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Libros que muerden

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Editorial Cactus. Con un catálogo que aporta ideas para pensar la época lograron hilvanar una propuesta para superarla. Así definen lo que hacen y por qué. ▶ LUCÍA AITA

Libros que muerden

El año 1999 no es la fecha de su primer libro, pero sí del encuentro entre Sebastián Puente, Pablo Ires y Manuel Aducci, los integrantes fundadores, traductores y diagramadores de editorial Cactus. Se conocieron estudiando Sociología e Historia y peleando por el derecho a la educación pública, mientras escribían en una revista de circulación universitaria. La fecha no es casual.  Aquel año la idea de la privatización de la educación irrumpió con todas sus fuerzas en las aulas de la Universidad de Buenos Aires. Los estudiantes la resistieron con el cuerpo: tomas, asambleas, acampe, lo que sea. La movida estudiantil se puso intensa.

Muchos de los y las jóvenes que militaban en ese momento llegaron a  creer que algo en las estructuras universitarias de poder iba a cambiar para siempre. Pero no. Conjurada la amenaza de la privatización, se frenó la potencia de la revuelta estudiantil.  En medio de ese desencanto, Sebastián, Pablo y Manuel pensaron en hacer algo juntos como forma de fuga de lo institucional. ¿Qué? Eligieron hacer un libro. Tardaron dos años en terminarlo porque traducían, editaban y discutían juntos en un mismo teclado. Y en el medio de ese proceso estalló el 2001. La crisis económica y política empujó los cuerpos nuevamente a la calle: asambleas, piquetes, marchas y saqueos. 

En clave Deleuze

Si bien el primer libro de Cactus no cuenta esta historia, en su prólogo se  puede comprender ese trabajo de discusión colectiva con una constelación de obras y de autores que gira en torno al filósofo francés Gilles Deleuze. Lo que explica el por qué eligieron a Baruch Spinoza para ese primer libro, estaba en la calle. “Tenía que ver con lo que estábamos pensando en ese momento.  Spinoza permite cuestionarse  los conflictos en torno al  poder y la construcción de las zonas de no poder. Tratamos de pensar en formas de relacionarse y de crear formas de vida”, dice Manuel Aducci. Sebastián agrega: “Nosotros girábamos en torno a todos esos procesos políticos y buscábamos alguna clave de cómo salir de eso. Apostamos a experimentar otros modos de vida. Lo que queríamos encontrar era esa ética que escapa a la política en el sentido tradicional. La editorial, con sus vaivenes, fue armándose en esa búsqueda. Cactus para nosotros es un modo de vida que te permite vivir más feliz, con amigos, sin jefes y con las relaciones con el mercado necesarias, pero lo más filtradas posible. Tratamos de filtrar mecanismos salariales de mierda, jefaturas,  jerarquías, y tironeos garantiles. Nosotros buscamos ser  refractarios, que quiere decir que este espacio trata de que esas cosas no lleguen directo, que se  filtren, que refracte, que no nos peguen tanto”.

Leer y experimentar

Con el paso del tiempo y sin planearlo, lograron armar una red de autores tal que no dejara afuera ningún gran tema que permita reflexionar sobre la sociedad actual. Deseo, sexualidad, producción, capitalismo, saber y lenguaje son temas sobre los cuales hacen pensar sus libros. Esta amplitud y, al mismo tiempo, la coherencia en la elección de los autores, logra construir uno de los catálogos más potentes del mundo editorial actual.

“No es tan fácil leer. No es preguntarse quién lo dice, cuál es su sentido, qué significará ese concepto. No es tan fácil leer un experimento de escritura. Se requiere un experimento de lectura, que es una cosa mucho más rara”. La frase pertenece a una de las contratapas de la Editorial Cactus. Los prólogos siguen esa delicada línea: aportan ideas. Iluminan.

Días después, en una charla con mate de por medio, Sebastián Puente y Manuel Aducci, confirman esa apuesta. Sebastián dice: “Hay una clave en la que insistimos y por eso el universo de autores que trabajamos habla un lenguaje parecido. Son  cosmovisiones. Son imágenes de cómo queremos pensar la vida. El hilo conductor o la clave  que empezamos a buscar primero es la experimentación”.

¿La experimentación  del pensamiento es siempre colectiva?

Sebastián: La experimentación significa romper con los condicionamientos actuales. Uno de los condicionamientos más habituales es que somos todos individuos. Cada uno con su vida, sus ideas, su laburo y sus preocupaciones. Entonces sí tiene que ser colectiva,  pero también tiene que ser experimentación. Si no después hay colectivismos que toman a los individuos tal como están y no pasa nada nuevo ahí. Si se juntan todos los que creen que piensan lo mismo para decir lo mismo, mucha experimentación no hay.

¿Cómo crear pensamiento sobre esta época depredadora?

Sebastián: Los libros son para nosotros un universo de palabras, ideas y conceptos que nos permiten transitar por otro camino que no sea el  de estar prendidos a los problemas que organizan la agenda política actual. Buscamos desengancharnos y generar una autonomía, una línea de fuga, una desterritorialización o como lo quieran llamar. Proponemos textos que desenganchen del contexto entendido como contexto económico y político coyuntural o de lo que nos venden los medios de comunicación.  Todos  nuestros libros ayudan y nos permiten vivir la época, pero si por época entendemos el macrismo o krichnerismo, entonces no nos interesa pensar en esta época.

Manuel: Citando el prólogo del libro que editamos de Spinoza, poema del pensamiento de Henri Meschonnic,  la frase que sintetiza lo que hacemos es: “No se piensa para la época, sino para escapar de ella”.

¿Podemos considerar un derecho humano crear pensamiento?

Sebastián: El lenguaje de los derechos no es un lenguaje que nos guste demasiado.  La mayoría de los autores que tocamos tienen sus problemas con el lenguaje jurídico. Es una forma de catalogar y organizar los conflictos que muchas veces pasan por otro lado. Opera como un mecanismo de regulación y de fijación. Me parece que lo más interesante de los derechos humanos en Argentina son los movimientos sociales.  Es el espacio entre el lenguaje jurídico y los conflictos reales.  Por ejemplo, el derecho a la palabra es un derecho muy jodido, porque conlleva también una obligación de hablar.  La máquina de los medios de comunicación tomó el derecho a la palabra e hizo de eso un comercio.

Manuel: El otro día hablando del libro Historia de la sexualidad, de Foucault, pensamos en esto. ¿De qué manera la problematización de la sexualidad se construye a través de la obligación de hablar sobre eso? Hoy hablar sobre ese tema se vuelve casi un mecanismo de confesión. Se convirtió en un problema porque fue obligado a ser hablado.

Les pregunto por la apertura de las importaciones de libros anunciada y ejecutada por el gobierno actual. Manuel y Sebastián me dicen que a Cactus eso no los afecta tanto como la distribución del ingreso. Lo que sí es un problema es que la gente no tenga plata para comprar libros. Manuel: “Creo que la apertura a las importaciones no es grave porque las editoriales argentinas tienen un valor agregado que es la forma de armar sus catálogos. Ese es el elemento con el que podemos competir. La dedicación que le ponemos y lo artesanal de la producción nos hace distintos. A mí me parece bien que los libros puedan entrar, y me parece irracional que no se pueda importar un libro. El tema es el contexto y cómo se anuncia la medida. Si toman esa medida, deberían también dar incentivos para la producción editorial, por ejemplo. Así, tendríamos otros elementos para competir”.

Manuel asegura que el mayor problema de una editorial independiente es la distribución: “Es lo más alejado de lo que nos gusta de lo editorial: la comercialización. Sin embargo, es fundamental darle bola”. Cactus comenzó distribuyendo librería por librería con  bolsito de libros y factura en mano.  Hoy tienen una distribuidora que se llama Caja Negra en asociación con la editorial Coma cuatro.

Dice Sebastián que el momento que los pone más contentos es “encontrarse con gente que tenga alguna búsqueda en común”. Manuel agrega: “Mucha gente conoce el plan editorial y muestra ansiedad por el próximo. Esa espera, esa voluntad de leer, está hablando de que algo importante pasa ahí. Y nos gusta que pase”.

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