CABA
Una política global para controlar a los pobres: el otro corralito
Las periferias urbanas de los países del Tercer Mundo se han convertido en escenarios de guerra, donde los Estados intentan mantener un orden asentado en el establecimiento de una suerte de «cordón sanitario» que consiga aislar a los pobres de la sociedad «normal». En esta nota, el periodista Raúl Zibechi describe lo que pasa del otro lado de la General Paz, Haití o Brasil.
«Fuentes del Ejército confirmaron que las técnicas empleadas en la ocupación de la favela Morro da Providéncia, son las mismas que las tropas brasileñas utilizan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití», publicó el diario Estado de San Pablo a fines del año pasado.
Este reconocimiento de las fuerzas armadas de Brasil, explica en gran medida el interés que tiene el gobierno de Lula da Silva en que las tropas de su país se mantengan en la isla caribeña: se trata de poner a prueba estrategias de contención en los barrios pobres de Puerto Príncipe (capital de Haití), que han sido diseñadas para su aplicación en las favelas de Rio de Janeiro, Sao Paulo y otras grandes ciudades.
Pero la noticia publicada por el diario Estado de Sao Paulo va más lejos al desnudar la forma de operar de los militares. El general que dirige la ocupación de la favela Morro da Providéncia por 200 soldados, William Soares, comandó la 9a. Brigada de Infantería Motorizada en Haití. Los soldados instalaron ametralladoras en «la única plaza de la comunidad, transformada en base militar», que fueron retiradas para facilitar el diálogo con la población. En la reunión con la Asociación de Pobladores, el general Soares «prometió obras, fiesta de Navidad con distribución de regalos para los niños, colonia de vacaciones, proyección de filmes, atención médica y sanitaria».
Según informó el diario, «en contrapartida el Ejército está recogiendo informaciones sobre la favela y sus habitantes. Los militares filmaron y fotografiaron la reunión y todo el movimiento de las tropas». El general Soares realizó todas esas promesas para «aplacar la revuelta de los líderes comunitarios contra el proyecto social previsto para la favela».
Los pobres urbanos como amenaza
El urbanista estadunidense Mike Davis analiza las periferias urbanas desde su compromiso con el cambio social. Una sola frase escrita en el sitio www.rebelión,org sintetiza su análisis: «Los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario geopolítico decisivo». Asegura que los estrategas del Pentágono están dando mucha importancia al urbanismo y la arquitectura, ya que esas periferias son «uno de los grandes retos que deparará el futuro a las tecnologías bélicas y a los proyectos imperiales».
En efecto, un estudio de las Naciones Unidas estima que mil millones de personas viven en las barriadas periféricas de las ciudades del tercer mundo y que los pobres de las grandes ciudades del mundo trepan a dos mil millones, un tercio de la humanidad. Esas cifras se duplicarán en los próximos 15 a 20 años, ya que el crecimiento de la población mundial se producirá íntegramente en las ciudades y un 95% se registrará en los suburbios de las ciudades del sur, según lo publicado en el sitio www.sinpermiso.info.
La situación es más grave aún de lo que muestran los números: la urbanización, como señala Mike Davis, se ha desconectado y autonomizado de la industrialización y aún del crecimiento económico, lo que implica una «desconexión estructural y permanente de muchos habitantes de la ciudad respecto de la economía formal». Por otro lado, observa que «en la última década los pobres—y me refiero no sólo a los de los barrios clásicos que mostraban ya niveles altos de organización, sino también a los nuevos pobres de las periferias—se han estado organizando a gran escala, ya sea en una ciudad iraquí como Ciudad Sadr o en Buenos Aires».
En América Latina los principales desafíos al dominio de las elites han surgido del corazón de las barriadas pobres: desde el Caracazo de 1989 hasta la comuna de Oaxaca en 2006. Prueba de ello son los levantamientos populares de Asunción en marzo de 1999, Quito en febrero de 1997 y enero de 2000, Lima y Cochabamba en abril de 2000, Buenos Aires en diciembre de 2001, Arequipa en junio de 2002, Caracas en abril de 2002, La Paz en febrero de 2003 y El Alto en octubre de 2003, por mencionar sólo los casos más relevantes.
Más aún: las periferias urbanas se han convertido en los espacios desde los que los grupos subalternos han lanzado los más formidables desafíos al sistema, hasta convertirse en algo así como contrapoderes populares. Mike Davis tiene razón: el control de los pobres urbanos es el objetivo más importante que se han trazado tanto los gobiernos como los organismos financieros globales y las fuerzas armadas de los países más importantes.
Muchas grandes ciudades latinoamericanas parecen por momentos al borde de la explosión social y varias de ellas han venido estallando en las dos últimas décadas por los motivos más diversos. El temor de los poderosos parece apuntar en una doble dirección: aplazar o hacer inviable el estallido o la insurrección y, por otro lado, evitar que se consoliden esos «agujeros negros» fuera del control estatal donde surgen los principales desafíos a las elites.
Las nuevas estrategias militares
Las publicaciones dedicadas al pensamiento militar, así como los análisis de los organismos financieros, dedican en los últimos años amplios espacios a abordar los desafíos que presentan las pandillas, y a debatir los nuevos problemas que plantea la guerra urbana. Los conceptos de «guerra asimétrica» y de «guerra de cuarta generación» son respuestas a problemas idénticos a los que plantean las periferias urbanas del tercer mundo: el nacimiento de un tipo de guerra contra enemigos no estatales, en el que la superioridad militar no juega un papel decisivo.
William Lind, director del Centro para el Conservadurismo Cultural de la Fundación del Congreso Libre, asegura que el Estado ha perdido el monopolio de la guerra y las elites sienten que los «peligros» se multiplican. «En casi todos los lugares, el Estado está perdiendo». Pese a ser partidario de abandonar Irak lo antes posible, Lind defiende la «guerra total» que supone enfrentar a los enemigos en todos los terrenos: económicos, culturales, sociales, políticos, comunicacionales y también militares.
Un buen ejemplo de esta guerra de espectro total, es su creencia de que los peligros para la hegemonía estadunidense anidan en todos los aspectos de la vida cotidiana o, si se prefiere, en la vida a secas. A modo de ejemplo, considera que «en la guerra de cuarta generación, la invasión mediante la inmigración puede ser tan peligrosa como la invasión que emplea un ejército de estado». Los nuevos problemas que nacen a raíz de la «crisis universal de legitimidad del Estado» ponen en el centro a los «enemigos no estatales». Esto lo lleva a concluir con una doble advertencia a los mandos militares: ninguna fuerza armada ha logrado éxito ante un enemigo no estatal.
Este problema está en el núcleo del nuevo pensamiento militar, que debe ser reformulado completamente para asumir desafíos que antes correspondían a las áreas «civiles» del aparato estatal. La militarización de la sociedad para recuperar el control de las periferias urbanas no es suficiente, como lo revela la experiencia militar reciente en el tercer mundo.
Los mandos militares que se desempeñan en Irak parecen tener clara conciencia de los problemas que deben enfrentar. El general de división Peter W. Chiarelli, en base a su reciente experiencia en Bagdad en el suburbio de Ciudad Sadr, sostiene que la seguridad es el objetivo a largo plazo, pero no se consigue con acciones militares. «Las operaciones de combate proporcionarían las victorias posibles a corto plazo (…) pero a la larga, sería el comienzo del fin. En el mejor de los casos, causaríamos la expansión de la insurgencia», señaló hace poco más de dos años en Military Review.
Eso implica que las dos líneas de acción tradicionales de las fuerzas armadas, las operaciones de combate y el adiestramiento de fuerzas de seguridad locales, son insuficientes. Se propone por lo tanto asumir tres líneas de acción «no tradicionales», o sea aquellas que antes correspondían al gobierno y a la sociedad civil: dotar a la población de servicios esenciales, construir una forma de gobierno legítimo y potenciar el «pluralismo económico», o sea la economía de mercado.
Con las obras de infraestructura buscan mejorar la situación de la población más pobre y a la vez crear fuentes de empleo que sirvan para enviarles señales visibles de progreso. En segundo lugar, crear un régimen «democrático» es considerado un punto esencial para legitimar todo el proceso. Para los mandos de Estados Unidos en Irak, el «punto de penetración» de sus tropas fueron las elecciones del 30 de enero de 2005. En el pensamiento estratégico la democracia queda reducida a la emisión del voto.
Por último, mediante la expansión de la lógica del mercado, que busca «aburguesar los centros de las ciudades y crear concentraciones de empresas» que se conviertan en un sector dinámico que impulse al resto de la sociedad, se intenta reducir la capacidad de reclutamiento de los insurgentes. En adelante, la población pobre de las periferias urbanas será, en la jerga militar, «el centro de gravedad estratégico y operacional».
Este conjunto de mecanismos es lo que hoy las fuerzas armadas de la principal potencial global consideran como la forma de obtener «seguridad verdadera a largo plazo». De este modo, la «democracia», la expansión de los servicios y la economía de mercado dejan de ser derechos ciudadanos o bien objetivos moralmente deseables para convertirse en engranajes de una estrategia de control militar de la población o de una región del mundo, y, por supuesto, de sus recursos.
Seguridad y cooperación: dos caras de una estrategia
Después de los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) «ha jugado un rol cada vez más prominente en la Guerra Contra el Terrorismo», dijo el coronel Thomas Baltasar en el Miltary Review . Los programas estadunidenses para el desarrollo, no se dirigen a la población que más los necesita sino a las «poblaciones y regiones consideradas de alto riesgo», según la estrategia del Pentágono.
Para los estrategas militares, los programas de la USAID juegan un papel destacado «en negar refugio y financiación a los terroristas al disminuir las condiciones subyacentes que causan que las poblaciones locales sean vulnerables al reclutamiento por parte de los terroristas». Del mismo modo, «los programas de USAID destinados a fortalecer una gobernabilidad efectiva y legítima son reconocidos como instrumentos clave para tratar con la contrainsurgencia».
La estrategia del Pentágono es buscar la seguridad para los Estados Unidos, y para ello utiliza la «democracia» y la «ayuda para el desarrollo» como medios complementarios de la acción militar. El coronel Baltazar sostiene que «el desarrollo refuerza la diplomacia y la defensa, reduciendo así las amenazas de largo plazo a nuestra seguridad nacional al ayudar el proceso de fortalecer sociedades estables, prósperas y pacíficas».
Parece necesario enfatizar que la cooperación internacional, la ayuda al desarrollo y el combate a la pobreza—algunos de los eslóganes predilectos del Banco Mundial y otras agencias financieras—son apenas estrategias de control y subordinación de la población «potencialmente» rebelde o resistente a los objetivos de la multinacionales estadunidenses. El análisis del Pentágono sobre la realidad africana, identificó según el coronel Baltazar, «las causas del extremismo», destacando entre ellas la existencia de «grandes poblaciones ya sea marginadas o privadas del derecho de voto y la exclusión del proceso político como las causas claves de inestabilidad en la región».
La democracia electoral y el desarrollo son necesarios como forma de prevenir el terrorismo, pero no son objetivos en sí mismos. En las circunstancias de países con estados débiles y altas concentraciones de pobres urbanos, las fuerzas armadas son las que ocupan durante un tiempo el lugar del soberano, reconstruyen el Estado y ponen en marcha—de modo absolutamente vertical y autoritario—los mecanismos que aseguran la continuidad de la dominación.
En Irak, estas políticas tienen su contracara y complemento en la edificación de grandes muros para separar decenas de barrios de Bagdad. Según el escritor y arabista Santiago Alba Rico, la construcción de muros en diez barrios de la capital iraquí busca que cada vecindario se convierta en «un armario acorazado cuyos habitantes son clasificados o abandonados en cajones cerrados y recintos estancos»8.
La lógica es muy simple: «Los barrios que no han podido ser doblegados militarmente, son amurallados, precintados y abandonados a su suerte. Zonas completas de la ciudad han sido delimitadas y segregadas con los vecinos confinados en su interior, sometidos a controles tan férreos—de entrada y de salida—que puede hablarse sin vacilación de una política de ghetto».
En otras partes del mundo, no hacen falta muros de cemento para aislar y separar los barrios periféricos. Se levantan muros simbólicos tejidos en base a las diferencias de color, forma de vestir y modo de habitar el espacio. Pero los resultados y los objetivos son idénticos. Los mecanismos de control—tengan ropajes militares, sean ONGs para el desarrollo o promuevan la economía de mercado y la democracia electoral—aparecen entrelazados y, en casos extremos como los barrios de Bagdad, las favelas de Rio de Janeiro o las barriadas de Puerto Príncipe en Haití, aparecen subordinados a los planes militares.
En Brasil, por poner apenas un ejemplo, se aplican diversas formas de control de modo simultáneo: el plan Hambre Cero es compatible con la militarización de las favelas.
En su reflexión sobre el nazismo en su texto «Sobre el concepto de historia», el escritor alemán Walter Benjamin asegura que «la tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla». La política de Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 se ajusta al concepto de «estado de excepción permanente». El «estado de excepción» -que suspende los derechos de los ciudadanos y militariza zonas y países enteros-, se aplica de modo indistinto en situaciones y por razones muy diversas, desde problemas políticos internos hasta amenazas exteriores, desde una emergencia económica hasta un desastre natural.
En efecto, el estado de excepción se aplicó en situaciones como la crisis económico-financiera argentina que eclosionó en diciembre de 2001 en un amplio movimiento social; para enfrentar los efectos del huracán Katrina en Nueva Orleáns; para contener la rebelión de los inmigrantes pobres de las periferias de las ciudades francesas en 2005. Lo común, más allá de circunstancias y países, es que en todos los casos se aplica para contener a los pobres de las ciudades.
Recursos
Mike Davis, «La pobreza urbana y la lucha contra el capitalismo», entrevista, 30 de julio de 2006 en www.sinpermiso.info.
Mike Davis, «Los suburbios de las ciudades del tercer mundo son el nuevo escenario estratégico decisivo», 2 de marzo de 2007 en www.rebelion.org.
Santiago Alba Rico «Emparedar a la resistencia», Diagonal, Madrid, 10 de mayo de 2007.
Thomas Baltazar (coronel) «El rol de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y la ayuda para combatir el terrorismo», en Military Review, setiembre-octubre de 2007.
William S. Lind, «Comprendiendo la guerra de Cuarta Generación», Military Review, enero-febrero 2005.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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