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La alegría es hacer rock
Ojerosa. Amigos y compañeros de secundaria lograron convertir una banda en un proyecto que crece y se baila a ritmo autogestivo. Lecciones de una generación que quiere convertir sus sueños en un proyecto de vida.
“Que mi mente se nutra de todos los demás, y forjar mi temple ante cada adversidad”, canta Alejandro Falcone en Poquito a poco, el tema que abre ¿Quién Baila?, álbum debut de Ojerosa. La banda la completan Guido Donato en guitarra, Juan Sevlever en saxos, Nicolás Petrungaro en batería, Ramiro Vulijscher en bajo y Pedro Lipovetzky en percusión. Ellos son parte de la generación de músicos del rock post-Cromañón y como tales conocieron la adversidad de la clausura de lugares para poder tocar.
Antes de formar la banda se conocieron mientras cursaban el colegio secundario en el Carlos Pellegrini. “Salvo Nicolás, que iba al Ilse”, se encarga de aclarar Alejandro. Crecieron bajo la influencia del rock argentino más popular: Charly García, Divididos y Spinetta. Los unió su pasión por Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, a quienes homenajean con una versión acústica de Maldición va a ser un día hermoso.
Con siete años de actividad, ya tienen listo su segundo disco, que lleva por título 4 Mil Revoluciones. Recién terminan de grabarlo y para su edición física en formato CD lanzaron una campaña de financiamiento colectivo desde la web.
Reconstrucción
La música de Ojerosa abreva en las fuentes del rock clásico. Un rock no divorciado de la pista de baile y que con swing viene “apostando al corazón, retrucando a la cabeza”.
¿Hay un renacimiento del under en el rock argentino?
Alejandro: Había una escena under que sucumbió por la tragedia de Cromañon. Nosotros seguíamos a Callejeros, así que éramos partícipes de esos recitales. Creo que a las bandas hoy nos toca reconstruir y estamos en ese proceso. Cromañón fue un episodio trágico que cambió el rumbo. El rumbo de la gente a la que le gustaba ver rock de una determinada manera. Se criminalizó a las bandas y a la música. Una vez más el hilo se cortó por lo más fino.
Nicolás: Se estigmatizó a la música en vivo. Como si el problema fuera la música en sí. Ahora volvió en forma de orquestas de cumbia, de bandas de salsa y de rock y retomó el protagonismo de la trasnoche. La música en vivo volvió a ser parte del formato de la fiesta. Eso es lo lindo que está pasando ahora.
¿Hubo un aprendizaje de la tragedia de Cromañon?
Alejandro: El aprendizaje más grande lo hizo el público. Y nosotros, también. Vemos que las bandas han tomado conciencia. Por ahí mucha gente que no mamaba el rock en ese momento piensa que tirar una bengala es una locura, pero en ese momento no existía conciencia de eso. Fue una lección que se adquirió, lamentablemente, por la tragedia de Cromañon. Algunos aspectos negativos de aquella escena continúan, hay determinadas relaciones de poder que se siguen dando. Muchas veces vemos que los empresarios dueños de los locales siguen negándose a invertir en la seguridad del público y de los músicos. Les siguen cobrando a las bandas para tocar. Eso significa que una banda tiene que convocar a una cierta cantidad de gente para cubrir costos que son inauditos, porque esos lugares quizá no tienen sonido propio ni invierten en las condiciones adecuadas de seguridad. Tenemos que seguir avanzando en las reivindicaciones que hacen a nosotros, los músicos, profesionales de un espectáculo digno. No hubo una toma de conciencia por parte del empresariado que lo único que quiere es maximizar su ganancia a toda costa. En los lugares más grandes seguimos con esa lógica.
¿Qué pueden hacer los músicos para revertir esa lógica?
Alejandro: Exigirles a los lugares donde tocamos que cumplan con las medidas de seguridad. Y que se le pague al músico, algo que pareciera que acá no esta muy instaurado. Existe esa idea de que es un hobby y que si tocás es porque le gusta. Sin lugar a dudas tocamos porque nos gusta, pero también queremos hacer de esto nuestra forma de vida. Nos toca a nosotros decirle que no a determinadas cláusulas leoninas. Se puede también. Resulta fundamental la articulación entre las bandas. Entre la gente del campo de la cultura en todas sus facetas. La organización nos parece fundamental.
¿Puede ser algo propio de esta época el
hecho de dejar un poco de lado el agite para darle más lugar al baile y a un clima más
festivo?
Alejandro: Nosotros somos de la cultura del agite y también nos gusta que se agite con nuestras canciones. Que el pogo del cual fuimos parte también esté presente en nuestros recitales nos encanta. Lo nuevo tal vez pasa por poder armar fiestas con ritmos variados. Donde el rock también esté presente en lugares donde antes quedaba un poco de lado. En parte por prejuicios, como que el rock y la cumbia no se mezclan. Prejuicios que por suerte han quedado en el pasado. Ya no existe esa división de géneros tan marcada como antes. Lo que ha permitido esta idea de la fusión en la fiesta para que la gente baile. Y que baile con el rock también, claro.
En una de sus canciones hablan de “ser fiel a la idea de luchar” ¿Por qué cosas luchan?
Alejandro: La idea de luchar está desde
el mismo momento que en el cual un grupo de amigos decide tener una banda y hacer de eso un proyecto de vida. A nosotros
nos implica una lucha, más que nada contra un montón de prejuicios y trabas.
Además de eso, en nuestras letras tratamos de reflejar cuales son nuestros ideales de vida y de sociedad. La lucha representa tratar de accionar en consecuencia con lo que pensamos.
Algo que trasmite su música, ya sea por los ritmos o por las temáticas de las letras, es un pronunciado optimismo ¿Ustedes se consideran una banda optimista?
Alejandro: Quizá sea porque siempre me sale componer en tonos mayores (risas). Tenemos optimismo en nuestra música y en cómo llevamos la banda adelante. Luchar, pero con alegría. Eso nos parece fundamental. En el momento en que uno sucumbe a la tristeza tiene perdidas un montón de batallas de antemano. La alegría y el poder agradecer por las circunstancias que nos da la vida siempre nos parece la mejor forma de conducirnos. Como músicos somos de la era post-Cromañon, y como ciudadanos y seres políticos somos parte del post-neoliberalismo. Creo que una característica de esta generación es poder defender los ideales con alegría y con entusiasmo. Fue lo que nos había arrebatado la década del 90. Un proceso económico que arranca con la dictadura militar y termina con De la Rua yéndose en helicóptero. Creo que eso está muy emparentado con el optimismo y la alegría.
Nicolás: El rock de fin de siglo era mucho más oscuro. Nosotros hacemos una crítica, pero no queremos que nos arrebaten la alegría”.
Un grupo de amigos, un puñado de buenas canciones y unos cuantos ideales.
Quizá sea todo lo que una banda de rock necesite.
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