Nota
Visita a la Corte: la UTD y el MTR con Zaffaroni
Ambos movimientos piqueteros fueron recibidos por el juez Eugenio Zaffaroni durante una hora y media, en un clima de respeto y cordialidad. Roberto Martino (MTR) y José Pepino Fernández (UTD Mosconi) detallaron la situación de acoso judicial que viven los movimientos. Luego relataron que Zaffaroni se mostró comprensivo con respecto al problema. Los diálogos con los medios, en las escalinatas de Tribunales.
El juez de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni recibió el miércoles 2 de junio en su despacho de Tribunales a siete integrantes de dos movimientos sociales. Seis del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), y José Pepino Fernández, de la Unión de Trabajadores Desocupados, UTD Mosconi, Salta.
¿Qué fue lo central de la actitud del juez?
1) Aceptó recibirlos, lo cual implica un reconocimiento.
2) Les pidió disculpas por haberse demorado veinte minutos.
3) Les ofreció café y té.
4) Los escuchó atentamente durante una hora y media.
¿Qué fue lo que escuchó Zaffaroni? En las escaleras de entrada al viejo Palacio de Tribunales, ante una treintena de movileros, camarógrafos y periodistas apostados allí, el referente del MTR Roberto Martino, explicó: «Vinimos a plantearle la necesidad imperiosa de que el Poder Judicial intervenga para que se respeten los derechos constitucionales, así como todos los derechos y garantías que nuestro país ha firmado en diversos tratados internacionales».
Una señorita con voz aguda consultó, con tono casi de afirmación:
-¿Él se comprometió a ser un nexo entre la justicia y los piqueteros?
-No, no. El doctor no puede comprometerse a nada. Simplemente ha escuchado nuestros argumentos, y le hemos transmitido la importancia de realizar un seminario sobre derechos humanos. Él ha quedado en estudiarlo y respondernos.
El salto de «nexo con los piqueteros» a «seminario de derechos humanos» no mereció ninguna repregunta.
-¿Cuál es el resultado? – preguntó alguien, como para ir redondeando.
-El resultado es positivo. Que un ministro haya escuchado la problemática no solo con respecto a la judicialización de la protesta social sino también las cuestiones elementales para vivir, como ha transmitido el compañero Pepino Fernández, que tiene 76 causas abiertas en su contra y que ha venido desde Mosconi, nos parece muy importante – dijo Martino, señalando a Fernández parado a su derecha. Los micrófonos y grabadores resbalaron hacia él.
-¿Cómo está la situación en Mosconi? – le interrogaron a Pepino en lo que constituyó la única pregunta que le hicieron.
-A pesar de todas las luchas no tenemos las respuestas necesarias. Ni agua tenemos, por la contaminación.
-¿Qué impresión se llevan? – exclamó otro movilero, como para volver a redondear.
-Es una gran satisfacción que el doctor nos haya recibido y haya escuchado todos nuestros argumentos -respondió Martino.
-Al hablar de argumentos, para que la gente entienda, ¿cuáles serían? -interrogó un periodista de televisión. Martino sintetizó, para que la gente entienda:
-En nuestra Constitución figura el derecho a trabajar, a ejercer toda industria lícita, el derecho al salario. El derecho de los trabajadores a participar de las ganancias de las empresas. El derecho a la vivienda, a la salud, a la educación. Toda una cantidad de derechos que, como todo el mundo sabe, no son respetados. Todo el mundo sabe que con 150 pesos no se puede vivir. Hemos escuchado a ministros que dicen que con 3000 pesos por mes no se puede vivir y hoy nos enteramos que les duplicaron los sueldos. ¿Cómo se puede explicar que nosotros y nuestras familias vivamos con 150 pesos mensuales?
-¿Le hablaron de la causa por incidentes frente a las oficinas de Repsol? preguntaron más a la derecha (algunos integrantes del MTR están procesados por un escrache a las oficinas de dicha multinacional). Martino apeló a un argumento tranquilizador:
-No, no estaba en la agenda. En el país hay temas más profundos que el escrache a Repsol. Creemos que hace falta juntarnos todos, en pie de igualdad, a discutir qué país queremos.
-¿Y qué dijo Zaffaroni sobre el discurso de Kirchner sobre la apropiación de terrenos? – consultó un periodista de anteojos. Martino contestó con cierta perplejidad:
-Desconozco ese discurso de Kirchner. No sabía que había un discurso al respecto.
-Pero usted dijo antes de entrar que iban a presentar a Zaffaroni una carpeta con un discurso del año pasado, donde el Presidente decía «el pueblo se tiene que apropiar de las tierras» – le reclamó una movilera con cierto fastidio. Martino no podía creer lo que estaba oyendo:
-No, no, no. Yo lo que dije es que el doctor Kirchner manifestó en octubre del año pasado, con motivo de la ratificación de los tratados internacionales sobre derechos humanos por parte de nuestro país, que el pueblo debía apropiarse de la lucha por los derechos elementales. El doctor Kirchner no habló sobre la tierra en particular, sino sobre los derechos en general.
(Es difícil evaluar si tal interpretación se debió a un problema auditivo, a la mala fe o a pura ignorancia, pero describe en parte el estado de los medios).
Pero el hombre de anteojos se repuso y disparó.
-¿Y qué dijo Zaffaroni sobre eso que dijo Kirchner?
Los movileros estiraron los brazos hacia Martino, cual propaganda de desodorante.
-El doctor Zaffaroni escuchó con mucho interés, con mucha preocupación, pero entendemos que no puede pronunciarse.
Pepino Fernández seguía la conferencia de prensa un tanto asombrado y en silencio. Nadie le hacía preguntas. El hombre más encausado del país, había encontrado más eco por parte de Zaffaroni.
Martino produjo otras declaraciones:
– «El movimiento está planteando que toda la protesta tiene como base fundamental el no respeto a los derechos elementales a la vida del pueblo argentino».
– «El fiscal Romero (que pidió que la policía filme a los piqueteros durante sus marchas y actos) debería ser llamado a declarar porque por lo que entendemos de las noticias, el fiscal llama a filmar. Si la policía está ante un delito, debería evitarlo, y no filmar y permitir que el delito se consume, porque serían cómplices. Deberían preguntarle al fiscal de qué parte de la Constitución sacó eso.»
Todos los que habían estado con Zaffaroni volvieron a entrar a Tribunales, para ir al pequeño espacio que montó allí Crónica TV. Martino reiteró sus conceptos con Pepino Fernández siempre a su derecha, invitando incluso a la periodista a hacerle preguntas, sin éxito. Terminada la entrevista Fernández y Martino se alejaron ante los gestos desesperados de la señora del micrófono que luego les dijo: «Ay, los voy a matar, les dije que hasta que la cámara corte se quedaran quietos, sin moverse» (es lo que, en general, parece exigirles mucha gente).
En la reunión habían estado también Sixta Díaz, Claudia Galeano, Rosa Lorenzo, Daniel Prado, Rolando Flores y el abogado del MTR e integrante de CORREPI, Claudio Pandolfi.
Pepino Fernández -caso testigo de acoso judicial- anticipó su viaje a Buenos Aires por la Semana Contra la Criminalización de la Protesta, para concurrir a la reunión con Zaffaroni.
Terminada la serie de entrevistas, Martino comentó en diálogo con lavaca:
-Lo del seminario de derechos humanos es para agosto, posiblemente en la Universidad de Lomas. Tres días. La idea es que Zaffaroni lo abra o lo cierre, y que vengan una cantidad de juristas, constitucionalistas y expertos. Habría talleres para que los compañeros puedan debatir sobre lo que se exponga.
-Pero una cosa tan institucional como un seminario ¿qué utilidad puede tener? ¿Qué les van a explicar los expertos a movimientos que son víctimas de violaciones a los derechos humanos?
-Hay dos costados. Uno es que por el embrutecimiento al que nos han llevado, el común de nuestra gente piensa que no tiene derechos. Escuchar de boca de quienes elaboran las leyes cuáles son nuestros derechos es un tema importante, independientemente de que esos derechos se cumplan. Por otro lado, arma todo un debate político respecto de nuestros derechos conculcados. Si los constitucionalistas dicen algo, perfecto, pero ¿por qué no se lleva a cabo? Entonces si hemos concurrido al Ejecutivo, al Judicial e iremos al Legislativo, y no nos dan respuesta, la propia Constitución dice que frente a la violación de los derechos, o su no cumplimiento, el pueblo tiene derecho a establecer resistencia a la opresión.
Allí está la clave del seminario. Otras definiciones:
«Lo que planteamos es que es casi imposible un Estado civilizado en el marco de que casi la mitad de la población está excluida de los derechos básicos. Le dijimos a Zaffaroni que parte de esos reclamos son los que trae Pepino Fernández. En particular, el reclamo por el papel depredador de las grandes multinacionales en la zona norte. Se calcula que 16 personas mueren por mes por enfermedades derivadas de la contaminación ambiental».
Pepino: «Le expliqué esas cosas, porque a veces no se conocen. También le conté la diferencia que había en la época de las empresas del Estado. Mi padre crió a todos sus hijos, les dio educación. Hoy un padre no puede hacer eso, porque no tiene trabajo. Él me entendió. Me parece que todo esto ha sido muy importante pensando en el futuro».
Pandolfi: «La reunión no tuvo importancia desde el punto de vista técnico jurídico, sino que lo relevante es que al menos un sector de la Corte se abra a la posibilidad de recibir a los ciudadanos del país que tienen un reclamo, cosa que hasta hace poco no ocurría. Al revés: la sociedad se movilizaba pidiendo que los jueces de la Corte renuncien. Creo que Zaffaroni es un juez preocupado por la cuestión social, por las cuestiones del Derecho, y no uno que se va a jugar al tenis mientras el país está en crisis. Veremos en qué deriva todo esto».
Sobre la cuestión del rechazo de parte de la sociedad hacia los que ejercen la protesta, Rolando Flores analizó: «Hay gente que no entiende la justicia de nuestro reclamo. Recibe por los medios de comunicación una imagen que busca nuestro desprestigio, aislarnos, y crear la base para reprimir, que es la respuesta única que de última tiene el Estado. Entonces es importante que esa inmensa mayoría que recibe el mensaje de los medios pueda entender cuál es el eje del reclamo, y la justicia. No estamos pidiendo cosas estrafalarias sino que necesitamos resolver los problemas de la gente».
La última frase fue tal vez la más sutil de la mañana en Tribunales, pero ya no había movilero alguno que pudiera registrarla.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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