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Norman Mailer: «Bush es el presidente más estúpido que hemos tenido y se sirve de la estupidez como estrategia»

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Acaba de compilar en un libro titulado ¿Por qué estamos en guerra? sus críticas a la administración Bush. En esta entrevista advierte sobre los peligros que corre la democracia en su país y en el mundo por culpa de la voracidad del capitalismo global. Aquí, los párrafos más importantes.

-¿Qué piensa de la situación en Iraq?

-La guerra es un estado mental, que precede a las hostilidades y continúa después de que éstas han cesado. Fuimos a la guerra porque nuestros problemas no tenían solución. Bush es un líder incapaz de resolver ningún problema inmediato. Cualquier excusa, por nimia que fuera, le valía. Pero los problemas de los Estados Unidos no han terminado con el conflicto. Dudo mucho que se pueda imponer una democracia decente en Iraq.

-Una de las consecuencias de la victoria militar ha sido la intensificación del patriotismo.

-El patriotismo es una droga. La Administración necesitaba desesperadamente esta guerra, de modo que lo que hicieron fue apretar el botón del patriotismo. Imagínese a alguien con un ego desmesurado pero que no consigue tener éxito. Le queda el consuelo de las drogas. Estados Unidos es una especie de atleta que pesa 150 kilos y mide más de dos metros, pero que a cada rato necesita olfatearse las axilas para comprobar que no despide mal olor.

-Según usted, una gran democracia necesita de grandes escritores ¿dónde están las voces de los intelectuales disidentes?

-Las hay. Piense en Susan Sontag o Gore Vidal, por ejemplo. Pero la opinión de los intelectuales disidentes no llega al gran público. Por supuesto que puedo decir lo que me da la gana, pero eso no quiere decir que los medio de comunicación masivos se hagan eco de mis palabras. Nadie me invita a participar en programas de las grandes cadenas de televisión. A lo más que puedo aspirar es a aparecer en un programa de cable.

-¿Qué ha cambiado en la sociedad estadounidense entre la era de Vietnam y la de Irak?

-Durante la Guerra de Vietnam hubo que esperar dos o tres años hasta que se produjo la marcha sobre el Pentágono, que reunió 50 mil personas. Aquello tuvo un gran impacto sobre la política de Johnson, hasta el punto de que, un año después, decidió parar la guerra. Ahora, debido a Internet, la gente reaccionó muy pronto. Hubo ciento de miles de manifestantes, pero la guerra fue imparable. ¿Por qué? Sencillamente porque hay menos democracia que hace 30 años. En los Estados Unidos la democracia está siendo sometida a un proceso de acoso y derribo. Estamos viviendo una situación de pre fascismo. Todavía no somos un país fascista, pero podría ocurrir pronto. La Administración controla los medios de comunicación. La radio está casi completamente a su merced. La televisión es especialmente vulnerable a las presiones porque su funcionamiento es muy costoso. Si el gobierno frunce el ceño, los medios de comunicación se ponen nerviosos. Se los puede penalizar de manera muy sutil sino colaboran.

-¿Hay conciencia en su país de la ola de antinorteamericanismo que recorre el mundo?

-En estos momento, al Gobierno le resulta de lo más beneficioso. Cuando Francia hizo pública su posición anti guerra, en el cafetería del Congreso se cambió el nombre de las papas fritas (Nde laR: allí se nombran como french fries, cuya traducción sería papas francesas) por el de freedom fries (papas de la libertad) Patético. Es indignante saberse gobernado por idiotas de ese calibre.

-¿Hasta qué punto la guerra contra Iraq no fue una venganza por los atentado del 11 de setiembre?

-La mitad de los norteamericanos no pueden soportar a la otra mitad. Estados Unidos es un país profundamente dividido y la escisión se ha ahondado después del 11 de setiembre. Aunque el nexo entre ese atentado e Iraq fuese inexistente, para Bush era crucial hacer creer a la mitad del país que está con él que la guerra era un acto de venganza. La última década, una de las más corruptas de la historia del país, ha visto cómo se derrumbaban los pilares sobre los que se sustenta la sociedad estadounidense. La corrupción de las grandes corporaciones financieras afectaba no solo a la base, sino a la cúpula. La degradación moral no podía ser mayor. Luego surgieron escándalos que manchaban el nombre de una serie de instituciones, desde el FBI hasta la Iglesia Católica. Añádase la caída en picada de la Bolsa y la pérdida de empleo. Bush necesitaba una guerra para hacer frente a la crisis de fe del pueblo estadounidense.

-¿Cómo se explica la falta de disidencia entre la clase política liberal?

-Para Bush, la paz habría sido un desastre. Es el tipo de líder que queda bien asomado a la puerta de un helicóptero. Supongamos que a los inspectores de la ONU se les hubiese permitido terminar su trabajo y hubieran demostrado que Iraq estaba limpio. ¿Qué iba a hacer Bush con las tropas que había desplegado? Políticamente, no se podía permitir el lujo de que no hubiera guerra. Los políticos de la oposición sabían que, si se hubieran enfrentado a Bush, los hubiera excluido de lo que viniera después y pasaron directamente a la segunda fase. Y, por supuesto, estaban los intereses de quienes pensaban que un cambio de régimen redundaría en beneficio de Israel.

-En el libro Por qué estamos en guerra cita un aforismo de Bertrand Rusell que en estos momentos tiene especial relevancia…

– “El problema que aqueja al mundo es que los necios y los fanáticos siempre están seguros de sí mismos, mientras que los sabios siempre están llenos de dudas”. Hasta ahí Rusell. En presencia de un necio sin fisuras estamos perdidos. Eso se aplica perfectamente a George Bush. Bush es el presidente más estúpido que hemos tenido, que yo recuerde. Ahora bien, se sirve de su estupidez como estrategia. Sabe que es un arma poderosísima en estos momentos. Un líder estúpido llegará mucho más lejos que uno sabio.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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