CABA
Teatrazo
Qué hay detrás de Mi hijo solo camina un poco más lento, este fenómeno que para muchos, y para nosotros también, es la mejor obra de teatro de los últimos tiempos.
Pasamos por la boletería y subimos la escalera. Llegamos a una sala amplia, de piso negro, en la que no hay escenario. Las gradas indican que ese es el lugar donde nos acomodaremos, como espectadores que somos. Hay un gran ventanal. Entra mucha luz. Son las cuatro de la tarde de un sábado. La capacidad de las gradas está superada. Muchos se sientan sobre almohadones que están distribuidos en el piso y los que llegan sobre la hora se acomodan donde haya un hueco. Entre el montón hay hombres y mujeres de diferentes edades, vestidos con ropa deportiva. Son once. Charlan entre ellos, caminan, se ríen, se peinan, uno toca la guitarra. Uno se acerca con un mate y un termo bajo el brazo y pregunta: ¿alguien quiere? El mate va circulando de mano en mano. Otro viene con un plato repleto de chipás y los ofrece. A las cuatro y media se inicia el pacto en el que algunos observamos y otros nos cuentan una historia. Aunque en esta oportunidad, están diluidas las fronteras. Ya conectamos.
Así Mi hijo sólo camina un poco más lento, una pieza croata, se convirtió en un fenómeno. ¿Y esto qué significa? Que mucha gente va a verla -otros se quedan con las ganas porque no hay entradas a la venta hasta el 2016- y las críticas han sido muy elogiosas. ¿Por eso es un fenómeno? Sí, pero esas son solamente las consecuencias de un suceso que trasciende cifras y elogios.
El espacio ideal
El estreno fue el 21 de noviembre del año pasado. Arrancaron con una función los domingos a las 11.30 de la mañana, sin mucha expectativa: si les iba mal, cambiaban el horario o levantaban la obra. Ahora hacen cinco funciones por fin de semana, cuatro de ellas en horarios poco habituales para funciones teatrales: los sábados a la tarde y los domingos a la mañana y a la tarde. Lo que alguna vez fue la parte en desuso de una concesionaria de automóviles en la calle Pasco, del barrio porteño de Balvanera, es ahora una sala de teatro independiente, llamada Apacheta. Así se denomina a esos apilamientos de piedras que construían los quichuas para agradecer a la Pachamama su guía en el sendero de la vida.
La obra terminó y allí están los actores y el director, también agradecidos de haber transitado el camino que los llevó hasta ese lugar. Con este éxito seguro que se van a la calle Corrientes, le suelen decir a Guillermo Cacace, el director. “Eso es lo que les gustaría a los otros, a nosotros nos gusta mucho estar acá. Este lugar, en once años no vivió nunca un fenómeno como este”. ¿Por dónde pasa la lealtad con el espacio que hizo posible esto si ahora lo dejo? “Tiene que ver con que lo que el otro cree que te va a pasar, pero en realidad es lo mejor para el otro; son los ideales del otro, pero no los tuyos”.
Ser mejores
Sentados en sillas, algunos en el piso, en un círculo improvisado armado una vez que se retiraron quienes por 75 minutos compartieron esta experiencia, director y actores cuentan que las devoluciones que reciben del público son muchas y variadas. Infinidad de mails y mensajes por Facebook son la expresión virtual de la gratitud. Los besos, abrazos y palabras de emoción, sin dejar de mencionar los regalos comestibles, son las demostraciones palpables que no dejan de sorprenderlos. Cacace: “Tenemos muchas hipótesis acerca de qué pasa con la obra, pero lo que podemos decir es que nos conmueve mucho hacerla. Que eso irradie, contagie e invite es algo que pertenece a lo que no se puede poner en palabras. Siempre digo que amé a todas mis obras, pero con ésta fuimos correspondidos. Y si hubiera pasado que del otro lado no nos amaban, no íbamos a dejar de amarla”. Se conmueve Cacace al decirlo. La obra llegó a sus manos gracias a Matías Umpierrez, actor y curador del primer Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, en el que participaron diez obras extranjeras dirigidas e interpretadas por directores y actores argentinos, entre ellas, Mi hijo sólo camina un poco más lento, de Ivor Martinic, dramaturgo croata. Umpierrez llamó a Cacace y le propuso dirigirla. Cacace agradeció y dijo que no porque no podía asumir compromisos en ese momento. Umpierrez insistió, le pidió que antes de dar una negativa definitiva leyera la obra. Cacace la leyó y se conmovió. La compartió un sábado a la tarde con los actores que eligió para esos roles y ellos también se conmovieron. Se pusieron a trabajar rápidamente: quedaban pocos días para el estreno y hubo nada más que siete ensayos. Sólo podían juntarse los domingos a la mañana y decidieron que la obra fuera ese día y en ese horario.
Hacer sentir
¿Por qué la obra conmueve tanto? Quizás es la pregunta más inútil: debe haber tantas respuestas como personas hayamos presenciado la obra. Y además ellos son el director, las actrices, los actores. Agrego: ¿Qué les pasa a ustedes con la obra?
Una docena de respuestas van circulando intercaladas junto con el mate.
“Primero porque la obra es muy buena, los actores somos muy buenos y el director es mejor”. Elsa Bloise debe tener setenta y tantos años, interpreta a la abuela de Branco, el joven que cumple 25 años y tiene una enfermedad que no se nombra durante la obra y que lo mantiene en silla de ruedas. Una abuelita nada dócil, que no toma la sopa, putea a su marido y pregunta insistentemente por viejos amores. Cuenta que disfruta mucho al hacerla, y que llegó tarde al bautismo de su bisnieta porque por nada del mundo se pierde de actuar en Mi hijo…
“Me pregunto por qué pasa esto, si yo siempre estuve acá, dando esto que tengo para dar. No tengo muchas respuestas. Puedo tener un montón de teorías y me sigo haciendo la pregunta. Pienso que quizás tiene que ver con el gran amor que cada uno de nosotros tiene por lo que hace. No nos ponemos en un lugar solemne, no hay artificios”, dice Clarisa Korovsky, la tía de Branco y Doris.
Paula Fernandez Mbarak es Mía, la madre, por momentos fuerte y luego invadida de fragilidad. “En la obra están todos los vínculos posibles de los seres humanos. Habla de cuestiones existenciales, hace preguntas en las que no hace falta estar en esta situación concreta para cuestionárselas. Habla de cosas que por algún lado te pegan”.
Agrega Guillermo Cacace: “Y que no sea una familia disfuncional. La crítica seria, algunas, no todas, cree que si en una familia hay conflicto se trata de una familia disfuncional. Algo de lo que pasa -por suerte no entiendo todo el fenómeno- es que asistís a una situación donde los lazos son posibles. En momentos en que los lazos están tan cortados, me parece que uno cree, por un instante, estar reconquistando esa posibilidad de lazo familiar, social. En ese sentido la obra es reparadora. Todos tenemos algo atravesado por decir y podemos morir sin decirlo. En esta familia se puede decir. El hijo le puede decir a la madre ‘perdóname por no caminar’; la madre le puede decir al hijo que lo ama, Doris le puede decir a la madre ´¿cuándo vas a volver a ser mi mamá?’. La obra afirma que algo se puede. Genera desasosiego, tristeza, pero no obstante, algo se puede. Y se puede en la soledad también, para que el paradigma no sea que hay que estar con alguien, que la felicidad es en pareja. La felicidad puede ser de muchas formas. Hay un orden de felicidad que es posible y la obra viene a reafirmarlo. La gente se conmueve con eso”.
Luis Blanco interpreta a Oliver, el esposo de Ana, la abuela. Después de aclarar que no tiene mucha experiencia como actor dice: “Estoy un poco confundido, nunca sentí tantas ganas de que me puteen como en esta obra”.
Diferencias
Una obra de un autor croata nos emociona. Ivor Martinic es un joven dramaturgo, referente de la nueva generación de su país. Mi hijo… fue estrenada en el Teatro Juvenil de Zagreb en Croacia en 2011. Tres años más tarde, se estrenaba en Argentina. Guillermo Cacace destaca la agudeza, la intensidad de la mirada de Martinic. “Creció en una sociedad en guerra, atravesada por conflictos entre hermanos, personas que manejan la misma lengua, escritura, que durante años estuvieron enfrentados y que, sin embargo, en la obra afirma que algo se puede. Hay que soltar un poco, poder andar en la diferencia. Tal vez son fantasías mías, pero quiero creer que la gente viene porque quiere creer eso”, se ilusiona Cacace.
“Ivor empezó a construir y nosotros seguimos. No hay una fórmula. No es el texto, no son los actores. Tratar de descularlo es querer cerrar algo por miedo. Y esta obra permite abrir, abismarse. Te está diciendo todo el tiempo que si no lo hacés, te la perdés”, dice la actriz Romina Padoan, Doris, en la obra, la bella hermana de Branco que se conforma con un lugar secundario en la vida de su madre. Un día se enamora de Tin (Gonzalo San Milan, actor que viaja todos los fines de semana desde Bahía Blanca) y las mariposas se agitan en su estómago. Se siente feliz y a la vez, tiembla de miedo.
Un narrador se dirige directamente al público y relata algunas escenas que no suceden delante de nuestros ojos, pero que influyen en el argumento. Habla y mira fijo a los ojos de algún espectador. Hay algo en el tono de su voz que nos tranquiliza, nos acaricia.
El diferente es Branco, encarnado por el actor Juan Tupac Soler. Está en una silla de ruedas, cumple 25 años y habrá un festejo en esa casa oscura y decadente. Sin proponérselo desencadena una catarata de reacciones y emociones que lo colocan en el centro del conflicto. Una madre que no acepta la realidad, que parece no adherir a la resignación; un padre huidizo, una hermana relegada que se siente culpable de su propia felicidad: una abuela que desea que ojalá se enamore y le hace confesiones que nadie más conoce; una tía desopilante que enmascara lo que siente con palabras a borbotones; una jovencita parlanchina que ambiciona mucho más que su amistad.
Tupac desestima los comentarios de algunos amigos que le dicen que ahora ya no tiene más fines de semana porque se los pasa trabajando en el teatro. Asegura que tiene fines de semana hermosos, en los que disfruta del encuentro con sus colegas y con el público. “Hay algo que nos hace encontrarnos, con las particularidades de cada uno, de no esconder nada. Si venís a casa te voy a cebar el mismo mate que acá –lavado y frío, acota uno de sus compañeros- porque así lo preparo. Este es un teatro sin oscuridad. Es de día, entra la luz del sol, y eso es tan lindo. En lo personal, la obra me cambió mucho la cabeza –se emociona- yo puedo ser Branco tranquilamente. Soy yo jugando a ser él”. Durante toda la entrevista Tupac siguió sentado en la silla de ruedas, como en la obra.
Trabajar el arte
El humor también es protagonista. Afloja, descomprime, libera. El personaje de Sara, interpretado por Pilar Boyle, es uno de los que provoca carcajadas y despierta ternura. No puede evitar mostrarse profundamente interesada en Branco. Lo agobia con palabras, gestos, sonrisas. No quiere que nada de lo que pueda suceder no suceda. Abraza su deseo. Pilar: “La obra me hace estar más afuera de mí, aprender a compartir, a elegir, me hace tener más esperanza, sonreír más, ser más buena. Estamos construyendo algo y eso me hace sentir orgullosa”.
Todos están conmovidos, movilizados, con lágrimas en guardia baja. Acaba de terminar la función y eso los ha dejado expuestos a sentimientos que estallan en la charla. ¿Cómo mantener esa intensidad una y otra vez, función tras función?
Guillermo: “Alguien me dijo que la obra tiene la estética de un ensayo, y desde ese momento estuve tratando de abonar una idea asociada, que es que más que una estética tiene la ética de un ensayo, un lugar de permanente prueba. La ética de ese ensayo sería que no estamos trabajando para un estreno que va a ser un día, sino para cada vez. Seguimos tratando de descubrir qué es cada vez. Y está bueno que los hechos demuestren que esto no es un discurso. Tampoco nos sentimos diferentes del que está de ese lado. Sin que lo sepa, lo consideramos tan igual que estamos convencidos de que compone la obra con nosotros, cada vez. Hay una definición del artista que a mi me gusta mucho que es el que trabaja de hacer arte. Entonces, nosotros por un rato los hacemos trabajar. Hay artistas de este lado y de ese lado. Aunque nunca lo supieran construimos juntos una situación de paridad. Eso es esta obra”.
¿Cómo se construye la conexión con el público que, en este caso, es tan estrecha?
Guillermo: “El público se olvida un poco de sí mismo. Disuelve un poco su yo, se torna un poco más poroso para recibirnos. Y eso es posible gracias a que el yo de los actores también se vuelve poroso y puede recibir al público. ¿A quién no le gusta abrazarse en esa porosidad, en la cual la piel no es el territorio que separa sino lo que nos permite entrar en contacto? Esta obra es la posibilidad de extender piel. El gran trabajo es encontrarnos, no tanto en una situación expresiva sino en una situación perceptiva”.
Paula: “Es un sueño lo que nos pasa. La obra misma es un sueño. ¿Y quién no quiere pasar por esa instancia? Decimos que ya no dormimos para soñar. Estamos todo el tiempo soñando con lo que nos pasa, con lo que nos dicen, con el reconocimiento que los actores necesitamos. Venimos de donde venimos, por lo que no podemos dejar de ser como somos. Nada de lo que nos pasa nos hace otras personas, sino que nos hace lo que ya somos, pero mejores”.
Y esa es la frase que sintetiza el fenómeno. Esta obra, estas actrices, estos actores, este director, este teatro, nos hace mejores.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
- CABAHace 4 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- #NiUnaMásHace 4 semanas
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 4 semanas
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- ActualidadHace 4 semanas
Marcha de jubilados: balas y bolitas
- ActualidadHace 1 semana
Intoxicados