Nota
Tiempo de plagas
Qué está en juego en la crisis económica y social que vive Venezuela. Los recursos y los discursos. La televisión y la calle. El desafío del clásico concepto de crisis y la transición hacia una sociedad distinta: «Quizá mejor, quizá peor. En todo caso, está en curso una profunda mutación, probablemente la más trascendente».
Por Raúl Zibechi para Brecha.
“Aquí se ha desarrollado un complejo proceso revolucionario donde una camarilla terriblemente corrupta y apolítica terminó haciéndose del poder. La cueva de gángsteres que le quitó a la clase obrera venezolana diez veces el valor de su trabajo. Si alguien en el mundo ha podido hacer semejante desmán con la población que lo diga”, escribió la semana pasada Roland Denis, filósofo, militante social y viceministro del gobierno de Hugo Chávez en sus primeros años (Aporrea, 19-V-16).
Es tan sencillo acusar de la situación que vive actualmente Venezuela a enemigos externos e internos del proceso bolivariano, que los hay y muchos, como difícil aceptar los desvaríos que se fueron acumulando con los años. No hay gas. Aunque es monopolio del Estado, que produce y exporta hidrocarburos a granel. No hay cemento. Inexplicable, porque las fábricas, todas estatales, trabajan y producen. Sin duda las mafias desvían la producción para beneficio de viejas y nuevas elites con fuerza suficiente como para hacerlo: tramas de poder que Denis califica como “cueva de ladrones”, en las que participan diversos actores, desde las nuevas y las viejas mafias hasta militares, policías y miembros del oficialismo. Tramas que se reproducen en todos los rincones de la sociedad, arriba y abajo, porque se ha convertido en moneda corriente hacer las cosas para beneficio personal sin mirar al resto, sin tener en cuenta que se vive en algo que –antes– se llamaba sociedad.
Militares
El general retirado Cliver Alcalá integró el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, fue nombrado comandante por Hugo Chávez y fue ministro para la Región Estratégica de Desarrollo Integral Central. En declaraciones a Globovisión (18-V-16) dijo que “votaría por el revocatorio” (el referéndum que podría decidir la continuación o el cese de la gestión de Nicolás Maduro) “para evitar un enfrentamiento entre el pueblo”.
Se trata de un militar fiel a Chávez, de gran audiencia dentro de las fuerzas armadas, que ahora se desmarca del gobierno. “El legado de Chávez está vigente, pero Maduro lo ha administrado muy mal”, dijo. Sobre la llamada guerra económica del imperio, con la que el presidente justifica el desabastecimiento, el general retirado dijo que existe, pero “la genera la cantidad de trámites y la discrecionalidad de los funcionarios en la administración pública, (lo cual) origina un diferencial cambiario que promueve esa corrupción”.
Este tipo de declaraciones, formuladas por un general que se reivindica chavista, deben interpretarse como un misil contra el gobierno, y en particular demuestra la existencia de una sensibilidad chavista contraria a Maduro. Como destaca Denis, “un mesianismo profano pareciera nacer de nuevo teniendo la posibilidad de canalizar un chavismo desesperado por la descomposición total del gobierno que dice representarlo”.
Cliver Alcalá se muestra temeroso de un posible “estallido”, por la falta de alimentos y la corrupción. Apuesta a que la salida de Maduro unifique al chavismo, con lo que reconoce la división existente en filas de quienes apoyan el proceso bolivariano.
Lo cierto es que hay dos hechos que parecen incontrovertibles. Uno es que los militares están divididos: no todos apoyan al gobierno, aunque los disidentes no necesariamente estén alineados con la oposición. Lo mismo sucede con parte considerable de los chavistas, lo cual se puede constatar en la calle, en las colas y en cualquier conversación familiar. Los chavistas críticos del actual gobierno no quieren alinearse con un discurso que culpa de todo a la derecha, los medios y el imperialismo, un discurso gastado, que hace agua por todos los costados.
El resultado es que surge una tercera opción entre el gobierno y la oposición y que busca, en palabras de Alcalá, “el reencuentro del chavismo”. Esta corriente parece pensar en el mediano plazo más que en la coyuntura, intentando evitar que el legado de Chávez sea dilapidado y sus fuerzas se dispersen en multitud de corrientes. Ese proyecto pasa por poner distancias con el actual gobierno y, según se desprende de las declaraciones del general, por deponer a Maduro.
Se viene el estallido
Desde el Caracazo de febrero de 1989, la posibilidad de que se repitan estallidos sociales en Venezuela es un hecho. Esta semana en Barquisimeto se pudieron apreciar, de primera mano, dos hechos marcantes. Frente a una cooperativa que distribuye alimentos con precios regulados se formó una multitud, en su mayoría de adultos mayores, que exigían cuotas para ellos. Había personas que atizaban el saqueo y que los cooperativistas identificaron con miembros de la oposición.
En las enormes colas que se forman frente a las ferias de Cecosesola hay entre cinco y diez mil personas. Muchas veces se impacientan, ya sea por la prolongada espera o porque los “bachaqueros” se cuelan rompiendo el orden. Alguien gritó: “¡Saqueo!”. Un señor fornido se agarró al portón y dijo en voz muy alta: “No habrá saqueo”. La multitud pareció sentirse aliviada. Sin embargo, todos aseguran que hay pequeños saqueos que no suelen aparecer en los medios, sobre todo en pequeños supermercados de barrio.
Es evidente que la oposición quiere e impulsa levantamientos populares. Pero también parece claro que la población no la acompaña, por lo menos en este tipo de métodos. Uno de los mayores legados del chavismo consiste en que afianzó la autoestima de los sectores populares y su politización. La gente sabe de qué se trata y parece consciente de que debe evitar situaciones de violencia para no dar oportunidad a salidas que no la van a favorecer.
Denis colocó, por fortuna, el escenario sirio como salida posible. Por fortuna, porque es evidente que es el peor escenario para los pueblos de esta región del mundo, pero quizá uno de los más apetecibles para los think tanks del Comando Sur estadounidense. La caída del gobierno sería apenas un paso en busca de algo mayor: “Lo cierto, como en Siria, es que la sangre y la desesperación harán imposible cualquier opción de liberación”, señala Denis.
Lo que no dice la propaganda oficialista es que el imperio está acostumbrado (y en ello basa su poder) a negociar con cúpulas corruptas, pero poco puede hacer ante las multitudes decididas a hacer valer sus derechos. Los poderosos, aun los progresistas, “tomarán sus aviones y dólares expropiados a la riqueza pública para abordar los apartamentos y quintas que ya tienen comprados en Europa y Estados Unidos. Pero los centenares de miles de muertos que vendrán a continuación los pondremos nosotros”.
¿Acaso el dictador Marcos Pérez Jiménez no huyó a República Dominicana para terminar en España protegido por el dictador Francisco Franco, cuando una insurrección popular y un levantamiento militar lo alejaron del poder en 1958?
Sí se puede
“Ya descubrí por qué a la gente le gusta hacer colas”, dice un chico de pocos años a su madre. En las horas que pasó de pie esperando para comprar hizo amigos, se relacionó con otros que le ofrecieron arepas y jugos, conversaron, compartieron, se lo pasaron en grande. Todos los días, en todas las colas, se pueden ver gestos conmovedores de generosidad.
Así como existen fuertes tendencias hacia la descomposición (véase edición de la semana pasada de Brecha), hay otras ancladas en la solidaridad que se mueven en sentido inverso, manteniendo la cohesión social. En la Venezuela de hoy se producen muchos alimentos, y en algunos rubros, como hortalizas y frutas, son abundantes. Las ferias de la Central Cooperativa de Servicios Sociales de Lara (Cecosesola) son un buen ejemplo. Varios días recorriendo los puestos son suficientes para convencerse de la abundancia de plátanos, papayas, mangos, piñas y otras variedades de frutas tropicales. Tomates no faltan, así como las principales hortalizas. Otra cuestión es el precio. En todo caso, en las tres ferias con 300 cajas hay alimentos en número adecuado.
El problema principal está en los productos con precios regulados. Sobre todo la harina de maíz para elaborar arepas (la comida nacional), y también las pastas, el azúcar, el aceite y, de modo especial, la leche. Escasean a los precios regulados pero se pueden encontrar en el mercado paralelo a precios diez y hasta 50 veces superiores al oficial.
Otra recorrida por pueblos rurales de los estados de Lara y Trujillo permite conocer grupos de campesinos que cultivan y cosechan grandes cantidades de hortalizas y verduras. Desafían no pocos problemas: la falta de semillas, la escasez de insumos, las enormes dificultades para trasladar la producción hasta las ferias, porque los transportes necesitan neumáticos (que no existen o tienen precios abusivos) y porque no hay repuestos para los coches y camiones. En la ciudad hay una enorme cola de coches para comprar baterías. Una fila permanente, de varias cuadras, donde los autos y sus conductores duermen y velan el momento de poder comprar.
Ciertamente, el país aún produce. Aunque las colas consumen una energía social considerable que se le hurta a la producción. Las fábricas nacionalizadas producen cada vez menos, mucho menos que cuando estaban en manos privadas. Es el caso, por ejemplo, de las cementeras mexicanas, como la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) que fue reestatizada en 2008 luego de un largo conflicto sindical. Llegó a producir 4,3 millones de toneladas de acero, pero ya en 2014 bajó a 1,3 millones de toneladas, un 29 por ciento de su capacidad.
Es triste comprobar que cuando Sidor pertenecía al grupo argentino Techint producía 3,5 veces más que en manos del Estado. El propio sindicato reconoció que hay desvíos de fondos, falta de repuestos y materias primas y que no existen auditorías. De algún modo se conjugan la ineficiencia con la corrupción, en todos los niveles, para que el país haya llegado a este extremo.
Tiempo de plagas
Un sencillo recorrido de este a oeste de la ciudad, y viceversa, permite comprobar que toda la propaganda oficial se disuelve en la cruda realidad. Los ricos viven cada vez mejor. Los pobres siguen como siempre, pero además hacen colas muy largas.
La zona este luce elegante, con amplios espacios verdes y arbolados; por sus avenidas circulan coches nuevos y se pueden observar numerosos edificios de reciente construcción. Pero lo que más llama la atención es que en plena crisis y escasez de cemento se siguen construyendo centros comerciales, edificios, hoteles de lujo. Es el mismo estilo de ciudad que conocemos en todas las zonas de clase media alta del continente.
La zona oeste es bien diferente. Calles polvorientas y casas precarias, absoluta falta de alumbrado público en las noches, autos viejos destartalados y un largo etcétera que también conocemos en las ciudades latinoamericanas. Las colas son interminables, no sólo extensas sino permanentes ante cualquier comercio en busca de cualquier producto. En los barrios privilegiados las colas son casi inexistentes.
Es seguro que la geografía urbana esconde detalles que deben ser desvelados. La clase media tradicional está en caída libre y es uno de los sectores más crispados contra el chavismo. La segunda cuestión es que a la antigua elite debe sumarse la nueva, surgida del proceso bolivariano, la llamada “boliburguesía”.
Ante semejante panorama vale preguntarse: ¿por qué los ricos de Venezuela quieren derribar al chavismo, cuando no les ha ido tan mal en estos años? No es fácil enhebrar una respuesta, sobre todo porque entre los antichavistas hay sectores muy diversos, desde las clases medias empobrecidas hasta las viejas y nuevas mafias. La respuesta sería obvia si se considerara que los grandes países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, desean controlar las mayores reservas de petróleo del mundo.
La respuesta verdadera, la que no se puede pronunciar en alto, la dio un empresario uruguayo radicado hace muchos años en Caracas. “No queremos que nos gobiernen los negros”, dijo en tono mortecino, esbozando una sonrisa, como quien se saca las ganas de expulsar el gargajo atragantado. Cuando las clases se solapan con el color de piel, el racismo debe dar un largo rodeo eludiendo las tranqueras de lo políticamente correcto. Quizás el orgullo y la autoconfianza adquiridos por los sectores populares, que fue creciendo desde el Caracazo de 1989 hasta colorear la sociedad con su estilo bullanguero y desaliñado, rompiendo la monotonía de las salas de espera de los aeropuertos, sea la mejor herencia del chavismo. Esos modales que molestan e irritan a las buenas familias.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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