Nota
El duelo
Es un duelo, pero también es otra cosa. Pocos podrán descifrarla tan rápido como las urgencias políticas requieren en momentos así, esos que definen el porvenir con el bisturí de la Historia. En esa complejidad cada cual podrá ver el pedazo de realidad que quiera, aunque sin duda, es imposible eludir lo mucho de pasado que preña la escena. Es esa memoria colectiva la que está hoy parada en el asfalto, construyendo con los pies el acto político más importante de un gobierno que tendrá, entre otras tareas difíciles, la obligación de decodificarlo en su exacta dimensión. Y cuando la política se expresa en emociones, racionalizarla también es una tarea política.
El pasado fabrica el presente de manera fantasmagórica. La sombra de la muerte de Perón, la de una viuda y la de su siniestro siguiente capítulo, la dictadura. Las diferencias, en cambio, se pueden palpar. No llueve ni hace frío, como aquel julio en el que la multitud despidió al general. Tampoco hay esa congoja angustiante que preanunciaba la orfandad ante la muerte. La ciudad no detuvo su aliento y la infinita fila que llega hasta Corrientes, pasa por San Martín, dobla en Rivadavia, se vuelve a doblar en Carlos Pellegrini y penetra Avenida de Mayo hasta el umbral de la Casa Rosada, convive con el tránsito y el ritmo cotidiano de un jueves urbano. El resultado es esa fila firme y autogestiva, sin la presencia en esas más de 20 cuadras de un solo policía.
Hay, podría decirse, cariño a granel -un sentimiento noble y políticamente impredecible- poquísimas consignas (cada tanto estalla un estribillo entonado en clave casi irónica: “Andate Cobos y llevate a la Carrió”), flores que se traen especialmente o se compran por 5 pesos, escasas banderas y muchísima gente de la llamada “suelta”, deudos espontáneos que están dispuestos a perder las cinco o seis horas que consume la peregrinación hasta un ataúd cerrado para ganarse el momento de expresar públicamente aquello que vinieron a decir: “Fuerza”.
Así y una vez más, aquello que por costumbre llamamos kichnerismo se convierte en todo lo que cada uno de los integrantes de esa larguísima fila quiere, aquello que quizá definen mejor sus enemigos, esos que como fantasmas hoy también están.
El duelo, entonces, se convierte también en un conjuro colectivo.
Una nueva manera de decir lo mismo: nunca más.
Es un duelo, pero también es una clase magistral de cómo se fabrica poder y contrapoder. Hoy no es un día para mirar televisión. Tampoco para apostar al Twiter como medio de comunicación del futuro. La Historia le pasa por encima a las modas y sus artefactos cuando la calle recupera su sentido de ágora, de encuentro, de conspiración colectiva. Uno de esos héroes de la viveza criolla da cátedra al respecto en la esquina de la plaza: vende cartulinas y crayones. La valla policial se convirtió en un santuario y el Master supo exactamente qué se necesita en momentos así.
“Gracias por hacernos soñar con un país mejor”.
“Gracias por recuperar la militancia, la justicia, la verdad y la ilusión”.
Sueños e ilusiones: lo intangible se escribe a mano.
La fila habla y lo que dice también es otra lección. Algunas voces representan el sinfín de historias que arman ese rompecabezas que debería, literalmente, romper cabezas: no es momento de repetir guiones de opinólogos, sino de crear la gramática capaz de expresar cómo, entre otras cosas, los mismos nadies que salieron hace casi diez años a la calle a gritar “que se vayan todos” regresaron hoy para garantizar que se queden los que están. Lo cual no es una paradoja, sino una consecuencia. Quizás…
Estas son sus historias:
- Llegó desde Moreno. Se levantó a las 5 de la mañana y a las 6 tomó el tren. A las cuatro de la tarde está a 2 cuadras de la entrada a la Casa de Gobierno, pero Hilda del Carmen Andrade, 67 años, robusta y morena, no se queja. Sostiene firme la rosa que compró para expresar su agradecimiento, que es bien concreto. “Quiero verlo por última vez y decirle que me ayudó mucho. Me sacó en menos de un mes la pensión, después de haber andado mendigándola durante 3 años”. Hilda cuenta que tiene un reuma que empeoró después de la muerte de su marido, cuando quedó sola y al frente del hogar donde crió 3 hijos. “Durante 30 años trabajé en casa de familia y nunca le pedí nada a nadie. Hasta que el cuerpo no me dio más y pedí la pensión, pero nada…hasta que él, como por arte de magia, me la sacó”.¿Usted se lo pidió personalmente?No, qué va. No hizo falta. Al mes de ser Presidente ya estaba y eso no es algo para olvidar.
- Llegó desde Merlo. Sofía Zurita, 18 años y prendedor con la bandera argentina en su corazón, también se siente en deuda. “Vengo a agradecerle el trabajo que le devolvió a mi papá. Cuando lo cesantearon, después de muchos años en ese empleo, tuvo que ir a una remisería, donde lo asaltaban todo el tiempo. Estaba mal, muy deprimido. Hasta que le devolvieron su puesto y pudimos empezar de nuevo”.¿Dónde trabaja tu papá?
Es ferroviario. Ahora está en blanco, tenemos obra social.
¿Vos militás en alguna agrupación?
No, la verdad es que me acerqué una vez, pero dio una cosita…. - Llegó desde HIJOS zona Sur. Ulises Guede lleva la remera que identifica a su agrupación y una bandera también negra con letras blancas que grita juicio y castigo. Su deuda: “Lo que representa para nosotros: el acceso a la justicia. Y más allá de mirar nuestro propio ombligo, incluso más allá de los errores, sabemos que para nuestros barrios, que fueron tan castigados por el neoliberalismo, representa el acceso a cosas tan básicas como la educación o el asfalto. Vemos cómo se ha recuperado cierta dignidad porque le gente siente que se ha hecho algo por ellos.”¿Esperabas que hoy hubiera tanta gente?Sí, los únicos que se sorprenden son los de Capital.
- Llegó desde Vicente López. Adriana, 53 años, lentes de carey, blazer de raza, está llorando. “Me siento huérfana”, dice y su hijo Gerónimo -29 años, gorrito con vicera- es quien completa la frase “Aunque no estoy de acuerdo en muchas cosas, creo que hoy es importante mostrar apoyo. No me preocupa que se frene el proceso: si estamos acá es porque ya no se puede volver a atrás. Lo que me preocupa son algunas cosas que veo hoy y que comparo con otros momentos de la historia”.¿Cómo cuáles?Esas cosas que no cambian: la iglesia, los intereses económicos, la izquierda…lo gorila”.
A las 17 en punto las últimas personas en completar la fila de más de 20 cuadras son José (22), Romina (33) y Kiyén (10). Llegaron desde Belgrano R y con el impulso que Romina sintetiza en una filosófica frase “Yo pensaba que el peronismo era una utopía y él me hizo ver que son ideales”. Con cierto pudor, dice que por primera vez en su vida es oficialista, pero también que por primera vez en su vida entendió la política. “Por eso traje a mi hija, quiero que un día le cuente a mis nietos que estuvo donde había que estar, porque hoy estamos escribiendo un capítulo de nuestra historia”.
Cuando termina la breve charla, ya hay 48 nadies más detrás de José, Romina y Kiyén. Por la avenida llegan los Putos Peronistas, los estudiantes de Comunicación Social de La Plata, los del comedor Los Pibes… La fila se convierte, entonces, en otra cosa: en la agenda de gobierno que no dicta ningún plan social.
Fotos: Mariana Salgado
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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