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Pasos perdidos, derechos ganados

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Por Claudia Acuña

La ley de Equidad en Medios nació en el mismo lugar donde estamos paradas esta madrugada: el salón de los Pasos Perdidos del palacio del Congreso Nacional. Fue también un día de votación, aunque en aquel momento la pandemia no había impuesto un cupo al escenario que tiene la prensa para entrevistar legisladores y salir al aire en vivo. Aquel día se votaba la ley de interrupción legal del embarazo y el lugar era un enjambre de personas, cables, cámaras. En el centro, una fila de periodistas paradas frente a las lentes y las luces que las enfocaban. Todas jóvenes profesionales, con título universitario y hasta posgrados. En la pausa, de las seis, tres lloraban: desde los auriculares estaban siendo humilladas.

-¿Qué te está diciendo tu jefe?

-Vaca.

Ahí fue cuando nació la frase “Tenemos que hacer algo”.

Semanas después, cuando una delegación de Periodistas Argentinas se reunió con aquel jefe, la respuesta fue una carcajada. La entrevista no fue originada solo por aquel caso, porque a esa altura ya se había sumado una denuncia de acoso que involucraba a otro productor del noticiero, pero aquel antecedente se evocó para demostrar que no era un hecho aislado, que la cultura del maltrato hacia las mujeres era impune y naturalizada y que la solución era que ese medio estableciera urgente un protocolo contra la violencia en el ámbito laboral.

Nunca la hicieron.

Pasos perdidos, derechos ganados
Periodistas Argentinas en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Congreso. Analía Argento, María O’Donnell, Nancy Pazos, Liliana Castaño, Lara de Alvear, Debora Damato y Anabella Arrascaeta, con diputadas que prometieron su apoyo. Dos no cumplieron. (Foto: Martina Perosa, lavaca.org).

Ahora, en el salón de los Pasos Perdidos las periodistas le están relatando todo esto a un diputado de la UCR de la provincia de Córdoba que reconoce que lo llamaron todo el día “del sector”, confiesa no haber leído la ley -son 6 carillas- y que votará en contra porque “condiciona el acceso de los medios privados a la pauta oficial”. Idénticas palabras está repitiendo la diputada Karina Banfi ante las cámaras de TN, mientras la periodista Nancy Pazos le grita:

-No tenés vergüenza.

Detrás, Marlene Wayar y Cristina Monserrat -activista y abogada trans- sonríen.

Al mismo tiempo, otra periodista intercepta cuando sale del recinto al diputado Waldo Wolff y apenas le menciona el tema, es el legislador quien hace las preguntas:

-Pensé que el cupo trans podía hacer ruido, pero esta ley… ¿por qué?

Evidentemente esta jornada en Pasos Perdidos es especial.

Pasos perdidos, derechos ganados
La periodista Nancy Pazos. Escena del triunfo de una ley que instala un marco obligatorio de respeto a la equidad de género para los medios públicos y una propuesta de promoción e incentivos para aquellos medios privados que impulsen políticas de igualdad en cargos, establezcan un protocolo para prevenir violencias en el ámbito laboral y capaciten al personal en prácticas de respeto a la diversidad, la no discriminación y la igualdad. (Foto: Fabián Mattiazzi, prensa HCDN).

La unanimidad como punto de partida

La Ley de Equidad en Medios ingresó al Parlamento con la firma de Norma Durango porque en el Senado la firma de un proyecto es unipersonal, pero siempre tuvo como marco la Comisión de la Mujer de la Cámara Alta y, por lo tanto, en su elaboración estuvieron presentes, activos y opinando todos los bloques. La experiencia fallida de la ley de aborto dejó además una lección que Durango aplicó por primera vez en esta ley: convocar a la Comisión de la Mujer de Diputados a trabajar en el proyecto para que el texto que sea tratado en el recinto ya tuviera la aprobación de ambas comisiones antes de ser votado en el Senado y evitar así demoras que produce la falta de comunicación entre ambas cámaras.

En el Senado la ley fue votada por unanimidad en octubre de 2020 lo cual implicó el mérito político de haber construido el primer consenso de la agenda de género luego del enfrentamiento entre verdes y celestes.

En noviembre la ley llegó a Diputados. El 18 de ese mes se celebró la reunión plenaria de las comisiones que debían hacer el dictamen: Mujer y Comunicación. Así completó el trámite legislativo casi al fin de las sesiones ordinarias. La ley quedó lista y con acuerdo de votación de todos los bloques para el 2021.

En resumen, lo que se habían comprometido es a crear un marco obligatorio de respeto a la equidad de género para los medios públicos y una propuesta de promoción e incentivos para aquellos medios privados que impulsaran políticas de igualdad en cargos, establecieran un protocolo para prevenir violencias en el ámbito laboral y capacitaran al personal en prácticas de respeto a la diversidad, la no discriminación y la igualdad.

Este 7 de junio y en su día, una delegación de Periodistas Argentinas integrada por María O’Donnell, Nancy Pazos, Analía Argento, Liliana Castaño, Anabella Arrascaeta, Debora Damato y Lara de Alvear se reunió con una docena de diputadas para recordarles que estaban en deuda. Le entregaron un informe que resumía cómo se había agravado la situación de las mujeres periodistas desde la sanción unánime del Senado, con datos y casos testigo. El encuentro fue público así como el compromiso que asumieron las legisladoras presentes: incluir la ley en la próxima sesión. Se hicieron fotos que las diputadas postearon en sus redes con la promesa de votar #Equidad.

Dos no lo hicieron.

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Anabella Arrascaeta, una imagen de futuro junto a un cuadro del pasado. Fue una de las periodistas que junto a María O’Donnell, Nancy Pazos, Analía Argento, Liliana Castaño y Lara de Alvear, participó de la reunión con media docena de diputadas. Luego llegó la presión de las corporaciones mediáticas que querían que se cayera la ley. (Foto Martina Perosa, lavaca.org).

Noche agitada

El día de la votación amaneció con una nota del diario La Nación plagada de errores sobre el proyecto. Extrañamente las diputadas Silvia Lospenato y Karina Banfi –quienes habían participado de su debate en comisión y por lo tanto conocían el texto–, comenzaron a balbucear objeciones que hasta horas antes de la sesión jamás habían expresado. A media tarde, la Comisión de Géneros de La Nación emitió un comunicado para corregir la desinformación producida por el diario. A partir de ahí se desató lo que parecía una  guerra. Escudados detrás de Adepa –organización que el pasado 8 de marzo había organizado una actividad para promover… ¡la equidad en medios!- las corporaciones lanzaron una catarata de presiones que recorrió todo: desde el secretario de Medios hasta el celular de cada diputadx del oficialismo y la oposición. ¿Qué querían? Que se cayera la ley.

Por todas las pantallas y emisoras controladas por ese sector desplegaron una campaña que a la vez de banalizar los objetivos de la ley, advertía sus peligros. Del lenguaje inclusivo obligatorio al ataque a la libertad de prensa: todo eso le adjudicaban a esa ley que nadie, ni siquiera ellos, habían tenido hasta ese momento en cuenta. La imagen de Carmela Bárbaro respondiendo con información las chicanas de cuatro panelistas varones en el programa Intratables resume lo que significó para muchas periodistas defender esa ley en cada puesto de trabajo durante esa larguísima y agitada noche.

Esa actitud agresiva de quienes presionaban en contra del proyecto despertó en el recinto sorpresa primero e interés después, que fue expandiéndose con el correr de las horas y el aumento de la presión. Muchas reuniones con asesores se improvisaron después de las nueve de la noche, mientras se sucedía el debate por las tarifas e incluso ausentó del recinto a varias docenas de legisladores mientras se debatía la ley de cupo trans, y por eso se acortó la lista de oradores y fue votada (¡positivamente!) dos horas antes de lo previsto. Mientras en el salón de los Pasos Perdidos periodistas y activistas travestis se abrazaban para festejarlo, en el despacho de Máximo Kirchner,  presidente del bloque del Frente para Todos, se diseñaba la estrategia para impedir la última maniobra ideada por la oposición para voltear el proyecto: dejar la sesión sin quorum.

Eran las 2 a.m. y según las cuentas, todo indicaba que no habría Equidad en Medios.

El resultado

Pasos perdidos, derechos ganados
Escalera de mármol para quienes fueron a apoyar otra ley que finalmente se aprobó: la del cupo trans. (Foto Fabián Matiazzi, prensa HCDN).

Una hora después el presidente de la sesión, Sergio Massa, anunciaba que había quorum para votarla. La oposición, confiada en sus cálculos, sospechó que había trampa y la insinuación fue respondida por Massa con la lectura en voz alta de toda la lista de votantes, destacando especialmente los nombres y apellidos de los 9 diputados de la oposición que rompieron las filas para dar quorum. A todos, luego de nombrarlos en voz alta, les dijo “gracias”.

Massa sonreía.

Finalmente a las 3.11 de la madrugada, en el recinto se anunció la aprobación. Al unísono se escuchó un grito:

-Vergüenza.

Era la voz de la periodista Nancy Pazos y era un dardo dirigido a la diputada Silvia Lospenato, a su actitud y a su yerro político. Obligada a renovar su banca este próximo noviembre, quizá creyó que esta era su noche. Ponerse al frente de los fuertes, ponerse al frente de la caída de un derecho, ponerse al frente de una victoria de las empresas sobre las trabajadoras, especuló, la pondría también delante, en las listas.

Pero algo sucedió esta madrugada, algo inesperado y sorpresivo para algunas, obvio para otras.

Algo que cambió definitivamente, para siempre.

Y ese algo somos nosotras.

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Periodistas Argentinas, activistas trans y dos leyes: pasos hacia la equidad.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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