CABA
Sin patrones: malnutrición y cuerpos disidentes
El trastorno alimentario es una de las principales patologías argentinas. De la anorexia a la obesidad, pasando por la sexualidad y el feminismo, ¿cómo sacudirse los mandatos? El derecho a la salud. Qué es lo sano, lo enfermo, y la violencia contra el cuerpo. Por Elisa Corzo.
Aramis tenía entonces 16 años. Era un día de calor, tan húmedo y agobiante como pueden ser los veranos en Berisso. Él evitaba la pileta, pero esa vez los amigos le insistieron y quiso probar suerte. En el camino a la revisación médica su cabeza era masacrada por la convicción de que le sobraba carne para estar ahí. De repente, se cruzó con un amigo del hermano, el típico lindo, atlético y ganador. Lo miró de arriba a abajo, y dijo una frase que lo marcaría para (casi) siempre: “Miralo, se parece a una campana”.
“Esas palabras me causaron una cicatriz que de vez en cuando se resquebraja, y se llama anorexia”, escribió Aramis Lascano muchos años después en la revista platense Otro viento. Allí y por primera vez en su vida pudo hacer público lo que vivió en los años siguientes, cuando llegó a pesar 47 kilos tras un año y medio de saltear comidas y hacer mucho deporte.
Su historia no es un caso aislado: la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA) dio a conocer los estudios internacionales de Mervat Nasser, según los cuales en Argentina el 29% de la población sufre algún tipo de trastorno alimentario. El estudio ubicó a nuestro país en el segundo lugar con más casos después de Japón. Los datos locales fueron aportados ALUBA y su titular, Mabel Bello, aclara a MU que surgieron de encuestas realizadas en escuelas secundarias.
Aramis hoy tiene hoy 27 años, es abogadx y activista LGBTI, y trabaja junto a travestis y trans de La Plata. Le cuesta reconstruir algunos hechos de sus tiempos flacos, pero sí detecta con claridad algunos factores desencadenantes: el cambio de la escuela pública a la privada, el no sentirse cómodo en ese ambiente “cheto y discriminatorio”, una familia muy atravesada por el machismo, y la adolescencia misma: “Yo era gordo y en ese momento, que me consideraba heterosexual, sentía que no podía generar atracción hacia ninguna mujer”.
El click llegó tras una reunión de trabajo con dos compañeras de militancia. En un momento de la conversación, una de ellas reveló: “Yo fui anoréxica”.
La otra le responde: “Yo también”.
Y Aramis: “Yo también”.
Lo más importante, dice Aramis, es “salir del silenciamiento”.
Modelos de salud
María Teresa Panzitta es psicóloga, danzaterapeuta, docente e investigadora. Coordina el servicio de Trastorno Alimentario (T.A.) y Obesidad del Hospital municipal Durand.
Panzitta explica que el trastorno alimenticio se desata en la adolescencia y cada vez a edades más tempranas. Así lo confirma el estudio realizado en 2014 por la Facultad de Psicología de la UBA y coordinado por la Dra Guillermina Rutsztein, entre más de 1.000 jóvenes de entre 13 y 19 años de Capital Federal y Gran Buenos Aires. El mismo estima que casi el 10% de las chicas y el 1,6% de los chicos sufren algún Trastorno Alimentario No Específico (TANE).
La especialista aclara que la irrupción del trastorno tiene que ver con el despertar sexual, que pone en primer plano la mirada del otrx. También hay una psicopatología de base y condiciones culturales que van preparando el terreno.
Entre estas últimas apunta a los cánones de belleza y cuerpo. Sobre las mujeres, dice, recae el mandato de ser atractiva, que en nuestra sociedad es sinónimo de ser delgada. Como contracara, se construye la idea de “que ser gorda es ser desagradable”, asegura Panzitta. Los estereotipos también recaen sobre los varones aunque mayormente como “vigorexia, que es la obsesión por tener mucha masa muscular, de ser fibroso, pero no gordo”.
Maximiliano Luna, jefe de Salud Mental en el Hospital Fernández, aporta su mirada desde la psiquiatría: explica que la bulimia y la anorexia hablan de una “falla primaria en la configuración de la identidad, donde no se pudo construir un sujeto de deseo que pueda armar su vida en relación a su cuerpo, y entonces lo niega”.
Por su parte, Mabel Bello, titular de ALUBA, también psiquiatra, hace hincapié en que se trata de “patologías sociales”, que se originan al haber fallas en la comunicación y, en consecuencia, en los encuentros sociales. Ese fracaso, detalla, lleva a que la persona dirija su energía al ideal de ser flaco como garantía de éxito social.
Lxs tres especialistas subrayan la importancia del trabajo en equipo, coordinado e interdisciplinario para responder a una problemática asimismo compleja. En ese sentido, el Durand tiene un servicio modelo: se sostiene desde hace más de 30 años, produce investigaciones y organiza congresos específicos.
Además del diagnóstico, el tratamiento que proponen es individual, grupal e incluye al grupo familiar. Hay talleres de danza para trabajar la percepción del cuerpo y talleres de sensorialidad para distinguir el hambre de la saciedad y recuperar el vínculo alimentario.
Panzitta aclara que si bien la bulimia y la anorexia no son problemas con la comida, sí se expresan en ella. Por eso, insiste en la importancia de cuidar el vínculo alimentario desde la niñez. Al hablar de la “no dieta”, perspectiva desde la que trabajan, dice: “El trastorno alimentario siempre empieza con una dieta”, sentencia. “Al niño no le tenés que generar la sensación de que tiene que estar a dieta porque está gordo. Estar a dieta no es tener que adelgazar”.
Por su parte, Bello describe que buscan trabajar con un enfoque social: “No es solo enseñar a comer, sino que lo difícil es re-socializar porque de lo contrio, en la siguiente frustración en el encuentro social, van a volver a la patología alimentaria. Por eso hacemos mucho énfasis en los encuentros, en bailes, teatro. Y hay talleres de entrenamiento con las familias para que sepan cómo ayudar”.
Este tipo de abordajes supone “un gran desafío para el sistema público de salud”, plantea Maximiliano Luna. La complejidad de la patología lo demanda: “Un hospital no puede funcionar con gente ad honorem y eso pasa en los hospitales de la Ciudad”, apunta. En efecto, el servicio de Trastorno Alimentario del Hospital Fernández que él integraba se disolvió el año pasado por esa causa.
Pese a los problemas, en los hospitales públicos hay equipos que abordan la cuestión interdisciplinariamente, a diferencia de los hospitales privados. “Para acceder a un tratamiento hay una cuestión burocrática muy compleja. Hay una admisión, un cupo de sesiones y no se trabaja en equipo, se trabaja con una cartilla”.
Bello, que también tiene una gran trayectoria en el sistema público (desde 1983 dirigió el servicio de salud mental del Hospital Udaondo) también es crítica sobre la respuesta de los gobiernos. Para ella “hay un prejuicio que aún perdura de que es una enfermedad de la raza blanca y de la clase alta. Y eso no es así. Nosotros hicimos un trabajo en la villa La Cava y encontramos una cantidad enorme de chicas con bulimia y anorexia. En las clases menos favorecidas la ilusión de triunfar a través del cuerpo predispone mas fácilmente a la patología. En el Estado no se le da la importancia que tiene. Son patologías un poco misteriosas, otro poco vergonzantes, de las que no se habla mucho, pero causan estragos en chicos que debieran crecer con seguridad”.
El sistema en el cuerpo
La ley 26.396 declara de interés nacional la prevención y control de los Trastornos Alimentarios. En los medios, circuló como `la ley de la obesidad´ y fue impulsada por el médico y empresario mediático Alberto Cormillot. Fue aprobada y promulgada en 2008, pero nunca reglamentada. Para Mabel Bello es un dato del desinterés de los gobiernos en el asunto.
El otro aspecto crucial es el rol de una industria alimentaria que culpabiliza a los consumidores mientras vende productos y bebidas que rellenan y enferman con químicos, saborizantes, colorantes y aditivos que recubren lo esencial: grasa, sal y azúcar, todo de baja o nula calidad nutricional. La obesidad es solo la manifestación más visible de los efectos de la mala alimentación (MU 129: Súper trampa).
En tanto, el análisis de la normativa permite dar cuenta de los discursos que circulan socialmente en torno a la temática. Por ejemplo, ya la definición de Trastorno Alimentario deja bastante tela para cortar. En su artículo 2º, la ley señala que se debe entender a “la obesidad, a la bulimia y a la anorexia nerviosa” como enfermedades relacionadas con “inadecuadas formas de ingesta alimenticia”. Esto deriva en que las intervenciones que plantea se acoten a promover estilos de vida y de alimentación saludables, a incluir los tratamientos en las prestaciones de las obras sociales o a regular ciertos nichos del mercado/publicidad.
Nicolás Cuello y Laura Contreras se autoproclaman “activistas gordxs”, definiendo así una militancia que reivindica y parte de la politización de sus trayectorias bio-clínico-políticas. Ellxs dedican un capítulo del libro Cuerpos sin patrones a denunciar lo que enmascara una ley que patologiza los cuerpos gordxs siguiendo las prerrogativas de organismos internacionales como la FAO (Organización de Alimentación y Cultura Alimentaria de la ONU) y la OMS (Organización Mundial de la Salud).
Disparan: “Lo curioso es que al mismo tiempo que se define y ataca a la gordura como una enfermedad por sí misma, la propia corporación médica-farmacológica tiene serias dificultades a la hora de señalar algo básico: las causas de la presunta enfermedad y su tratamiento”. La patologización abstrae a la gordura de cualquier complejidad social e invisibiliza a un “sistema neoliberal de producción y control de cuerpos/subjetividades”, dicen en el libro, que establece parámetros de normalidad y patologiza corporalidades que señala como “impropias”, “inadecuadas”, “descalificadas”.
Otras claves que proponen para la lectura crítica de la Ley son: la culpabilización de las personas gordas, la asimilación de lo “saludable” como aquello “no engordante”, el silenciamiento de la discriminación, y la equiparación de experiencias singulares y complejas como la bulimia, la anorexia y la obesidad. En ese marco, denuncian “la fuerte carga moral y discriminatoria del discurso médico” que se materializa en la ley, así como “los intereses comerciales de quienes lucran con la venta de tratamientos y productos adelgazantes, tengan o no aval médico”.
Laura y Nicolás declaran: “Nosotrxs queremos hablar de diversidad corporal y discutimos esa ficción de cuerpo normal/saludable que es delgado/atlético y fibroso, y que representa únicamente dos extremos desviados: gordura y anorexia. Como desde hace décadas movimientos de la diversidad funcional, feministas, lesbianas, trans e intersexuales, ponemos en cuestión el modelo paternalista de la medicina y su jurisdicción absoluta sobre los cuerpos de lxs pacientes/padecientes”.
Así, la propuesta no pasa por el discurso de la aceptación, del llamado a no discriminar, a quererse a unx mismo, sino que busca provocar una “revuelta de los cuerpos gordos contra la policía de la normalidad corporal”.
Recetas feministas
Florencia tiene 21 años, vive Avellaneda y estudia Comunicación en la UBA. En el verano de 2017 comenzó un tratamiento por bulimia. Con su pañuelo verde atado a la mochila, relata: “De chica era muy gorda, luego bajé mucho de peso. Durante seis meses comía una o dos veces por día, y andaba a las corridas, porque trabajaba en Mc Donald’s. Mi alimentación era horrible: comida chatarra. Y los comentarios no eran ‘che, ¿estás comiendo?, ¿comés verduras, leche, nutrientes?’. Me decían: ‘Estás re linda, estás re flaca’. Y ahí te das cuenta que ser flaco está bien visto, aunque te estés alimentando muy mal”.
Para Florencia la bulimia y la anorexia son enfermedades sociales. Cando bajó de peso a la mitad, de golpe, nadie se asustó: “Si es al revés, y acá a enero engordo el doble, la gente se preocuparía. Me pasó: cuando empecé a engordar sentí el contraste de ser o no flaca. Y empecé con la bulimia”.
Parafrasea a Señorita Bimbo -actriz y comediante-: “El amor propio no alcanza para enfrentarte a la sociedad y decir me quiero así como soy. Porque constantemente te sentís excluida. ¡No está bueno ser gorda!, aunque estés sana. Te dicen: ‘sos linda, pero si fueras flaca serías hermosa’”.
Cuando la familia de Florencia descubrió que tenía bulimia, acordaron iniciar un un tratamiento en ALUBA que abandonó al poco tiempo. Le daba culpa que su mamá gastase allí casi todo el sueldo. La modalidad de internación le dificultaba cursar y no se sentía cómoda con las reglas del lugar. Entonces, acudió a la clínica de su obra social donde consigue turnos con los distintos especialistas cada tres semanas. Florencia admite que ese tratamiento le ayuda, pero “porque no llegué, todavía, a un punto tan grave”.
Otro factor que la ayudó a salir fue la facultad. “Me interesé más en conocer otras cosas, estudiar y leer. Mi cuerpo y el cómo me ven pasó a un segundo plano: se trata de ver a qué le das importancia”. Su relación con el feminismo también fue clave: “El feminismo te cura un montón de cosas sobre vos misma. Te dejás de odiar. Yo pasé 20 años metiéndome en la cabeza que tengo que ser flaca y, cuando lo logré, poco más me muero en el intento de mantener ese peso. El feminismo va peleando con todas esas opresiones y apunta a que podamos decir ¿cuál hay si soy gorda?, ¿cuál hay si no me depilo?, ¿cuál hay si no soy la piba que querés que sea? Tiene que ver con una violencia capitalista: para ser perfecta tenés que gastar un montón de plata”.
Aramis Lescano también habla del “hermoso feminismo” como el que le dio herramientas y lxs compañerxs con lxs cuales deconstruir el género, la sexualidad y también, repensar la anorexia: “La anorexia me parece una cuestión de salud pero no sé si una enfermedad: me cuesta verla en el consultorio. La veo como parte de un sistema que disciplina cuerpos que están atravesados por un montón de vulnerabilidades: no es que a mí se me ocurrió dejar de comer de un día para el otro”.
Florencia comenzó su relación con el feminismo en 2015, cuando descubrió “un mundo nuevo”.
“Era de esas chicas que decían: ‘mirá lo que se puso, es re puta’. Nos educan para odiar a la otra pero, si nos unimos todas, somos más fuertes que cualquier Cacho Castaña. De a poco fui rompiendo esas cadenas invisibles. Es como dicen: el que no se mueve no siente sus cadenas, y yo no me daba cuenta de que estaba tan atada al sistema machista. Llevar a la práctica eso que ves en los carteles de las marchas es lo que termina siendo muy liberador”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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