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Progresistas vs. desesperanzados

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¿Qué significa ser progresista hoy? ¿Qué escenario plantea el libro Imperio sobre la realidad actual? ¿Por qué Atilio Borón está furioso con ese diagnóstico? De la teoría a la práctica, cuáles son los cimientos de un nuevo modelo.

«Quizá escrutando la arena como arena,
las palabras como palabras,
podamos acercarnos a entender cómo y en qué medida
el mundo triturado y erosionado
puede todavía encontrar fundamento y modelo».
Italo Calvino

Si hubiera elecciones mañana, ¿a quién votaría?

Si pudiera rescatar los ahorros que le secuestraron los bancos, ¿en qué los invertiría?

Si tuviera que señalar a un culpable de la monumental crisis argentina ¿a quién señalaría?

Es probable que las tres preguntas tengan infinidad de respuestas, pero ninguna de ellas tiene más relevancia que la de señalar una preferencia personal, porque son las preguntas -y no sus posibles respuestas- las que refieren a una lógica de terapia intensiva: cómo mantener a un paciente terminal con respirador automático.

No es un candidato, sino un sistema el que ha dejado a la mitad de la población debajo de la línea de pobreza.

No es el corralito, sino el crack monetario el que ha vaciado de sentido toda especulación sobre la salud futura de la economía capitalista en la Argentina.

Ni siquiera las sucesivas troupes de presidentes, ministros y dirigentes que han ocupado cargos desde el 84 hasta hoy pueden justificar esta caída al vacío sostenida, implacable e imparable.

No. Problemas tan complejos no tienen respuestas tan simples.

Sin embargo, no es mi intención contribuir a la sobreoferta actual de diagnósticos, sino dar vuelta la hoja y avanzar un renglón.

Desde el 22 de diciembre -día en que se derrumbó De la Rúa, murieron 35 personas y se reimplantó el estado de sitio, entre otras cosas- hasta hoy, comenzaron a hacerse visibles alternativas que poco y nada tienen que ver con aquel modelo de país conectado al respirador. Si prosperan o fracasan, tampoco será culpa de los forajidos de siempre, sino de quienes por acción u omisión, han contribuido a resucitarlos.

Aquellos que hoy tienen la oportunidad y responsabilidad de plantear una alternativa.

Aquellos que deberían responder, clara y contundentemente, qué significa ser progresista aquí y hoy.

LA TEORÍA. Imperio es probablemente uno de los éxitos editoriales mundiales más curiosos de los últimos tiempos. Es un libro largo, complejo y caro. Sin embargo, se convirtió en un boom traducido a más de diez idiomas, que se agotó rápidamente en librerías y circula libremente por Internet: solo en la Argentina vendió ya unos nueve mil ejemplares.

Imperio es un ensayo redactado a cuatro manos por Michael Hardt, un profesor universitario estadounidense de 41 años, y por Tony Negri, un pensador marxista italiano que cumple actualmente prisión domiciliaria. Negri fue acusado de ser el mentor intelectual de las acciones terroristas de las Brigadas Rojas (incluido el asesinato del ex primer ministro italiano Aldo Moro) y condenado a la cárcel en 1979. Cuatro años después resultó elegido diputado y eso le permitió salir de prisión, pero cuando la mayoría oficialista del Parlamento le quitó la inmunidad, partió al exilio en París. Allí comenzó a elaborar Imperio, hipótesis que terminó de definir en Italia, donde -luego de pasar un corto tiempo en la prisión de Rebibbia- obtuvo la posibilidad de pasar el día en su casa en el trastevere romano y, cada noche, dormir entre rejas. Desde esa realidad, teorizó.

Publicado originariamente en inglés por la Universidad de Harvard, Imperio tiene la estructura y el tono de una clase magistral. Como cualquier clase, entonces, es un pensar en voz alta, un ida y vuelta algo errático, con repeticiones, con ideas sueltas, incluso con contradicciones. Pero con el enorme valor de revisar teorías, enlazar antecedentes, citar autores, integrar miradas. Desde una postura definida, claro. Negri y Hardt eligieron una entre cientos de posibilidades y eso supone un riesgo que asumieron: replantear, discutir, rebatir esas ideas es el desafío que se abre con las páginas del libro.

Imperio es, entonces, una teoría filosófico-política que se convirtió en best seller. Esa situación inusitada abre un panorama interesante: el de acercar el universo académico a las preocupaciones más cotidianas. Algo que revela la proliferación de foros de discusión que se armaron en torno a Imperio en la Internet. Son puntos de encuentro de militantes, intelectuales, lectores no especializados y los propios autores. Todos opinan, discuten, preguntan y responden en igualdad. Como en cualquier clase, una vez más.

Así, el libro se convirtió -a la vez- en centro de análisis y cuestionamiento de muchos intelectuales y bandera de los movimientos antiglobalizadores que encontraron en él un título acertado y la síntesis de varios conceptos difíciles de enunciar.

El ensayo de Negri y Hardt apareció en el 2000, luego de un largo período de investigación. Fue escrito después del fin de la guerra del Golfo y terminado bastante antes de que comenzara la guerra de Kosovo. «De modo que el lector debería situar el argumento en un punto intermedio entre aquellos dos acontecimientos trascendentes para la construcción del Imperio», explican los autores en el prólogo. Aclaran, además, que el libro les quedó «viejo», luego del estallido de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre pasado.

¿Qué es Imperio, entonces?

La hipótesis básica de Hardt y Negri es que junto con el mercado global y los circuitos globales de producción surgieron un nuevo orden, una lógica y una estructura de dominio nuevas. «La soberanía ha tomado una nueva forma, compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una única lógica de mando. Esta nueva forma global de soberanía es lo que llamamos Imperio».

Quizá el punto más polémico es el hilván con que encandenan esta visión del nuevo orden, ya que enumeran como factor primordial lo que llaman «el derecho imperial» y ponen como ejemplo de esta jerarquía jurídica la ONU. Es cierto que el libro no deja reducido a este ejemplo la cuestión ( seguramente les hubiese encantado citar los avatares de la ley de quiebras argentina), pero sí que antepone el ordenamiento jurídico a las relaciones económicas como factor distintivo del nuevo entramado del poder. Semejante transgresión es lo que más ofende e irrita a los teóricos tradicionales y, mucho más, a los marxistas.

Este nuevo poder que gobierna el mundo no tiene centro, fronteras ni territorios nacionales. El dominio del Imperio es ilimitado y, en este esquema global, los Estados nacionales son meros instrumentos de las corporaciones. La verdadera geografía del mercado mundial está trazada con otros mapas delineados por «el complejo aparato que selecciona las inversiones y dirige los movimientos financieros y monetarios».

Según los autores, la desaparición de los estados nacionales no es el único cambio que produjo este nuevo orden. «El trabajo productivo tiende a hacerse cada vez menos material. El lugar central en la producción del superávit, que antes correspondía a la fuerza laboral de los trabajadores de las fábricas, hoy está siendo ocupado progresivamente por una fuerza laboral intelectual, inmaterial y comunicativa».

Si en otras épocas, la categoría del proletariado se centraba en la clase obrera industrial, hoy -arriesgan- «esa clase obrera casi ha desaparecido del panorama. No es que haya dejado de existir, sólo que ha sido desplazada de la posición privilegiada que ocupaba en la economía capitalista «.

Este Imperio tiene, además, una máquina responsable de producir y reproducir la imagen de autoridad imperial. Esa verdadera Matrix es responsabilidad de la industria de las comunicaciones. «La máquina imperial que construye tramas sociales que evacuan o tornan ineficaces cualquier contradicción», además disuelve las identidades locales y organiza los consensos del poder. Por eso, «la industria de la comunicación es el espacio político del poder imperial.»

Negri y Hardt se preocupan, también, por la salud actual de este modelo. Y se preguntan ¿Debemos concebir que éste es un Imperio decadente o es un Imperio de corrupción, no solo moral sino jurídica y política? Es decir: ¿esto es el principio del fin o así es el Imperio en todo su esplendor? Páginas antes, los profesores formulan otra pregunta cuya respuesta plantea una inquietud semejante. ¿qué es justicia y qué es paz en este Imperio? Y contestan: «nuestro rol como ciudadanos y nuestra responsabilidad ética, nuestro poder y nuestra impotencia se miden en el abismo de estas respuestas».

Tanto Hardt como Negri sostienen que de nada sirve ponerse nostálgico en relación con las viejas estructuras de poder; resucitar el Estado Nación no es un antídoto de protección contra el capital global. «Somos plenamente conscientes de que al afirmar esta tesis nadamos contra la corriente de nuestros amigos y camaradas de la izquierda -se atajan-.La estrategia de la resistencia local identifica mal al enemigo y, por lo tanto, lo enmascara (…) El enemigo es un régimen específico de relaciones globales que llamamos Imperio. Y esta estrategia de defender lo local es perniciosa porque oscurece y hasta niega las alternativas reales y el potencial para la liberación que existe en el interior del Imperio».

Para los autores, el propio monstruo lleva dentro de sí su destrucción. Cuanto más extienda el capital sus redes globales de producción y control, más vulnerable se volverá frente al agente encargado de llevar a cabo la sublevación: la multitud.

La lectura de Imperio aquí en Buenos Aires ha producido otro tipo de reflexiones. En principio, Imperio & Imperialismo, de Atilio Borón, es el primer texto argentino que crítica con dureza la obra de Hardt y Negri. Así lo explica el propio Borón:

-¿Por qué lo enojó tanto Imperio?

-Porque el libro me parece un dechado de errores. Plantean un esquema absolutamente abstracto, axiomático, que no tiene ningún contacto con la realidad. Por ejemplo: una de las ideas principales de Hardt y Negri es que los estados nacionales están en proceso de disolución. Yo le puedo demostrar con cifras en la mano que este fenómeno puede haberse verificado en los países de la periferia, pero no en los países centrales, donde el Estado ha adquirido una fortaleza extraordinaria, cuantitativa y cualitativamente. Si, como ellos dicen, el Estado es una cosa virtual, desterritorializada y sin centro, ¿por qué Estados Unidos se preocupa por intervenir de manera tan abierta en América latina? ¿Por qué, entonces, España no le concede la separación a los vascos? ¿Por qué no se resuelve la creación de un Estado Palestino? Si el Estado es algo tan irrelevante, Inglaterra podría resolver el problema con Irlanda del Norte de una buena vez.

-De todas formas, el planteo de Imperio parece explicar mejor la realidad mundial actual que la clásica oposición empresario-obrero…

-Es cierto que ellos responden a una necesidad objetiva y que muchos de nosotros nos venimos planteando desde hace tiempo: la necesidad de repensar creativamente las categorías clásicas, que provienen del marxismo. Ahora, una cosa es pensar categorías acuñadas en los debates previos a la Primera Guerra Mundial y otra es tirar por la borda al niño junto con el agua sucia. Es importante tirar el agua sucia, pero no el niño. No, si como hacen Hardt y Negri, para redefinir lo que es el imperialismo hoy, terminan por decir que se acabó el imperialismo. La Argentina, sin ir más lejos, es una evidencia de lo contrario. En un país donde las misiones del FMI se reúnen en los despachos oficiales y bajan línea a los gobernadores, no se puede sostener que el imperialismo ha terminado. Para nosotros, este libro es una burla.

-¿Por qué, en todo caso, una redefinición de categorías equiparable a la de Negri y Hardt no se se piensa en función de la crisis Argentina?

-Creo que lo que ocurrió es que ha habido un proceso muy rápido de reconstrucción económica capitalista en el último cuarto de siglo, junto con una crisis teórica fenomenal del pensamiento de izquierda producto de la frustración del experimento socialdemócrata de los 80 -Francois Miterrand en Francia, Bettino Craxi en Italia, Felipe González en España-, la implosión de la URSS, el colapso de la Revolución Sandinista… Todo eso dejó a la intelectualidad de izquierda muy debilitada, muy a la defensiva. Y sin recursos.

-¿Es posible reconstruir un discurso progresista en este contexto?

-Es posible y es necesario para salir de la trampa del pensamiento único y del posibilismo en que nos han ahogado. Hay que articular la función intelectual con los movimientos sociales, pero sin hacer seguidismo. Veo con alarma a mis colegas, que apoyan las tesis de Hardt y Negri, hacer una exaltación candorosa e ingenua de la multitud, cuando la multitud muchas veces requiere de una claridad y una organización que no tiene, pero que se va a ir dando a ella misma. Un error es el seguidismo y otro, el inverso: suponer que los intelectuales tenemos la llave del futuro y que podemos llevar a la multitud de las narices cuando los intelectuales no somos una vanguardia esclarecida. En oscilación entre estos riesgos, el papel que tenemos que cumplir es muy delicado.

LA PRÁCTICA. El debate planteado por la lectura de Imperio no es tan solo un tema ameno para la tertulia intelectual, sino una manera de enfocar las preguntas correctas que -quizá y por qué no- posibiliten las respuestas adecuadas. ¿Es este Imperio global una etapa superior del imperialismo? ¿Ha logrado, en su despliegue, destruir la fuerza de trabajo como factor económico central? Y en ese caso, ¿es la multitud de desocupados -y no los pocos que aún conservan un salario- aquellos que deben protagonizar la resistencia? ¿Es esa multitud global -a la que refieren Hardt y Negri-, sin más bandera que la protesta, sin más organización que la necesaria para proclamar un par de consignas ni más dirección que la oposición directa la fuerza indicada para jaquear a este capitalismo tribal? ¿El resurgimiento del nacionalismo es un síntoma de progreso o de reacción frente al pánico?

Lo cual, traducido al dialecto argentino de la crisis, podría reducirse a otras preguntas más directas:

¿Piqueteros y vecinos asambleistas o trabajadores y estudiantes?

¿Qué se vayan todos o rescatamos algo? (según los gustos, las opciones morales, del estilo de Elisa Carrió, Luis Zamora o Alicia Castro)

¿Cacerolazo global o himno nacional?

Y, fundamentalmente ¿este el fin de un sistema o la consagración de un modelo, en todo su patético esplendor?

Desde hace cinco meses, todos los días y a cada hora, la realidad dicta estas preguntas y sus consecuencias directas. Los partidos de izquierda ya han formulado sus respuestas de rigor y, quizá por eso, han cosechado más de lo que incluso esperaban sembrar en plena tormenta. Se han quedado con las ahora raquíticas estructuras de las asambleas barriales, que en pleno verano llegaron a convocar a más de seis mil personas en Parque Centenario, la mayoría de las cuales han huido ante los discursos incendiarios que poco tenían que ver con sus necesidades puntuales. Como sintetizó mi vecino aquel domingo que le pregunté que había pasado en la asamblea interbarrial a la que no había podido asistir: «Pasó lo de siempre: un señor planteó que no tenía plata para pagar la luz y se terminó votando no pagar la deuda externa». En dos mesas redondas que se realizaron en la Feria del Libro, en abril pasado, varios intelectuales citaron burlonamente el ejemplo de la asamblea de Lugano, donde los activistas del MST propusieron realizar una bicicleteada en repudio al ataque norteamericano a Afganistán.

Sin embargo, reducir a estas cuestiones el rol de la izquierda argentina en estos días es mirar la realidad con un solo ojo. El otro podría enfocar, por ejemplo, al triunfo que ha tenido una coalisión liderada por el Partido Obrero al frente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), aquel bastión de Franja Morada desde el cual se maneja no sólo el destino de la protesta de la más importante masa de estudiantes universitarios de la Argentina, sino un presupuesto de más de seis millones de pesos anuales. El ahora presidente de la FUBA es Iván Lendl, un estudiante con 8 de promedio, fundador de un movimiento que lleva el significativo nombre de Tontos, pero no Tanto. En el poco tiempo que lleva en su cargo ha logrado mejorar la calidad de los apuntes y bajar sus precios, concursar aquellos puestos de trabajo que siempre quedaban en manos de los adeptos y organizar, en plena Plaza Houssay, una verdadera puesta en escena en defensa de la universidad pública. Al asumir Lendl declaró: «Somos la Fuba piquetera». El Partido Obrero, justamente, cumple eficientemente su rol en el movimiento piquetero y ha organizado el pasado mayo una reunión nacional para proclamar su plan de acción: imaginen cual.

También es cierto que, en busca de soluciones prácticas, las asambleas derivaron -entre otras cosas- en los clubes de trueque, donde hoy se negocia -a espaldas de todo el sistema capitalista imperial- el 10 por ciento de las transacciones económicas argentinas. Una cátedra de la Facultad de Economía se ha dedicado no sólo a estudiar, sino a asesorar a la Red del Trueque Solidario. Según los datos del profesor Jorge Marchini, en el Gran Buenos Aires, «un 58% de los concurrentes habituales a los nodos de intercambio son desocupados y un 66% de ellos indican que el trueque tiene una importancia central para el aprovisionamiento de los alimentos básicos de sus hogares». Sin bien, como señala Marchini » esta economía de subsistencia no es en sí misma una solución o alternativa para el desarrollo social y productivo del país», conforma al menos un fenómeno que merece ser analizado no solo desde el punto de vista económico, sino cultural, ya que se basa esencialmente en el rescate de valores tales como «el trabajo, la iniciativa, la participación, la gestión democrática y la colaboración» y hasta en un sistema primitivo de intercambio en donde la necesidad manda. Conozco incluso a varios expertos en marketing, verdaderos gurúes del ramo, que están realizando seguimientos pormenorizados sobre los clubes del trueque y cuyas conclusiones oscilan entre el espanto y el encanto.

Conozco, también, la tarea de Luis Perego, un ingeniero químico, diplomado en gestión en Chile y master en administración de empresas de la Universidad de La Plata, responsable de una cooperativa que reúne a una docena de profesionales con la misión de gerenciar empresas en terapia intensiva. Su gran éxito tiene un nombre legendario: SIAM.

Perego y su equipo idearon un sistema que hoy produce 1.200 cocinas por mes. El 40% de los ingresos que generan (entre cien mil y ciento cincuenta mil pesos por mes) se destina al pago del quiebra de Aurora. El resto permite el funcionamiento de la planta y el pago de un salario de entre 400 y 500 pesos por mes a los 70 miembros de la cooperativa que hoy es SIAM. Cada producto -en este país de inflación impredecible- se vende en cuotas. Las dos primeras, cubren los costos; con la tercera se entrega el aparato y el resto, es rentabilidad. Ahora están diseñando un complejo industrial en el mismo predio, para reunir allí a los proveedores y compartir costos operativos con ellos. Ya sumaron diez empresas. El proyecto es que, en seis meses, el complejo SIAM reúna a 1.500 trabajadores, todos organizados horizontal y democráticamente en cooperativas, sin gerentes ni jefes. Para Perego, el éxito no depende ni del futuro de la macroeconomía argentina, ni de la destreza con que diseñen el plan. «El gran secreto es que nadie estafe a nadie. Eso es lo que nos permitirá hacer historia o ser historia», sintetiza.

LAS PALABRAS. Fue Nicolás Casullo quien en plena crisis confesó: «La globalización nos plantea como nunca la dificultad de explicarnos a nosotros mismos. Es imposible explicarle a nadie el drama argentino. La idea de una multitud global o de un ciudadano global como plantea Tony Negri no nos sirve absolutamente para nada. Creo que si tendríamos que pensar una nueva política, tendríamos que pensarla desde las absolutas carencias en las que estamos situados. Estamos condenados a la barbarie de tener que pensar lo económico y nada mas que lo económico. Sin embargo, desde esa circunstancia se habilita la posibilidad de pensar por qué no ha quedado nada en términos políticos. Tenemos el recorrido no de lo lleno, sino de lo absolutamente vacío».

El vacío, entonces, es algo que es necesario llenar, pero para hacerlo no solo hay que saber cómo, sino acertar dónde. No encuentro mejor ejemplo de un desacierto que el editorial de la revista Punto de Vista de febrero en donde se señala: » Es interesante notar que desde las primeras manifestaciones hasta el estado de virtual asamblea general que se ha desarrollado en estas semanas en los barrios de Buenos Aires, el repudio por la política de estos grupos los ha hecho identificarse sólo como «vecinos»: podríamos decir, la reducción de la idea de ciudadanía a su mínima expresión, la sociedad de fomento o, mejor, el consorcio. Un consorcio que cuando piensa la crisis lo hace con una visión autoindulgente de su rol en ella, y que cuando piensa la democracia, piensa en la expresión sin mediaciones de la suma simple de sus demandas».

Tampoco encuentro un mejor ejemplo de sensibilidad que las palabras pronunciadas por el filósofo Alejandro Rotzichner, en un debate realizado en la Feria del Libro. Allí Rotzichner -a quién no leo habitualmente ni conozco personalmente- proclamó. «La nueva cultura política necesita que los ciudadanos -intelectuales o no-, seamos más diseñadores de situaciones que analistas de lo social. No pretendo que el análisis sea eliminado, sino que sea puesto en función de una acción. Esta nueva militancia no debe crítica, sino creativa. No está basada en el sacrificio, sino en el entusiasmo. No describe catástrofes, sino que ama el mundo. No se obsesiona con el pasado, sino que apuesta al futuro y quiere el presente. Y se centra únicamente en nuestro deseo: ¿Qué queremos que pase en la sociedad? Ser mas osados, más plásticos, con menos miedo, menos fatales y más confiados».

Quizá ser progresista hoy signifique tan solo y nada menos que tener esperanza.

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Cien

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Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día. 

La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán. 

En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.

En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas. 

Cien

En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica. 

Cien

En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

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Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.

En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

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Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.

Más información en www.observatorioluciaperez.org

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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

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Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.

Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

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“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

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Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

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Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


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