Nota
Todo y nada: comienza el juicio a ocho hombres por violar a una niña wichi discapacitada
Esta semana y en Tartagal, Salta, ocho hombres están siendo juzgados por el abuso sexual a una niña wichi discapacitada de 12 años, ocurrido el 28 de noviembre de 2015 en Alto la Sierra, zona de triple frontera. El caso tomó notoriedad recién en mayo de 2016 cuando se supo que la niña estaba embarazada y debía interrumpir su embarazo porque el feto era anencefálico. MU viajó en julio de ese mismo año y reconstruyó la historia de esa violación, el contexto de la vida de la comunidad, la relación con los criollos y la ausencia del Estado. «Por primera vez, hablan todos, de todo», dice la presentación de la crónica que fue finalista del premio Gabriel García Márquez de periodismo. La compartimos a continuación con la esperanza de que se haga justicia: la niña wichi somos todas.
En zona de triple frontera hay un solo policía y un único médico, sin matrícula. Por dictamen de la CIDH el Estado argentino tuvo que reconocer la propiedad comunitaria de la tierra de wichis y criollos. Abandonados y obligados a convivir sin nada, recién fueron noticia cuando ocho muchachos criollos fueron acusados de violar a una niña wichi discapacitada. Por primera vez, hablan todos, de todo. ▶ CLAUDIA ACUÑA
1. Acá se termina todo. Estamos en la frontera norte y en el límite de la fantasía. Pura realidad. La última ruta quedó a 65 kilómetros y el colectivo se bambolea al ritmo de la tierra árida, cruza cauces de ríos flacos y pasa entre medio de bueyes famélicos. Recorrer ese tramo consume 6 horas y cotiza a un precio que pocos pueden pagar, por eso el bus está despoblado, aunque se dirige a un pueblo con 4.500 habitantes que todavía son argentinos. No sé si es un viaje al pasado o al futuro, pero así es el presente: hay huellas de ambos en cada rincón y en este, el más remoto, esa promiscua confusión aturde.
Llegamos.
Estamos en Paraje Alto la Sierra, triple frontera internacional y provincial, pueblo en el que una niña wichi discapacitada fue violada por 8 criollos.
No es sólo esa la historia que voy a contar.
Es algo peor.
Es el relato sobre todo lo que puede verse en ese límite atroz.
2. Ubiquémonos. El GPS para llegar a Alto la Sierra lo calibra el antropólogo John Palmer. Estamos en Tartagal, a 350 kilómetros de nuestro destino, y en la única mesa ocupada del único restaurante abierto. Palmer barre con su mano el mantel de cuadritos rojos y blancos. Grafica así la historia del paraje: nada. Recién en 1910ypico arriban los primeros pastores anglicanos, que como él, son ingleses. Llegaron con una biblia traducida al wichi. El lazo fue intenso y recíproco -en 1975 la iglesia anglicana nombró al primer obispo wichi, por ejemplo- y se cortó violentamente en 1982, con la fatídica Guerra de Malvinas. Un tal Comando Gaucho Rivero amenazó a los sacerdotes. Había por entonces unos 60 sacerdotes británicos que escaparon a Bolivia, a través de esa laxa frontera. Cuando pudieron regresar se encontraron con una comunidad que había mantenido el fervor y la institución. Hoy los caciques siguen reconociéndose anglicanos. ¿Qué nos está explicando Palmer en realidad? En principio, que vamos al último rincón argentino domesticado por Occidente. No es poco. Luego, que se trata de una comunidad que abrazó una creencia “civilizatoria” más respetuosa de la diversidad que la cristiana.
3. Veinte años de batallas cuerpo a cuerpo y legales –que incluyó un fallo condenatorio del Estado argentino por parte de la CIDH- concluyeron en un acta que se firmó dos veces. La primera fue el 17 de octubre de 2007 y la suscribió el entonces gobernador Juan Carlos Romero, el consejo de caciques de la organización wichi Lhaka Honhat, la Organización de Familias Criollas, la Iglesia Anglicana del Norte Argentino y la OIT. La segunda fue en enero de 2014 y lleva la firma del actual gobernador Juan Manuel Urtubey y la entonces ministra Alicia Kirchner. Así la provincia de Salta declaró formalmente que 450 mil hectáreas fiscales son propiedad comunitaria de todo el pueblo wichi que habita Alto la Sierra. Otras 253 mil son cedidas a los criollos que viven allí. Cada territorio está delimitado, pero es tarea de la comunidad concretar que wichis y criollos se ubiquen en cada lugar. ¿Qué significa esto? Ya veremos.
4. El 28 de noviembre pasado una niña wichi fue violada por 8 jóvenes criollos. Se hizo noticia 6 meses después, cuando la niña fue sometida a una cesárea de emergencia porque el feto era anencefálico. Los pocos pasajeros del micro ya saben que estamos ahí por eso. La mayoría son mujeres. No es fácil distinguir cuáles son wichi y cuáles criollas. Le pregunto a la que está a mi lado si sabe cómo llegar a la casa del cacique Asencio Pérez, llave de ingreso a la comunidad según la recomendación de Palmer. “Ella es la hija –señala el asiento que está adelante -. Y yo soy la madre de uno de los detenidos”.
5. Primero está la zona criolla, con casitas de material, almacenes, plaza y una cancha de fútbol en la que se mezclan adolescentes y chanchos. Hay que bordear un espejo de agua para llegar a la comunidad. La frontera la marca el hospital y la escuela. El cacique Asencio vive en el corazón del caserío. Es enfermero. Fue uno de los primeros en llegar aquel día horroroso. “Serían las 9 de la mañana, no más. La niña tenía hambre y fue al monte a comer mistol, el fruto del quebracho. Otras chiquitas, dos, iban a comprar pan. Ellas vieron cuando esos criollitos borrachos la agarraron. Las corrieron a ellas también, pero no las pudieron alcanzar. Se entera la comunidad y ahí vamos todos al hospital y ahí encontramos a las chinitas gritando que los han visto. A la chiquita le metieron un polvo blanco en la boca y en los ojos. Gritaba: “I-ton-no, i-ton-no”.
Asencio traduce: “Me arrastraron”.
El antropólogo Palmer, testigo de la declaración que la niña violada hizo meses después en los tribunales de Tartagal, la escuchó repetir lo mismo. Una y otra vez.
Fue lo único que dijo.
6. Monólogo del cacique:
“Me gustaría que usted primero entienda algo: en tema indígena, el reclamo siempre es justo y necesario. Siempre. ¿Por qué? Todos saben que hemos sido exterminados, que nos quitaron todo. Después, fuimos indocumentados. Ahora tenemos documentos y somos argentinos. Y hay reglas dentro del Estado argentino. Y por eso reclamamos, porque no nos dan los derechos que tenemos. Por ejemplo, en el caso de la chiquita violada la justicia no actúo bien. No vieron bien. ¿Por qué? Porque es indígena. Por eso. Y por eso reclamamos. A la justicia y al mundo. Basta. Ya se tiene que terminar. Juegan con nosotros. Si era violación se preguntaban. ¿Cómo van a preguntar eso? Yo soy cacique y testigo. Hablé con otros testigos y me han dicho: sí, los vimos. La justicia no llamó a esos testigos. ¿Por qué? Sale la noticia y los llevan de prepo. Algunos son menores y a todos no pueden escucharlos porque no hablan el mismo idioma. Entonces voy y me ofrezco a traducirlos, pero no quieren. ¿Por qué? Van las chiquitas, entonces, las llevan en patrullero, hablan lo poco que saben de castellano y cómo tienen miedo, se ponen mal. Le tienen miedo. Eso es lo que pasa. Le tienen mucho miedo a la policía. Eso tienen que entenderlo. Si nos quieren escuchar, la justicia tiene que entenderlo. Con esta violación sexual nosotros reclamamos justicia. Un diputado, Ramón Villa, que lo presionamos, presentó el tema. Y entonces vinieron los de la Comisión de Derechos Humanos de Diputados hasta aquí. Le hemos reclamado por la violación sexual, pero también por toda la injusticia. Les hemos dicho: un candidato político de lo primero que habla cuando pide el voto es de educación, salud y seguridad. ¿Dónde están acá esos derechos? ¿Seguridad? El destacamento policial que tenemos tiene un solo policía. No tiene ni móvil. Ahora con esto, urgente, nos dan un móvil. Pero siempre hemos reclamado y nunca nos dieron nada. Y ahora una violación sexual lo trae rápido. ¿Por qué? Porque están con vergüenza. Están con vergüenza porque salió por la prensa. Y esta es la injusticia que tenemos. ¿Salud? En el hospital hay un solo médico. No puede ser. Es un hermano de Bolivia, y como usted sabe bien, un boliviano es discriminado igual que nosotros. Eso es lo que pasa. Y así todas las cosas. Usted ve la comunidad. Mire: hay luz, hay colegio, hay hospital. Todo eso se consiguió con lucha, todo eso vino de nosotros mismos. De huelgas de hambre en la plaza de Salta, de reclamos en Buenos Aires y en cortes internacionales, de no vendernos, de no aceptar que nos dividieran, de todo eso vino. Y todo ha sido para indígenas y para criollos. No somos como ellos que discriminan. ¡Si todos somos iguales! Somos personas. Nos podemos entender perfectamente bien como seres humanos. Es justo y necesario”.
7. En el hospital hay dos enfermeras, un licenciado en nutrición y un médico –Juan Carlos Limachi Mamami- que hace todo. Todo.
Es su primer trabajo y no tiene matrícula.
Es el primer testigo y no tiene paz.
Ya declaró tres veces en la causa que investiga la violación. Desacreditarlo es clave para la defensa de los ocho criollos y lo sabe. Hoy tendría que haberse presentado otra vez en los tribunales de Tartagal, pero el único vehículo disponible en Alto la Sierra es la ambulancia y está rota.
El doctor Limachi cuenta que se recibió en la universidad de Chuquisaca, que su prima cursó una especialidad en el Garraham y que ella lo animó a presentarse para el puesto vacante en Alto la Sierra. La municipalidad funciona en Victoria –hasta donde llega la ruta- y hasta allí fue para obtener el empleo. En 48 horas ya estaba haciéndose cargo de todo. “Lo único que me dijeron fue: no podés firmar nada”. La restricción alcanzó a su contratación: comenzó a trabajar en setiembre pasado sin papeles que formalizaran sus responsabilidades. Desde entonces trabaja 16 horas diarias por 22.500 pesos mensuales. El salario de setiembre lo cobró este mayo, cuando lo designaron “médico de contingencia en zona desfavorable”. Todavía le adeudan los últimos cuatro meses de trabajo.
8. Así relata el doctor Limachi aquel día horroroso: “Cuando me avisan del destacamento que hay una niña tirada en la cancha voy al lugar. Pregunto: ¿qué es lo que pasó acá? Esta niña ha sufrido un abuso sexual. La veo mal, en posición fetal, la traigo acá, la reviso y encuentro un desgarro perineal y dolor abdominal intenso, que no podía aguantar. No la puedo dejar así. Le coloqué un analgésico. Entonces me avisan que ya va a llegar el médico legal y no hice nada más. Sino no me decían que venía el legista le hubiese hecho el test de embarazo, pruebas de laboratorio, análisis. Pero ahí se me fue de las manos”.
El médico legista nunca llegó a Alto de la Sierra.
Cuatro días después, a las 5 de la mañana, un patrullero llegó a la casa de la niña con la orden de trasladarla hasta Aguaray. Fue con su madre. Allí dos médicos la revisaron.
Francisca, la madre de la niña violada, me contará después que escuchó desde el pasillo los gritos de su hija y tras larga espera, pudo hablar con una médica. Le preguntó: “¿Fue violación?”. La doctora respondió: “Sí”.
El doctor Limachi me dice que la madre le contó lo mismo, pero que el médico legista informó que no podía constatarlo. La niña se había bañado, habían pasado varios días, no era fácil interrogarla. “En los documentos tiene 12 años, pero sufre un retraso madurativo que la hace comportar con una nena de 6”, explica el doctor Limachi.
Fue entonces cuando los criollos arrestados por el ataque fueran liberados, con la obligación de presentarse cada viernes en el destacamento de Alto de la Sierra. Eso parecía ser todo lo que la comunidad wichi podía esperar de la justicia.
Meses después, el doctor Limachi recibió a la niña wichi y a su madre. “Tenía malestar estomacal y su madre temía lo peor. Lo confirmamos: estaba embarazada”. Calculó que ya tenía más de 20 semanas, por lo cual había excedido el límite autorizado por ley para practicarle un aborto no punible. Se limitó entonces a hacer los controles.
Dos meses más y sucedió lo inesperado: los médicos de la fundación del cantante Jorge Rojas llegaron a la comunidad y se instalaron en la escuela a recibir consultas. Hasta allí fue Francisca con su hija.
Hicieron una ecografía (Dirá el doctor Limachi: “El aparato está en el hospital, pero yo no sé usarlo”).
Diagnosticaron un serio riesgo.
Ordenaron una cesárea urgente.
Y difundieron todo lo que la niña wichi había soportado.
Con la noticia instalada en medios nacionales, los tiempos se aceleraron. Un helicóptero trasladó a la niña y a su madre al Hospital Materno Infantil de Salta. Recordará después Francisca con espanto: “Me hicieron ver el feto muerto. Estaba enterito, pero en la boca y en la cabeza tenía un tajo de lado a lado”.
Le repito al doctor Limachi la secuencia que acaba de narrar. La sucesión de impotencias, carencias, precariedades estatales. La nada. Le pregunto si ese funcionamiento deficiente no está montado de forma tal de hacer imposible la investigación de una denuncia de violencia sexual. Responde sin dudar: “Exactamente. Y acá no es la única. Hay más casos. Atendí unos 60 partos desde que estoy, muchos de niñas de embarazos sin padre. Mismo si pregunto a las niñas embarazas quién es el padre no quieren contestar. Hay miedo. Esto es una Caja de Pandora: si una habla, todas va a comenzar a hablar. Y ahí se van a dar cuenta que pasa acá”.
9. En la escuela primaria están bailando el carnavalito en el patio. Allí trabaja Julio Díaz, presidente de la comunidad wichi Choway, docente bilingüe y pastos anglicano. Su mirada apunta hacia arriba. Cuenta cómo escuchó por cadena nacional anunciar a la presidente Cristina Fernández de Kirchner decir que en Alto de la Sierra se había construido un polideportivo. “¿Usted lo ve? Acá no hay ninguno. ¿Entonces?”. También vio llegar hace dos meses a la municipalidad de Victoria –de la cual depende su comunidad- al presidente Mauricio Macri, acompañado del gobernador Urtubey y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich –ataviada cual Rambo- para anunciar un ambicioso plan de seguridad. El objetivo: la lucha contra el narcotráfico. “¿Y usted qué ve?”. Lo que se ve es un disparate: en zona de triple frontera, un policía.
10. En el patio de la casa de adobe y paja de la niña wichi violada hay ahora una pila de ladrillos y unas chapas. Francisca me dice que los trajeron ayer. No sabe cuáles de todos los organismos del Estado salteño descargó así sus culpas cuando quedó evidencia que la habían abandonado. Tuvo que pasar todo esto, dice, para que le informaran que tenía derecho a una asignación universal –tiene 9 hijos- y su hija, otra por discapacidad. Tuvo que pasar todo esto, dice, para que le dijeran que su hija padece de epilepsia, y le dieran la medicación que ahora la deja tranquila, durmiendo la siesta. Me pide que la vea. La imagen es conmovedora y se me pega al cuerpo: una niña, en un catre, chupándose el dedo pulgar mientras sueña.
11. La Corte Suprema salteña solicitó el juicio político del juez y el fiscal que habían llevado el caso hasta su desparramo en los medios y designó a otro, que inmediatamente ordenó la detención de los criollos. Tres son menores y esperarán el juicio en libertad. Uno está prófugo y otros 4 están en diferentes lugares de detención. Madres, padres y hermanos de estos criollos están ahora frente a mí, contándome cómo los golpearon en la cárcel. Una menciona que aquel día horroroso su hijo estaba en el trabajo. Otras, en sus casas. Hasta que comienzan a decir que la niña wichi es, en realidad, una adulta de dudosa conducta. Recién entonces comprendo por qué Francisca me dijo: “Las palabras confunden. Mejor vea”. Y me llevó hasta el catre de su hija.
12. A las 2 de la madrugada partió de la más oscura nada de Alto de la Sierra el bus que nos devolvió Tartagal a media mañana. Estamos en la única confitería de la única plaza. Hasta allí llega la abogada defensora de los criollos imputados, Sarah Esper, una tromba que sonríe cuando la presentan como la ahijada artística del folklorista El Chaqueño Sixto Palavecino. Saluda con un abrazo a los hombres que ocupan la mesa vecina. El que la felicita es el concejal Rubén Ortiz. La abogada celebra: “Estás del lado que nos conviene”. Luego, compartimos el remís hasta los tribunales. En el camino nos cuenta que va hasta allí a impugnar todo lo dispuesto por el nuevo fiscal. Esto es: realizar una inspección en el lugar de los hechos, tomar declaración a testigos en el lugar porque el traslado es para ellos costoso y atemorizante, realizar las pruebas de ADN del feto y analizar el rastro de semen de la pollera de la niña. ¿Qué significa impugnar todo esto? En principio, intentar que no se recojan estas pruebas no se corresponde con la defensa de gente inocente. Luego, describe la situación actual: la abogada ha recorrido los medios para cuestionar a la víctima, sembrando dudas sobre su edad, su conducta sexual y el origen del embarazo. Ese mensaje es el que le valió la felicitación del concejal. Por último, anticipa lo que se viene: un sumario engordado con impugnaciones que demoran el viaje hacia el juicio oral. En tanto, a la casa de la niña wichi violada llegan chapas y ladrillos.
13. En la mesa hay choclo, arroz, pollo y brócoli. Hay también cinco niños y una bebé. Todos pronuncian palabras en tres idiomas: castellano, inglés y wichi. Así es la familia del antropólogo británico John Palmer y la bella wichi Tojweya. Compartimos el almuerzo y el impacto del viaje a Alto de la Sierra. “¿Podremos saber lo que realmente pasó?”, nos pregunta y se interroga Palmer. Algo ya sabemos, digo sin pensar qué puerta abría. Sabemos que esa niña va a tener que enfrentarse con los demonios de toda una sociedad. Tojweya, entonces, comienza a hablar en wichi. John me alerta: “Quiere contarte algo y te pide hacerlo en su idioma para poder expresarlo mejor”.
14. Monólogo de una mujer wichi:
“Quiero contarte la historia de Cordelia. Era mi amiga y amiga de todas. A Cordelia le gustaba deambular a solas por el monte. Le gustaba porque nunca se sentía sola ahí y porque si necesitaba compañía, se ponía dos dedos en la boca para hacer un sonido de pájaro. Y entonces todas la escuchábamos y nos íbamos corriendo al monte con ella. Un día a la comunidad llegaron unos criollos a comprar animales. Estuvieron varios días haciendo el rodeo, porque los animales estaban sueltos y tenían que buscarlos y cargarlos en el camión. Y como pesan mucho, eran varios. En esos días Cordelia desapareció. Todos la buscamos. La encontró su hermano. Le habían atado las manos. Le habían atado las piernas, abiertas. Le habían puesto una camisa en la boca. Y la habían violado. Esos hombres y otros hombres, a los que ellos, poniéndose dos dedos en la boca y chiflando, le avisaban: vengan a violar”.
15. Y entonces veo.
Veo la imagen de libertad que representa Cordelia caminando sola y gozosa por el monte.
Veo a todas las mujeres que desde la violación sistemática de Cordelias para acá temen andar en soledad.
Veo qué y por qué.
Y así este relato se convierte en esos dos dedos en la boca…
¿Escuchan?
La niña wichi nos está llamando.
La niña wichi somos todas.
Fotos: Nacho Yuchark/lavaca
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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