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Sin patrones: malnutrición y cuerpos disidentes

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El trastorno alimentario es una de las principales patologías argentinas. De la anorexia a la obesidad, pasando por la sexualidad y el feminismo, ¿cómo sacudirse los mandatos? El derecho a la salud. Qué es lo sano, lo enfermo, y la violencia contra el cuerpo. Por Elisa Corzo.
Aramis tenía entonces 16 años. Era un día de calor, tan húmedo y agobiante como pueden ser los veranos en Berisso. Él evitaba la pileta, pero esa vez los amigos le insistieron y quiso probar suerte. En el camino a la revisación médica su cabeza era masacrada por la convicción de que le sobraba carne para estar ahí. De repente, se cruzó con un amigo del hermano, el típico lindo, atlético y ganador. Lo miró de arriba a abajo, y dijo una frase que lo marcaría para (casi) siempre: “Miralo, se parece a una campana”.
“Esas palabras me causaron una cicatriz que de vez en cuando se resquebraja, y se llama anorexia”, escribió Aramis Lascano muchos años después en la revista platense Otro viento. Allí y por primera vez en su vida pudo hacer público lo que vivió en los años siguientes, cuando llegó a pesar 47 kilos tras un año y medio de saltear comidas y hacer mucho deporte.
Su historia no es un caso aislado: la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA) dio a conocer los estudios internacionales de Mervat Nasser, según los cuales en Argentina el 29% de la población sufre algún tipo de trastorno alimentario. El estudio ubicó a nuestro país en el segundo lugar con más casos después de Japón. Los datos locales fueron aportados ALUBA y su titular, Mabel Bello, aclara a MU que surgieron de encuestas realizadas en escuelas secundarias.
Aramis hoy tiene hoy 27 años, es abogadx y activista LGBTI, y trabaja junto a travestis y trans de La Plata. Le cuesta reconstruir algunos hechos de sus tiempos flacos, pero sí detecta con claridad algunos factores desencadenantes: el cambio de la escuela pública a la privada, el no sentirse cómodo en ese ambiente “cheto y discriminatorio”, una familia muy atravesada por el machismo, y la adolescencia misma: “Yo era gordo y en ese momento, que me consideraba heterosexual, sentía que no podía generar atracción hacia ninguna mujer”.
El click llegó tras una reunión de trabajo con dos compañeras de militancia. En un momento de la conversación, una de ellas reveló: “Yo fui anoréxica”.
La otra le responde: “Yo también”.
Y Aramis: “Yo también”.
Lo más importante, dice Aramis, es “salir del silenciamiento”.

Modelos de salud

María Teresa Panzitta es psicóloga, danzaterapeuta, docente e investigadora. Coordina el servicio de Trastorno Alimentario (T.A.) y Obesidad del Hospital municipal Durand.
Panzitta explica que el trastorno alimenticio se desata en la adolescencia y cada vez a edades más tempranas. Así lo confirma el estudio realizado en 2014 por la Facultad de Psicología de la UBA y coordinado por la Dra Guillermina Rutsztein, entre más de 1.000 jóvenes de entre 13 y 19 años de Capital Federal y Gran Buenos Aires. El mismo estima que casi el 10% de las chicas y el 1,6% de los chicos sufren algún Trastorno Alimentario No Específico (TANE).
La especialista aclara que la irrupción del trastorno tiene que ver con el despertar sexual, que pone en primer plano la mirada del otrx. También hay una psicopatología de base y condiciones culturales que van preparando el terreno.
Entre estas últimas apunta a los cánones de belleza y cuerpo. Sobre las mujeres, dice, recae el mandato de ser atractiva, que en nuestra sociedad es sinónimo de ser delgada. Como contracara, se construye la idea de “que ser gorda es ser desagradable”, asegura Panzitta. Los estereotipos también recaen sobre los varones aunque mayormente como “vigorexia, que es la obsesión por tener mucha masa muscular, de ser fibroso, pero no gordo”.
Maximiliano Luna, jefe de Salud Mental en el Hospital Fernández, aporta su mirada desde la psiquiatría: explica que la bulimia y la anorexia hablan de una “falla primaria en la configuración de la identidad, donde no se pudo construir un sujeto de deseo que pueda armar su vida en relación a su cuerpo, y entonces lo niega”.
Por su parte, Mabel Bello, titular de ALUBA, también psiquiatra, hace hincapié en que se trata de “patologías sociales”, que se originan al haber fallas en la comunicación y, en consecuencia, en los encuentros sociales. Ese fracaso, detalla, lleva a que la persona dirija su energía al ideal de ser flaco como garantía de éxito social.
Lxs tres especialistas subrayan la importancia del trabajo en equipo, coordinado e interdisciplinario para responder a una problemática asimismo compleja. En ese sentido, el Durand tiene un servicio modelo: se sostiene desde hace más de 30 años, produce investigaciones y organiza congresos específicos.
Además del diagnóstico, el tratamiento que proponen es individual, grupal e incluye al grupo familiar. Hay talleres de danza para trabajar la percepción del cuerpo y talleres de sensorialidad para distinguir el hambre de la saciedad y recuperar el vínculo alimentario.
Panzitta aclara que si bien la bulimia y la anorexia no son problemas con la comida, sí se expresan en ella. Por eso, insiste en la importancia de cuidar el vínculo alimentario desde la niñez. Al hablar de la “no dieta”, perspectiva desde la que trabajan, dice: “El trastorno alimentario siempre empieza con una dieta”, sentencia. “Al niño no le tenés que generar la sensación de que tiene que estar a dieta porque está gordo. Estar a dieta no es tener que adelgazar”.
Por su parte, Bello describe que buscan trabajar con un enfoque social: “No es solo enseñar a comer, sino que lo difícil es re-socializar porque de lo contrio, en la siguiente frustración en el encuentro social, van a volver a la patología alimentaria. Por eso hacemos mucho énfasis en los encuentros, en bailes, teatro. Y hay talleres de entrenamiento con las familias para que sepan cómo ayudar”.
Este tipo de abordajes supone “un gran desafío para el sistema público de salud”, plantea Maximiliano Luna. La complejidad de la patología lo demanda: “Un hospital no puede funcionar con gente ad honorem y eso pasa en los hospitales de la Ciudad”, apunta. En efecto, el servicio de Trastorno Alimentario del Hospital Fernández que él integraba se disolvió el año pasado por esa causa.
Pese a los problemas, en los hospitales públicos hay equipos que abordan la cuestión interdisciplinariamente, a diferencia de los hospitales privados. “Para acceder a un tratamiento hay una cuestión burocrática muy compleja. Hay una admisión, un cupo de sesiones y no se trabaja en equipo, se trabaja con una cartilla”.
Bello, que también tiene una gran trayectoria en el sistema público (desde 1983 dirigió el servicio de salud mental del Hospital Udaondo) también es crítica sobre la respuesta de los gobiernos. Para ella “hay un prejuicio que aún perdura de que es una enfermedad de la raza blanca y de la clase alta. Y eso no es así. Nosotros hicimos un trabajo en la villa La Cava y encontramos una cantidad enorme de chicas con bulimia y anorexia. En las clases menos favorecidas la ilusión de triunfar a través del cuerpo predispone mas fácilmente a la patología. En el Estado no se le da la importancia que tiene. Son patologías un poco misteriosas, otro poco vergonzantes, de las que no se habla mucho, pero causan estragos en chicos que debieran crecer con seguridad”.

El sistema en el cuerpo

La ley 26.396 declara de interés nacional la prevención y control de los Trastornos Alimentarios. En los medios, circuló como `la ley de la obesidad´ y fue impulsada por el médico y empresario mediático Alberto Cormillot. Fue aprobada y promulgada en 2008, pero nunca reglamentada. Para Mabel Bello es un dato del desinterés de los gobiernos en el asunto.
El otro aspecto crucial es el rol de una industria alimentaria que culpabiliza a los consumidores mientras vende productos y bebidas que rellenan y enferman con químicos, saborizantes, colorantes y aditivos que recubren lo esencial: grasa, sal y azúcar, todo de baja o nula calidad nutricional. La obesidad es solo la manifestación más visible de los efectos de la mala alimentación (MU 129: Súper trampa).
En tanto, el análisis de la normativa permite dar cuenta de los discursos que circulan socialmente en torno a la temática. Por ejemplo, ya la definición de Trastorno Alimentario deja bastante tela para cortar. En su artículo 2º, la ley señala que se debe entender a “la obesidad, a la bulimia y a la anorexia nerviosa” como enfermedades relacionadas con “inadecuadas formas de ingesta alimenticia”. Esto deriva en que las intervenciones que plantea se acoten a promover estilos de vida y de alimentación saludables, a incluir los tratamientos en las prestaciones de las obras sociales o a regular ciertos nichos del mercado/publicidad.
Nicolás Cuello y Laura Contreras se autoproclaman “activistas gordxs”, definiendo así una militancia que reivindica y parte de la politización de sus trayectorias bio-clínico-políticas. Ellxs dedican un capítulo del libro Cuerpos sin patrones a denunciar lo que enmascara una ley que patologiza los cuerpos gordxs siguiendo las prerrogativas de organismos internacionales como la FAO (Organización de Alimentación y Cultura Alimentaria de la ONU) y la OMS (Organización Mundial de la Salud).
Disparan: “Lo curioso es que al mismo tiempo que se define y ataca a la gordura como una enfermedad por sí misma, la propia corporación médica-farmacológica tiene serias dificultades a la hora de señalar algo básico: las causas de la presunta enfermedad y su tratamiento”. La patologización abstrae a la gordura de cualquier complejidad social e invisibiliza a un “sistema neoliberal de producción y control de cuerpos/subjetividades”, dicen en el libro, que establece parámetros de normalidad y patologiza corporalidades que señala como “impropias”, “inadecuadas”, “descalificadas”.
Otras claves que proponen para la lectura crítica de la Ley son: la culpabilización de las personas gordas, la asimilación de lo “saludable” como aquello “no engordante”, el silenciamiento de la discriminación, y la equiparación de experiencias singulares y complejas como la bulimia, la anorexia y la obesidad. En ese marco, denuncian “la fuerte carga moral y discriminatoria del discurso médico” que se materializa en la ley, así como “los intereses comerciales de quienes lucran con la venta de tratamientos y productos adelgazantes, tengan o no aval médico”.
Laura y Nicolás declaran: “Nosotrxs queremos hablar de diversidad corporal y discutimos esa ficción de cuerpo normal/saludable que es delgado/atlético y fibroso, y que representa únicamente dos extremos desviados: gordura y anorexia. Como desde hace décadas movimientos de la diversidad funcional, feministas, lesbianas, trans e intersexuales, ponemos en cuestión el modelo paternalista de la medicina y su jurisdicción absoluta sobre los cuerpos de lxs pacientes/padecientes”.
Así, la propuesta no pasa por el discurso de la aceptación, del llamado a no discriminar, a quererse a unx mismo, sino que busca provocar una “revuelta de los cuerpos gordos contra la policía de la normalidad corporal”.

Recetas feministas

Florencia tiene 21 años, vive Avellaneda y estudia Comunicación en la UBA. En el verano de 2017 comenzó un tratamiento por bulimia. Con su pañuelo verde atado a la mochila, relata: “De chica era muy gorda, luego bajé mucho de peso. Durante seis meses comía una o dos veces por día, y andaba a las corridas, porque trabajaba en Mc Donald’s. Mi alimentación era horrible: comida chatarra. Y los comentarios no eran ‘che, ¿estás comiendo?, ¿comés verduras, leche, nutrientes?’. Me decían: ‘Estás re linda, estás re flaca’. Y ahí te das cuenta que ser flaco está bien visto, aunque te estés alimentando muy mal”.
Para Florencia la bulimia y la anorexia son enfermedades sociales. Cando bajó de peso a la mitad, de golpe, nadie se asustó: “Si es al revés, y acá a enero engordo el doble, la gente se preocuparía. Me pasó: cuando empecé a engordar sentí el contraste de ser o no flaca. Y empecé con la bulimia”.
Parafrasea a Señorita Bimbo -actriz y comediante-: “El amor propio no alcanza para enfrentarte a la sociedad y decir me quiero así como soy. Porque constantemente te sentís excluida. ¡No está bueno ser gorda!, aunque estés sana. Te dicen: ‘sos linda, pero si fueras flaca serías hermosa’”.
Cuando la familia de Florencia descubrió que tenía bulimia, acordaron iniciar un un tratamiento en ALUBA que abandonó al poco tiempo. Le daba culpa que su mamá gastase allí casi todo el sueldo. La modalidad de internación le dificultaba cursar y no se sentía cómoda con las reglas del lugar. Entonces, acudió a la clínica de su obra social donde consigue turnos con los distintos especialistas cada tres semanas. Florencia admite que ese tratamiento le ayuda, pero “porque no llegué, todavía, a un punto tan grave”.
Otro factor que la ayudó a salir fue la facultad. “Me interesé más en conocer otras cosas, estudiar y leer. Mi cuerpo y el cómo me ven pasó a un segundo plano: se trata de ver a qué le das importancia”. Su relación con el feminismo también fue clave: “El feminismo te cura un montón de cosas sobre vos misma. Te dejás de odiar. Yo pasé 20 años metiéndome en la cabeza que tengo que ser flaca y, cuando lo logré, poco más me muero en el intento de mantener ese peso. El feminismo va peleando con todas esas opresiones y apunta a que podamos decir ¿cuál hay si soy gorda?, ¿cuál hay si no me depilo?, ¿cuál hay si no soy la piba que querés que sea? Tiene que ver con una violencia capitalista: para ser perfecta tenés que gastar un montón de plata”.
Aramis Lescano también habla del “hermoso feminismo” como el que le dio herramientas y lxs compañerxs con lxs cuales deconstruir el género, la sexualidad y también, repensar la anorexia: “La anorexia me parece una cuestión de salud pero no sé si una enfermedad: me cuesta verla en el consultorio. La veo como parte de un sistema que disciplina cuerpos que están atravesados por un montón de vulnerabilidades: no es que a mí se me ocurrió dejar de comer de un día para el otro”.
Florencia comenzó su relación con el feminismo en 2015, cuando descubrió “un mundo nuevo”.
“Era de esas chicas que decían: ‘mirá lo que se puso, es re puta’. Nos educan para odiar a la otra pero, si nos unimos todas, somos más fuertes que cualquier Cacho Castaña. De a poco fui rompiendo esas cadenas invisibles. Es como dicen: el que no se mueve no siente sus cadenas, y yo no me daba cuenta de que estaba tan atada al sistema machista. Llevar a la práctica eso que ves en los carteles de las marchas es lo que termina siendo muy liberador”.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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