CABA
Patria chica
Crónicas del más acá, por Carlos Melone. Dibujo de La Cope.
Me miró a través de unas ojeras que le llegaban al piso, y me dijo: “Llevame a la guardia”. Hacía dos largos meses que una supuesta arenilla en el riñón y una recurrente infección urinaria la asolaban día y noche, con recomendaciones y tratamientos peleados con cualquier noción de eficacia o alivio.
Ese día tuve que ir a buscarla al trabajo porque se sentía mal. Que Natalia, versión 2019 de la ética protestante en lo laboral, abandonara el trabajo porque se sentía mal, era la clara señal del fin de los tiempos. Delenda est Calvino.
Llegamos a una clínica enorme que se encuentra en Flores, parte del servicio de una obra social de trabajadores. Clínica de renombre, me dijeron.
Como yo vivo en África, Sección Conurbano Sur, ni idea al respecto. Para nosotros las clínicas de renombre son aquellas de las que salimos más o menos vivos, más o menos enteros.
Nos instalamos en la sala de espera de la guardia. Unas 20 personas en espera. Un televisor sintonizado en un canal de videos musicales pero sin volumen. Otra pantalla donde, ad infinutum, un médico predicaba acerca de los extraordinarios beneficios de una obra social. Esta estaba sin volumen pero subtitulada a fin de no perder tan valiosa información. Una tercera pantalla ofrecía números y letras de supuestos llamados de los pacientes, congelada desde el fallecimiento de Luis Pasteur.
El sofisticado sistema consistía en sacar números de papel, pasar por admisión y luego esperar ser nombrado por un altavoz afónico, titubeante, un susurro en un tornado.
La eficiencia de la empresa privada en todo su potencial.
Nos llamaron. A Natalia la atendió una joven doctora de evidente acento de algún lugar de la Patria Grande y, tras una mirada sobre los análisis de la petisa, un interrogatorio de ingreso a primer grado y poco más, decidió internarla en el momento.
Momento de pánico de la futura internada (la aterrorizan los médicos y sus derivados) que bancó con estoicismo digno de Hipatia.
La enviaron a una Sala de Observación donde le colocaron una vía endovenosa y empezaron a hidratarla. Su cutis era color ceniza, mitad susto por ver pasar agujas cerca, mitad por el dolor que la acosaba cual perro rabioso.
Hice la tramitación para la habitación que fue resuelta rápidamente y allí las cosas se empezaron a desajustar. Porque continuaba en la Sala de Observación. Sala que era el subte: repleta, un verdadero despelote de gente que no va allí a divertirse, cara a cara con otros que tampoco van a divertirse y médicos evidentemente desbordados por el caudal de trabajo/pacientes.
En la Sala de Observación se realizan y mandan a realizar una serie de estudios antes de derivar el paciente (en este caso internar). Esto me lo explicó otro joven médico, de acento castizo, mientras en derredor parecía que estaba en la OEA en tonos, inflexiones, cantitos regionales.
¿Faltarán médicos en las Provincias Unidas? ¿O, aprovechando la fragilidad de cualquier situación inmigratoria, les pagarán menos? La segunda opción la descarté rápidamente ante la conocida sensibilidad y sentido de la justicia social del empresariado argentino.
En el Conurbano Sur no pasa. Una versión científica muy seria sostiene que no vienen porque no se sienten cómodos ya que somos mayoritariamente descendientes de arios y/o anglosajones, con un alguito de vikingos.
Otra versión (seguramente imperialista) dice que ni los inmigrantes quieren venir a nuestra Patria Chica. Conurbano Sur Africano. Tierra para pocos.
Fui enviado a la Sala de Espera de la guardia a, justamente, esperar. La literalidad es una figura amada por el orden institucional.
La Sala de Espera de la guardia también se había convertido en un gentío. Nadie revestía gravedad aparente y estaba colmada. Al lado de la Sala General estaba la Sala de Espera Pediátrica con madres, padres, abuelos, tías… Y los consabidos monstruos, popularmente conocidos como “niños”.
Un matrimonio chino llevaba una chinita preciosa con un vestido de bailarina, botas de goma para la lluvia, un tapadito con imágenes de unicornios y una vincha luminosa. Después se quejan de que los chicos salen traumados…
Un rubio ruloso, unos 5 años, rechazaba enérgicamente los embates amorosos de una admiradora de la misma edad e insistía en poner la boca cuadrada emprendiendo una simulación de llanto ante cualquier contratiempo fáctico o emocional. Sus condiciones de barítono estaban en pleno desarrollo para alegría y sordera de todos los que estábamos allí. Al tipo no se le caía una lágrima ni con gotas para los ojos y era un consumado actor. No solo escenificaba ante su madre.
No. Cada tanto salía a comunicar al mundo el dolor que lo desvelaba, paseando su infortunio por los pasillos adyacentes a fin de convocar alianzas, lástimas y caramelos. En general, tenía éxito. En ese caso suspendía por instantes su martirio para degustar un caramelo o conversar con algún mayor y luego continuaba el Camino de Santiago, todo penuria y dolor. La joven mamá lo seguía detrás a fin de que el reo no se perdiese en el laberinto de pasillos y consultorios. La cara de la mamá revelaba el agotamiento de haber transitado intentos de represión, de seducción, de amor y de odio, todos finalizados en un estrepitoso fracaso.
El rubio ruloso era una especie de Hércules de la incorrección infantil.
Mientras tanto, los empleados de admisión trabajaban a dos manos y fueron apareciendo situaciones de tensión por diversos temas: una obra social caída, una reserva no registrada, una promesa de amor incumplida. Los tonos eran altos pero no volaron sopapos ni puteadas, por lo que el orden burgués de las buenas costumbres no se alteró.La guardia del Argerich es más adrenalínica.
A las 4 horas de espera y con Natalia sentada en un sillón en la Sala de Observación mientras esperaba el resultado de unos estudios que indudablemente los estaban haciendo en el Vaticano, encaré a los médicos de la Patria Grande dispuesto a la Guerra Interamericana. No discutimos demasiado porque desarrollaron una intensa amabilidad y estaban tan evidentemente rebasados por el trabajo como yo por la espera.
Allí había un problema de oferta y demanda, la más querida de las ficciones del liberalismo autóctono. Encaré para la Administración porque me dijeron que hiciera allí mi reclamo.
Una señorita Jefa de Algo me recibió con amabilidad teñida de fluorescencias de subestimación. Me explicó que el problema era que la gente vemía a la guardia por cualquier cosa, que ellos no podían negarse a atender a nadie, que las obras sociales tenían mucha gente, más de la que ellos podían atender.
Mi irritación era cercana al Ragnarok. Escuché pacientemente porque resabios de la educación conservadora/medieval recibida me impiden putear abiertamente (en ciertas situaciones) a una señorita. Tengo que deconstruirme, pero necesito tiempo.
Pensé en la posibilidad de traer al rubio ruloso y soltarlo en la oficina pero me pareció excesivo. Respondí punto por punto, masticando cada consonante. Finalicé y, sin esperar respuesta, saludé y me fui, con una calentura de proporciones elefantiásicas y sin solucionar nada. Soy un modelo de eficiencia pragmática en el vacío absoluto.
Al cumplirse las 5 horas y media de espera, finalmente trasladaron a Naty a la habitación. El capitalismo de rostro humano es una afirmación paradojal que hace estallar al Universo.
Siempre.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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