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Garketing Monsanto
Renovó su plana mayor para dar batalla a una realidad que resiste sus presiones corporativas para cobrar cada vez más por una tecnología que se revela ahora como ineficiente. Qué hay detrás de la nueva estrategia.
Monsanto comenzó a chocar con la realidad y mutó estrategias con la misma lógica con la que muta genes: buscando más poder y rinde económico. Esa realidad de piedra está sostenida sobre tres frentes de batalla:
El dictamen de la Organización Mundial de la Salud.
La negativa de los productores agropecuarios a pagar mayores precios como consecuencia del patentamiento de semillas transgénicas
El bloqueo a la planta proyectada en Malvinas Argentinas, Córdoba.
Para contrarrestar esos embates, Monsanto comenzó a desplegar estrategias que pueden parecer de marketing (imagen, comunicación, cosmética), pero que, en realidad, responden a otro paradigma de acción característico de las corporaciones: el garketing, neologismo anglo-lunfardo que define cómo operan lógicas y sistemas que estafan, engañan, manipulan y someten.
La bomba de tiempo se activó por un entramado de situaciones, y tal vez por un clima de la época. Una fecha es clave: 20 de marzo de 2015. Ese día la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado, que incluyó el siguiente párrafo: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin). También causa daño en el ADN y en los cromosomas de las células humanas”.
La OMS definió así la peligrosidad del herbicida de un modo más cercano al que denuncian comunidades y científicos como consecuencia de las fumigaciones que riegan Argentina con 300 millones de litros de glifosato por año.
El comunicado de la OMS resultó tardío, pero sus efectos se hicieron notar rápidamente: Francia prohibió, a mediados de junio, la venta de glifosato. La ministra de Ecología, Segolene Royal anunció, sin eufemismos: “He pedido que se deje de poner en venta libre el RoundUp de Monsanto”.
Subir la apuesta
Monsanto respondió con modales de marketing: profundizó su campaña “Descubrí quiénes somos realmente”, invitando a la gente a ingresar a la web de la empresa con supuestas preguntas que la empresa simula responder. Al mismo tiempo, inundó los medios comerciales con publicidad para sembrar el silencio sobre el dictamen de la OMS. También incrementó sus presentaciones en ámbitos sojeros, en los cuales calificó el dictamen del más importante organismo de control global de la salud pública como “ciencia basura”.
El garketing, en cambio, lo desplegó en ámbitos estratégicos para la salud de sus ganancias. Una herramienta que no está dirigida a la gente, ni a los periodistas, ni a los publicistas ni a los clásicos y tradicionales productores sojeros, ni siquiera a la OMS. El mensaje es para gobiernos, bancos, corporaciones, accionistas y fondos de inversión. Es decir, para todos aquellos actores que hacen latir el corazón de su negocio.
Ejemplo: pocos días después de la declaración de la OMS, Monsanto anunció su oferta para comprar al otro coloso semillero y agroquímico, Syngenta, en 45.000 millones de dólares. De concretarse esta operación estaríamos presenciando el nacimiento de un monopolio mundial inédito.
Syngenta es, nada menos, que la corporación que hace unos años hizo publicidad diseñando en un mapa la “República Unida de la Soja”, que mezclaba parte de Argentina, Uruguay, sur de Brasil, Paraguay y sur de Bolivia con una consigna: “La soja no tiene fronteras”. Ahora, Monsanto ofrece un monto supra millonario para quedarse con ese mapa, Syngenta pide más, y hasta el momento siguen negociando. “Y si no, ya insinuaron que harán una oferta por Bayer” explica Carlos Vicente, de Grain: “Monsanto no es una moda: juega cada vez más pesado”.
Compre o no Syngenta o Bayer el mensaje garketing es obvio: jugar pesado.
La pistola en la embajada
La estrategia de garketing quedó expresada en Twitter por el brasileño Luiz Beling, presidente para Latinoamérica Sur de Monsanto, ahora instalado en el país tras vivir 18 años en Estados Unidos. Una semana después del comunicado de la OMS, Beling envió este mensaje: “¡Momento histórico! Empezó la cosecha y un acopio detectó Intacta en el primer camión en el norte de Santa Fe”.
Traducción: Monsanto estableció una ingeniería policial para detectar su nueva soja Intacta, RR2 Pro, en los camiones que traslada la cosecha a los puertos, método que le permite identificar a los productores que deben pagar una regalía de hasta el 10% por el uso de esos granos patentados. Beling transparentó que el sistema está funcionando, y que nadie se va sin pagar.
“Quieren arreglar un error estratégico, para ellos, que fue introducir los transgénicos sin patentarlos, en la época de Menem. Cobraban por las semillas, pero no por las ventas de la cosecha”, cuenta a MU una de las personas mejor informadas del establishment periodístico económico.
Monsanto mostró sus garras ya en 2005 y a través de la Embajada de Estados Unidos, que presionó para que el gobierno argentino le reconociera esas regalías, sospecha de siempre que ya es certeza gracias a las revelaciones de WikiLeaks.
Los cables de WikiLeaks relatan la defensa de los intereses de Monsanto por parte de los sucesivos embajadores Lino Gutiérrez y Earl Wayne ante ministros como Felisa Miceli y Julio De Vido; los viajes de legisladores norteamericanos que visitaron especialmente Argentina para “hablar del tema”, y una discusión del entonces secretario de Relaciones Económicas de la Cancillería, Alfredo Chiaradía, con el congresista transgénico Charles Grassley.
Dice el cable de la Embajada: “Chiaradía cuestionó la intención verdadera detrás de los esfuerzos de Monsanto por cobrar regalías (…) señalando que sólo se había convertido en un tema cuando expiró la patente del herbicida (glifosato) de Monsanto. Dijo que el gobierno estaba listo para negociar tanto las regalías como la segunda generación de semillas. Pero agregó que no lo haría con una pistola apuntándole, en referencia a las acciones legales que tomó Monsanto en Europa en contra de los cargamentos de soja argentina”.
Segunda vuelta
Monsanto sacó el dedo del gatillo y aceptó la idea gubernamental de cobrar por una segunda generación de semillas: la Intacta RR2 Pro. Como el gobierno no convirtió sus demandas en ley (la llamada Ley Monsanto), la corporación decidió cobrarlas por su cuenta, mediante contratos privados con los productores, que las organizaciones del campo reclaman ahora que nadie firme.
La Federación Agraria denunció el affaire Intacta como “retenciones privadas”, y planteó: “Durante los últimos años la multinacional Monsanto ha realizado intentos de avanzar sobre los recursos y soberanía de los países, patentando la biodiversidad, entablando demandas o promoviendo la modificación de legislación vigente que ampara los derechos de los agricultores al uso propio de las semillas”.
Hasta la Sociedad Rural sacudió el poncho y dudó que esas patentes realmente existan: sospecha que Monsanto miente, hipótesis a la que ya habían llegado por otras razones vecinos, consumidores e investigadores de todo el mundo, quienes marchan periódicamente en más de 50 países contra la empresa, o los productores húngaros que, sin diplomacia, decidieron quemar los campos de Monsanto para que no contaminen las producciones sin veneno.
La Mesa de Enlace reveló que Monsanto “pretende incluir unilateralmente una cláusula abusiva, arbitraria y compulsiva en los contratos de compra-venta de soja, por la cual los compradores (acopiadores, exportadores, industrias transformadoras) podrían retener un importe en concepto de regalías, alterando reglas, usos y costumbres del comercio de granos”.
El marketing de Monsanto indica: “No solo somos proveedores de productos, sino también de soluciones”.
El garketing, en cambio, demuestra cómo los productores quedan prisioneros de un paquete tecnológico (transgénicos y agrotóxicos) del que ahora -cuando minimizan sus ingresos- quieren salir.
El peor de los pecados
Frente a este panorama, el mensaje garketinero está dirigido a tranquilizar a los grandes pooles de siembra, que se mueven al sensible ritmo de la especulación financiera. A ellos se dirige el mensaje que asegura que pueden maximizar ganancias atándose aún más al modelo Monsanto (con drones fumigadores, sistemas satelitales, softwares anticipatorios para maximizar una productividad que ya está en su techo), en un proceso de mayor desaparición de productores que no alcancen esos insumos, y mayor concentración de tierras para monocultivo.
Sin embargo, el paquete Monsanto empieza a estar bajo sospecha del peor de los pecados que una tecnología puede cometer: la ineficiencia. En Argentina ya hay prácticas agroecológicas, cada vez más expandidas, que en campos como Naturaleza Viva (Santa Fe) o La Aurora (Benito Juárez) presentan rentabilidad mayor que los transgénicos, sin contar la salud del suelo, el agua, el aire, los animales, las personas. Ahora, además, y como otro efecto derivado del dictamen de la OMS, el gobierno de Aragón, España, acaba de demostrar en un estudio oficial que el maíz convencional es más productivo que el transgénico impulsado por Monsanto, lo cual “debería ayudarnos a hacer una profunda reflexión al respecto del uso continuado de material transgénico en las explotaciones”.
Otros datos de la realidad:
Monsanto ha logrado colocar la Intacta hasta ahora sólo en el 18 % de las hectáreas sojeras uruguayas, 10% de las provincias del norte argentino, y menos del 5% en la zona templada.
En el norte, sólo el 70% de los “intactos” pagó aceptando el acuerdo Monsanto. “El otro 30% creo que va a ir pagando. Es un sistema nuevo y genera resistencias”, aseguró el gerente Beling en Expoagro.
¿Cuál es el único país que aceptó eso que la empresa llama “penetración de la Intacta”, en un 100%?
La respuesta en idioma gárketing tiene forma de golpe de Estado: Paraguay.
Los chicos Monsanto
La reacción social en Malvinas Argentinas, Córdoba, frente al proyecto de construir la procesadora de maíz transgénico más grande del mundo, fue definida por la fuente del establishment periodístico consultada por MU como “el segundo gran error estratégico de Monsanto, porque son muy brutos”. El garketing de la empresa reaccionó, entonces, con una movida regional.
Fernando Giannoni come pastas, usa Twitter e Instagram, mira Games of Thrones, le hubiera gustado vivir en la Roma renacentista y su frase favorita es: “Son más los que renuncian que los que fracasan”, según reveló al periódico contrainformativo La Nación. Advertencia: quien no renuncia a leer este brutal cuestionario hasta el final, no fracasa:
¿Cuál fue su mayor logro en la compañía?
“La aprobación de la biotecnología en Paraguay”, responde Giannoni.
Esa aprobación, precisamente, fue determinante en el derrocamiento del presidente Fernando Lugo, en junio de 2012. Monsanto venía colaborando con los sectores más violentos del campo paraguayo, que perseguían campesinos para desplazarlos de sus tierras y agrandar el espacio para los transgénicos. El apoderado de la empresa en Paraguay era el argentino Fernando Giannoni.
El entonces presidente Lugo era crítico de los transgénicos y su gobierno no aprobó la semilla de algodón Bollgard BT. Monsanto comenzó una campaña mediática y de lobby a través de la Unión de Gremios de Producción y del Grupo Zuccolillo, del diario ABC Color. El clima mediático (denuncias, agitaciones) y garketinero (lobbies políticos, corporativos, embajadas) fue suficiente para que un Presidente separado de su propia base social se derrumbara. Llegó el golpe con el que Lugo fue suplantado por el vice Federico Franco, lobbysta del sector sojero. Giannoni declaró: “El gobierno actual apoya mucho la producción y la tecnología, y tiene reglas claras”. Poco después Giannoni firmó los acuerdos que aprobaron los nuevos transgénicos de Monsanto.
Los especialistas en garketing (bancos, políticos, fondos de inversión, buitres & afines) habrán sabido captar el gesto que representa mover a la Argentina a quien fuera apoderado de Monsanto durante la caída de Lugo, mientras come pastas y mira Games of Thrones. En términos de marketing Giannoni ha dicho: “Tenemos que mostrar que Monsanto no es un sello, una compañía que opera desde la luna o quiere dominar el planeta. Somos argentinos que estamos trabajando”.
La vergüenza
“Trabajar para Monsanto hoy, en cargos ejecutivos y de comunicación, es un desprestigio. Es lo mismo que pasó en su momento con las tabacaleras”, murmura una fuente cuya reputación es la de conocer mejor que ningún otro periodista el ambiente de las corporaciones.
Un ejemplo puede ser el del politólogo Francisco Do Pico, Pancho, quien manejó la comunicación de Siemens de Argentina, sitiada por las denuncias de corrupción y sobornos. Luego pasó a trabajar para Monsanto y en ese rol se reunió con vecinos de San Luis que reclamaban contra las fumigaciones y la deforestación. Les dijo: “Lamentablemente la empresa en su momento no cambió de nombre”, en referencia a la historia que liga a Monsanto con la bomba de Hiroshima, el Agente Naranja en Vietnam (400.000 muertos, 500.000 enfermos) y cancerígenos como el PCB o el DDT, por nombrar sólo algunas innovaciones tecnológicas de las que fue responsable. Atención: la solución marketinera de cambiar de nombre no está descartada en la corporación.
Do Pico invitó a Soledad Barruti, autora del libro Malcomidos, a una reunión de intercambio que se diluyó en lugares comunes. Recuerda hoy Soledad: “La posibilidad de funcionamiento de una empresa como Monsanto –o de cualquier gran corporación- se debe a que sus empleados dedicados a comunicación e imagen pueden ser evangelizados y difundir lo que se desee vender. Las fallas siempre son de otros. Do Pico repetía con una convicción ciega una idea sobre la que no sabía demasiado. Lo único que noté fue su incomodidad y un ‘sí’ muy leve cuando respondió a mi pregunta sobre si no se sentía mal cuando estaba en una reunión social y al decir que trabajaba en Monsanto, lo miraban raro”.
Incómodo o no, tras Siemens (y los sobornos) y Monsanto (catalogada como la peor empresa del mundo), Pancho Do Pico terminó en Coca Cola. Un premio al amianto.
Ahora, uno de sus sucesores en la cerealera es el economista Luis Massuh, quien llegó desde Sony y los televisores 4G a los herbicidas. En YouTube se puede ver cómo responden los nuevos ejecutivos a una pregunta que acaso revele el éxito de MU al sugerir un nuevo nombre para la empresa: Mondiablo.
“Te pido un mensaje para la provincia de Córdoba, para que vean que no sos el diablo”, dice el periodista transgénico.
Respuesta: “Queremos que nos conozcan para que realmente nos quieran, queremos ganar el corazón y las mentes de la gente”.
El músico canadiense Neil Young presentó este mes su álbum conceptual The Monsanto Years. El tema principal entona los siguientes versos:
“Su propio hijo crece enfermo
cerca de los cultivos envenenados.
Las semillas de la vida
ya no son lo que fueron.
La Madre Naturaleza y Dios
ya no son sus dueños”.
La pared
Lo único que hasta el momento pudo frenar a Monsanto es el acampe frente a la planta para procesar maíz transgénico en Malvinas Argentinas, Córdoba. ¿Qué pasa hoy en Malvinas? Lucas Vaca, de la asamblea: “Invitan a vecinos a conocer la planta, pero los que van, es por seguir al intendente Daniel Arzani, que tiene un sistema muy clientelar. Algunos se ilusionan con el trabajo que podría generar, pero eso no es cierto, y además lo que estamos defendiendo acá es la vida”.
Este junio de 2015 hubo elecciones a intendente. Se presentó la actual funcionaria radical, Silvina González, favorable a la instalación. Vecinos de la asamblea apoyaron a uno de sus miembros, Víctor Hugo Mazzalay, investigador del CONICET. Con un partido improvisado, Malvinas Despierta, desafiando al aparato oficial, Mazzalay fue segundo por apenas 491 votos, sobre un padrón de 10.000 votantes. Obtuvo seis veces más votos que el PRO y el FPV juntos. “Igual es un triunfo porque casi todos los otros candidatos, salvo el oficialismo se pronunciaron contra la instalación de la planta”, dijo Mazzalay. Lucas explica: “No estoy muy de acuerdo con lo partidario, pero la votación fue un triunfo para no seguir entregando el patrimonio y la salud de la gente. Juegan con la necesidad de los vecinos; el gobierno no genera trabajo, y parecería que tiene que venir Monsanto a salvarte, lo cual además es mentira”.
Monsanto anunció que no piensa abandonar el proyecto. Es un mensaje dirigido a inversores, gobiernos, fondos y pronunciado en el alusivo idioma del garketing.
Lucas habla otro idioma: “El acampe y la asamblea siguen firmes. No queremos más enfermedad. Hicimos un análisis de sangre entre los vecinos: 7 de cada 10 tenemos tóxicos en sangre. Queremos generar agroecología y conciencia, aunque las autoridades miren para otro lado. Monsanto aquí no va a entrar. Tendrán plata, presionarán como sea, pero ya sabemos lo que son. Nosotros lo único que tenemos a favor es la verdad”.
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