CABA
Hágase la luz
Extractos del libro El compromiso en una época oscura. Miguel Benasayag y Angélique Del Rey escribieron este libro pensando en aquellos que están en la trinchera, intentando resistir, pero también comprender los desafíos actuales. Inédito en Argentina, resumimos algunos conceptos para el debate.
La época oscura
«Vivimos en una época oscura”… Algunos estarán de acuerdo con esta afirmación ya que experimentan una cierta tristeza; otros por el contrario dirán que no, dado que la vida les sonríe, pero la mayor parte se sentirá asombrada ya que no sienten más que las tristezas o las alegrías propias de la época. Ahora bien, por oscuridad o luminosidad de una época no entendemos una sensación subjetiva o de júbilo o tristeza. La oscuridad o luminosidad de una época dependen de la existencia de posibilidades concretas de superación de los problemas que amenazan la vida, bajo todas sus formas. El carácter oscuro de nuestra época se debe más bien a la falta de un horizonte de superación de los desafíos de nuestras sociedades, de los peligros y amenazas que sufre la vida. ¿Qué hacer entonces? ¿Significa esto que no hay nada que hacer?
El militante triste
Todo el mundo (o casi) coincide con el objetivo de la defensa de lo vivo, del medio ambiente y de la cultura, frente a las fuerzas destructoras representadas por el economicismo, el utilitarismo y la serialización de los individuos. Sin embargo, en este punto reina una gran confusión en lo que se refiere a la cuestión de saber qué es lo que actúa en ese sentido, e incluso de saber lo que es un agente. ¿Sería un individuo de buena voluntad? ¿Acaso sería aquel que hemos denominado en nuestras obras precedentes como el “militante triste”, por su manera de luchar creyendo ferréamente en la llegada de la “sociedad del fin de la historia”?
La “tristeza” del militante se debe precisamente al afecto característico de su propia interpretación del mundo. A su juicio el mundo es un error: no es como debe ser. Por ejemplo, se piensa que analizar el desastre ecológico y el modelo antropológico subyacente no sirve para nada si no tiene lugar la revolución. Asimismo, se considera vana, o incluso traición, cualquier investigación biológica en torno a la ingeniería genética, ya que la lucha contra los organismos genéticamente modificados estaría relacionada ante todo con el factor político. Ni la “verdad” del arte ni la “verdad” de la ciencia, así como tampoco de cualquier dominio de carácter no político, hallan su razón de ser en lo político. Lo que significa que la vida de la gente no está pautada por las fechas ni los acontecimientos políticos. Para la gente, la vida se caracteriza por los años de juventud, de madurez y de vejez, o bien por las bondades (el matrimonio, el amor, el arte, los viajes, las amistades) o por las desgracias (inundaciones, guerras, represiones, muertes y enfermedades…). Los procesos múltiples de la vida no obedecen a las “efemérides” de los militantes. El mundo se transforma más por la acción de procesos sin sujetos que por grande hombres o grupos militantes.
El compromiso
Sea cual fuere la época o la situación considerada, el futuro no reside en lo que llegará mañana, sino en las virtualidades y las posibilidades reales susceptibles de desplegarse en esta época. Las luchas y los esfuerzos, al igual que cualquier deseo, encuentran su origen, su desarrollo y su razón de ser por y para la situación presente. En consecuencia, el sujeto de la acción propio de la época no es ni un individuo ni cualquier poder central dirigido por el sentido de la Historia, sino una multiplicidad de situaciones agenciadas, susceptibles de construir por y para cada época concreta vías específicas de composibilidad, a fin de que la destrucción no predomine sobre la vida. Por eso, en una época oscura, se impone un compromiso de tipo investigador. Comprometerse en una época oscura no es realizar un programa, sino buscar de manera situada y según vías múltiples y contradictorias, y en todo caso conflictivas, el modo de superar ese mito del individuo que nos hunde en la impotencia y nos somete al utilitarismo de la postmodernidad.
La buena noticia
Las modalidades de compromiso “con una agenda apretada” resultan desoladoras: se quiere cambiar el mundo, el trabajo o el medioambiente, pero se está demasiado ocupado; los miércoles no (es el día de los niños), pero tampoco los jueves (debo ir al gimnasio), ¡y el viernes he quedado con María! Sin contar con el hecho de que el menor dolor de muelas borra en un instante todas las desgracias del mundo. En lugar de reducirse a simples accidentes que nos impiden aplicar el programa, esta inercia, este desánimo, constituyen elementos concretos y situacionales. El motor “trascendente” de la acción ya no funciona y ¡eso es una buena noticia! No, el compromiso ya no quiere funcionar bajo la única forma de la adhesión consciente, lo que significa que la vida misma se compromete en las situaciones concretas que la componen.
El motor sin esperanza
En nuestra época, por el contrario, el desafío reside en el hecho de encontrar y construir los motores “inmanentes” de la acción y sus razones, sin máquinas de esperanza. Ahora bien, cuando se dice motor inmanente también se dice multiplicidad de situaciones, y por consiguiente, ausencia de armonía y de redención final: nada de paz eterna ni de final de toda opresión, nada de mundo sin violencia ni de mundo de racionalidad triunfante. En lo sucesivo, el conflicto, los conflictos, ya no deben concebirse como momentos de una negatividad a superar, sino como procesos permanentes ante los cuales no cabe una solución definitiva. Las diferentes situaciones implican proyectos en conflicto mutuo: los problemas ecológicos requieren soluciones contradictorias respecto a ciertas exigencias de justicia social; los progresos técnicos y científicos en vez de ayudar sistemáticamente a la vida, en ocasiones la amenazan… Dicho de otro modo, el motor inmanente no funciona replicándose en toda situación de referencias preexistentes. Pero, además, en el compromiso inmanente, los grupos, las clases, los géneros o los diferentes sectores sociales carecen de un papel invariante: un mismo grupo, profundamente reaccionario en una situación, puede participar en procesos de emancipación dadas otras circunstancias, y viceversa.
Los cuerpos
Lo que llamamos “compromiso trascendencia” es el fruto de una razón consciente de la acción, mientras que el compromiso-investigación (o inmanente) constituye la expresión de un deseo vital. Y este deseo es el que otorga su fuerza, la de responder al desafío de esta época. El compromiso inmanente surge de los cuerpos. Atraviesa las situaciones y los seres humanos, pero no como el futuro de su análisis, sino antes incluso de su emergencia. Ahí donde el compromiso-trascendencia se basa en un paradigma racionalista, el compromiso-investigador se basa en un paradigma complejo, de comprensión del mundo y de la acción, que implica abandonar la idea de pretender controlar el cambio global. Las acciones desplegadas en la situación presente forman parte de la infraestructura de la cual emergerá la situación futura, pero no existe ni garantía ni visibilidad alguna respecto a lo que resultará de ella. En consecuencia, el compromiso debe pensarse en términos radicalmente inmanentes: es decir, se hace lo que se tiene que hacer en y para esta situación.
La situación
Un proyecto no parte del futuro, sino del presente, o lo que es igual, de la situación. Un proyecto parte de aquellas personas que se comprometen y actúan en situación, buscando respuestas a los desafíos planteados por aquella. Todo proyecto pertenece pues al presente de la acción y a la singularidad de la situación en la que se actúa. Pero esta proyección, que es la esencia misma de compromiso en situación (presente y local), no implica ninguna previsibilidad de los resultados, y menos aún del mundo global que dicha acción permitiría realizar. Nadie promete nada a nadie; más bien, se construye, se lucha, se crea. Por otra parte, un proyecto es dinámico: se dibuja al mismo tiempo que se construye el movimiento efectivo que lo desarrolla. Dicho de otra manera, ningún proyecto preexiste a la acción que tiende a realizarlo. Un proyecto se realiza a la vez que se define. De ahí también un vínculo nuevo entre teoría y práctica, en el cual la teoría no pretende orientar a la práctica, y mucho menos dirigirla.
Lo local
El compromiso de tipo “investigador” es situacional y concreto. Parte de los retos propios de la situación y tiene como aspiración el cambio aquí y ahora. No pretende pues cambiar las cosas de una vez por todas. No pretende tampoco tener influencia sobre un cambio global. Ahí donde el compromiso-trascendencia mira hacia la globalidad, el compromiso-investigador parte de lo local y desemboca en lo local. Para este tipo de compromiso, el mundo solo existe en situación: sus desafíos, sus problemas y sus soluciones son situacionales. Una injusticia solo se manifiesta localmente, no en las estadísticas (aunque éstas puedan esclarecer la situación); y también es en el plano local donde la búsqueda de una justicia más amplia adquiere sentido y se hace posible, nunca en los dispositivos globales establecidos desde una supuesta centralidad, la cual no es en realidad más que un “punto de vista de ninguna parte”.
Lo difícil
Resulta díficil admitir que las cosas cambian en todos los lugares y de manera permanente, sin que tales cambios locales constituyan al mismo tiempo la promesa de un cambio global, previsible o controlable de la sociedad. En consecuencia, resulta difícil admitir que las cosas cambien bajo formas y modos diferentes o contradictorios, sin que una estrategia de conjunto pueda, por definición, concluirse de tales luchas y tales compromisos.Y sin embargo, desde el punto de vista local, tales compromisos funcionan, van bien. Lo que significa que tal vez la dispersión que caracteriza al compromiso contemporáneo sea una de las condiciones de un cambio de mentalidad, de una aceptación de la nueva lógica.
Lo grande y lo pequeño
Local o situacional no quiere decir “pequeño”. Tomemos un ejemplo: si la tentación de centralizar las luchas se revela como un fracaso, entonces dar los buenos días a una dama no es tampoco el primer paso hacia la revolución; ahora bien, muchos de nuestros contemporáneos caen en la trampa del micro-compromiso, según el cual vivir se convierte en sinónimo de comprometerse. En la actualidad asistimos al desarrollo de una serie de prácticas (e incluso de una estética) de lo pequeño y lo cotidiano. Caricaturizándolo, se podría decir que al no materializarse los grandes relatos tendemos a refugiarnos en lo que ahora creemos que es el verdadero nivel de acción: ser “solo una buena persona”. De modo que una comida de barrio, una fiesta de vecinos o bien el famoso “cuidado”, entre otras mil micro-formas de relaciones en el mundo, pasarían a considerarse como formas sensatas de nuestra impotencia para la acción. Desde nuestro punto de vista la dispersión individualista es una pura ilusión: los individuos solos no entran en relación entre sí y con el entorno por medio de contratos o del “libre arbitrio”. Al suponerlos dispersos, ocupándose de sus pequeñas vidas, los individuos son cada vez más el producto de una captura realizada por las máquinas y los dispositivos de opresión.
Lo nuevo
Cada época posee su propia figura de singularidad, cambiante y contradictoria. En este caso la modernidad occidental ha determinado un sujeto -la Humanidad- el cual se presenta en una situación de guerra contra la naturaleza y contra su naturaleza. Una singularidad no es un sujeto sustancial (proletariado, comunidad, individuo, casta) sino un sujeto en permanente cambio. Las “minorías”, en particular, son singularidades: eso mismo es lo que explica que, tal y como decían Deleuze y Guattari, hablen a todo el mundo sin necesidad de hablar de todo el mundo. Véase por ejemplo el caso de los sordos, los cuales luchan por su reconocimiento y dicen que, contra toda “evidencia”, lo que les falta no es oír, denunciando así toda reducción de la identidad a una forma de falta (discapacitados, dis-, diversos, “anormalidad”). Su lucha concierne entonces a todo el mundo sin necesidad de desarrollar un discurso sobre todo el mundo. Esto es lo que constituye una lucha minoritaria y, a la vez, una singularidad productora de acción.
El desafío
Aquello que retorna de manera continuada es la idea de que todo desarrollo de la potencia debe pasar por la representación. Se impone, entonces, de manera casi unánime, la idea de que al no existir un acuerdo sobre soluciones que sean totalmente representables, el proceso de democracia participativa se aboca al fracaso. Y mientras que la cuestión de la representación se convierte en fuente de divisiones y enfrentamientos, los participantes abandonan poco a poco las reuniones. “Siempre es lo mismo, nunca llegamos a ponernos de acuerdo”, se oye aquí. “Siempre son los mismos los que toman la palabra”, se oye allá. Por no hablar de aquellas personas que nunca dicen nada y que, sin embargo, se apresuran a volver a su “pequeña vida personal”.
La dificultad es que las luchas y las resistencias no pueden ser totalmente canalizadas por la representación. No es ni su motor ni su desenlace. Desde un punto de vista biológico, la representación nunca es lo primero. Es producto de la conciencia que interviene siempre a posteriori, después de que el mundo se constituya como objeto de una percepción del organismo. Solo si es territorializado en un tiempo y espacio dados, el organismo puede verse afectado por su entorno y, al término del proceso, producir representaciones capaces de ordenar el pensamiento.
Ahora bien, en una sociedad como la nuestra, que tiende a sobrevalorar la representación consciente y a negar cualquier anclaje del organismo en su entorno se produce más bien lo contrario: la representación interviene para ordenar lo real, lo vivido, y negar así todos los conflictos. Solamente si nos convencemos de que el hombre de la modernidad, ese hombre desterritorializado, pone en peligro su existencia biológica, la de otros organismos, así como al conjunto de sus relaciones orgánicas consigo mismo y con su entorno, podremos combatir ese proceso de manera eficaz.
El compromiso en una época oscura no puede realizarse más que a ese precio: renunciando a la voluntad de coherencia que ha establecido el gran proceso de la modernidad occidental. Y todo en nombre de una racionalidad más compleja que haga posible la re-territorialización de nuestros modos de acción y de pensamiento.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
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