos personales, sí para abrazos, sí para estar con mi gente, pero desde un lado más colectivo”. Su mamá y su papá, militantes de izquierda, venían a las marchas mucho antes de que se decretara feriado, allá por 2022: “Desde chiquita fui consciente del valor que tenía esta fecha y me acuerdo que en cuarto grado fue el último cumple que festejé en la escuela. Sin embargo, estar acá es lo más importante en este día; un año no vine y algo me faltó. Decidí que esa sensación no la quiero sentir más”. Y asocia: “Más allá de que esto no sea una celebración, vivo un 24 de marzo como lo más parecido a ganar un campeonato del mundo, porque hay un gran motivo para juntarse: hay orgas, partidos, familias, parejas, gente que va de la mano con quien quiere y eso tiene que ver con la búsqueda de la libertad por la que peleaban las y los desaparecidos”.

Ideas de ayer a hoy
Un hombre cuarentón camina de la mano de su hija. Ambos tienen puesta el mismo modelo de remera que exige “Juicio y castigo”. La diferencia es que una es talle X y la otra es talle S. Expresa Lucas: “Estamos acá por dos motivos: por responsabilidad social y porque mi papá es uno de los 30 mil”. ¿Qué utopías de su viejo hay que traer al presente? “Nunca dejar de hacer política seria y trabajar mucho en los barrios”. Se va a seguir marchando, siempre de la mano de su hija. En su espalda, de su mochila cuelga un pañuelo blanco que denuncia: “Pablo Córdoba, desaparecido”.

Ana Valverde escucha atentamente el documento leído por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Tiene 72 años, milita hace 54 y lleva bien alto un cartel con la foto y el nombre de Patricia Gaitán, desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. “La principal pelea de los 70 que hay que dar hoy es cómo lograr la unidad de las y los laburantes”. Dice que es jubilada y protesta porque “el gobierno nacional acaba de confiscar el fondo de garantía de sustentabilidad que estaba en dólares y que por un DNU lo pesificó. Esto no perjudica a quienes ahora somos jubilados, sino también a ustedes, los más jóvenes”.
–¿Vos aportás? –me pregunta.
–Sí.
–Bueno, te acaban de afanar.
Un pasacalle grita: “30.000 razones contra el FMI”; un cartel pegado con engrudo sigue la línea: “Basta de extorsiones del FMI”; desde arriba del escenario, en el documento que leen los organismos de derechos humanos, se agita: “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”. Abajo, la inflación arrasa. Alberto es de Avellaneda y atiende una parrilla que instaló en la esquina de Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini: “En la marcha pasada, el chori estaba 150 pesos, cobrándolo caro; hoy, yo lo tengo 700, como barato; en otros puestos está hasta 900”. A 50 metros, Viviana está sentada en un banquito. En el piso, sobre una lona, expone pañuelos blancos y azules, con la consigna “Nunca Más”. “El año pasado estaban 250 pesos, hoy 500”. Agrega: “Fue muy floja la venta, hoy se vendió mucho menos que en 2022”.



La primera actividad que arranca el 24, a media mañana, y la que cierra, a eso de las 20, se da en Plaza de los Dos Congresos. Es un festival por la memoria donde cantan bandas de heavy metal, que se organiza desde hace 16 años. Quien presenta a las bandas se llama Fernando Ricart, tiene 52 años, un pelo larguísimo y un padrino que estuvo detenido desaparecido: “Se lo llevaron por ser delegado, como si eso fuera un delito. Estuvo un mes y medio desaparecido, pero el daño que le hicieron fue para siempre. Se lo llevaron siendo uno, y me devolvieron a otra persona. Nunca se recuperó”. Andrés, 39 años, escucha la música pesada junto a su hijo de 6. Lleva una remera que se pregunta qué hicieron con Santiago Maldonado. Le pregunto qué ideas de la militancia de los 70 serían importantes que hoy sean prioridad: “Se perdió la perspectiva de un cambio revolucionario real; el peronismo tiene su eje en la Justicia, como si no fuera parte de este sistema que hay que cambiar de raíz; mientras que la izquierda partidaria sigue en la pelotudez, discutiendo en el Congreso sobre concepciones marxistas de hace tiempo, sin pensar en el cambio social actual”.

Rocío y Darío viajaron desde Tandil junto a su hijo Amadeo, de un año recién cumplido, para sentir en vivo y en directo la marcha que tantos años recorrieron cuando vivían en Buenos Aires. “La memoria se construye desde la cuna y las Madres y las Abuelas son la escuela”, recuerda ella. “La mejor manera de reivindicar a las y los desaparecidos es seguir su camino: el trabajo de base que se hacía en esos años”, recuerda él, que al igual que su bebé lleva puesta una remera de Diego Maradona. A su lado está Belén, una amiga de la pareja que por primera vez es parte de esta movilización: “En Tandil es diferente; hay un espacio fuerte y comprometido con los derechos humanos, pero es una ciudad mayormente oligarca; para mí es muy fuerte estar acá. Más que nunca debemos mantener viva la memoria y para eso hay que movernos”.
Memoria en este momento
Hay un graffiti recién pintado en la estación de subte Lima, de la línea A, que reza: “Memoria en este momento”.
Aparece también en paredes, en carteles y en diversos reclamos. Elizabeth tiene 70 años y lleva colgado un cartel que pide “Libertad a Assange, una verdad sin mordaza”. Lo relaciona con el 24 de marzo: “En el caso de Julian, se condena la libertad de expresión, no hay derecho a la información de la población y se expone cómo se persigue a la gente cuando se descubren los secretos de los gobiernos”. Detrás de ella, un stencil negro exhorta: “Abran los archivos secretos de la Dictadura”. Elizabeth tiene tres compañeros desaparecidos: Mónica Epstein, Hernán Abriata y Klaus Zleschank. “De ellos, además de recordarlos, hay que seguir su ejemplo: militar por una mejor redistribución de los ingresos”.
El recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo está acompañado por afiches de la organización La Poderosa con un encabezado: “40 años alimentando la democracia”. Se da en el marco de un proyecto de ley que impulsa el conglomerado de asambleas villeras para que se reconozca con un salario a las más de 70 mil cocineras comunitarias que trabajan en el país sin percibir un salario. ¿Qué implica el reconocimiento laboral? “Un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base; acceso al aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías”, expresan desde el movimiento.
Uno de esos afiches lo tiene a su lado Francisca, que vive en la calle y ahora está delante de un kiosco de diarios cerrado. Tiene una bandeja de arroz por la mitad y una voz que pide escucha: “Se la pasa muy difícil acá”. Y en un puñado de palabras, esgrime una deuda sustancial de la democracia: “Pensemos, ¿cuántos políticos en los últimos años hablaron de la situación de calle, de las villas? Eso dice mucho de cómo estamos”.

Detrás de su lente, la mirada de Oswald, colombiano de 41 años que hace 14 vive en Argentina, fotografía a un pueblo que recuerda sin parar. “Es imposible estar acá y no compararlo con mi país. Allá, pese a que no hubo una dictadura tan marcada, la serie de gobiernos de derecha y los paramilitares han desaparecido a más gente que en cualquier dictadura del cono sur”. Añade: “Por eso es tan importante valorar lo que se consiguió acá. En mi país, el miedo y la violencia aún imposibilita la unión de familiares de víctimas para reclamar en conjunto. En el último tiempo la juventud comienza a jugar un rol clave y para esto la Argentina es un ejemplo a seguir”.
Sobre Avenida de Mayo, un gazebo contiene a un grupo de “peruanos autoconvocadxs” que vocifera por la “dictadura que vive Perú”. Más de 60 caras se alternan con cintas de luto negro, en un antimemorial que estremece. Son las “víctimas del Estado Peruano”. Merly tiene 36 años, nació en Parcona Ica y hace 20 vive en Argentina. “Estamos acá porque también queremos decir Nunca Más. Las muertes tienen rostro y la mayoría son de pueblos originarios, del sur del país”.
Carolina, de 23, muestra su juventud caminando rápido, para no perderle pisada a sus amigos que van un poco más adelante. “Recordar a los desaparecidos de la dictadura es luchar por los desaparecidos de hoy. La derecha sigue avanzando y no lo podemos permitir”. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde desemboca la enorme movilización, Daniela, de 35, vende hamburguesas veganas. En el frente de su heladerita de telgopor está pegado un cartel con los colores de la diversidad, que se pregunta: ¿Dónde mierda está Tehuel? “No se puede aceptar tener desaparecides en democracia. El Estado define de quién se ocupa y de quién no, discriminando a las identidades trans. El racismo sigue, nunca se fue”.

Pablo está a pasos de la Pirámide de Mayo. Tiene 36 años, una militancia desde la juventud y un miedo que le recorre el cuerpo: “La democracia vuelve a estar en riesgo; las voces que la amenazan vuelven a tener más peso, que se traducen en persecución, en proscripción, en prohibición”. Suma: “Sufrimos salarios de miseria que sólo lo podremos dar vuelta con una transformación obrera y un pacto social que resguarde un piso que la derecha busca perforar. Para esto, hay que poner el cuerpo como en los 70, porque salvo en determinados momentos como el 2001 o la reforma jubilatoria del macrismo, no pudimos hacerlo en unidad”. A su lado, lo escucha Fidel, su hijo de 8 años.
–¿Por qué estás acá? –le pregunto a Fidel.
–Por la desaparición de los compañeros.
La tarde empieza a caer, la multitud a desconcentrarse y, mientras las paredes siguen pintando preguntas, también se escuchan versos que alimentan la memoria.
Se que algún día dejaré de pertenecer al mundo,
“Poema para no morir”, de José Beláustegui, desaparecido.
y nunca más podré escribir,
ni hacer el amor,
ni disfrazar la naturaleza con un poema,
ni viajar en los libros,
ni exponer mis ideas.
Por eso en este poema dejo, mar, cielo y luna
mariposas, besos y sirenas,
y me dejo a mí,
porque cuando muera seguiré viviendo en estos
versos.

Nota
24 de marzo: Las sombras de la democracia
En pocas horas, una marea humana llenará las calles desde el Congreso de la Nación hasta la Plaza de Mayo y sus alrededores. Lo hará marchando en silencio, lo hará cantando, lo hará gritando, saltando, bailando, reclamando. Recordando. Lo hará a plena luz del día. Pero en vísperas del 24 de marzo, el escenario nocturno arroja ya algunas pistas sobre las deudas de la democracia, las que no se ven de día. Imagenes y significados actuales de la memoria despierta.
Por Francisco Pandolfi
Es jueves 23 de marzo, 23.30 y la medianoche está al caer. Y con ella, el inicio de una jornada en la que se recuerda que hace 47 años irrumpió la más cruenta dictadura cívico militar eclesiástica.
La luna, finita, ya es casi imperceptible en una noche especialmente agradable, sin frío ni calor; con una brisa necesaria que hace recibir al otoño con los brazos bien abiertos. En esas calles que pronto serán caminantes abarrotados, ahora pasan otras cosas. Un montón de cosas.

Un pibe de veintipico duerme, literalmente, en una de las puertas del Congreso Nacional, sobre avenida Rivadavia, aferrado a un parlante que hace luces multicolores al ritmo en que suena una cumbia, a un volumen que nada tiene que envidiarle a un boliche top. En la puerta contigua de la casa legislativa, otro tipo duerme arriba de dos viejos colchones.
A la vuelta, la fachada principal sobre la avenida Entre Ríos luce ambientada en una tonalidad azulada. Es imponente la gigantografía compuesta por mucho más que dos palabras: Nunca Más. Detrás, dos logos que sacan una cuenta ineludible: 40 años, democracia siempre.
Me paro en la esquina y también resulta imponente ver cómo viene envalentonada una manada de ciclistas y motociclistas con caparazones rojos, amarillos y naranjas, según la empresa precarizadora de delivery, que pareciera estar disputando una carrera.
Empiezo a caminar por donde en un rato habrá cientos de miles de corazones. No hago treinta metros y ya en la puerta del café Nápoles otra persona duerme en la calle. Cruzo a la Plaza de los Dos Congresos y allí no hay calculadora que resista. Una persona sueña sobre un banco, otras cuatro en una ranchada hecha de cartones y frazadas; otro más allá, tirado sobre su carro; un poquito después, cuatro pibes ríen sobre un par de colchones. A metros, la plaza de juegos está llena de infancias felices, subidas a hamacas y tiradas desde toboganes, encerradas por un cerco de rejas grises.
Aparecen los primeros grupos vestidos con camisetas de Argentina que van llegando desde el estadio Monumental, donde anoche la Selección le ganó a Panamá en el primer partido post conquista en Qatar. Ven lo mismo que yo: una persiana baja de una óptica con un grafitti que dice “Abajo la dictadura de Perú”; una persiana baja de una panadería con un lema que dice “Vivas nos quiero”; una persiana baja de un banco con unas letras que dicen: “Ni olvido ni perdón”. Enfrente, un mural impactante de las Madres de Plaza de Mayo: “La memoria es la patria que soñamos; 30.000 presentes”.
Son las 12 de la noche y entonces ya es 24 de marzo. Ya está latiendo. Un pibe, de no más de 25 años, lleva en brazos a un bebé de no más de dos. Tiene hambre y le pide al kiosquero si no le regala algo. No tiene suerte. Sigue su camino, en búsqueda de algún otro kiosco. Antes, se topa con otros dos pibes durmiendo en una esquina; y después con una pareja que lleva dos carros de bebé, sin ningún bebé adentro. Allí van juntando descartes de otros humanos.
Van, –vamos–, mirando los carteles que están pegados en el trayecto a Plaza de Mayo y que en cuestión de minutos serán tapados por cientos de carteles de organizaciones sociales y partidos políticos referidos al Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Una cartulina rosa que pide más tizas y menos balas; otro que interpela: “Me dicen tortillera como si eso fuera una ofensa”; otro que exige “Justicia por Carmen y Liliana”; un dibujo en la acera que exhorta: “No me toques”; otro que recuerda: «Falta Tehuel».
Son las doce y media y otro pibe durmiendo en un banco de cemento que es incómodamente duro, hasta para sentarse. Lleva un pañuelo, que no es blanco: es negro y verde y le sirve para taparse la cara.
Llego a la Estación Lima del subte A. La escalera mecánica sigue funcionando aunque hace rato ya pasó el último subte y las puertas están cerradas. Una mujer está a unos pasos pero no se da cuenta: duerme, en el palier de un negocio. Enfrente, un enorme edificio de la Unión Industrial Argentina. A sus dos costados, dos personas acostadas sobre el piso.
En la 9 de Julio, dos pibes con visera intentan vender los últimos pañuelos descartables que les quedan, aprovechando el cambio de temperatura. En el piso, una ilustración pequeña que a partir del mediodía pasará desapercibida ante las miles de piernas. Lo que no pasa desapercibido es lo que dice: “Ni una menos”.
Hacia el norte, el obelisco; hacia el sur, Evita, iluminada de celeste y blanco. Tras cruzar la que se considera la avenida más ancha del mundo, otra persona tirada en la calle, con una manta de rombos negros y blancos, y con una mochila devenida en almohada. Bares abiertos con un derroche de luminaria encendida; bares cerrados con un derroche de luminaria encendida. Pasan otros tantos ciclistas deliverys confirmando que sí están disputando una carrera. Ni de casualidad leen el graffiti que exclama una deuda interna: “Libertad a las presas mapuche”.

Una pareja de cincuentones caminan en sentido contrario, lookeados como si fueran a bailar unos tangos. No parecen darle importancia a unas letras A4 recién pegadas, que forman una verdad innegable: “El precio del alquiler lo desreguló la dictadura”. Ni tampoco a las y los vecinos de la organización La Poderosa, que llegaron desde las villas 31 de Retiro; Fátima de Soldati; 21-24 de Barracas; 20 de Lugano; entre otros barrios empobrecidos, para hacer memoria desde temprano y comenzar a colgar banderas y pasacalles.
En la Plaza de Mayo y en las cuadras previas, ya abundan los carteles de las organizaciones y partidos que buscaron primerear, ganar un mejor lugar en los registros audiovisuales. Uno que prepondera dice: “Hebe vive en nuestras luchas y en nuestros corazones”. El otro: “Defender a Cristina es volver a Perón”. En un grupo de tres jóvenes que pasa por debajo, el varón le pregunta con ironía a sus dos amigas: “¿Eso es a favor o en contra de Cristina?”.
A doscientos metros de la Casa Rosada, otro hombre duerme en la calle, esta vez en la puerta de una feria artesanal. Y enfrente otro más, al descubierto. A la intemperie.
En la Plaza: el escenario armado. La Policía de la Ciudad armada. La catedral vallada.
A metros, un pibe, un poco pasado de alcohol, se le queda mirando a otro, que está sentado en uno de esos bancos hechos para que nadie se quiera sentar. Lo amenaza con que le va a robar, pero sigue: “Eh, ojo, no te regalés”, le suelta. El otro no le dice nada. Se calla. Detrás, una inscripción con aerosol: “Memoria, es NO al FMI”. Arriba, colgado entre dos árboles, un pasacalle cierra el círculo: “La democracia se defiende en las calles”.
Ahí nos vemos.
-
NotaHace 2 semanas
Jury a los jueces del caso Lucía Pérez: un paso más cerca
-
MU180Hace 3 semanas
La aventura del cine: Laura Citarella y Laura Paredes
-
NotaHace 2 semanas
Pergamino: sentencia contra los agrotóxicos y triunfo de la comunidad frente a un intendente
-
NotaHace 4 semanas
Entrevista al fiscal Leandro Arévalo: “Hay una diferencia inconmensurable con el primer juicio”
-
MU180Hace 3 semanas
La barbarie de la civilización: Lorena Cañuqueo
-
NotaHace 2 semanas
Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía
-
#NiUnaMásHace 4 semanas
El contexto de la amenaza a Messi en Rosario: narco Estado, violencia, femicidios y extractivismo
-
MU180Hace 3 semanas
El juicio del Nunca Más: Qué se juega en el fallo por el femicidio de Lucía Pérez