Nota
Tercera audiencia por Luciano Arruga: el turno de los policías
Uno de los ex policías del destacamento donde fue torturado Luciano reconoció que fue encerrado en la cocina. La polémica sobre si los sospechosos pueden ser testigos. Este viernes se escucharán los alegatos, a partir de las 12.
Uno de los ex policías del destacamento donde fue torturado Luciano reconoció que fue encerrado en la cocina. La polémica sobre si los sospechosos pueden ser testigos. Este viernes se escucharán los alegatos, a partir de las 12.
La señora con cara de maestra de primaria cruzó la calle vallada a un trote cansino. Eran las 8:45 y el frío congelaba los dedos. La señora, petisa y con lentes, le habló a los hombres que cargaban materiales en un camión estacionado exactamente al frente de la Unión Industrial de La Matanza, el lugar donde desde el lunes se está realizando el juicio contra el policía Julio Diego Torales por las torturas a Luciano Arruga el 22 de septiembre de 2008.
-Mañana cierran. Si llegan a fallar en contra de lo que el público quiere, no sabemos qué es lo que puede pasar.
La señora volvió a cruzar la calle y se metió en la sede local de la Unión Industrial.
La mujer estaba equivocada: mañana viernes no será el día de la sentencia, sino de los alegatos. El Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de La Matanza (TOC), presidido por Diana Volpicina, y seguida por Gustavo Navarrine y Liliana Logroño, tendrá hasta cinco días para decidir si encuentra culpable a Torales de las torturas a un chico de 16 años, realizadas donde nunca tuvo que estar: una dependencia policial.
¿Testigos o sospechosos?
Había expectativa y nervios en la previa. Por pedido de la defensa estaba previsto que el Tribunal citara a declarar a seis policías en carácter de testigos. Tanto el fiscal José Luis Longobardi como los abogados de la familia Arruga (María Dinard y Maximiliano Medina, por el CELS, y Juan Manuel Combi, por la APDH-La Matanza) se opusieron. “No son testigos porque no son ajenos al hecho”, manifestaron, y subrayaron que pueden ser coautores de la tortura y sospechosos de omitir y ocultar lo que denunció la familia.
Dos de los policías (Miguel Ángel Olmos y Miguel Osvaldo Soraire) ya han sido condenados por encubrimiento: fueron los que llevaron en el patrullero a Luciano Arruga hasta el destacamento.
Otros tres (Néstor Díaz, Damián Sotelo y Sergio Fékter) están siendo investigados por la desaparición de Luciano, perpetrada aquel 31 de enero de 2009. Estos cinco oficiales, además, estuvieron cumpliendo funciones el día que torturaron a Luciano, al igual que Mónica Viviana Chapero, otra de las citadas. De este grupo sólo declararon Olmos y Chapero. La defensa (comandada por Juan Grimberg e hijo, más Gastón Jordanes y otro ayudante) desistió del resto.
El otro testigo al que la fiscalía y la querella se opusieron es Joel Colla, la víctima del supuesto robo por el que detuvieron a Luciano, excusa con la cual lo llevaron de forma ilegal al destacamento. Del llamamiento se desprendía que la intención de la defensa era desacreditar al joven de 16 años y su familia. Si no: ¿cuál es la prueba que pueden aportar al proceso si lo que se está evaluando es si un chico fue torturado física y psicológicamente en una dependencia policial?
Cuando a las 9:30 el público comenzó a entrar, las dudas ya flotaban en el ambiente.
La moción
A las 10:37 entraron los jueces.
El fiscal Longobardi, antes de convocar al primer testigo, solicitó una moción sobre lo expresado en la audiencia anterior: “Dos de los testigos, Olmos y Soraire, fueron condenados por un encubrimiento que está íntimamente relacionado. El hecho, según se desprende de la sentencia del tribunal de primera instancia, se habría producido desde el lugar de aprehensión hasta el destacamento”. Además, sostuvo que, en la causa madre por torturas, los policías sindicados son tres (además de Torales), y ya fueron solicitadas ruedas de conocimiento para Olmos y Soraire, aunque no se han realizado. El fiscal concluyó con lo evidente: hasta pueden ser coautores de lo que se investiga en esta causa. “Puede ser autoincriminatorio”, precisó.
El juez Navarrine respondió: “Estos testigos fueron propuestos por la fiscalía ya teniendo en cuenta esto. Nos sorprende la contradicción”.
Fiscal Longobardi: “Es una contradicción y hasta lo asumo. Pero prefiero advertirlo antes de que se produzca una vulneración constitucional”.
Jueza Volpicina: “Ya lo sabemos, pero fueron propuestos por la fiscalía y la querella”.
Medina, del CELS, intervino: “No: no propusimosa ningún funcionario policial”.
Los jueces se miraron entre sí, confusos.
Finalmente, procedieron a llamar el primer testigo: Joel Iván Colla.
Pertinencia
Colla es joven, peinado con jopo, un piercing en su ceja izquierda. Trabaja de forma independiente en la construcción y, en septiembre de 2008, iba al colegio Pablo VI de Lomas del Mirador.
¿Algún vínculo con Julio Diego Torales?
“No”, respondió.
¿Algún vínculo con Luciano Arruga?
“No”, repitió.
La primera pregunta de la defensa estuvo referida al colegio al que iba.
“Me opongo”, dijo Medina. “Es impertinente. No hace al objeto procesal”.
El fiscal coincidió.
Jueza Volpicina: “Disculpe, las valoraciones son de ustedes. Acá nosotros no sabemos nada”.
Jueza Logroño: “No insista porque ya lo decidimos”.
Medina (CELS): “Es un hecho ocurrido en un colegio: no forma parte del objeto procesal”.
Los tres jueces se acercaron a dialogar. La jueza Volpicina apuntó que antes de decidir, corría vista de la queja a la defensa.
Defensor Grimberg: “Improcedente. Fue ofrecido por la fiscalía. Estamos en un debate donde el único interés es conocer la verdad”.
El fiscal Longobardi quiso contestar, pero la jueza Volpicina le advirtió que no tenía réplica. El fiscal le citó el Código y apuntó que tiene que correr vista a las partes. “Bueno, a ver”, aceptó la jueza.
El fiscal elevó la voz: “¿Cuál es la pertinencia? ¿Qué importa si robó o no? ¡Lo que se decide es si le pegaron o no, y las consecuencias físicas y psicológicas! ¡No podemos hablar de alguien que no está acá!”.
Los jueces volvieron a juntarse y debatir entre sí. El juez Navarrine tapaba el micrófono para que no se escuchara la deliberación. Finalmente, la jueza Volpicina le corrió vista a los abogados. Medina (CELS): “La pregunta tiene que estar dirigida al objeto del debate (torturas), no del que fue víctima”.
Los jueces se juntaron a hablar por tercera vez.
Silencio absoluto.
Sólo una puerta mal cerrada chirriaba.
La jueza Volpicina comunicó la decisión: “Por unanimidad el tribunal resuelve rechazarlo. Desconocemos al testigo. Me entero ahora de las alegaciones del fiscal. Nosotros no conocemos nada y tenemos que respetar la estrategia de la defensa”.
La presidenta del TOC le pidió entonces al defensor Grimberg que reformulara la pregunta.
Grimberg le pidió que describiera lo que le ocurrió el 22 de septiembre de 2008.
El resumen de lo que declaró Colla: que eran aproximadamente las 10 de la mañana, que estaba con dos amigos, que alguien les dijo “denme todo”, que no le vio la cara, que hizo la denuncia en el colegio, que a la tarde le dijeron que habían detenido a una persona, que aproximadamente a las 15 fue al destacamento con su madre, que le devolvieron los objetos.
Sólo eso.
Nada referido a las torturas que padeció Luciano Arruga.
Nada referido a Luciano Arruga, en realidad.
La remera y el chico
La defensa desistió de otra de las testigos referidas al robo. Su siguiente convocado fue el ex policía Miguel Ángel Olmos.
¿Profesión?
“Estoy desocupado.
¿Y en septiembre de 2008?
“Estaba en el destacamento: era subteniente”.
¿Vínculo con Torales?
“En el horario de trabajo”.
¿Con Luciano Arruga?
“Con la aprehensión”.
Grimberg le pidió que contara qué sucedió ese día.
Olmos relató entonces que hacía una “parada fija”, junto a Soraire, en Ruta 3, frente a Santos Vega (un asentamiento de Lomas del Mirador), “por los ilícitos del semáforo”. Contó que por una llamada del 911 los hacen desplazar al colegio, que de ahí dieron con “la persona” a partir de la “descripción de la vestimenta”, que lo dejaron en el destacamento y volvieron a la “parada fija”.
El defensor Grimberg le pidió que contara una “circunstancia” que le pasó en la dependencia.
Olmos hizo referencia a que tenía otro trabajo, que volvió a las 17 al destacamento para vestirse de civil y que no encontraba una remera que había dejado en el baño. Dijo que le preguntó a su compañera Mónica Viviana Chapero por si alguien se la hubiera escondido, y que ella le respondió que se fijara “en el chico”, que había estado en el baño. “La tenía él, la tenía puesta”, concluyó Olmos.
La abogada Dinard, del CELS, le preguntó si estaba solo.
Olmos le dijo que estaba con Soraire.
¿Quién realizó la aprehensión?
“Soraire”.
¿Dónde fue?
“En la villita, la 12…”. Se refiere al barrio 12 de Octubre, donde vivía Luciano.
¿Testigos?
“No se puede, por la gente que se te viene arriba del patrullero”.
¿Dejaron constancia de ese detalle en el acta?
“No recuerdo”.
Olmos dijo que al llevar “al chico” se notificó al oficial y luego se volvieron. “Quedó a cargo de la oficial Chapero”, contó.
¿En qué lugar?
“El único lugar para tener a una persona es la cocina”.
(Nota: nuevamente surgió en las audiencias que el destacamento policial de Lomas del Mirador no era una dependencia acorde para detenciones. Mucho menos, un menor.)
(Segunda nota: Chapero confirmó que Luciano Arruga estuvo ese día en la cocina.)
Sobre la detención, Olmos dijo que “el chico” estaba “parado en el barrio”.
No recuerda si estaba solo.
Tampoco la calle.
Medina señala una omisión del lugar y, luego, una contradicción con los datos que está dando respecto a los que había declarado en instrucción. Le leyó la declaración: “Al llegar a la calle Perú y Bolivia, costeando Perú, fue que vieron a dos masculinos”. ¿Recuerda ahora?
Olmos dijo que no, pero contó que se metieron por los pasillos y que Soraire fue el que lo tomó de la mano. Apuntó que se lo palpó de armas y se encontró “un celular y un mp3”.
El abogado Combi, de la APDH La Matanza, le preguntó por la remera. “Él me la dio”, contestó. “Chapero me dijo que era el único que había entrado al baño era el chico”.
¿Con quién estaba, dónde? Olmos: “En la cocina, con Chapero”.
Combi pidió que constara en actas.
Luego le preguntó cómo quedó vestido: “Con lo que tenía puesto”. ¿Se puso otra remera?
“Tenía un buzo, mi remera y otro buzo”.
Combi volvió a pedir que constara en actas.
“Torales”
El primero de los jueces que habló fue Navarrine. Le preguntó por qué estaba desocupado.
Olmos le contestó que lo echaron hace 4 años, “por encubrimiento”, cuando le faltaba un mes para cumplir 24 años como policía.
Luego le consultó si era “normal” que un aprehendido fuera al baño, ya que “hay medidas de seguridad” para que no se autoagreda.
Olmos dijo que en ese momento estaba Chapero, la ayudante de guardia Sandra García y el propio Torales.
Juez Navarrine: “¿Le sacaron los cordones?”.
Olmos: “No”.
Luego le consultó si tenía algo que destacar de la familia del joven.
No recordó.
Jueza Logroño: “¿A quién le entregó el aprehendido con los objetos?”.
Olmos: “A la oficina”.
La jueza: “Es un habitáculo. Yo pregunto a quién”.
Olmos: “Al oficial de servicio”.
La jueza: “¿Quién?”.
Olmos: “Torales”.
La jueza Logroño le preguntó luego por el examen médico que se debe realizar en todas las aprehensiones.
El ex policía respondió que llevaron con Soraire “al chico” al Cuerpo Médico. Era mediodía.
Ninguno tuvo más preguntas.
Nadie preguntó si era normal llevar chicos a una dependencia que no podía albergar detenidos.
El problemita
Miguel Osvaldo Soraire, el otro policía que estaba con Olmos ese día, también condenado por encubrimiento, fue desistido como testigo por la defensa de Torales.
Llamaron a Mónica Viviana Chapero.
Entró, caminó, se sentó.
¿Dónde trabaja?
“Comisaría de Altos de Laferrere”.
¿En 2008?
“Destacamento de Lomas del Mirador: teniente”.
¿Vínculo con Torales?
“Compañero”.
¿Vínculo con Luciano Arruga?
“No”.
El defensor Grimberg le pidió que contara qué pasó ese día.
“Pasaron muchos años”, comenzó Chapero.
El 22 de septiembre ella estaba como ayudante de guardia (por falta de personal) y Torales como oficial de servicio.“Cerca del mediodía, baja el móvil con un chico. Lo pasan al oficial y yo me retiro”.
Siguió: “Lo requisan, se lo llevan al Cuerpo Médico y lo dejan en la cocina. Yo estaba ahí”. El defensor Grimberg pidió que constara en actas.
Le pidieron las dimensiones de la cocina. “Grandecita”, dijo. “Como de 4 metros por 3”.
Defensor Grimberg: “¿Estuvo ese tiempo permanentemente con él?”.
El fiscal Longobardi intervino: “Me opongo. De surgir lo que sugirió la postura de la fiscalía…”.
La jueza Volpicina interrumpió. Le dio la razón: “Sí, tratemos de evitar para no caer en un problemita”.
Chapero dijo que fue un día normal (“como siempre que se trae una persona demorada”), que después llegaron “los chicos del colegio a denunciar”, y “la mamá y la hermana”. Dijo: “Gritaba, pero estoy acostumbrada”.
Nuevamente intervino el fiscal Longobardi: “Solicito la nulidad del testimonio en base a que todo puede ser utilizado como elementos autoincriminantes”.
La jueza Logroño lo retó: “¡No puede hacerlo con la testigo adelante!”.
La jueza Volpicina ordenó: “Terminemos y luego hace la petición”.
“Torales”
La jueza Logroño le preguntó a Chapero si es normal que griten.
“Hay veces. Hay mujeres que se enojan y entran gritando”.
¿Por qué gritaban?
La oficial: “Entró enojada. No me acuerdo. Le hablaba a Luciano y le contestaba”.
Chapero dijo que no recordaba el diálogo.
Navarrine le preguntó quiénes estaban presentes ese día en el descatamento.
“Sosa, Olmos, Soraire”, respondió. “No me acuerdo quién recorría con Sosa”.
El juez: “¿Quién estaba a cargo ese día?”.
Chapero: “Torales”.
El juez: “¿Qué tiempo estuvo con él?”.
Chapero: “Desde que lo trajeron del Cuerpo Médico hasta que vino el tercio entrante”. Les pidió que se hagan cargo, porque ella tenía que hacer otras cosas. Según especificó, eran las 17 horas.
Logroño: “¿Qué es un tercio?”.
La oficial: “Hay 4 efectivos que trabajan hasta las 17. Después entran otros de 17 a 09”. Chapero se agarró la cara, nerviosa, cuando le preguntaron por los relevos y ella se confundió.
Logroño le preguntó a quiénes relevaban.
Chapero: “Al personal que recorre el móvil y al ayudante de guardia”.
No se acuerda quién entró, pero dijo: “El oficial de servicio no cambia. Laburan día de por medio”.
El defensor Grimberg pidió que constara en actas. Luego le preguntó a qué horario se retiró. Chapero dijo que todavía era de día: 18:30 o 19 horas.
Luego, el defensor Grimberg dijo que liberaban de reserva a Vanesa Orieta (no podía estar entre el público porque la defensa pidió su reserva) y que desistían del testigo Damián Marcelo Sotelo.
No hubo más preguntas.
Chapero se levantó y se fue.
La sospecha
La jueza Volpicina miró al fiscal Longobardi y le dijo: “Ahora sí”.
Longobardi insistió con sus planteos. “Pedimos la nulidad y/o exclusión probatoria”, subrayó, en referencia al testimonio de Chapero, ya que se ubica en el mismo espacio y en la misma hora con Luciano Arruga. “Puede ser autoincriminatorio en caso de condena”, sostuvo. “Se ubica en tiempo, espacio y lugar, no haciendo nada ante los hechos”. Además, agregó que la declaración que la oficial prestó “bajo juramento de ley” podría “generar o frustrar” cualquier otra investigación.
Los abogados de la familia Arruga adhirieron. “Lo que preveíamos, ocurrió”, agregó Medina, del CELS. “Independientemente de la sentencia, hay una posible y grave sospecha sobre Chapero. El testigo debe ser una persona ajena al hecho. Y acá hubo una transgresión a la norma sobre quién es testigo”.
El defensor Grimberg los chicaneó: dijo estar “perplejo”, ya que la querella y la fiscalía “estaba defendiendo” a una persona que “participó de una tortura”.
La jueza Volpicina comunicó que el Tribunal difería de la nulidad planteada.
La presidenta del Tribunal llamó a un cuarto intermedio hasta mañana viernes, a las 12.
Será el turno, finalmente, de los alegatos.
Eran las 12:17 cuando los jueces abandonaron la sala.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Nota
La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.
Por Francisco Pandolfi
Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.
La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”.
Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».
Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.
Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.
Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”.
En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.
La causa, sin avances
Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.
Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”.
La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.
Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.
Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.
Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.
Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.
Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.
Nota
La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.
Por Franco Ciancaglini.
La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo.
En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso.
“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.
La que habla es una de sus hijas, Paula.
El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10.
Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.
El arma y la palabra
Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.
Es jubilada.
Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.
Tiene tres hijas.
Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.
Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.
Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.
La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.
Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.
El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.
Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.
Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.
Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.
“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.
Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.
Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.
Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.
Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.
La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”.
¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.
La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.
¿Necesitan algo? “Sí: paz”.