Nota
Posta Sanitaria Cultural N° 16: la disidencia en un mundo horrible
Por decimosexta semana consecutiva, Susy Shock y las guitarristas Caro Bonillo y Andrea Bazán brindaron su posta en MU Trinchera Boutique. Entre tangos y milongas, invitó este viernes al artista Fifí Tango. Y dijo Susy: “Huyamos del miedo, del no se puede y aportemos en serio nuestro granito de arena de lo distinto. Yo no me quiero parecer a este mundo. Este mundo es horrible, de eso soy disidente”. La crónica, las fotos y el video.
El abrazo poético-musical de los viernes por la tarde se inició con el Pequeño Tutorial para el Artistx Desprevenide que acuñara la artista Susy Shock unas postas atrás. Esta vez la lectura estuvo a cargo de Fifi, -de Fifi Tango- quien al terminar el manifiesto dio la bienvenida a todes les presentes.
Susy cantó y dedicó “una de esas canciones de siempre que vuelven a la memoria, porque cada cual tiene su propia memoria”. Y sumó: “Algunes por ahí coincidimos en época, en generaciones, en historia. Pero hay cosas que siguen resonando. Esta es una canción que se cantó mucho en el regreso de la democracia. Yo soy de la generación del Nunca Más. Soy la trava desde el Nunca Más, entre otras cosas”. Y cantó el tema de Piero “Soy pan, soy paz, soy más”, el cual propone que “hay que sacarlo todo afuera como la primavera, nadie quiere que adentro algo se muera, hablar mirándose a los ojos, sacar lo que se puede afuera para que adentro nazcan cosas nuevas”. El receptor de la canción, Gon, agradeció moviendo los brazos en alto durante el canto y besando a Susy a través del vidrio.

Virginia pasaba por Riobamba al 100 y se acercó a ver qué pasaba en la vidriera de MU Trinchera Boutique. Se sentó en la butaca de la vereda y recibió el regalo del chamamé “Ñangapirí”. Virginia siguió su camino y antes Susy le advirtió: “A las cuatro y media los viernes, amiga”.
Luego fue el turno de Paula, quien comentó que había presenciado el ciclo Cotorras. Recordó Susy: “Con la entrada le pagábamos los pasajes a gente muy lúcida de este país, activistas, artistas. No se les cae una idea y nosotras tenemos que tomar este mundo, claramente. Que nos den una semana. A mí me das una semana este país, las claves de wifi y lo resolvemos todo. Estamos pensando en ir pensándonos en una gran asamblea artística, un Parlamento de Artistas, para producir otra mirada, pensar el futuro. Tenemos que estar ahí les artistas para pensarnos colectivamente, pensar un país”. Y le dedicó “Los bailes de la vida” de Milton Nascimento.

Bocinazos, aplausos, cuerpos que bailan al ritmo de las canciones, curiosxs que se asoman desde los colectivos de la línea 12 que pasa por Riobamba. La vereda celebra la alegría del reencuentro. No faltaron los barbijos y las manos rociadas con alcohol. Lleg el momento en que Fifi se acomodó en la butaca y Susy dijo: “No estamos solas. Nuestro campo de batalla es el escenario, la música, el arte. Ahí estamos sintiendo que somos una tribu”. Y le dedicó “Revuelo Sur”, milonga con letra de Susy y música de Caro Bonillo.

Luego, Fifi tomó el micrófono y agradeció la invitación: “Y por tanta inspiración, tanta guía. Es cierto que no estamos solas, Susy. Yo soy marica fronteriza, criada entre el machismo paraguayo-argento, migrante y exiliada todo el tiempo y cada vez que viajo siempre surge tu nombre. En los lugares más inhóspitos aparece tu nombre y una se siente en casa. ¿La conocés a Susy Shock? ¡Claro que la conozco, somos amigas!”. Y cantó un tango a capela.

Le siguió otro tango, esta vez con música: ”Por fin se dio cuenta de que no era amor lo que tantas veces le causó dolor, pudo levantarse y sin pedir permiso, pudo alejarse de quien no la quiso, te dijo hasta nunca y sin mirar atrás siguió su camino y no volvió jamás”, decía la letra y el estribillo: “Porque ya no existen dolores ajenos, hoy nos duele a todas, no habrá ni una menos”.

Susy vio entre les presentes a la cantautora uruguaya Luciana Mocchi, le pidió que se acercara para dedicarle una canción. Le expresó su amor por Montevideo y las ganas de volver a cantar en el Teatro Solís. Arrancó con el “Milongón del Guruyú”, tema que a los seis años Mocchi cantó en loop en el patio de su casa subida a un cajón de gaseosas y se convirtió en su primer recital con público. Cobraban una entrada a consideración del vecino y vecina y vendían pan con manteca.
Se vino el último tema y antes Susy expresó su pensamiento:

“Somos quienes más herramientas tenemos, quienes estamos más preparades para afrontar lo que viene. El mercado nos mató, nos enfermó, en serio nos va a salvar el arte, ese primer objeto a crear que somos cada une, eso es lo que nos va a salvar, la mejor versión de cada une. Huyamos del miedo, del no se puede y aportemos en serio nuestro granito de arena de lo distinto. Yo no me quiero parecer a este mundo. Este mundo es horrible, de eso soy disidente. No me importa si me hablan con la e, no me importa si no hay un baño unisex, me están cagando el futuro y mi disidencia es con esa gente que me caga el futuro. No estoy de acuerdo en cómo comandan este mundo, no estoy de acuerdo en cómo reparten este mundo, no estoy de acuerdo en cómo cuentan lo que hacen de este mundo. No quiero este mundo y esa es mi enorme, fundamental y más poderosa disidencia. No quiero ser este mundo. Voy a ser otra cosa. Soy otra cosa. A eso les invito, a esa fortaleza, a que nos unamos en esa otra cosa. Nos están cagando el planeta, nos estamos quedando sin vida, sin futuro. Yo no sé qué hacen ustedes si ven a las crianzas, si les pueden decir ´loquite, no te puedo decir si hay futuro´. Es horrible cómo está todo y es urgente que con nuestros cuidados no dejemos de estar presentes en todos los debates, que vean que estamos, que vean que existimos, que no les queremos, que vean que no les creemos, que vean que no somos ellos. Todo mi abrazo. Buena vida y poca vergüenza”.

Y se vino la cumbia. “!Furia y ternura travesti!”, enfatizó Susy.
Luego la foto grupal y cayó con lentitud la persiana negra.
Queda la promesa de un nuevo encuentro.
Una vez más, la calle respiró arte.


Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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