Sigamos en contacto

Nota

República Olavarría

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

¿Qué nos pasó en Olavarría? ¿Qué representa el Indio Solari en el contexto del mercado musical contemporáneo? ¿Cuáles y quiénes son los responsables del descontrol? Estas y otras preguntas son formuladas por Pablo Marchetti en esta nota que intenta abrir un debate sobre lo que somos cuando hay fiesta colectiva y masiva.
(por Pablo Marchetti) “Lo que nos pasó es lo que somos.”
Estas palabras pertenecen a Diego Rozengardt y forman parte de una carta que escribió el 2 de enero de 2005. Un día antes, su hermano, Julián Rozengardt, moría a los 18 años, tras 30 horas de agonía, como consecuencia de la asfixia y el daño físico irreversible sufrido en la masacre en el local de rock República Cromañón.
La frase abre el libro Generación Cromañón, editado por lavaca. Y fue elegida por una razón muy simple: es la mejor manera de entender qué es lo que pasó la noche del 30 de diciembre de 2004. Pero además, la frase se volvió profética, porque es también la mejor forma de explicar y de entender qué fue lo que (nos) pasó el sábado 11 de marzo de 2017 a la noche en Olavarría. Por eso este comienzo.
Lo que nos pasó y lo que somos es este inagotable manantial de pelotudez que intenta descifrar misterios a partir de chicanas o de prejuicios. Nos pasa y somos un montón de respuestas a preguntas que no sabemos cuáles son porque nunca nos las hicimos. Tenemos respuestas y no preguntas. Tuiteamos con seguridad banana porque no nos permitimos dudar.
Nos pasó y somos los heridos.
Nos pasó y somos los muertos.
Pero también nos pasa y somos los heridos sin chequear, los muertos que no fueron, la avalancha que no resultó tan mortal como pensábamos, como puteamos sin saber, como tuiteamos sin tener un solo dato de nada.
Nos pasó y somos la veneración acrítica a un ídolo y nos pasó y somos quienes reclamamos más policía y más controles cuando no podemos soportar lo que nos pasa y lo que somos.
La avalancha
Hace tiempo que los recitales del Indio Solari son uno de los fenómenos sociales y culturales más complejos del país. Por un lado, quienes se espantan por el descontrol, no entienden el sentido de pertenencia que implica estar ahí, el disfrute colectivo. Por otro, quienes veneran al ídolo no logran tomar la distancia sobre el sufrimiento que le fuimos sumando al placer en los últimos años. Y es lógico que alguien, desde afuera, piense que eso no es placer, que es sólo sufrimiento.
Es imposible entender lo que nos pasó y lo que somos sin tener en cuenta el placer que genera estar allí. Del mismo modo que es imposible entender el uso de drogas si no se entiende que siempre, en el comienzo y en varias instancias del consumo, hay placer. Si demonizamos el consumo, llegaríamos al absurdo de pensar que todo es una cuestión de autoflagelo. Y si bien la cosa puede terminar allí, el placer siempre es el comienzo. Sin contar el hecho de que no es lo mismo consumo que adicción.
Nadie nos obliga a tomar drogas, nadie nos obliga a comprarlas.
Nadie nos obliga a ir a ver al Indio, nadie nos obliga a comprar una entrada.
Nadie nos obliga a hacer una avalancha.
Nadie nos obliga a hacer pogo, nadie nos obliga a cantar las canciones, a pintar un trapo, a dedicar unas 48 horas de nuestras vidas para un recital que apenas dura dos. Ese es el problema: no nos damos cuenta de que no es que perdemos 46 horas de vida en viajes, accesos, estadía y todo el dispositivo logístico. No, nos sumergimos en una experiencia de 48 horas.
Simplemente, eso es lo que nos pasa, eso es lo que somos; ese ritual, esa mística, esa sensación. Pero nos pasa también que dejamos que las avalanchas de tiempo impuesto, de obligaciones digitadas, de placeres ordenados, invadan nuestra vida. Y en ese contexto, también somos la dignidad ricotera posible frente a esa avalancha. Porque es imposible desconocer todo lo bueno que representa el Indio: alta poesía, música sofisticada (quizá el último ejemplo de sofisticación masiva en la música popular argentina), autogestión, trinchera.
El malentendido
La masividad del Indio no es la masividad berreta de los famosos de la tele. En el mainstream del espectáculo, el Indio Solari sigue siendo una estrella contracultural, quien llegó al firmamento sin que nadie se diera cuenta, como un secreto a voces, a muchas voces. No es la masividad lo que llama la atención en el Indio: es la fidelidad expresada en términos tan masivos.
Nos pasa y somos un malentendido, porque todo comienza con un gran malentendido. Porque el Indio Solari es un gran malentendido. Un músico de una poesía oscura y críptica, de lecturas y consumos sibaritas, el último exponente de aquello que se llamó cultura rock. Como él mismo se definió siempre: un producto de la clase media. Sin embargo, en la necesidad de creer, fue erigido como un working class hero anti cheto.
Paradojas de la vida, el Indio termina tocando con una banda cuya base (bajo y batería) fueron los mismos que acompañaron a Gustavo Cerati en Bocanada (Fernando Nalé y Martín Carrizo), el primer disco solista de Gustavo post Soda Stereo. Nos pasa y somos el infame grito que indica que uno se la come y el otro se la da, aunque la realidad es tan cambiante que seguramente, en esa relación a uno a veces le toca una cosa y otras veces le toca otra.
Nos pasó y somos personas que necesitamos encontrarnos con nuestros pares. Que disfrutamos de la identificación colectiva: pasa en las marchas políticas, pasa en las peregrinaciones a Luján, pasa en las canchas de fútbol. Necesitamos cantar, compartir, disfrutar. No nos bastan los grupos de Facebook, ni los de Whatsapp. Queremos más, necesitamos más: estar, sentir, compartir.
Nos pasa y somos quienes necesitamos reconocernos, pero al mismo tiempo estamos muy sacados. Perdimos la brújula del disfrute, nos volvimos violentos, nos cagamos en el otro. Vamos a ver un recital masivo y necesitamos protagonizarlo, cuando no nos animamos a subirnos a un escenario propio y minúsculo. Necesitamos encontrarnos pero estamos desesperados por que nos miren, por que nos reconozcan. Y entonces nos pasa que inventamos monstruos. Y entonces somos quienes no teníamos idea que éramos.
No hay Indio Solari si nosotros no permitimos que haya Indio Solari.
No hay medios si nosotros no permitimos que haya medios.
No hay avalanchas si no permitimos que haya avalanchas.
No hay heridos si no permitimos que haya heridos.
La policía ya está lo suficientemente descontrolada y violenta como para que tengamos que ahorrarles el trabajo. Es ridículo: como si las chicas detenidas después de la marcha del 8 de marzo, mientras comían pizza y tomaban cerveza, se hubieran entregado solas.
Nos pasa que no nos hacemos cargo. Y cuando todo se desborda, reclamamos cosas sin sentido y a contramano de aquello que pregonábamos. Si hasta somos capaces de pedir más efectivos policiales o controles estatales, como si realmente creyéramos que la Policía o el Estado están de nuestro lado. Nos pasa que no nos escuchan. Somos quienes no escuchamos.
El límite es muy delicado. Por un lado está la necesidad de asumir eso que somos. Por otro, evitar que el hacernos cargo no implique dejar de lado las responsabilidades reales de alguna gente. Es cierto, sin pogo no hay avalancha. Pero sin controles es lógico que haya desbordes. Si el Estado no es capaz de garantizar esto, no se entiende para qué existe.
Todas las responsabilidades, todas
Quizá sea bueno volver a Cromañón para entender el asunto. Es cierto, en aquel momento se pagaron coimas para obtener habilitaciones, hubo corrupción gubernamental y policial, negligencia (cuando no complicidad) de los organizadores, desde Chabán a Callejeros, condiciones de seguridad lamentables y un montón de irregularidades gravísimas más, que está bien que sean penadas.
Si se comprueba que el Indio vendió más entradas que la capacidad del lugar, y esto provocó la avalancha, si tiene responsabilidad en esas muertes, debería ir preso. Y así como Cromañón significó la destitución y el fin de la carrera política de Aníbal Ibarra, el recital de Olavarría debería provocar la destitución y el fin de la carrera política del intendente Ezequiel Galli. Por no hablar de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal.
Todas estas responsabilidades deberían ser penadas severamente. Pero sin pogo ni empujones, no había avalancha. Del mismo modo que en Cromañón, sin gente prendiendo fuego bengalas en un lugar cerrado, no había humo ni asfixia.
Fin del periodismo
Lo del Indio en Olavarría tuvo un agravante: la reacción de los medios. Lo que hicieron los grandes medios de comunicación fue vergonzoso. Un bochorno que va más allá de cualquier “grieta” cosmética con que intentan disfrazarnos la realidad. TN, C5N, Infobae o Télam fueron  los casos más insólitos de desinformación. Pero la lista podría seguir, porque es larguísima, e incluiría a la mayoría de los diarios, portales y canales de noticias.
La mejor cobertura de la masacre la realizó un periodista desde su cuenta de twitter: Facundo Pedrini, de Crónica TV. En el momento en que twitter era una cloaca de opinólogos de todo tipo diciendo cualquier cosa, tratando de utilizar la masacre para cuidar su kiosquito, Facundo se dedicó a difundir datos de la gente, a mostrar fotos y nombres de gente cuyo paradero se desconocía, o de quienes iban saliendo del infierno.
Sí, lo de los medios fue un bochorno. Pero, ¿nos sorprende? ¿De verdad nos sorprende? ¿No eran demasiadas las señales de que estaba en lo cierto, otra vez, lavaca cuando habló de “el fin del periodismo y otras buenas noticias”? Le reclamamos a los medios algo que sabemos que los medios no son. Necesitamos ese punto de vista, aunque más no sea para indignarnos, para denostar este accionar.
Nos pasa y somos esos medios. O peor aún: nos pasan esos medios y somos quienes necesitamos definirnos a partir de esos medios. ¿Alguien nos obliga a verlos? ¿O forma parte del mismo ritual autodestructivo que nos lleva a transformar una fiesta en una masacre? ¿No es esa lógica venenosa la misma que nos llevó a resignarnos a que la celebración puede terminar en tragedia?
Tan condicionados estamos por estos discursos que hoy alguien podría decir, con razón: “Bueno, pero al final los muertos no fueron tantos como se pensaba y hasta ahora nadie tiene la certeza de que alguien haya muerto por una asfixia provocada por una avalancha”. Y algo de eso hay. ¿Cómo hacer entonces para encontrar el equilibrio entre no caer en la trampa de los medios que no informan o dicen cualquier cosa, y no dejar de ver el daño que nos hacemos en nombre de la fiesta, del placer, del ritual?
Los medios desinformando, la autodestrucción como parte del goce, el reviente como forma constitutiva del placer, el prejuicio que impide todo análisis, el miedo a quedarnos solos sin compañía y sin fe si abandonamos la misa: todo eso nos pasó. Todo eso es lo que somos. Y esto es lo que va a seguir pasándonos y lo que vamos a seguir siendo, si no nos hacemos cargo de lo que nos pasa, de lo que somos.

Nota

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.

Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


Seguir leyendo

Nota

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»

La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.

Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.

«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.

La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Seguir leyendo

Nota

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente.