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El Viajero
Alfredo “Tape” Rubin, compositor, referente del tango contemporáneo, integrante de la Red de Semillas en Libertad. ▶ PABLO MARCHETTI
Busquen en youtube el video Deshibridación. Se trata de una larga entrevista al ingeniero Claudio Demo, donde defiende el modelo de semillas de selección genética en contra de las híbridas. O sea: un modelo natural y autóctono contra un modelo creado por multinacionales semilleras. No se trata de un ecologismo hippie discursivo: se trata de hacer mejores semillas, que permitan, además de un mejor suelo, una mayor rentabilidad.
Deshibridación comienza con una música de guitarra, una milonga criolla de corte yupanquiano. La música, así como la realización del video, son autoría de Alfredo “Tape” Rubin. El Tape es un artista fundamental de la canción popular urbana (y porteña) de las últimas décadas. Porque además de haber escrito canciones maravillosas (Regin, Reina noche, Bluses de Boedo, entre muchísimas otras), el Tape fue uno de los creadores de una escena: la del tango contemporáneo.
A mediados de los 90, La Chicana grabó temas del Tape. Y hoy la Orquesta Típica Fernández Fierro lo tiene como uno de sus compositores principales. ¿Cómo fue, entonces, que el autor de tangos oscuros, que retrataban noches de reviente, de ladrones y putas, de drogas y peleas, se transformó en un militante de la agroecología, que asiste a congresos, charlas y, según sus propias palabras, está “obsesionado por crear conciencia y tender redes”?
“Siempre me metí a fondo en las cosas que hice –explica el Tape-. Y me metí con el tango con la misma pasión y seriedad con la que ahora me metí en la agroecología”. El Tape empezó a tocar la guitarra a los 9 años y a escribir canciones a los 14. Hasta que a los 16 fue a ver la película Tommy. “Salí del cine y me puse a pensar por qué nosotros no podíamos tener una música nuestra, autóctona, que fuera tan poderosa como la que tocaba The Who en la película. Me daba bronca tener que reproducir el mismo tipo de música que ellos”.
A los 20, el Tape hizo un viaje iniciático por todo el país. La idea era viajar para aprender a tocar ritmos folklóricos con los músicos del lugar. Llegó a ser muy amigo del violinista santiagueño Sixto Palavecino, que lo albergó en su casa en Santiago del Estero. Fue su primer viaje a la semilla. Al poco tiempo, de vuelta en Buenos Aires, decidió emprender otro viaje, más introspectivo, más nocturno y que terminaría siendo más decisivo para su forma de ver el mundo y la música.
El siguiente viaje de Alfredo Rubin fue por la noche porteña. Y particularmente por la milonga. “Ahí, en la milonga, convivíamos unos locos, que éramos pocos pero muy potentes. Todo arrancó en el Parakultural. Imaginate: minas hermosas por todos lados, era el paraíso terrenal. Además, yo fui acomodando la ideología del tango a lo que me convenía. Y todo lo que era facho y vigilante lo dejé de lado”.
“Nunca fui nacionalista ni me interesa nada de eso”, aclara el Tape, como si hiciera falta. “Más bien, medio anarco, medio trosko, muy zurdo. Pero lo cierto es que hay una lectura política en esto de tomar ritmos autóctonos, como respuesta, primero a la dictadura, y luego al menemismo. O sea, a quienes vendían el país”.
En medio de su viaje iniciático por la milonga y la noche porteña, el Tape empezó a escribir tangos. “Necesitaba conocer el estilo porque musicalmente no me gusta hacer cualquier cosa, necesito que lo que hago esté inscripto en una tradición, conocer el estilo en profundidad. Pero en las letras siempre tuve en claro que sí podía hacer lo que se me cantara, porque eso también es parte de la historia del tango. Entonces empecé a usar palabras que podían parecer imposibles para el tango, mezcladas con el lunfardo clásico, porque me parecía bueno el efecto de un pibe cantando en lunfardo”.
El Tape tiene un sentido del humor muy sutil, muy agudo. Y disfruta mucho con eso. Pero no lo ejerce en sus canciones. Dice que le cuesta, que tiene cierto pudor de mostrar ese costado suyo, y que sus historias urbanas siempre trataron de buscar la belleza en medio de la mugre. Pero que hace un tiempo eso cambió. “Hoy no encuentro belleza en esa mugre. Hoy encuentro belleza en que el pueblo viva en lugares pulcros, que los pibes puedan corretear felices por lugares no contaminados, en que el pueblo tome la alimentación y el agua en sus manos”.
Obviamente este proceso no se da de un día para el otro ni por un solo factor. Pero el Tape recuerda un momento muy puntual que lo marcó: “Una vuelta me hice una carta astral y la astróloga me dijo: ‘Vos no tenés energía de ciudad. No tenés energía de aire, tenés energía de tierra’. Y eso me pegó. Es un germen, una semillita de cosas”. Sí, semillas. Las mismas semillas que habían aparecido en forma de canciones, de folklore, de rock y de tango, ahora sólo eran semillas en la tierra. “Mi obra urbana es muy urbana y tiene mucho que ver con esto que también soy –reconoce-. Pero mi modo de producir, mi modo de relacionarme, tiene mucho que ver con la tierra, con sitios donde la energía es otra, y donde me encuentro muy a gusto. No necesito velocidad ni exposición. Y eso también fue una revelación, porque no siempre fue así”.
“En una época quería pegarla –continúa el Tape-. No siempre fui tranquilo. ¡Quise triunfar, señor! ¡Quise ser una estrella! Pero no salió y agradezco que haya sido así, porque seguramente hubiera dicho y hecho cosas de las que hoy estaría arrepentido. Y me costó un tiempo darme cuenta de que la calidad de lo que yo hacía no tenía nada que ver con la repercusión que tenía. Pensaba ‘esto no es para mí, no lo sé hacer’; y que era un fracaso absoluto”.
Hoy el Tape integra la Red de Semillas en Libertad y prepara un nuevo disco de tango contemporáneo. “Ahora estoy tratando de integrar eso con la música. Leyendo a Rodolfo Kutsh, escuchando a Yupanqui. Soy el mismo chabón que va transitando por lugares haciendo lo mismo, cometiendo los mismos errores y tratando de levantarme o corregir”. Concluye: “Vuelvo a la música, sigo en la semilla”.
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