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Subtes: el plebiscito le gana a los palos

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El plebiscito para la creación de un nuevo sindicato continúa hoy en la Línea B de Subterráneos de Buenos Aires, superando por ahora la situación de violencia se coló en los túneles el jueves pasado. En aquel momento, una patota denunciada como cercana a la burocracia de la UTA agredió a los trabajadores que estaban realizando en paz el plebiscito en la estación Congreso de Tucumán con el que, como había anunciado lavaca , se busca crear un sindicato que los represente genuinamente.

Subtes: el plebiscito le gana a los palos
Continúa realizándose el plebiscito convocado por los delegados de Subterráneos de Buenos Aires, hoy lunes en la línea B, con un triunfo hasta ahora por la propuesta de crear un nuevo sindicato que independice a los trabajadores de la conducción de la UTA (Unión Tranviarios Automotor) y les permita continuar un proceso de mejoras salariales y de condiciones de trabajo que bajo esa conducción sindical afín a la empresa Metrovías, serían impensables.
Esta posibilidad de decisión va venciendo, en realidad, a la provocación que sufrió el proceso electoral por parte de una patota que el jueves pasado golpeó a los trabajadores y destruyó una de las urnas. ¿Qué fue lo que ocurrió ese día?
“El plebiscito se estaba haciendo con toda normalidad, en el andén de la estación Congreso de Tucumán. De repente llegó un subte, y bajaron tipos con palos a pegarle a los trabajadores, romper las urnas, y asustar a la gente. Para mi tuvo que ver la UTA, obviamente, para romper otra vez más un proceso democrático. Y también la empresa. Y te digo más: la policía había estado hasta un ratito antes, y justo en ese momento no se habían ido. Esto fue muy pero muy grave, y se notaba que era algo programado”.
Así relató Nora Cortiñas a lavaca su experiencia del jueves 5, cuando participaba como observadora del plebiscito convocado por el cuerpo de delegados de Subterráneos de Buenos Aires para que los trabajadores definan la creación de un nuevo sindicato por fuera de la UTA (Unión Tranviarios Automotor). La violencia de estas burocracias viene creciendo en los últimos años y ya tuvo otros episodios previos.
Nora explicó: “Como los trabajadores convocaron a organismos para que presenciaran la limpieza del plebiscito, yo estuve allí, como estuvo también Fabio Basteiro (de la Central de Trabajadores Argentinos) y Victoria Donda (diputada, hija de desaparecidos). Hubo muchos golpeados, y por lo menos tres lastimados. A uno de los compañeros le rompieron el brazo. Yo me salvé justito porque me había movido para firmar un papelógrafo que habían puesto como un modo de certificar que habíamos estado allí”.
Roberto Pianelli confirmó –mientras corría a una asamblea de trabajadores- que al menos uno de los agredidos tiene una muñeca fracturada y están estudiando al resto de los golpeados. El plebiscito de los trabajadores de subterráneos se había iniciado en la estación Congreso de Tucumán a las 5 de la mañana, y derivó en una provocación y enfrentamiento cerca del mediodía, concretada por una patota que, en lo que ya es un cáncer recurrente en la vida social argentina, buscó interrumpir un proceso sindical democrático.
Aquí reproducimos el texto completo del artítulo publicado por lavaca horas antes, que acaso brinde claves para comprender el fondo de esta agresión.
“Democracia o burocracia sindical
El parto subterráneo”

“Nosotros no dividimos al crear un nuevo sindicato. Al contrario. La burocracia fue la que dividió cuando aceptó que hubiera precarizados y tercerizados, cuando negocia perjudicando nuestros salarios, cuando aceptan que haya dirigentes en componendas y trabajadores tratados como tarados, cuando el sindicato se pone contra los trabajadores y mandan patotas a asustarte y a pegarte”.
Roberto Pianelli explica así el fondo de una decisión que implica la búsqueda de libertad y autonomía sindical para unos 3.500 trabajadores de los subterráneos. Desde el 5 de febrero (empezando por la línea D) hasta el 11, tanto en subtes como en el Premetro se plebiscitará la creación de un nuevo sindicato que los agrupe fuera de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) gremio cuyo grado de agresividad y desinterés hacia los trabajadores ya es un clásico en el sindicalismo argentino. El plebiscito tal vez sea el paso inicial para el nacimiento de la Asociación Gremial de Trabajadores de Subterráneos y Premetro, “aunque todos nos seguirán conociendo como los metrodelegados, o el sindicato del subte”.
No sólo no se trata de dividir, sino de poner en práctica elementos de la legislación vigente (como la ley 23.551 de Asociaciones sindicales), o el fallo de la Corte Suprema y el convenio 98 de la Organización Internacional del Trabajo sobre el derecho de sindicación y negociación colectiva, que avalan, dicen los trabajadores en un comunicado “la posibilidad de crear por parte de los trabajadores su propia organización sindical”.
En cierto modo, ya lo habían hecho.
Pianelli es uno de los 24 integrantes del cuerpo de delegados de Subterráneos de Buenos Aires. Ese cuerpo es la forma organizativa que en los últimos años logró una serie de mejoras (antes se las llamaba “conquistas”) impensables en tiempos de menemismo, neoliberalismo, privatizaciones, fin de la historia, crisis 2001 y otras recordadas guillotinas.
Los trabajadores del subte, en preservación de sus cabezas, tomaron la defensa gremial en sus propias manos durante estos años, mientras la conducción de la UTA (Unión Tranviarios Automotor, que congrega principalmente a los choferes de colectivos) engrosaba sus arcas y sus cinturas dedicándose a tareas menos inhóspitas, tales como mejorar su relación con la empresa Metrovías, y financiar patotas para amedrentar, en el subte, a los díscolos.
Resultados
Los subterráneos se privatizaron a mediados de los 90, la concesión fue a parar a Metrovìas, empresa del grupo Roggio y –respetando los aires de esos tiempos, de casi 5.000 trabajadores se pasó a una planta de menos de 2.000. Muchas de las tareas, con anuencia del gremio, se “tercerizaron”. Traducción: en lugar de contratar trabajadores para limpiar, por ejemplo, se contrataba a empresas de limpieza, que a su vez pagaban miseria para trabajos precarios y sin protección sindical. Lo mismo con la “seguridad”. Esto además implicaba asociaciones y negocios extras entre la empresa, el sindicato y esas “empresas” cuyos propietarios solían ser un misterio.
Los trabajadores crearon su propio cuerpo de delegados, que con los años se hizo cargo no sólo de sus reivindicaciones, sino también de romper esos sistemas precarios de trabajo.
Resultados:

  • Estabilidad laboral: hace diez años que no hay despidos en el subte.
  • Recuperación de la jornada de 6 horas por trabajo insalubre, que se había perdido con la privatización.
  • Fin del fraude laboral que implicaba la tercerización de tareas.
  • La creación, por lo tanto, de unos 1.500 puestos de trabajo genuinos y no precarizados.
  • Sensible mejora de las condiciones de trabajo.
  • Lo mismo con los sueldos (hoy los básicos, sin contar antigüedad, van del mínimo de 2.170 hasta 3.785, según categorías). En el caso de un peón de limpieza, su paso de “tercerizado” a trabajador formal de subtes implicó triplicar su ingreso, y reducir a 6 horas la jornada laboral.

¿Qué es la “normalidad”?
Sostiene Pianelli: “Nosotros conseguimos cantidad de mejoras, en medio de una crisis de 2001 que afectó la capacidad de las privatizadas y de la superestructura política
de imponer condiciones a los trabajadores. Cuando se empezó a normalizar todo, se normaliza también la situación de los sindicatos,q ue son denunciados desde hace años como un régimen autoritario que hay que acatar como en un ejército. Esto se hizo patético en esta coyuntura con tipos qu hace 6 o 7 años no podían salir en público y hoy aparecen fotografiados con los funcionarios del Estado como representantes del movimiento obrero. Pienso en José Rodríguez (SMATA), en Pedrazza (ferroviarios) y tantos impresentables, que si alguna vez trabajaron fue hace 50 años”.
Pianelli considera que el nivel de vida de estos dirigentes “es el de empresarios multinacionales. Están encima de cualquier empresario nacional o de una PYME. Ni te digo de un trabajador. Vos ves los autos, las mansiones, la ostentación, y te das cuenta. Además las de ellos han sido las prácticas históricas de las que han surgido la Triple A y más recientemente los enfrentamientos por la torta sindical, con muertos y batallas. La normalidad empieza a ser esa”.
Apóstoles y terroristas
“En los últimos años” narra Pianelli, “hicieron lo posible por echarnos del sindicato, consiguieron bajar el poder adquisitivo de nuestros sueldos, trataron de imponer nuevas condiciones de precarización. Empezó a verse una patota de 50 o 60 tipos que no trabajan pero andan dando vuelas por los lugares de trabajo amedrentando a la gente, mientras concertan todo con la empresa”. La revista Mu, número 5, se revela de qué modo la oficina de eso que llaman “Recursos Humanos” en Metrovías, se imprimió un manual interno en el que se divide a los trabajadores en “apóstoles” (los 50 o 60 que menciona Pianelli), “indiferentes”, y a los que reclaman por sus condiciones de trabajo y salarios se los encuadraba como “terroristas” (queda como tema a tratar el grado de profesionalismo y salud mental de los “expertos” que realizan tales “diagnósticos” en el mundo actual).
La acción y el olfato
Pianelli cree que terminó de hartar a los trabajadores la intención de expulsar a los delegados de la UTA, que no tuvo convalidación por parte del Ministerio de Trabajo. “Ya en 2007 un grupo entró al hotel Bauen, a pegarnos mientras hacíamos una conferencia de prensa, y el año pasado esa patota se instaló frente al Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) para impedir un encuentro. Andaban en micros, buscándonos por la ciudad. Volvieron a entrar al Bauen, todo un papelón frente a los turistas”.
El cuerpo de delegados, preventivamete, inscribió un sindicato ante el Ministerio de Trabajo. “Todavía no nos dieron el reconocimiento formal, pero queremos que el plebiscito deje claro hacia afuera y hacia adentro cuál es la voluntad de los trabajadores. Luego veremos si iniciamos una desafiliación masiva de la UTA exigiendo que se nos reconozca”.
El nuevo sindicato aspira no sólo a tener mayor autonomía, sino a crear un tipo de relación abierto con los trabajadores. “Ya hay casos como el de FOETRA donde no hay Consejo Directivo sino Consejo Administrativo” ubica Pianelli como ejemplo. “Son señales de la intención de hacer las cosas de un modo distinto”. Los metrodelegados se enorgullecen de haber rotado en sus cargos: “De lo que fue el primer cuerpo de delegados, quedamos tres, y siempre con la idea de lograr esa rotación y ese estilo compartido y participativo que haga que no te la creas”.
A ese estilo abierto no le faltó olfato. Pianelli cree que una clave de sobrevivencia fue haber sabido esperar. “Hubo momentos en que nos atacaron que fueron muy duros, pero tuvimos cierta claridad de saber esperar y actuar cuando más nos convenía. No nos apuramos. Hubo casos de compañeros buenísimos, como los del Casino, que no pudieron hacer eso, y esa lucha terminó mal”.
Si el plebiscito resulta favorable, el nuevo sindicato parece tener un borrador de principios que no suelen ser moda: “Total transparencia en el manejo de los fondos, decisión colectiva para cada reclamo que se emprenda, y trabajar en mejorar las posibilidades de recreación y de salud de los compañeros. Hay una cantidad de patologías por las condiciones laborales de las que nadie se ocupa y si ves lo que es hoy la obra social de UTA, creo que no resistiría una auditoría en serio”.
Mientras se termina de preparar todo para el plebiscito, los trabajadores proponen mandar a los mails que aquí se copian, el texto que se reproduce más abajo.
Enviar a:
[email protected];
Ministro de Trabajo ;
Jefatura de Gabinete ;
Defensor del Pueblo
El siguiente texto:
Me solidarizo con los trabajadores del Subterráneo y el Premetro de la Ciudad de Buenos Aires, quienes realizaran un plebiscito para decidir su futuro sindical, en una muestra de espíritu democrático.-
Asimismo, solicitamos al Ministerio de Trabajo dar cumplimiento a la ley de Asociaciones Sindicales, al Fallo de la Corte Suprema de Justicia acerca de la Libertad de Afiliación sindical y al Convenio Nro. 98 de la Organización Internacional del Trabajo.-

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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