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Haceme shock
Los expertos hacen sus apuestas: PBI negativo, caída del consumo, desocupación y pobreza en ascenso. Las personas hacen sus respuestas: cooperativas, paros y movilizaciones para defender derechos básicos. El futuro tiene un fantasma que mete miedo: la historia. ¿Cómo construir otra? ▶ CLAUDIA ACUÑA
Pronósticos
22.800 despidos en el sector privado, 30.000 echados del Estado, aumentos en los servicios básicos del 300 por ciento, inflación y devaluación. El shock que produce las políticas del nuevo gobierno es brutal y aturde. Sus consecuencias recién comenzarán a producir daños más graves en los próximos meses, aunque quizás los números del año repunten hacia el final del segundo semestre, cuando las liquidaciones del agro ayuden a disminuir las cuentas en rojo, si bien esa actividad no crea un solo puesto de trabajo ni impacta en la recuperación del consumo. De todas formas, es posible que por primera vez en muchos años el PBI de 2016 arroje resultado negativo. 2015 cerró con una expansión del PBI del 2,5 por ciento. Para este año se prevé un caída de entre el 0,5 y el 1 por ciento.
Esta es la síntesis de los pronósticos de los “expertos”. Es decir, de aquellos que se supone pronostican la que se viene. Así lo reconoce los informes de FIEL, ACM, Ferreres y Asociados y Analítica Consultores en una nota publicada el domingo 3 de abril en el suplemento económico del diario contrainformativo Clarín, firmada por Ismael Bermúdez. Es un ejemplo de entre los muchos que pueden darse para confirmar que estamos atravesando tiempos de oscuras tempestades.
Buitres
“Fue una excelente noticia para un pequeño grupo de inversores bien conectados y una terrible noticia para el resto del mundo, especialmente para los países que enfrenten crisis de deuda en un futuro”, escribió en el diario The New York Times el Premio Nobel Joseph Stiglitz al día siguiente de que el Senado argentino votara la aprobación del pago a los buitres. El principal beneficiado fue Paul Singer, el financista al que el portal Bloomberg, especializado en finanzas, retrató tragándose el mapa de Argentina. Fue en abril de 2014, cuando el país entró formalmente en default por no aceptar un fallo que obligaba a pagar 539 millones de dólares de interés. La nota se tituló, premonitoriamente, “Paul Singer hará que Argentina pague”.
Finalmente, la oferta del ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Light, representó desembolsar 4.653 millones de dólares al contado.
Aquella nota de Bloomberg termina con una anécdota que ilustra el irónico sentido del humor de Singer: fue a ver la final de la Copa del Mundo que se disputó en Brasil con la camiseta de la Selección Argentina.
Sí: al partido en el que todos gritamos “Era por abajo”.
Por arriba
El panorama se complica aún más si se tiene en cuenta la crisis que afecta a Brasil, principal socio económico de Argentina. Ejemplo: la industria automotriz sufrió, en el primer bimestre de este año, una caída del 43,3 por ciento de sus exportaciones.
El coctail de ajuste económico y corrupción política que sacude al más importante mercado latinoamericano no es más que un espejo enorme, por la escala brasileña, de lo que parece herir el futuro de varios países latinoamericanos, entre los cuales Argentina no es la excepción. A las detenciones del ex secretario de Transporte kirchnerista, Ricardo Jaime -en el marco de una causa que investiga la compra a una empresa española de 120 vagones en desuso-, y Lázaro Baéz y Cía, hay que sumarle el efecto de Panamá Papers, la investigación sobre sociedades offshore que reveló que el presidente Mauricio Macri era director de dos sociedades en ese paraíso fiscal que nunca figuraron en sus declaraciones juradas. La noticia fue portada de medios de todo el mundo. El más lapidario fue el inglés The Guardian, que tituló: “Macri, el empresario Presidente de un país en el que crece la pobreza”.
Por abajo
¿Cúal es el efecto de todas estas noticias en la vida de la gente?
En la redacción del diario Tiempo Argentino hay asamblea y hay miedo. Hace ya cuatro largos meses que los patrones fugaron. No se fueron del país: simplemente abandonaron a sus trabajadores.
En diciembre dejaron de pagar el aguinaldo, y luego los sueldos. Los trabajadores no tienen información sobre cómo lograron hacerlo, pero lo cierto es que dejaron de pagar y no hay funcionario ni juez que los esté obligando a hacerlo.
Formalmente, pertenecen al Grupo 23, una sociedad liderada por Sergio Szpolski y Matías Garfunkel. Ese grupo recibió durante el año 2015 por parte del Estado nacional 104,9 millones de pesos en concepto de pauta oficial. “Nos dijeron que lo que queda por cobrar de pauta, Szpolski lo entregó al Banco Macro, como garantía por sus deudas. También nos dijeron que no tiene bienes a su nombre y que por eso no podíamos pedir un embargo”.
Tras organizar festivales, ollas populares, campañas de recolección de alimentos y pañales y editar una tirada de 40 mil ejemplares que se vendió y agotó durante la marcha del 24 de marzo –todo para sobrevivir en estos largos meses sin salario- los trabajadores están ahora en asamblea para intentar responder a ese miedo que produce la pregunta más paralizante en tiempos de oscuras tempestades: ¿qué hacer?
Escuchan ese interrogante quienes ya encontraron una forma de resolverlo en medio de otras tormentas: integrantes del Hotel Bauen, de El diario de la Región, de Chaco, de IMPA, todas empresas recuperadas por sus trabajadores, hoy cooperativas. También está MU. Lo que sigue son casi tres horas de intercambio sobre el desafío grupal que representa trabajar sin patrón.
Dos días después, José Orbaiceta, presidente de la Federación de Cooperativas de Trabajo y representante del movimiento cooperativo en el Inaes, participó de la asamblea para despejar dudas y hacer explícito el apoyo del sector. El resultado fue la respuesta a esa pregunta: Tiempo Argentino votó transformarse en una cooperativa.
Tiempo Argentino es ahora periodismo sin patrón.
Recuerdo entonces una frase que ya ni sé quién dijo: “Lo único que se hace bien desde arriba es un pozo”.
Futuros
Los expertos aseguran que este shock inicial es resultado de un “sinceramiento” de la economía.
Así estamos.
Más pobres, más endeudados, más desocupados.
De allí, dicen los expertos, saldremos cuando lleguen las inversiones que el pago a los buitres destrabó.
Lo que urge, aseguran, es concretarlas.
No los apura la necesidad, sino el proceso electoral. En año y medio habrá elecciones y es necesario que para entonces la tempestad haya amainado.
Ya sucedió: los más veteranos recuerdan el difícil primer año de la presidencia de Carlos Menem, seguido por la bonanza del endeudamiento, la apertura de la importación y los tratados comerciales con Estados Unidos. Lo que siguió, también lo sabemos. Ese proceso culminó destrozando al país.
Es difícil, sin embargo, que la historia se repita. No hay dos tormentas iguales, aunque ambas sean bravas. Tampoco es cierto que aquello que fue tragedia hoy nos ayude a sonreír.
Nosotros no somos los mismos.
Sabemos lo que fue, lo que ya no es, pero no podemos ni intuir lo que vendrá porque ese destino dependerá de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer.
Sabemos (¿sí?) que entre las cosas de las que habrá definitivamente que despedirse es de aquella utopía argentina que marcó a fuego el destino político del país, sus batallas, sus tragedias, sus victorias, sus sueños y sus pesadillas.
Sabemos que cuando hay desocupación no hay peronismo, ese invento criollo que consolaba a los de abajo al trazar un horizonte en el cual el trabajo definía todo: el futuro, el bienestar social, nuestras vidas y la de nuestros hijos.
No estamos refiriendo aquí al devenir de las internas justicialistas, que poco tienen ya que ver con los dictados de aquel Juan Domingo, sino de un pensamiento capaz de hacernos creer que el Estado era el lugar al cual marchar para pedir o para celebrar la construcción de un destino social próspero, equitativo, capaz de alcanzar a todos y cada uno.
La única verdad es la realidad, decía Juan Domingo, y esa realidad nos indica que el Estado ayer fue el primer precarizador y hoy una máquina de expulsión social.
A ese Estado no se le pide ni se le celebra nada: se le exige y reclama.
Siempre.
Sabemos que esa utópica litúrgica peronista dictaba que en aquel Estado paternal los únicos privilegiados eran los niños.
Sabemos que las crisis nos hacen crecer.
Que así sea.
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Crisis en el paraíso
Dos gigantes. Uno estatal: la central nuclear de Atucha con amenaza de 2.400 despidos. Otro privado: el grupo Techint, con 1.000 suspendidos. Los efectos regionales del ajuste y la desocupación en el comercio y en lo personal. Y el eterno retorno de un misterio: ¿quién paga los platos rotos? ▶ SERGIO CIANCAGLINI
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Acoso a la identidad
La policía, el DNI y las requisas arbitrarias. Detenciones al azar o por aspecto. Pedidos de documentos, ilegalidad, prepotencia. Dos casos que muestran que el hostigamiento contra jóvenes y adolescentes no es sólo policial. ¿Qué hay detrás de estos procedimientos? ▶ LUCAS PEDULLA
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