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Otra fábrica recuperada: al calor de las heladeras

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El viernes 25 de junio se cortaron cintas, se cantó el himno y se celebró la recuperación de la fábrica de heladeras Coventry por parte de la Cooperativa 2 de Diciembre, que aspira a llegar a la expropiación. Anécdotas, números, esperanzas y la vuelta olímpica de 60 personas que se atrevieron a ganar una nueva batalla.

La descripción puede parecer un tanto irreal:

Una empresa fabricante de heladeras deja de funcionar y de pagarle a sus obreros a los cuales suspende. Pone seguridad privada.

Los trabajadores hacen la denuncia por lock out patronal. Forman una cooperativa, y toman una decisión crucial: se instalan en la fábrica.

La cooperativa incluye al personal gerencial, con un detalle curioso: todos ganarán exactamente lo mismo, cuando haya algo que ganar.

Se dedican a vender chatarra, hasta que consiguen otra situación inesperada: le alquilan la fábrica al dueño.

El viernes pasado esa planta fue reinaugurada, con el contrato de alquiler firmado. Se cortaron cintas, hubo discursos, e hijos de obreros correteando por el predio que ocupa una manzana y media.

Hubo bombos y redoblantes de la agrupación Rosendo García de la seccional San Martín de la Unión Obrera Metalúrgica pese a que el gremialismo, hasta ahora, siempre había rechazado la recuperación de fábricas a través de cooperativas.

Se cantó el himno, se comieron choripanes, y el abogado de la cooperativa dejó entrever que el próximo paso es que la fábrica sea lisa y llanamente expropiada por ley.

Dos personas fueron llevadas en andas, como en una vuelta olímpica de fútbol:

Renée Rebelle, apodado por sus compañeros El viejo Hilacha, que durante los últimos tres meses de conflicto sólo estuvo fuera de la fábrica cuatro días. Tiene 65 años, cinco hijos, y hasta hace poco pensaba que las soluciones (al país, a la provincia) las podía aportar alguien como el ex comisario Lus Patti, pero su experiencia le hizo dar vuelta su mirada política y ahora prefiere apoyar a Elisa Carrió y, sobre todo, percibió que las soluciones las aporta él mismo.

Y el abogado que condujo la recuperación, Luis Caro, que sigue su campaña como candidato a intendente de Avellaneda del frente que postula a Rodríguez Saa como presidente y a Aldo Rico como gobernador, aunque Caro rechaza la acusación de ser “riquista” (ver nota en lavaca), y dice que se hubiera candidateado por Izquierda Unida si se lo hubieran ofrecido.

La historia de Axen, la empresa que fabricaba las heladeras Coventry, tiene una carga genética muy argentina de drama y paradojas, de incertidumbre y posibilidades.

Daniel Palavecino, presidente de la cooperativa 2 de diciembre, cree que el origen de todo el problema fue provocado por la competencia despareja con las heladeras importadas en la época de la apertura menemista, mezclado a una mala administración. “El dueño no es de los que se escapó: dio la cara, no me parece que se haya quedado con nada”.

El dueño es Desio Zen, 70 años, quien no pierde la esperanza, se dice, de retomar las riendas de la planta. Su gerente principal era Roberto Rey, quien tuvo que realizar en 1998 un típico ajuste bajando los salarios en un 30 por ciento. Dice Rey: “Para mí fue difícil, y mi sueldo bajó todavía un poco más. Pero era inevitable porque se trataba de un premio a la producción por encima del salario, y no se producía nada. Se habló con la gente y con la UOM para explicar que si no la fábrica cerraba”.

Hurgando un poco más, se descubre que los salarios no eran los culpables de la situación. El propio Rey reconoce: “Había un despilfarro en la compra de insumos, los materiales de service, no se sabía qué entraba ni qué salía”.

Otra rareza que encontraron fueron unos gastos de “honorarios” de más de 70.000 dólares, cuyo origen y destino han quedado atrapados en el misterio.

De todos modos Rey creyó necesario en aquel momento bajar el premio a la producción, hasta que se recuperara una producción real. Tal revolución productiva no ocurrió, y los trabajadores siguieron financiando el mantenimiento de esa fábrica que fue a concurso primero, y a la que en junio de 2002 le pasó lo mismo que a algunas heladeras: dejó de funcionar.

Desde entonces Rey se transformó en uno de los impulsores de la idea de formar una cooperativa. “Yo me puedo sentir un poco bohemio, pero además la otra posibilidad era que todo esto vaya a remate” dice hoy. A los 63 años, cerca de la jubilación, prefiere el desafío de sacar la empresa adelante. “Nuestro punto de equilibrio sería producir 900 heladeras por mes. En tal caso los 60 integrantes de la cooperativa ganaríamos 600 pesos mensuales cada uno”. Puede calcularse que esa cifra es ocho o nueve veces menor que la que ganaba antes. “Mi hijo me propuso ir a trabajar con él, a una empresa de aire acondicionado, pero para mí está el orgullo de no dejar esto, de no abandonar a esta gente, y de que la empresa vuelva a funcionar”.

El viejo Renée tiene un espíritu similar. “Él irá buscando negocios, y nosotros ponemos el trabajo, pero ahora somos todos dueños”. También cree que algún dinero ha ido a parar a las Islas Caimán, aunque Rey supone que Zen ha perdido más de lo que ha ganado con todo este conflicto: “Perdió un chalet en Punta del Este que estaba a nombre de la empresa y fue hipotecado. Era de unos 600.000 dólares. Y por lo que ha conversado conmigo, o ya no va a volver a tener el nivel que tenía antes, o es un gran artista”.

En distintos momentos, Zen informó que su propio departamento, en la Avenida Libertador, se salvó de ir a remate por el aporte de un amigo, y que perdió dinero que había dado a un “broker” cuando quebró el banco Interfinanzas.

El momento más difícil de estos meses ocurrió en febrero, cuando se instaló una custodia privada en la fábrica, y se enviaron telegramas formales de suspensión a todos los obreros, que durante medio año pasaron penurias dedicándose a vender chatarra como único ingreso. “Es que algo había que hacer” dice el viejo Hilacha demostrando que la flexibilización laboral fue mucho más allá de todo lo pensado (el propio Renée es experto en instalar el sistema de iluminación interno de las heladeras).

También dice “es algo que había que hacer” al referirse al momento en el que los obreros decidieron instalarse en la fábrica. Alguien dice: “rompimos los candados”, aunque judicialmente no quedó constancia de rotura alguna.

Ocurrió lo habitual en estos casos. Permanecer en la fábrica para conservar la fuente de trabajo, y en huelga por los salarios caídos, es la táctica que impide que los jueces busquen desalojar el lugar. Si la fábrica es considerada “tomada” u “ocupada”, se puede ordenar el desalojo judicialmente, tal como ocurrió recientemente en los casos de Sasetru y Brukman.

En el caso de Coventry, llegó la policía para preguntar quiénes eran los cabecillas de la revuelta, y el viejo Hilacha se dedicó a las relaciones públicas con las fuerzas del orden, mientras Caro les pedía alguna autorización, ya que no podían ingresar a un predio obrero. El gobierno provincial finalmente dio la orden de suspender toda acción policial, y no volvió a haber visitas molestas.

La empresa actualmente está en manos de los trabajadores, que pagarán como alquiler el 2,5% de los costos de materias primas. Realizaron un estudio que se estima que podrían fabricar unas 10.000 en lo que queda del 2003, 30.000 el año que viene y 36.000 en el 2005.

El detalle que falta se resume en un número: 700.000 pesos. Ese capital de trabajo es imprescindible para comprar insumos e iniciar la producción. La Cooperativa 2 de Diciembre ofrece a quien haga tal aporte, que se quede con los compresores (es la parte importada, más cara y central que están necesitando) con lo cual el capital no se pierde, mientras la cooperativa va produciendo heladeras. Los vendedores y cadenas de electrodomésticos les han prometido total colaboración, contra heladeras fabricadas.

La Cooperativa tuvo una gestión con la llamada Ministra de Trabajo, Graciela Caamaño, que los derivó a su señor esposo, senador Luis Barrionuevo, quien los derivó nuevamente a un asesor del llamado Ministerio de Trabajo, de origen santafesino y cuyo nombre los integrantes de la Cooperativa no logran recordar. Este señor les dijo que les podía dar “unos cuantos Planes Trabajar”. Su cerebro fue impermeable, jamás logró descifrar que lo que le estaban proponiendo no era un plan asistencial sino poner en marcha una fábrica importante.

Caro probó por otro lado, y cree que se podrá conseguir los 700.000 pesos como un crédito de la provincia de Buenos Aires, que la Cooperativa ya ha calculado cómo devolver en tiempo y forma.

La otra novedad es que la UOM anunció como primicia, que los miembros de la cooperativa seguirán siendo miembros del sindicato, con obra social incluida. Al iniciarse el proceso de recuperación de fábricas, prácticamente todos los sindicatos fueron mucho más propensos a comprender a las patronales, que a los obreros que impulsaban las cooperativas. El caso Coventry marca acaso el primer punto de inflexión en lo que no deja de ser una novedad: como miembros de la cooperativa todos serán patrones de la empresa –sobre todo cuando se logre la expropiación- pero no perderán su condición de obreros sindicalizados.

El viejo Renée, después de ser llevado en andas por sus compañeros, dijo: “Vamos a salir adelante”. Caro partía rumbo a otro juzgado donde está en discusión el destino de otra fábrica. Ya hay 100 recuperadas, y 100 en proceso de recuperación.

Rey, mientras tanto, el único miembro de la Cooperativa 2 de Diciembre que usa traje, trató de poner realismo entre tanto festejo: “Todo está muy lindo, pero la verdadera inauguración, digamos la verdad, habría que hacerla el día que fabriquemos la primera heladera”. Renée, el viejo Hilacha, sostiene que no falta demasiado para ese momento. Dice que bajó 15 kilos desde que está viviendo en la fábrica: “Y seguiré adelgazando si no hay otra. Pero de acá, no nos van a sacar”.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia


La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas.

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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